15 diciembre, 2003

Sadam, exhumado

"Ladies and gentlemen: We got him" ("Señoras y caballeros: lo tenemos") Así anunció el virrey estadounidense de Irak la captura de Sadam Hussein, como si, en la entrega de los "Oscar", un solemne histrión dijera "the winner is..."

Y esa es la cuestión, quién es el vencedor. Es de victoria de lo que se ha hablado con tan fausto motivo. De victoria de la democracia, de victoria del pueblo iraquí, de victoria contra el terrorismo...

Pero en las propias circunstancias de la captura del tirano hay elementos más que suficientes para minimizar la polifacética victoria que se nos vende. El Sadam que las "victoriosas" tropas estadounidenses han capturado es un ser patético, exhausto y desconcertado, que ni siquiera tuvo los lúcidos reflejos necesarios para pegarse un tiro. Nada en su entorno indica que el enterrado en vida que los "vencedores" han exhumado sea el líder de la resistencia, salvo que emplease la telepatía en sus tareas gestoras.

Sadam Hussein no era en estos momentos otra cosa que un superviviente a su propio desastre, seguramente aferrado a la esperanza de que la resistencia a la ocupación le devolviera un día al poder. En su mansa entrega probablemente también ha pesado la ilusa esperanza de tener un juicio justo y poder explicarse ante la historia. Es un hombre que no acaba de comprender su destino, que no creyó que su país fuera a ser invadido so pretexto de la posesión de unas armas de destrucción masiva inexistentes y mucho menos por el afán filantrópico de instaurar una democracia o defender los derechos humanos, que le consta que no son una prioridad de los invasores.

Tal vez confía en poder explicar cómo hizo la guerra a Irán por cuenta de los Estados Unidos o cómo, en su momento, la embajadora norteamericana (Ver en Archivos) le dejó entender sibilinamente que su país no haría nada si ocupaba Kuwait, en cumplimiento de una tradicional reivindicación territorial.

Pobre iluso. Quizás nadie le haya hablado de los secuestrados de Guantánamo, fuera de la jurisdicción de cualquier tribunal y al margen de cualquier ley conocida. Quizás también desconozca la negativa airada de EE UU a aceptar la vigencia del Tribunal Penal Internacional. Suerte tendrá si no acaba confesando que en realidad fue él quien mató a Jesucristo.

La captura del tirano, en cualquier caso, es un respiro para la coalición (?) y sus corifeos, un oasis en el desierto cotidiano que suponen una posguerra que es la auténtica guerra y la contrastada incapacidad de los ocupantes para dirigir una situación en la que la auténtica víctima, con Sadam o sin él, sigue siendo el pueblo iraquí. La invasión, finalmente, ha alcanzado un logro que contenta a todos: el sanguinario Sadam ha sido capturado. Su captura, al menos en principio, no parece tener otro valor que el propagandístico.


La guerra sigue. Eso es todo.

30 noviembre, 2003

Por más que se repita...

Ayer en Irak ocurrió lo peor para las fuerzas españolas, pero lo peor no es necesariamente lo inesperado y, lamentablemente, tampoco es lo peor de modo definitivo. Aún pueden ocurrir cosas peores. Ya son nueve los españoles que han muerto en esta guerra (no hay tal posguerra, por más que se repita) fundada en causas que, tal como se temía, han resultado falsas y que nada tienen que ver con el supuesto combate internacional contra el terrorismo.

No sólo no existe constancia alguna de que Sadam Hussein tuviera armas de destrucción masiva; tampoco se ha detectado el más mínimo indicio de que su régimen alentase el fanático terrorismo islámico. La de Irak es una guerra motivada por móviles económicos y estratégicos y afirmar otra cosa -por más que se repita- hace mucho tiempo que ha dejado de ser un defecto de interpretación para convertirse en una indecente muestra de cinismo.

En este contexto la lacónica comunicación institucional de José María Aznar, que acabo de contemplar por televisión, sólo me merece un calificativo: indignante. Y no sólo es indignante en su calidad de desafío a la inteligencia y la credulidad de un pueblo enajenado, sino porque suena a burla (solemne, como todo lo suyo) hacer tales afirmaciones sobre la sangre aún fresca, de unas personas que han encontrado la muerte lejos de su tierra en el cumplimiento de un deber que no debería serlo.

La intervención de las tropas españolas en Irak no es una misión de paz, ni de reconstrucción, ni de contenido humanitario por más que se repita. No admite comparación alguna con otras misiones internacionales en las que se haya intervenido, por más que se repita lo contrario. Es una tarea de complicidad -mínima, pero elocuente- con unos móviles depredadores totalmente ajenos a los intereses de España y que nos enfrenta de modo innecesario e imprudente a una comunidad cultural, política y religiosa con la que hasta ahora se mantenía una relación razonablemente buena.

Resulta evidente a estas alturas que el desplazamiento del eje de la política exterior española de Bruselas a Washington, inspirado por nuestro "clarividente" líder, ha sido un error de magnitud oceánica, como ponen de manifiesto el trato que España ha empezado a recibir de la UE y la carencia de beneficios tangibles procedentes del "amigo americano". Pero lo peor no son los perjuicios económicos y políticos que tal alianza nos depara, sino la pérdida irreversible de un valioso capital humano invertido en funciones que no son ni deben ser las suyas.

Aznar ha dejado claro que no hay vuelta atrás. Su hipotético sucesor, Rajoy, también. Parece claro que sólo hay un modo de liberarse de la dolorosa vergüenza en la que nos han sumergido por su "soberana" y omnímoda voluntad.

Vosotros mismos.


26 noviembre, 2003

El 'Euroescándalo' y otros escándalos

"Euroescándalo", ha titulado un diario de distribución nacional más bien escandaloso. El Ecofin decidió ayer no sancionar a Francia y Alemania por superar el déficit público establecido en el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea. Ese es el "escándalo", aunque la indulgente medida se acordó mediante mayoría cualificada, es decir, democráticamente. El sedicente europeista llamado Aznar, por supuesto, se ha rasgado las vestiduras en el mismo día en que se anuncia un extraordinario crecimiento del superávit de la economía española y un inédito aumento de las miserables pensiones de viudedad. ¡Qué grandes somos!

- ¿Cuánto queda para las elecciones?

- Cuatro meses.

- Ah, ya.

España crece más porque puede. Grecia duplica ese crecimiento porque puede más. No hay como estar abajo en tiempos de vacas gordas y recibir anualmente, gratis, una fuerte inyección de euros de los que están más arriba. Ya se lo recordó Schroeder a nuestro jefe de Gobierno cuando éste cacareaba enfáticamente por todo el corral.

Por otra parte, ¿es razonable que un estado tenga superávit cuando no es precisamente una Arcadia feliz? No, en absoluto. Es más bien escandaloso si se tiene en cuenta la situación lastimosa de ciertos parámetros de bienestar social, incluidas las famélicas pensiones de viudedad.

Generar déficit público es, en ocasiones, la mejor medida para mantener unos ciertos niveles de crecimiento y un cierto grado de estabilidad social. Los planes macroeconómicos que sesudos economistas diseñan con la perspectiva de conjugar equilibrio y crecimiento están muy bien como referencia de lo deseable, pero ningún país debe ser obligado a tirar piedras sobre su propio tejado. Si esos países son, además, los ejes de tracción de la economía europea, lo que redunde en su beneficio nos beneficia también -al menos teóricamente- a nosotros, que chupamos rueda alegremente.

Se dice que ésto puede perjudicar al euro y seguramente es cierto, pero no es menos cierto que el euro está sobrevalorado y que eso no le hace ningún bien a la economía europea. Y mucho menos si gran parte de esa sobrevaloración no se basa tanto en una solidez objetiva de la moneda como en que ésta es objeto, casi desde su nacimiento, de una fuerte especulación en dólares.

Para escándalos más reales y estremecedores hay que considerar otros titulares de la prensa del día, como aquellos que hablan del recrudecimiento del SIDA y del repunte al alza del hambre en el mundo. África y Latinoamérica son nuestros escándalos globales. Allí imperan el hambre y la peste. Palestina, Irak y Afganistán son escándalos no menores. Allí se enseñorean la guerra y el abuso.

¿Qué puede ser más escandaloso que el imperio de los jinetes del Apocalipsis por la acción o la omisión de los dueños de la tierra?

18 noviembre, 2003

Jesús Delgado, periodista de raza

Todo son malas noticias en este otoño casi intransitable, en este malhadado noviembre en el que la realidad parece tener un componente de pesadilla recidivante. Pero hoy no me voy a referir ni a la visita de Bush a Gran Bretaña, ni a los resultados de las elecciones catalanas, ni al cinismo israelí, que engloba bajo el estigma del antisemitismo el rechazo a su comportamiento criminal con el pueblo palestino.

Hoy quiero referirme a una ausencia, la del compañero periodista Jesús Delgado, que murió ayer, a los 81 años, en plena juventud del espíritu. Siempre pensé que superaría ampliamente los noventa años y que lo haría con la apariencia vital y casi juvenil con la que atravesó las últimas décadas, ejerciendo su profesión hasta el final (hace apenas un mes envió su última crónica a "El País"), pero el cáncer es un enemigo larvado que en muchos casos sólo evidencia su mortal designio cuando ya es invencible.

Delgado era un periodista de raza, expresión con la que pretendo designar una actitud vital caracterizada por la indesmayable curiosidad por todo lo humano, la vocación de certidumbre, la apertura de miras, la independencia y la voluntad de mejorar la sociedad. No era periodista a tiempo parcial. Lo era todo el tiempo. Supongo que incluso dormido.

Periodista de provincias -y de una provincia de tradición especialmente estreñida y reaccionaria como Cantabria- quiso y supo exceder ese marco limitado y limitante para -sin levar el ancla de su tierra- ejercer su inquisitivo magisterio en variados escenarios extranjeros, ayudado por su poliglosia, tan necesaria para un periodista y, paradójicamente, tan ausente en muchos casos, no sólo en aquellos tiempos oscuros del franquismo sino también en el presente.

Jesús hizo de sí mismo un valioso referente nacional del reporterismo en los tiempo más difíciles y mantuvo su independencia aún a costa de asumir riesgos, rupturas y desafíos que el resto de la profesión consideraba imprudentes y llegó a atribuir a una arrogancia que, por cierto, nunca le caracterizó, pese a su obvia superioridad sobre un entorno de mediocridad y sumisión.

Durante los años -no muchos- en los que ejercí el periodismo de calle me gustaba coincidir con él y observarle e incluso imitarle. De él aprendí, por ejemplo, que un periodista no debe conformarse nunca con la información limitada e interesada que se obtiene en una rueda de prensa y que iguala a todos los medios en el servilismo a un mensaje que les instrumenta para llegar a un público que, si pudiera, pediría información suplementaria sobre aspectos más o menos soslayados o ignorados. Él casi siempre hacía un aparte con el protagonista tras la conclusión de la "ceremonia" y seguía preguntándole. Así lograba información suplementaria que le permitía reenfocar su trabajo y evitar coincidir con los titulares "publicitarios" de los demás.

Inquieto, dinámico, apasionado, perspicaz, irónico, buen conocedor del género humano y -pese a los prejuicios ajenos- prudente, constructivo y dialogante, Jesús Delgado fue un ejemplo de periodista profesional que deberíamos tener como referencia permanente cuantos nos dedicamos a este ejercicio mercenario, complejo y sutil del que nunca ha desaparecido la censura y sobre el que con frecuencia recaen presiones intolerables.

07 noviembre, 2003

Hacia "un mundo feliz"

En la línea de progreso sistemático que la sociedad española ha emprendido de la mano de ese caudillo bigotudo, autosatisfecho e inflexible al que el clarividente pueblo español decidió un día entregar la mayoría absoluta hay que apuntar recientes "avances" destinados a convertir esta sociedad en el mejor de los mundos.

Ayer, por ejemplo, se aprobó una radical reforma del Código Penal (ya reformado hace ocho años contra el criterio del PP) elaborada desde una filosofía exclusivamente policial y carcelaria, carente de toda consideración sociológica sobre las causas de la criminalidad o la rehabilitación del delincuente. Un Código Penal estrictamente represivo que, sin duda, dará lugar a prácticas escasamente democráticas.

Ayer también entró en vigor una ley que pretende regular el confuso magma que es Internet y entre cuyos "avances" hay que registrar la corrección de una sabia normativa anterior que prohibía el envío via email de publicidad no solicitada. Ahora, cualquiera que tenga nuestra dirección de correo electrónico, porque le hemos comprado algo o hecho alguna consulta, podrá bombardearnos impunemente, dando por sentado que sus ofertas nos interesan. Por supuesto, cualquier otro que se haya hecho con nuestros datos por medios menos convencionales podrá hacer lo mismo. Estupendo.

Pero existe un reciente "avance", quizás más inquietante y transcendental, del que el Gobierno de este país ha sido motor entusiasta: el fin de la moratoria que la UE impuso sobre la comercialización de los productos transgénicos. En mayo, España (o sea, ellos) pedía, junto a otros cinco países europeos, el fin de la moratoria. A principios de julio y casi de tapadillo la UE acordó su final y ahora (a partir de hoy mismo, si no me equivoco) esa decisión es efectiva.

La aprobación de la UE, significativamente, se producía pocos días después de la magna operación de marketing de los transgénicos que Estados Unidos escenificó en la ciudad de Sacramento ante 120 ministros de todo el planeta. Antes de esto, por cierto, Washington había denunciado ante la Organización Mundial del Comercio la moratoria europea. Si añadimos que Estados Unidos subvenciona impunemente su agricultura tendremos una idea aproximada de hasta dónde llega el chuleo yanqui y la sumisión europea. Too much, son.

Dado que el tema de los transgénicos ya ha sido tratado en dos ocasiones en LA ESPIRAL no haré más largo el comentario. He aquí los enlaces a esos artículos (en el del 3 de julio se proporcionan otros enlaces para tener una visión más completa de las implicaciones de este "avance"):

El contubernio de Sacramento (junio, 25).

La sumisión europea (julio, 3).

Como reza el dicho, no te digo que te vistas pero ahí tienes la ropa. Por mi parte, con etiquetaje o no, simplemente no trago.

Con su pan (de trigo transgénico) se lo coman.

06 noviembre, 2003

La 'iraquización'

Quien haya pensado que los paralelismos que vengo estableciendo entre la evolución de la aventura iraquí de Estados Unidos y el precedente-fiasco de Vietnam son meras gratuidades o ingenuo "wishful thinking" tal vez tenga a bien considerar las últimas novedades.

De entrada, EE UU anuncia la retirada de una de las cuatro divisiones que ahora tiene en Irak (30.000 soldados). Se dice que tal decisión está motivada por la próxima incorporación de efectivos internacionales, pero la causa real (de la retirada y de la llegada de tropas internacionales) está localizada más bien en la opinión pública norteamericana, cada vez más convencida de que la guerra y ocupación de Irak ha sido un error y de que no se debe persistir en él. Bush no quiere perder las próximas elecciones y actúa en consecuencia.

A ello hay que añadir que el virrey estadounidense de Irak, un tal Bremer, apoya con creciente entusiasmo la creación de una fuerza paramilitar de unos 170.000 iraquíes (número de efectivos casi igual al de las fuerzas de ocupación) para combatir a la resistencia. Y si Bremer lo apoya -supuestamente a instancias del Consejo de Gobierno/Títere iraquí- es que Bush lo ha aprobado ya.

Y no es la madurez del pueblo iraquí y mucho menos la ausencia de violencia lo que avala la aceleración que Estados Unidos quiere imprimir al proceso de "normalización" de Irak. Es la evidencia de que, tras ganar fácilmente la guerra, están perdiendo día a día la paz. O sea, en realidad están perdiendo la guerra, su segunda fase, que empezó justamente el día en que la toma de Bagdad, donde supuestamente Sadam iba a resistir hasta la muerte, se transformó en un desconcertante paseo triunfal.

Quienes conozcan un poco la historia del conflicto que durante más de quince años se desarrolló en Vietnam tras la derrota y abandono de los franceses quizás recuerden el término "vietnamización", eufemismo con el que se designó la progresiva retirada estadounidense (es decir, la admisión de la derrota). Completada la "vietnamización", o sea la puesta en las manos exclusivas de Vietnam del Sur de su propia defensa, el régimen de Saigón se derrumbó como un castillo de naipes y los pocos norteamericanos que quedaban en misiones de asesoramiento e inteligencia salieron de naja con el rabo entre las piernas, humillados, contritos y con justificadísima mala conciencia.

Bien, pues parece que las bravas tropas del Tío Sam van a seguir el mismo camino que en Vietnam, pero de un modo mucho más rápido y vergonzoso. Ha llegado la hora de la "iraquización". Se pretende que efectivos nativos hagan el trabajo sucio. Conscientemente o no, se quiere convertir una ocupación militar ilegal, enfrentada a una guerrilla cada vez más virulenta y omnipresente, en una guerra civil o, por lo menos, transformar Irak en una especie de Colombia del Oriente Próximo.

Es el principio del fin, independientemente de lo próximo o lejano que el fin esté.

04 noviembre, 2003

Papanatismo

Ni por un momento me voy a parar a hacer consideraciones mínimamente serias sobre la presunta transcendencia del anuncio del noviazgo de Felipe de Borbón con una periodista asturiana llamada Letizia (con zeta, como si fuese italiana, que se puso ella misma). Lo que más me ha llamado la atención -y no para bien- de este asunto, situado a caballo entre el llamado "periodismo del corazón" (si se le puede llamar periodismo, que no) y la política de Estado, es la abrumadora explosión de papanatismo que lo ha saludado.

No es que se pueda esperar gran cosa de una sociedad que se pasa horas "espiando" a un grupo de jóvenes autosecuestrados en una casa con el propósito de hacerse famosos y poder hablar luego de lo divino y de lo humano en cualquier putiferio televisivo. Y además cobrar. No.

Pero el problema no reside tanto en la sociedad española, que, como toda comunidad humana, tiene humanísimos defectos, como en el festival mediático orquestado de inmediato y que tiene como consecuencia entontecer al personal aún más de lo que pueda estarlo, desviando su atención de contingencias mucho más importantes, cosa que ni siquiera se hace con ese nefasto propósito, sino con el de barrer en los índices de audiencia y recaudar fortunas en concepto de publicidad.

El noviazgo principesco, en este contexto, supone una mina de oro. Anoche mismo Tele 5 ponía el grito en el cielo por el retraso deliberado de TVE en pasarle las imágenes de la autopresentación de la pareja, que debería haberle servido con la mayor diligencia, como estaba pactado. En lugar de hacerlo, TelePP se adjudicó la exclusiva y sólo después de haber difundido las imágenes se las transfirió a Telechicho, transformando de este modo un medio público en un competidor desleal.

El hecho es revelador de la ansiedad que ha creado en los "media" españoles la novedad palaciega, que una ínclita comunicadora televisiva calificó alegremente como la "noticia del siglo".

Pero no es ésto lo peor ni lo más revelador. Lo peor es la ingente producción de espesa baba extasiada que destilan las informaciones y comentarios sobre el celebrado noviazgo. Con el morbo añadido de que la futura princesa y acaso reina es divorciada e hija de divorciados. ¿Por qué Letizia sí y la Sartorius no?, se preguntan las comadres de todos los sexos.

Así nos luce el pelo.

P. S.: "Inteligente, agnóstica y ambiciosa", dice alguien hoy en un periódico que es la futura reina de España. Interesante.

30 octubre, 2003

Aznar y las ideologías

"Los pobres de América Latina no necesitan ideologías, sino acceso a la propiedad privada, oportunidades y posibilidades de prosperidad". Esta joya de la lógica cartesiana es obra del sutil orfebre de la teoría política llamado José María Aznar, que anda de nuevo por las Américas predicando las excelencias de la globalización y recitando el catecismo desideologizador de la rancia doctrina que se ha dado en llamar "neoconservadurismo".

La mostrenca frasecita la soltó ayer el presidente (del Gobierno español) en las barbas trémulas del presidente (de la república) de Brasil, "Lula" da Silva. Imagino que fue en algún momento en que, llevado por el entusiasmo "neocons" (tradúzcase la abreviatura al francés para que adquiera todo su sentido) se salió del discurso para perder proféticamente la mirada en el infinito.

En cualquier caso, pese al trance, resulta imperdonable la emisión de tal sofisma por parte del presidente de un "think tank" (depósito de pensamiento) tan prometedor como la FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), a la que Aznar piensa dedicarse en cuerpo y alma cuando salga de La Moncloa, en un esfuerzo por pasar a la historia como el hombre que demostró que no hay vida más allá de la derecha (alias "centro político").

Lo cierto es que no habría ideologías si no hubiera intolerables e inhumanas carencias e imperfecciones sociales. Nadie habría dicho "la propiedad privada es un robo" o "la tierra para quien la trabaja" si el acceso a la propiedad y sus consecuencias vitales (la alimentación, por ejemplo) estuviesen garantizadas.

Los pobres de América Latina -y los que no lo son- se habrán quedado boquiabiertos ante la gratuidad de la afirmación aznariana, pero a los más despiertos les habrá quedado claro desde qué ideología se predica contra las ideologías y se largan falacias demagógicas como la que glosamos.

Y es que la cabra siempre tira al monte.

28 octubre, 2003

De mal en peor

La matanza de ayer en Bagdad, seguida por la de hoy en Faluya -que quizás no sea el último atentado del día-, no deja lugar a dudas acerca de la clase de pantano en que, tras crearlo, se han metido los "redentores" países de la llamada "coalición" de la mano aventurera y avarienta de EE UU.

Uno se pregunta hasta qué punto esta explosión del Ramadán puede tener similitudes con la ofensiva del Teth (fiesta budista de fin de año) que, en 1968, avanzó cual sería el resultado de aquel otro fangal sangriento que crearon los americanos en Vietnam. Si aquella provocó un vuelco antibélico en la opinión pública de los Estados Unidos, ésta no sólo puede conseguir lo mismo, sino que también invita a reflexionar seriamente a los países "colaboradores" (en realidad sicarios) que creían que su participación iba a ser un paseo por el campo.

Hace tiempo que Estados Unidos ha comprendido la gravedad de la situación en Irak y su complejidad prácticamente inextricable. Su respuesta no ha podido ser más elocuente: tratar de que la comunidad internacional -de buena fe o con la vista puesta en el botín- envíe tropas que le permitan reducir los daños y dosificar sus fuerzas, sin recurrir a una movilización militar mayor, que tendría una negativa incidencia en la política doméstica.

El entusiasmo inicial de la opinión pública estadounidense se ha ido enfriando no sólo ante los indicios fervientes de que fue manipulada mediante mentiras para dar su apoyo a la intervención, sino también ante el goteo de muertes de compatriotas en un conflicto creado artificialmente.

El rumbo de las cosas recuerda también en ésto a Vietnam. Como entonces, ahora se han iniciado las deserciones. Al menos una quincena de soldados ha aprovechado ya sus permisos para "perderse". Nadie en el próspero y relajado Occidente quiere pinar las botas. Y menos por una causa que no comprenden ni comparten.

Ahora falta por ver cómo evoluciona la opinión pública y la actitud de los gobiernos -el español incluído- de los países que han comprometido su apoyo militar, por limitado que sea.

En cualquier caso, una proyección de lo sucedido tras el fin de la breve guerra convencional indica que las actividades de la guerrilla pueden aumentar exponencialmente a la vista de la incapacidad de la coalición para ofrecer al pueblo iraquí un futuro razonablemente deseable.

En ese contexto, la actividad exitosa e impune de la resistencia constituye un seductor banderín de enganche en un país al que, tras torturarlo con una década de embargo y ataques puntuales, se le ignora y humilla ahora, imponiéndole además un gobierno provisional cuyo nucleo duro está constituido por títeres que el pueblo rechaza y el resto variopinto ve con creciente preocupación la evolución, de mal a peor, de la situación.

27 octubre, 2003

Todos (?) contentos

El augurio de los sondeos -los previos y los realizados a pié de urna- se cumplió ayer escrupulosamente en las elecciones de la Comunidad de Madrid. El PP logró la mayoría absoluta gracias al hudimiento del PSOE, castigado con la abstención por una parte notable de quienes lo apoyaron en Mayo.

Ninguna sorpresa. El propio Rafael Simancas fue reflejo fiel de hasta qué punto el PSOE tenía asumida de antemano su derrota al leer un matizado discurso, obviamente preparado de antemano, en el que la reconocía.

Lo sorprendente fue el "suspense" del escrutinio, que, hasta bien avanzado el porcentaje, permitió pensar que se había producido un vuelco y que la izquierda iba a ganar. Es difícil sustraerse a la sospecha de que, desde el centro de datos, regido por el representante del Gobierno en funciones Carlos Mayor Oreja (¿les suena?), se intentaba sumar a la victoria cantada del PP el escarnio del oponente, tentándole a incurrir en el ridículo de una celebración prematura. ¿Maquivélico? Sí, pero muy probable. Basta disponer de un mapa de la inclinación del voto por colegios electorales e ir procesando previamente los datos de los que más favorecen a la izquierda.

Otro factor sorprendente -si se conserva un mínimo de capacidad de sorpresa, claro- es lo relajado e incluso satisfecho que apareció Rodríguez Zapatero, al que las cámaras mostraron poco antes de su intervención junto a "Pepiño" Blanco, teórico responsable -en tanto que lo era de las listas electorales- de la crisis política que condujo a la repetición de las elecciones y tan sonriente como el propio secretario general. Parece evidente que en el PSOE no sólo se presagiaba la derrota sino que se temía la deblacle.

El ritual se ha consumado, el pueblo soberano se ha expresado, la representación continúa. Tutti contenti.

25 octubre, 2003

Vuelta y recapitulación

Antes de que octubre se extinga, aportando más oscuridad al panorama (la próxima madrugada se adelantan los relojes, siguiendo la discutible regla de rentabilidad energética que confunde el paralelo de Madrid con el de Berlín), quisiera hacer alguna anotación, aunque sólo sea como expresión de la voluntad de proseguir con esta discontinua "espiral". Durante este largo periodo "sine linea", debido a incidencias, fatalidades y circunstancias que sería demasiado prolijo relatar, he reflexionado sobre este empeño quijotesco -en la medida en que carece de destinatarios y si los tiene son mudos- y, tras rechazar la capitulación, se ha impuesto la necesidad de remodelarlo.

En lo sucesivo estas reflexiones serán más breves, dando por sentado -interesadamente- que el lector está mínimamente bien informado. La documentación complementaria se aportará mediante enlaces a otras fuentes o a "espirales" precedentes. El tema vendrá determinado en gran medida por la actualidad de cada día pero también por las vivencias personales o reflexiones no necesariamente "candentes" que surquen mi caletre.

Y vamos con un breve repaso a lo esencial de lo sucedido durante mi "afonía":

- País Vasco: Precisamente hoy el Ejecutivo vasco, reunido en sesión extraordinaria y coincidiendo, no casualmente, con el aniversario del Estatuto de Guernica, ha aprobado esa extravagancia denominada "Plan Ibarretxe". El alegre lendakari ha aprovechado la ocasión para afirmar el derecho de los vascos a decidir su destino, lo cual es muy correcto en abstracto pero resulta un absurdo y anacrónico ¡Viva Cartagena! situado en el contexto del siglo XXI y de las realidades del Estado español, la Unión Europea y el mundo mundial. El Gobierno central ha llamado a la ciudadanía a reaccionar (o sea, a la reacción) en lo que casi parece una confesión de impotencia si no fuera algo peor: cinismo político, clientelismo y electoralismo puro y duro. Pero lo mismo ocurre con la teórica ambición autodeterminativa del nacionalismo vasco de derecha. Puro cuento. (Ver Archivos, Julio, 23)

- Irak: Ayer concluyó en Madrid la vergonzante Conferencia de Donantes para Irak (do ut clepere), significativamente desarrollada en paralelo a una aún más vergonzante cumbre empresarial. Dicen que ha sido un éxito. Ellos sabrán. Lo que nadie sabe es cómo se van a gestionar las "generosas" aportaciones de los "filántropos" pero todo indica que la ONU ha vuelto a recibir un nuevo revolcón en sus buenos propósitos y su función de neutral mediadora. Mientras tanto, aumentan cotidianamente la factura en vidas humanas y las evidencias de que no existía el más mínimo motivo para iniciar la guerra que ha conducido a la necesidad de "reconstruir" solidariamente un país destruido por la avaricia.

- Palestina: La pesadilla continúa y crece cada día. No se trata sólamente de que las tropas israelíes sigan escenificando un inédito y cruel terrorismo de estado ante la general indiferencia, sino también de que el Gobierno -arrogantemente consciente del apoyo, ora tácito, ora expreso, de EE UU- se muestra en creciente y abierto desacato y desafío a las instituciones internacionales. El reciente acuerdo de la Asamblea General de la ONU contra el muro que se propone reducir la nación palestina a herméticos ghettos ha sido respondido con un corte de mangas del Gobierno isrealí y el anuncio de que la construcción de esa vergüenza de la humanidad seguirá adelante. La única lectura posible ante la situación creada es que Washington, lejos de pretender la creación de un estado palestino, como afirma de dientes afuera, lo que realmente quiere es favorecer los propósitos israelíes de asfixiar a fuego lento a los palestinos y dominar mediante una política de "apartheid" peor que la de Pik Botha en Sudáfrica todo el territorio que considera suyo, desde los altos del Golán hasta el Mar Rojo y desde el Jordán al Mediterráneo. Todo ello demuestra la rotunda falacia de uno de los argumentos utilizados para iniciar la guerra contra Irak: que la desaparición del régimen de Sadam Hussein facilitaría el proceso de paz. (Sobre el muro y la falacia, ver los Archivos de Julio, días 30 y 8)

- Comunidad de Madrid: Mañana, domingo (día del señor), habla el pueblo, aunque quizás su silencio (la abstención) vaya a ser aún más elocuente que su voz, así que lo dejamos para el lunes. Total...

28 septiembre, 2003

Jacques Brel, superviviente

Jacques Brel (Bruselas, 1929) murió el 9 de octubre de 1978 en un clínica parisina de cáncer de pulmón. Están a punto de cumplirse, pues, los 25 años de la desaparición de quien llevó a su máxima expresión la unión de varias capacidades no precisamente comunes: componer música, escribir letras e interpretar canciones. Las tres cosas las conjugó Brel simultáneamente hasta un nivel de perfección que nunca, hasta ahora, ha sido superado. Tal vez por ello, un cuarto de siglo después de su muerte su inconfundible "marca registrada" vende una media de 250.000 ó 300.000 discos al año, cifra que envidiarían casi todos los artistas que gozan de buena salud.

Sin duda es esa cualidad de buen "vendedor" lo que hace que la explotación de la obra de Jacques Brel sea periódicamente objeto de polémica. Sus herederos (mejor dicho, herederas; mujer y tres hijas, adecuado castigo para un misógino mujeriego) ostentan la marca de haber logrado la primera sentencia condenatoria para una web de Internet por poner al alcance de los navegantes -gratuitamente- las letras de las canciones del autor de "Amsterdam". Se trataba de un pobre estudiante admirador del belga y cuya web se hallaba -si no recuerdo mal- alojada en el centro académico en el que estudiaba. De ese modo, Internet empezó a evidenciar claramente que pintaban bastos para la generosidad y alegría que hasta entonces había imperado. La Fundación Jacques Brel estaba a punto de sacar a la venta su antología de los textos del artista y pretendía eliminar, por vía de ejemplificación, toda competencia.

Tenía que llegar 2003 para ver cómo la omnipotente RIAA (asociación que engloba a las principales empresas discográficas norteamericanas) demandaba a una inocente criatura de doce años por valor de 200.000 dólares a causa de su "perversa costumbre" de bajarse de la red cancioncillas de moda en formato mp3. Pero este es un tema del que trataré en otra ocasión.

En lo que concierne a Jacques Brel, la polémica más reciente se refiere a la difusión de cinco canciones inéditas que salieron a la venta el pasado martes por voluntad de la familia y contra la opinión del productor Eddie Barclay, el arreglista François Rauber y el pianista Gerard Jouannest, que testimonian que su autor e interprete había pedido expresamente que no se editasen por considerarlas inacabadas.Esas canciones (Mai 40, La Cathédrale, Avec élégance, L'amour est mort y Sans exigences) fueron grabadas en las sesiones de las que nació el último (y bellísimo) disco de Brel. La idea inicial era lanzar un disco doble, pero Brel sólo tenía 17 canciones y pensaba que las cinco referidas no estaban suficientemente maduradas ni iban a contribuir a la unidad y coherencia que él pretendía para su última comunicación con el público. Así fue como se incluyeron sólo doce canciones en un disco cuyas ediciones se agotaban apenas llegaban a las tiendas y que batió todos los récords de la época.

Era la despedida y Brel, trágicamente consciente de ello, había querido cuidarla especialmente. Fue un disco lleno de emoción y sinceridad, sin concesión alguna a la comercialidad y pleno de una poesía intensa y conmovedora. El cantautor había abandonado los escenarios en 1967 -salvo el breve retorno que supuso su montaje de "El hombre de la Mancha"- y, aunque grabó aún algunos discos soberbios, se puede decir que los años 70 los pasó retirado. Su disco, en consecuencia, era esperado ansiosamente por la innumerable legión de sus admiradores. Y, por última vez, no decepcionó. Quizás sí habría decepcionado en el caso de incluir los cinco temas que ahora se desvelan, aunque es improbable en un mundo regido por la fraudulenta costumbre de que una sola canción, más o menos aceptable, justifique la puesta a la venta de un disco.

¿Es una traición esta edición póstuma? En sentido estricto sí, sin duda, pero lo estricto no equivale casi nunca a lo justo ni forma parte necesariamente de lo real. Si fuera posible preguntar a Brel, probablemente nos diría que no sólo no deberían editarse éstas sino que habría que borrar de la historia el 80 por 100 de su repertorio. Su autoexigencia era bien conocida, así como el hecho de que odiaba o consideraba fallidas o sin vigencia muchas de sus canciones, hasta el punto de que, tras grabarlas, nunca las interpretó en público.

Pero, afortunadamente, el autor no siempre tiene razón, pese a que, en vida, le quepa todo el derecho a disponer de sus criaturas como mejor le parezca. Siempre tendremos que agradecer a Max Brod que traicionase la última voluntad de Franz Kafka, que le pidió que destruyese sus manuscritos. Gracias a esa traición llegamos a conocer la magnitud de la creatividad y la extraordinaria sensibilidad para captar el signo de los tiempos de un ser cuyo perfil -sin esa amistosa traición- sería anodino, funcionarial.y absolutamente olvidable.

En cuanto a las "nuevas" canciones, cuyas letras ya conocía a través de L’oeuvre intégrale, son puro Brel. Sus obsesiones, la riqueza de sus imágenes, el aliento poético, su desgarro entre la ternura y la amargura están ahí. Y merece la pena. Poco importa que en alguno de los temas el arreglo sea poco más que una colcha armónica para cubrir un esqueleto melódico, aunque uno se pregunta por qué, puestas en el trance de difundir las canciones, las herederas no han intentado que alguien -y nadie más indicado que el propio Rauber- completase los arreglos.

En cualquier caso, insisto: merece la pena.

Las inéditas (Letras)

* Mai 40
* La cathédrale
* Sans exigences
* L'amour est mort
* Avec élégance

Documentación

* Biografía
* La obra
* Canciones traducidas

05 septiembre, 2003

Una retirada a tiempo...

Es un alivio constatar que el eje franco-alemán sigue siendo coherente con su inicial rechazo a la invasión de Irak. Es alentador que alguien plante cara a tanta mentira, intoxicación y cinismo como se ha puesto de manifiesto en esta expoliadora aventura del imperio y sus sicarios, entre los cuales José María Aznar ocupa una posición tan estelar como vergonzante. Lo contrario sería un terrible sarcasmo y un indicio abrumador y frustrante de que nuestro vil y pequeño mundo no tiene, definitivamente, remedio.

El desgarrado descaro de la administración Bush, reclamando de la ONU la aprobación de una resolución que conduzca a la participación en el sangriento fangal iraquí de una amplia fuerza multinacional bajo mando estadounidense, roza lo surrealista. Las Naciones Unidas no pueden (o, para ser más exactos, no deberían) ser cómplices de ese grosero intento de los depredadores de salir indemnes de una desaprensiva excursión en la que, pese a sus mentiras, actuaron contra el criterio de todo el mundo y por motivaciones que nada tienen que ver con la lucha contra el terrorismo internacional y menos aún con la filantrópica meta de establecer en Irak un régimen democrático.

Es evidente que los gobiernos estadounidense y británico han comprendido y asumido finalmente que lo que creían que iba a ser un apacible paseo por el campo se ha transformado rápidamente en un pesadilla y que no es previsible que remita en un plazo razonable de tiempo, sino, por el contrario, que se acreciente. Ante ello estos chicos listos pretenden retirar el grueso de sus tropas y ceder la plaza -no el control militar, político y económico de Irak, claro- a efectivos de un conglomerado multinacional de cascos azules que, además de lavarles la cara ante la opinión mundial, les ahorre la preciada sangre de sus ciudadanos, cuyo derramamiento continuado tendría nefastos efectos electorales y consecuencias económicas muy indeseables.

Lo único razonable que la comunidad internacional puede responder a las pretensiones de los invasores es: "vosotros lo empezasteis, vosotros los terminais a vuestras expensas". O mejor aún: "salid de ahí cuanto antes y dejad que la ONU intente arreglar el entuerto que habeis provocado". Y es que, efectivamente, como el torpe y osado aprendiz de brujo, el eje Washington-Londres ha desatado fenómenos incontrolables y arrojado más leña al fuego de una caldera que ya estaba sobrecalentada y ahora amenaza con estallar.

Se dice que una retirada a tiempo es una victoria. Pues eso.

03 septiembre, 2003

'Ballo in maschera'

A estas horas, más o menos, debe estar Aznar anunciando los cambios en su Gobierno subsiguientes a la salida del mismo de Rajoy y Piqué. ¿Y a quién le importa? Si fuéramos serios estas "novedades", que ocupan muchas páginas en los periódicos y largos minutos en los medios audiovisuales, nos traerían sin cuidado, como deberían traernos todas las cosas que no afectan a nuestra vida real, a nuestra cotidianeidad presente y futura.

Que Rajoy vaya a ser el próximo candidato del PP a la presidencia del Gobierno o que Piqué aspire a presidir la Generalitat catalana no tiene, en lo esencial, la menor importancia para el personal de a pie. No van a protagonizar ningún cambio esencial. Lo que sí es significativo es que ambos, en los ya remotos años de su juventud, tuvieron veleidades izquierdistas. Y no me vengan con aquello tan reaccionario de "quien no es revolucionario a los 20 años no tiene corazón y quien sigue siéndolo a los 40 no tiene cabeza".

No van por ahí los tiros. Lo revelador es que ambos tenían una precoz vocación política. Una vocación que, para varias generaciones de españoles, sólo podía expresarse desde la izquierda en la larga noche del franquismo. Aquellos tiempos daban a la actividad política ajena al Régimen un aire romántico e idealista, pero la vocación política real y constatable es algo más elemental y grosero. Se trata de una expresión sofisticada de la pura y simple ambición de liderazgo y poder.

Por un momento he sentido la tentación de sacar a bailar a Levy-Strauss o a Lacan, o al Freud iluminado de "El malestar en la cultura", pero, felizmente, he superado la crisis. Con el título en italiano ("baile de máscaras") ya he cumplido, por hoy, mi infalible cuota de pedantería. En realidad, dejando aparte consideraciones antropológicas y psicoanalíticas, es algo muy simple. ¿Hay algo en la ambición humana difícil de comprender? Lo que, en el fondo, resulta difícil de asumir es la automitificación del oficio político en las democracias formales contemporáneas.

El ejercicio de la política es básicamente representación, pero no entendida convencionalmente como representación de los ciudadanos que, mediante el voto, delegan su derecho y su deber de ejercer la política, no. Qué más quisiéramos. Representación en el sentido teatral de la palabra. Ser un buen actor, rodearse de una escenografía adecuada y poseer una incombustible capacidad para emitir palabras es mucho más útil en el oficio que tener ideas y ponerlas en práctica, lo cual se supone que es lo importante en un político.

Lo esencial de la actividad política se pone en práctica cuando se asignan las diferentes partidas de los presupuestos. Y eso, que parece tan complicado a primera vista, pierde buena parte de su transcendencia si se considera que no es otra cosa que contabilidad y que buena parte de los capítulos vienen condicionados por los gastos fijos de la propia maquinaria del Estado. Lo importante y realmente político es la definición de prioridades en el gasto, el resto es administración pública, una máquina que funciona de modo automático -y casi nunca eficiente- independientemente del ministro que esté al frente.

Y finalmente queda lo cotidiano del oficio político, el "trabajo" auténtico: la dinámica partidista, la interna y la externa. La interna, de capital importancia para el mantenimiento del poder en el seno del partido, es, generalmente, fontanería secreta, gobierno colegial, canalización de ambiciones y capacidades. La externa es ostentosamente pública y se desarrolla más, paradójicamente, ante las cámaras y los micrófonos que entre las paredes del Parlamento. Lo dicho: representación. Se trata de deteriorar al enemigo y fortalecer la posición propia, en el ejercicio del poder o al margen de él.

Todo muy prosáico, como puede verse. No hay ningún motivo para mitificar a estos profesionales de la representación y de la intriga. Más bien al contrario.

Así pues, ¿qué importa a quién nombre Aznar ministro? ¿Qué importa lo que vayan a decir o hacer Rajoy o Piqué en lo sucesivo? ¿Qué importa que una patética Cristina Alberdi, ex ministra-florero de Felipe González esté empeñada en parecer un "topo" del PP dentro del PSOE?

Lo que importa, por ejemplo, es que, pese a las alentadoras estadísticas macroeconómicas, seguimos teniendo un elevado índice de desempleo y que el 21,4% de ese desempleo es de larga duración, con especial incidencia en los mayores de 40 años. Lo preocupante, también, es que la deliberada fragilización del empleo se ha hecho deliberadamente estructural y afecta de modo endémico a los trabajadores más jóvenes.

¿Cabe esperar que alguno de los arriba mencionados (u omitidos, para qué nos vamos a engañar) vaya a hacer algo por lo que realmente importa? Digan conmigo ¡noooo!

En consecuencia, que les vayan dando. Bastante tenemos con pagar los gastos de un lamentable espectáculo que nos deja sin esperanzas.

27 agosto, 2003

La espuma (tóxica) del verano

Concluye el verano -al menos ese verano político/laboral que es el mes de agosto- y todos los augurios fatales se han cumplido:

1) La tregua entre israelíes y palestinos se ha roto, conforme a las conveniencias y previsiones de Ariel Sharon y los intereses del más rancio integrismo judío. Dentro de la dinámica de la Ley del Talión, a la que parecen atenerse ambos contendientes, no podía concebirse otra posibilidad, como en su día comentamos. Si Israel asesina a líderes de Hamás y la Yihad, como ha hecho durante le presunta tregua, está claro que lo que espera y desea es la contundente y brutal respuesta que acaba recibiendo. Con ello Sharon ya le puede decir a la comunidad internacional, con su acostumbrado descaro, "¿veis cómo son?"

2) Marbella, tras la moción de censura, ya tiene nuevo gobierno municipal, integrado y apoyado por gente sin partido y seguramente sin escrúpulos. Y no es que haya que lamentar el derribo de un gobierno que fuera espejo de virtudes. Más bien al contrario, pero ello no impide que las evidencias de que la "política" marbellí hiede por todos los costados sean tan incontestables que exigirían medidas mayores, como la disolución de la corporación y la convocatoria de elecciones. Eso sería, en términos estrictamente democráticos, lo lógico. Pero el PP y la lógica democrática no tienen nada que ver. Probablemente por eso, con el peso de su mayoría absoluta a nivel nacional, se niega a tal solución.

3) La comisión de investigación de la Asamblea de Madrid no sólo ha terminado como se esperaba y temía (sin aclarar nada) sino peor. Tampoco se ha podido aprobar un dictamen por inane que fuera, que lo era. Los dos tránsfugas lo impidieron con sus votos. A eso se le llama democracia sarcástica. Una especialidad muy española.

4) La investigación del "caso Kelly" se acerca cada vez más, inevitablemente, a Tony Blair, cuyo protagonismo aparece al final de cada hilo de la siniestra historia. De todos modos no parece probable que el socialdemócrata más derechista de la historia corra peligro alguno, como siempre que hay secretos de Estado en cuestión. Todo secreto de Estado es la tapa de una cloaca y, según los usos habituales, no resulta de buen gusto destapar las pestilencias que resultan cuando el Estado de Derecho pasa del Derecho y de la Verdad.

Este anómalo verano nos ha traido una ola de calor con record de temperaturas y de muertes. Según el gobierno de Españavabién, sin embargo, aquí no ha pasado prácticamente nada: poco más de un centenar de muertos se han contabilizado. Debe ser mérito de la poderosa industria española del abanico. Poco importa que las estadísticas de otros países europeos cuenten los muertos por miles y que el registro de defunciones español contabilice una cifra insólita. Aquí -sostenella y no enmendalla, ya se sabe- la ola de calor apenas ha sido un charquito.

También era un charquito, o, mejor dicho, unos hilillos, -según el gobierno- el carburante vertido por el "Prestige" y luego resulta que se estima en 63.000 toneladas. Las costas y playas del nor-noroeste pueden testimoniarlo. En el caso del "Prestige" llueve sobre mojado porque, como se recordará, el Gobierno del nunca-pasa-nada le quitó toda importancia desde el primer día al más grave accidente ecológico sufrido por este país.

Y pese a todo, el presidente del Gobierno vuelve a la palestra con un discurso propio de la oposición, atribuyendo al PSOE (como si éste gobernase) todos los males presentes y futuros. ¿Será el calor la causa del excedente de surrealismo que nos golpea?

Por supuesto, que nadie espere que el magnífico presidente del Gobierno descienda a la arena del Parlamento para dar explicaciones sobre la participación militar española en la ocupación de Irak, decidida exclusivamente por él. Todo lo que obtendrán de él será alguna insidiosa declaración del tipo paranóico-indecente como que la oposición se alegrará cuando caiga el primer soldado español.

Mientras tanto la machadiana España "de espíritu burlón y de alma quieta" se abanica acompasadamente a la par que, con un interés digno de mejor causa, sigue por televisión las andanzas de la no menos machadiana "España de charanga y pandereta", con sus Pantojas, sus Pajares, sus Jesulines, sus Chiquetetes, sus concursantes de "Gran Hermano" metidos a comunicadores, su procesión de furcias relatando cómo se lo hicieron con...

Ésto no es un país. Es una pesadilla. Apaga y vámonos.

23 agosto, 2003

Cinismo Made in USA

Todo indica que los norteamericanos están comenzando a experimentar en Irak el síndrome del enemigo invisible y omnipresente (y por lo tanto invencible) que les hace manchar los pantalones en memoria de su derrota en Vietnam. Las guerrillas les descomponen. No hay modo de cargárselas desde un avión, con o sin daños colaterales. Por eso, el negro más blanco, el "Tío Tom" más eficaz de los republicanos, Colin Powell se fue a ver al paciente y desbordado secretario general de la ONU, Kofi Annan, y le propuso redactar una nueva resolución sobre Irak que aliente la participación en el conflicto de efectivos militares de otros países. Y, claro, bajo el mando único estadounidense.

No, no era una broma pesada. Era el típico cinismo de la administración Bush, que, desde que se planteó invadir Irak, so pretexto de la amenaza que suponían unas armas de destrucción masiva inexistentes y la colaboración del régimen con Al Qaeda, nunca probada, está empeñada en implicar a la ONU, organización a la que -por otra parte- desprecia, boicotea y ningunea cuanto puede en otros terrenos.

La propuesta se formulaba, significativamente, horas después del brutal e incomprensible atentado sufrido por la delegación de la ONU en Bagdad, ataque que ni siquiera la delirante Al Qaeda rubricaría y que ha sido reivindicado por un desconocido grupo terrorista que se autotitula Vanguardia Armada del Segundo Ejército de Mahoma. Lagarto, lagarto.

Afortunadamente, parece que la maniobra no prospera. Si lo hiciera sería el colmo porque implicaría la complicidad de la ONU y de la comunidad internacional en la farsa estadounidense de intentar trasvestir sobre la marcha una ocupación militar pura y dura en una misión de paz y reconstrucción, mientras el objetivo sigue siendo el objetivo y el mando militar continúa en manos del chulo del barrio.

Que asuman tan vergonzante comedia países de "todo a cien", como la Españavabién de Aznar, bajo mando polaco en este caso, ya es suficiente vergüenza para quienes tenemos que soportarla.

17 agosto, 2003

El apagón como metáfora

El colapso del suministro eléctrico en el noreste de Estados Unidos y sureste de Canadá es algo más que un gigantesco accidente que devolvió durante unas horas interminables a la población del país más rico de la tierra al tiempo de las cavernas. Es también todo un diagnóstico sobre las consecuencias de un sistema corrompido e inescrupuloso al que la búsqueda enfebrecida del máximo beneficio al mínimo coste lleva a poner en peligro a toda una sociedad y a generar pérdidas y daños impagables a empresas y particulares.

En tiempos críticos y oscuros, el presidente Franklin Delano Roosevelt, ante la constancia de abusos escandalosos y delincuentes por parte de los piratas del sector energético, había decidido atarles en corto mediante una regulación férrea, destinada a garantizar la transparencia, accesibilidad y eficacia de un servicio público esencial. Y tanta era su reticencia -fundada, naturalmente- respecto al sector que dictó que, en lo sucesivo, no podría contribuir a las campañas electorales con un solo dólar.

Roosevelt, al que puede considerarse como el padre del otrora envidiado y copiado bienestar americano, había visto derrumbarse en horas, como un castillo de naipes, un sistema económico aparentemente sólido y próspero. El "crack" bursátil de 1929, generado por una suicida anarquía especulativa, le había marcado a fuego y, ya como presidente, hubo de poner los medios para paliar la miseria que atrapó a millones de estadounidenses en los interminables años de la Gran Depresión que siguió al derrumbamiento del sistema económico.

Roosevelt sabía muy bien que dejar actuar a los intereses empresariales a su libre albedrío es jugar a la ruleta rusa. Y aprendió también que la pobreza y la pereza no son de la misma familia, por mucho que dijeran los plutócratas. En consecuencia, diseñó un sistema de asistencia social que es la base del Estado de Bienestar, fundado en que los poderes públicos se declaran subsidiarios de la iniciativa privada, cubriendo las áreas que ésta ignora o en las que, por acción u omisión, produce indeseables secuelas sociales.

Tuvieron que pasar bastantes años y tuvo que llegar a la Casa Blanca un actor fracasado, que ya había hecho sus armas como gobernador de California a plena satisfacción del conservadurismo norteamericano, para que se pusiera en cuestión el camino diseñado por Roosevelt, aquel peligroso liberal (en Estados Unidos liberal es sinónimo de izquierdista, por incoherente que parezca). Con el manual de la Escuela de Chicago en las manos, Reagan (o mejor, los que movían los hilos de la carismática marioneta que fue) decidió volver a los trillados caminos del liberalismo, ahora entendido en sentido real, o sea, el de la rancia divisa "laissez faire, laissez passer" ("dejad hacer, dejad pasar").

Reagan se cargó el Estado de Bienestar recortando drásticamente los gastos en asistencia social, so pretexto de destinar esos fondos a la inversión en obras e infraestructuras públicas que reactivarían el sector privado y generarían empleo. Y el caso es que, mal que bien, el sistema aguantó. Lamentablemente, porque la política económica de Reagan sólo era el primer paso en la estrategia republicana para reconducir a Estados Unidos a la situación previa al "crack" y al "New Deal" rooseveltiano.

Los siguientes clavos en el féretro del Estado de Bienestar los puso George Bush (padre), el caballo blanco (y de Troya) del sector energético en la Casa Blanca. El "new deal" de Bush padre llevaba el eufemístico nombre de "desregulación" y ya se había experimentado, precisamente por el sector energético, en la Gran Bretaña de la entusiasta "neoconservadora" Margaret Thatcher. ¿Que qué es desregulación? En síntesis: capitalismo salvaje, la ley de la selva aplicada a la política socioeconómica, carta blanca sin limitaciones para las estrategias destinadas a aumentar los beneficios.

Las eléctricas pudieron sacudirse finalmente el pesado yugo de las limitaciones impuestas por el reticente Roosevelt y desde entonces no han hecho otra cosa que enriquecerse sin tasa. Ni siquiera el sonoro petardazo de Enron, que estalló -no por casualidad, sino para minimizar deliberadamente el riesgo de afrontar la previsible dureza demócrata- con Bush hijo (un chico "de los nuestros") recién llegado a la presidencia tras un accidentado y sospechoso escrutinio electoral, hizo reflexionar a nadie sobre el hecho de que los piratas a los que Roosevelt tuvo a raya estaban de vuelta y haciendo lo que solían. Es decir, robar. Y si no, considérese el hecho de que, desde año y medio antes de declarar la existencia de la crisis que sabían que tendrían que declarar, los jerarcas de Enron se embolsaron miles de millones de dólares.

Haciendo el cuento corto: la desregulación en el sector energético ha tenido la perniciosa consecuencia -entre otras- de favorecer la obsolescencia de las líneas de distribución eléctrica y, en general, de toda la infraestructura, manifiestamente limitada en relación con la demanda. Nada sorprendente cuando, sin control de nadie y sin responsabilidad alguna ni jurídica ni administrativa, se pretende el máximo beneficio al mínimo coste.

Los piratas estaban a la espera de que Bush junior lograra abrir el riquísimo cofre de un generoso plan energético, pero los demócratas frenaron su aprobación, no sólo porque les pareció un injustificable regalo de Bush a sus valedores dinásticos, sino también porque dentro del cofre había mercancía peligrosa desde el punto de vista ecológico, como la reactivación de la construcción de centrales nucleares o la entrada a saco en la explotación petrolífera de Alaska.

Ahora los republicanos echan la culpa del gigantesco apagón a los demócratas, del mismo modo que las eléctricas norteamericanas culpan a Canadá. Son las típicas maniobras de diversión. La culpa la tiene la irresponsable avaricia de un sector productivo que gestiona un servicio público de importancia esencial y la aún más irresponsable indulgencia de un gobierno cómplice.

Tal vez el gigantesco apagón sea una metáfora premonitoria del destino, pero la avaricia es una enfermedad obsesiva que no se para a considerar augurios. Tal vez Roosevelt se esté removiendo en su tumba y un Jefferson definitivamente mudo y olvidado llame a las armas a los ciudadanos contra un gobierno venal, pero la postmoderna América (así gusta llamarse, pirateando el nombre de un continente) parece caminar irreversiblemente en dirección contraría a lo que dice ser y creer.

¿Allá ellos, dice usted? A mi también me gustaría poder decirlo, pero tendría que añadir "allá nosotros" porque nosotros estamos inmersos en un modelo socioeconómico que es copia del suyo.

02 agosto, 2003

Marbella apesta

Marbella es el paradigma, abigarradamente colorido, de la España postmoderna del pelotazo, la corrupción elevada a la categoría de arte y el apestoso petardeo. En poco más de treinta años, un pequeño y no precisamente próspero pueblecito encalado de pescadores se transformó en un peculiar cruce entre la aristocrática y elegante Costa Azul de los 60 y la hortera y delincuencial Miami. Su natural y tranquila belleza y su agradable microclima primaveral, con temperaturas mucho menos rigurosas que las del resto de la Costa del Sol durante el tórrido verano, constituían un importante capital de partida, pero en su promoción internacional fueron decisivos personajes vividores, oportunistas y muy bien relacionados, como el príncipe de Hohenlohe (Oleole para los marbellíes) o el supuesto pianista de jazz Jaime de Mora y Aragón, playboy de nota, con capa española y monóculo llegada la ocasión, hermano de la -entonces- reina de Bélgica.

Los años dorados de Marbella llegan de la mano de la aristocracia saudí y de la procedente de los diversos enclaves petroleros del Golfo Pérsico. El maná de los petrodólares riega generosamente Marbella y ésta crece, se ensancha y se autodecora de oropeles. El artisteo internacional comienza a dejarse caer por la zona, a veces genuinamente atraido por la nueva perla del Mediterráneo, a veces oportunamente "invitado" (a cambio de una generosa minuta) para darle lustre a algún sarao de los muchos que organizaban los "parvenus" de turno o los cazacomisiones que proliferaron como la mala hierba.

Pero como en el Egipto bíblico, a los años de vacas gordas les siguen los de vacas flacas. El mundo islámico es sacudido por el virus radical y puritano del fundamentalismo y, con buen criterio, los disolutos y derrochadores magnates árabes deciden fingir devoción, austeridad e interés por las fatigas de sus pueblos. Adiós a Marbella, a las jóvenes y rubias bellezas con las que protagonizaban generosas orgías; adiós al alcohol, a la droga y a la ridícula e insultante ostentación.

Marbella cae en picado. Y el derrumbamiento es tanto más vertiginoso en la medida en que la imagen que ha generado es la de un inaccesible turismo de lujo, que aleja de la tentación de la visita a todo aquel que no tiene una considerable liquidez económica. Magnífica ocasión para que un depredador sin escrúplos llamado Jesús Gil haga su desembarco.

Gil no llega avalado precisamente por un curriculum impecable. El constructor ya había conocido la cárcel por "imprudencia temeraria" después de que 58 personas encontrasen la muerte al derrumbarse un edificio construido por él en Los Ángeles de San Rafael en 1969. Pero la avaricia criminal de poner más arena que cemento era un pecado venial durante el franquismo y el dictador le indulta, paternal y discretamente, tras 18 meses en prisión.

Pelillos a la mar. A finales de los años 80 el "empresario" aparece fulgurantemente en la vida pública como presidente del Atlético de Madrid. Mamarracho, chocarrero, insultón y omnipresente, el adiposo personaje le cae en gracia a una considerable parte de nuestra desgraciada sociedad, seducida entonces por genios de las finanzas como Conde o De la Rosa, que, al igual que nuestro hombre, acabarán conociendo las incomodidades de la cárcel, merced a sus ingeniosas ingenierías financieras.

El caso es que, cuando el aventurero Gil, que ya tenía graves problemas con los regidores municipales de Marbella, por motivos urbanísticos, y una situación económica no precisamente saneada, decide postularse como alcalde de la localidad, los marbellíes (en su mayoría sólo de adopción, llegados al olor del "boom") ven en él a su potencial salvador. Que Santa Lucía les conserve la vista porque el olfato lo tienen definitivamente perdido.

Desde entonces hasta ahora (doce años) la administración municipal de Marbella ha sido un escándalo permanente. Gil, lanzado a una huida hacia adelante en abierto desafío no sólo a la Justicia, sino incluso al Estado, se ha visto sumergido bajo el peso de innumerables sumarios judiciales y ha revisitado la cárcel. Apartado finalmente de la Alcaldía, seguía intentando gobernarla en su propio beneficio con mano de hierro a través de sus fieles "gilistas", pero su teórico hombre de confianza y alcalde, Julián Muñoz, le ha salido respondón.

Al 'bueno' de Julián, archifamoso en toda la península gracias a su lío con Isabel Pantoja y también "empapelado" judicialmente, no se le ha ocurrido otra cosa que defenestrar al principal caballo de Troya de Gil en la Corporación, el gerente de Urbanismo. La respuesta contundente del "amo" apenas se demoró unas horas: moción de censura. Pero la mayor sorpresa no es la categórica e inmediata reacción, sino la singular compañía en la que se apoya y sin la que la moción no podría prosperar.

Efectivamente, que se sumen a esa moción a beneficio de Gil y de sus intereses urbanísticos los cinco concejales del PSOE, entre los que destaca Isabel García Marcos, otrora implacable perseguidora, ha dejado a todo el mundo boquiabierto. El intento de justificar tal postura como forma de favorecer la gobernabilidad o de asumir el mal menor, dado que los ocho gilistas que participan en la moción están menos marcados judicialmente, no es de recibo. Algo huele a podrido.

A la dirección del PSOE, ya traumatizada por la crisis de la Asamblea de Madrid, no le ha temblado la mano ni le han fallado los reflejos y ha advertido a sus ediles que deben considerarse expulsados si no recogen velas y regresan al puerto de la disciplina, renunciando a su extravagante y sospechosa aventura. A estas horas dos ya lo han hecho, pero no los otros tres, incluida la propia Isabel García Marcos. Todo indica, en consecuencia, que la moción va a seguir adelante y acabará prosperando.

Ante una situación tan flagrantemente escandalosa como la que viene escenificándose en Marbella uno se pregunta si un estado democrático no debería dotarse de los medios jurídicos necesarios para poder disolver la Corporación y convocar nuevas elecciones. Algunos objetarán que tal vez no sea democrático. Quizás no lo sea, pero sería higiénico.

31 julio, 2003

El "ser o no ser" del Príncipe de los Creyentes

Marruecos es un país muy singular. Ningún otro sienta en su trono a un descendiente de Mahoma (de su mítico primo y yerno Alí, para ser más exactos) ni concede a la persona de su soberano -a través de una Constitución cuya última revisión fue hecha en 1997- el carácter de inviolable y sagrada, a la par de no responsable políticamente. Ni en los tiempos de mayor absolutismo de la historia de Occidente un rey llegó a acumular tantos privilegios, tanto poder y tanta inmunidad.

Mohamed VI no sólo reina, sino que también gobierna, como lo hicieron sus antecesores. Y, como aquellos, tiene que afrontar el motivado descontento de su pueblo, empobrecido y atrasado gracias a la férrea resistencia de la monarquía alauí a la modernización social, política y económica del país. El actual monarca alauí llegó al trono bajo los buenos augurios de un propósito renovador y abierto, pero no puede decirse que se esté apresurando en su puesta en práctica.

Si su padre, Hassan II, hubo de afrontar en los años 60 los intentos de derrocamiento inspirados en la honda huella que en todo el mundo árabe tuvo el nasserismo, de raiz socialista y voluntad panárabe, Mohamed VI se enfrenta al desafío que representa el integrista fundamentalismo islámico que tuvo en el iraní Jomeini su paradigma.

Consciente de ello, el discurso que Mohamed VI pronunció ayer, con ocasión del cuarto aniversario de su acceso al poder, no deja lugar a dudas sobre su determinación de conjurar la amenaza integrista. Para ello apela a su legimitimidad religiosa y genealógica de Príncipe de los Creyentes y en consecuencia -según su propia expresión- "única referencia religiosa para la nación marroquí".

Amparado en tal legitimidad, el rey de Marruecos anunció una ley que prohibirá la existencia de todo partido que se base en principios religiosos, lo cual, objetivamente, es una rasgo de modernidad, además de un signo de lucidez política. Lo que ya no es tan de recibo, desde la modernidad, es que se apele a un principio integrista para prohibir otro. Y lo que no es en absoluto democrático es incluir en el paquete de lo prohibido a los partidos basados en motivaciones étnicas, lingüísticas o regionales. Toda democracia digna de tal nombre reconoce el derecho de las minorías a estar políticamente representadas para reivindicar sus derechos.

En cuanto al fundamentalismo islámico, no cabe ignorar que no habría prosperado hasta el extremo que lo ha hecho en todo el mundo árabe si no encontrase su caldo de cultivo en las amplias bases sociales víctimas de la pobreza y la marginación. Los clérigos y los intelectuales encontraron en el Corán una referencia liberadora y la esgrimen implacablemente contra los gobernantes venales e irresponsables. En consecuencia, es notablemente insuficiente, además de paradójico, erigirse en referencia religiosa única para afrontar el desafío.

Marruecos es una sociedad inmersa en enormes contradicciones, de las cuales su monarca constituye la expresión más elocuente. Atrapado entre un tradicionalismo anclado en concepciones medievales y las ineludibles influencias contemporáneas, Mohamed VI debe ser prudente y moderado, para no romper de modo radical con las raices conservadoras e integristas que han sostenido a su dinastía, y valiente y progresista para lograr poner fin al desamparo de su pueblo y conquistar racionalmente su apoyo.

Se trata de una ardua y delicada tarea que el reflexivo y hermético monarca ha decidido tomarse con calma. El problema es que vivimos tiempos críticos, vertiginosos y desbordantes. Ahora más que nunca, en Marruecos, no se puede dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy. Mañana puede ser demasiado tarde.

NOTA BENE: Entramos en agosto, mes de tradicional "sequía informativa". Mi previsión, con tal motivo, es que estos artículos se hagan más esporádicos, no sólo por la previsible carencia de una fluidez informativa suficiente, sino también porque quiero aprovechar la oportunidad para renovar el "trasto" desde el que escribo con un nuevo disco duro (más grande y rápido), aumentar la memoria RAM tanto como sea posible e instalar una tarjeta de adquisición de vídeo que me permita montar el material que grabe con mi minicámara digital. Deseadme suerte porque voy a afrontar la tarea con mis torpes manos y mi escasa paciencia.

Felices vacaciones a quienes tengan la suerte de disfrutarlas. No os expongais demasiado al sol ni nadeis en aguas peligrosas y absteneos de consumir refrescos de las multinacionales USA. Tenemos magníficas alternativas nacionales. Desde la dulce horchata al riquísimo granizado de limón, sin olvidar la estimulante sangría, el espabilante café con hielo y el nutritivo gazpacho. Al enemigo, ni agua.

30 julio, 2003

El nuevo Muro de la Vergüenza

El primer ministro israelí, Ariel Sharon, considerado universalmente como un impune criminal de guerra y al que se responsabiliza, entre otras, de la matanza indiscriminada en los campamentos de palestinos de Sabra y Chatila en el sur de Líbano, le ha dicho a George W. Bush -y éste lo ha acogido con impertérrita sonrisa- que no tiene el más mínimo propósito de detener la construcción del muro que, por supuestas razones de seguridad, encerrará a la nación palestina en gigantescos campos de concentración.

La declaración de Sharon se produce en el contexto de un supuesto proceso de paz que tendría por objeto conceder a la nación palestina los derechos que le reconocen innumerables resoluciones de la ONU, que Israel ha ignorado sistemáticamente, y terminar con los ataques demoledores del terrorismo que practican las facciones palestinas más radicales. Se trata del enésimo proceso de paz. Todos los precedentes fueron dinamitados sin tardar mucho por las fuerzas israelíes más intransigentes, actualmente mayoritarias. Tan mayoritarias que son las que hoy gobiernan y han encontrado en el general Sharon al héroe incontestable, al indiscutible campeón de su causa.

No quiero reiterar argumentos (ver en Archivos de Junio los artículos correspondientes a los días 26 y 30). Hoy quisiera, simplemente, reproducir un mapa en el que se reflejan las actuales y futuras dimensiones del Muro de la Vergüenza. Especialmente en este caso una imagen ahorra miles de palabras.

A la vista de ese mapa respóndase cada cual, tan honestamente como pueda, a las siguientes preguntas:

- ¿Puede desarrollarse un proceso de paz creible sobre la base de este plan?

- ¿Tiene viabilidad un estado palestino dividido en ghettos amurallados?

- ¿Pueden los palestinos y la opinión pública internacional (la poca que quede independiente y honesta) asumir el expolio de tierras palestinas implícito en la construcción del muro?

Más información sobre el Muro de la Vergüenza.

29 julio, 2003

Patio de Monipodio

Parece "inevitable" que la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid se prolongue durante buena parte del mes de agosto, pese a su más que notoria inanidad. Cuando no se tiene pruebas -como le sucede a la FSM- lo único que se puede hacer es lo que se hace, marear la perdiz por si en el lance aparece alguna luz, o, por lo menos, se arroja una cantidad significativa de sombra sobre los "traidores".

Y ciertamente aparecen zonas de sombra, pero una cosa es la duda y otra la certeza. La única persona que en esta intriga se muestra revestida de una luminosa blancura, lindante casi con la estulticia, es la diputada María Teresa Sáez, que, según su propia confesión, siguió a Tamayo con fe ciega porque para ella tiene una credibilidad incuestionable. En política, como en la comedia clásica, la figura del "bobo" (útil o no) es imprescindible. Es la gente que hace bulto, que quiere y se deja querer por los "liderillos" y que, ocasionalmente, mete la pata hasta el corvejón, pero sin intenciones perversas. Sáez tiene el indulto asegurado. El propio Rodríguez Zapatero, tras su testimonio del lunes, le ha exonerado de toda culpa.

La comparecencia de José Luis Balbás, que todavía se desarrolla a la hora de escribir estas líneas, ha transcurrido, al menos en la parte que yo he seguido a través de Telemadrid, entre el sopor de las reiteradas preguntas de Nolla en relación con declaraciones realizadas por el líder de "Renovadores por (¿por o de?) la base" a diversos medios y las menos tediosas preguntas sobre sus actividades económicas. Se trataba, mediante el primer sistema, de minar su credibilidad, presentarlo como una especie de mentiroso compulsivo y, pese a los reiterados esfuerzos de Nolla, la cosa quedó en tablas.

En cuanto a las actividades económicas, Balbás resulta ser -según él- un "pequeño empresario", economista y asesor fiscal. Pero, desenvolviendo la madeja, se nos muestra también (o principalmente) como un experto especulador en Bolsa y en el terreno inmobiliario. Y resulta -al fin- que no puede negar que conoce a los constructores Bravo y Vázquez porque sabe que hay constancia de que, en su día, les vendió un terreno.

Lógicamente, ni Bravo, ni Vázquez ni Balbás podían ver con buenos ojos el acuerdo de Simancas con Afecovi, la asociación de cooperativas de vivienda que iba a terminar con la perspectiva de los pingües beneficios para cuya obtención ellos ya habían sentado las bases mediante inversiones "estratégicas".

Es, pues, por el lado de Balbás, más que por el de Tamayo, por donde se podrían rastrear los hilos de una trama que quizás conectase finalmente lo sucedido en la Asamblea madrileña con intereses inmobiliarios específicos y acaso con el propio PP, o al menos con alguno de sus miembros relevantes en la comunidad madrileña. Pero es obvio que una comisión de investigación parlamentaria carece de los medios necesarios para determinar con certeza lo que subyace en una crisis política, que, según todos los síntomas, está muy lejos de ser la simple consecuencia de la reacción airada a un acuerdo "desafortunado" entre el PSOE e IU.

Este es un tema de competencia judicial, pero mientras la Fiscalía no realice, motu propio, las investigaciones oportunas, los tribunales podrán seguir fallando que no hay caso porque no hay pruebas. Y, naturalmente, mientras sea Jesús Cardenal, el Fiscal General del Estado (¿o del Gobierno?), quien tenga en sus manos el nudo gordiano no habrá caso.

Entretanto, la imagen del PSOE "renovado", y por ende la del "renovador" Zapatero, se tizna y deteriora cada día más en el fangal que han montado algunos de sus más significados valedores madrileños. El PP celebra ya la previsible victoria en las elecciones de otoño, pero la democracia española tiene cada vez más las trazas de un patio de Monipodio del que toda persona honesta prefiere permanecer alejada.

Al paso que vamos podemos encontrarnos cualquier día metidos hasta los ojos en un sistema como la vergonzante Italia de Berlusconi o como la democracia estadounidense, en la que la mayoría real es la de la abstención. Y se nos podrá hablar periódicamente de la necesidad de una regeneración, como se hace, ¿pero quién les va a creer?

28 julio, 2003

La Pérfida Albión nos ningunea

Para muestra, un botón. Si precisábamos algún indicio fehaciente acerca de los réditos reales de la redefinición de la política exterior española que, de la sabia mano de Aznar, nos ha convertido, entre otras cosas, en valedores de una guerra injustificable e indecente, nada mejor que considerar cómo nos premian nuestros "compañeros" de viaje.

Cabía esperar -o eso creía el "redefinidor"- que tanta palmadita y tanta sonrisita cómplice entre el inefable Tony Blair y nuestro "carismático líder" condujera finalmente (con el padrinazgo de Bush o sin él) a una aproximación de posturas que pusiera fin al eterno contencioso hispano-británico. Craso error.

En política, como en la vida misma (o más), tal pareces tal te tratan. Y si pareces un chisgarabís... En fin, yendo al grano: Tras muchas idas y venidas, dimes y diretes, cabildeos y malentendidos, Gran Bretaña se ha dejado caer con una propuesta sobre el futuro de Gibraltar que es, de hecho, un insulto.

Pretende la Pérfida Albión integrar al Peñón en la UE a todos los efectos -algunos, los menos de ellos, positivos para España- pero esa especie de barco pirata empotrado en la costa gaditana seguiría disfrutando de su peculiar régimen fiscal, el Gobierno español tendría que reconocer al gibraltareño y la famosa verja, que tanto incordia a los "llanitos", tendría que caer.

¿Y lo de la cosoberanía que habíamos hablado? Más tarde. Primero ésto. Por supuesto, el capitán del bajel pirata, Peter Caruana, no ha tenido ninguna objeción que hacer. Está feliz ante la perspectiva de que España se trague este marrón.

Lo dicho. Nos toman por idiotas (no a nosotros, usted me entiende) y nos tratan como a tales. Claro que si tenemos en cuenta que nuestro primer ministro se pasea por el mundo dándose aires excesivos, como cualquier nuevo rico arribista, y riendo demasiado y a destiempo, que es un signo mortal de necesidad, ¿qué nos puede sorprender?

Añádase al cuadro una ministra de Asuntos Exteriores que parece elegida por nuestro peor enemigo, con ese aspecto desamparado de pulpo en un garaje, con esa especie de afasia que le sobreviene cuando tiene que explicar "su" política, y sabremos por qué nuestro eterno enemigo y ahora falso amigo nos ningunea hasta lo insultante. Se lo hemos puesto "a huevo".

25 julio, 2003

Ética y moral

Independientemente de que la comisión de investigación de la Asamblea madrileña llegue finalmente a conclusiones que justifiquen su creación, -cosa que, según la tradición parlamentaria, es harto improbable-, lo que sí puso de manifiesto la sesión de ayer fue no sólo la contrastable dureza del rostro de Eduardo Tamayo, a la que ya aludimos, sino también que es fervientemente sospechoso.

Cuestionado por un oponente más hábil que el primero que le tocó en suerte -el sufrido y voluntarioso, pero inocuo, representante de IU- pronto comenzaron a ponerse en evidencia las muchas lagunas injustificadas e injustificables de su comportamiento en las vísperas de la crisis política que el compareciente había de causar el pasado diez de junio.

Se puede tener la cara de hormigón armado y un cinismo a prueba de toda quiebra, pero si se carece de explicaciones razonables para actos que despiertan suspicacias más que razonables, la verosimilitud que se pretende se viene abajo como un castillo de naipes bajo la más leve de las brisas.

Demasiadas llamadas al abogado José Esteban Verdes en fechas candentes, por ejemplo, no pueden ser explicadas con base en la supuesta necesidad de hacerle consultas profesionales a un colega abogado y sin embargo amigo. No, al menos, siendo Verdes quien es: miembro del PP y novio entonces (ahora marido) de Paloma García Romero, viceconsejera de la Presidencia de la Comunidad de Madrid en funciones entonces (ahora concejala del Ayuntamiento de la villa y corte).

Y mucho menos si, como publicó "El Mundo" en su día, Verdes hizo funciones de línea caliente entre Tamayo y sus presuntos "compradores".

Pero eso no es todo. Uno puede defender con éxito una razón exclusivamente política como justificación de su sospechosa actitud si previamente ha dado muestras significativas de interesarse por lo que acabaría causando su estratégica "espantada" del pleno constitutivo de la Asamblea. Y, reveladoramente, no es el caso

Ayer, 'Hormigonsón' Tamayo volvió a escudarse con mayor empecinamiento que éxito en que la causa de su desplante al partido fue el pacto con IU, a la que se habrían concedido -según su feble argumentación- injustificables regalías en la composición del frustrado (por él) gobierno de izquierdas.

Pues bien, pese a que el pacto con IU era su gran caballo de batalla, el presunto disidente político hubo de admitir, a preguntas de Noya, el portavoz del PSOE, que no había asistido a una sola de las reuniones de la Ejecutiva o del Comité Regional en las que se debatió el "inaceptable" acuerdo que, según él mismo, habría sido la única causa de su fuga.

Se diría que Eduardo Tamayo se pronuncia contra todo aquello que rechaza mediante la ausencia, que, por el momento, no está reconocida como vehículo de expresión democrática, aunque al paso que vamos todo se andará. Pero no, su ausencia en lo que respecta a los órganos decisorios del partido lo que revela, aparte de irresponsabilidad, es descuido, indiferencia. Sin duda entonces, más tarde y ahora mismo son otras las cosas que atraen su atención y motivan sus acciones y omisiones.

Lamentablemente, no es de esperar que la comisión de investigación, viciada ya en su origen por la relativa mayoría absoluta del PP en ella, llegue a arrojar alguna luz sobre la podredumbre que parece enseñorearse en los pesebres políticos de Madrid.

Tendremos que conformarnos con que, al menos, arroje sombra suficiente sobre Tamayo y sus socios. Tanta sombra y tan insoportable pestilencia como para despertar el embotado olfato popular y motivar a la Justicia a intervenir de oficio, venciendo las actuales reticencias que cuestionan su independencia.

Eso ya sería algo más de lo que hay, aunque mucho menos de lo que convendría a la ética y a la moral pública.

24 julio, 2003

Hormigón armado

Durante unos minutos (mi estómago es cada vez más delicado) he contemplado a través de Telemadrid, sumido en la perplejidad, el desarrollo de la primera sesión de la comisión de investigación creada en la Asamblea de la Comunidad madrileña para tratar de dilucidar qué hay detrás de la defección de Tamayo y Sáez, elementos que, so pretexto de divergencias partidistas centradas en el "trato de injustificable privilegio" que su partido iba a dar a IU en el reparto de las consejerías del Gobierno regional, dejaron al PSOE con el culo al aire durante la sesión constitutiva de la Cámara, propiciando la elección de la candidata del PP como presidenta de la misma y frustrando, en última instancia, el previsto gobierno de izquierdas.

Mi perplejidad iba en aumento a medida que consideraba la singular situación. Tamayo, el acusado, se erigía en acusador; se indignaba ante la más mínima alusión a su cuestionada honorabilidad; ignoraba las preguntas concretas para lanzar su "soflama" contra Simancas y contra IU y mostraba más arrogancia que la que cuentan que exhibía el inquisidor Torquemada ante la hoguera criminal de los autos de fe. Infumable.

Frente a él, el portavoz de IU parecía desconcertado, desbordado e impotente ("mire usted, señor Reneses...", era el invariable latiguillo de Tamayo). Obviamente, el referido Reneses no estaba a la altura del cuajo de su oponente y probablemente carece de "talla política" suficiente para lidiar con el resabiado morlaco que le había tocado en suerte.

Junto a él (junto a Tamayo), al menos desde el punto de vista de la ubicación (curiosa distribución la de la comisión), el presidente de la sesión adoptaba la ausente actitud propia de un zombi y, lejos de llamar al orden al investigado, pidió al sufrido Reneses que le facilitase su labor.

Hasta ahí llegó mi paciente curiosidad.

Mañana más. Como conclusión provisional del vergonzante fragmento de sesión que he contemplado sólo una: el "señor" Tamayo tiene el rostro de hormigón armado, un sólido material de construcción, duro y resistente. ¿Será que todo se pega?

23 julio, 2003

Ibarretxe tiene un plan

Al fin conocemos el contenido de lo que se ha dado en llamar "Plan Ibarretxe": un sueño, un delirio, una carta a los Reyes Magos.

"Todos queremos más", como decía una vieja canción. Y los nacionalistas vascos quieren más y más y mucho más. Lo quieren todo. Es típico de la dinámica de los partidos nacionalistas. Es su tragedia. Sus programas van dirigidos a una clientela ávida de unos privilegios cuya demanda es alentada fundamentalmente en base a la "diferencia nacional", que en este caso se limita a la existencia de una lengua originalmente paupérrima y condenada a la desaparición, que, por razones exclusivamente políticas, se unificó y refabricó para darle solidez a un empeño secesionista cuyo nacimiento coincide en el tiempo -significativamente- con la debacle colonial de la última década del siglo XIX, o sea, con la mayor crisis de la historia de España desde su nacimiento. A eso se le llama oportunismo carroñero.

Ni lo que hoy se conoce como el País Vasco ni ninguno de sus territorios ha sido independiente jamás desde que el estado español existe, ni antes ni después el pueblo vasco tuvo conciencia de unidad. El único territorio integrado después de 1492 fue Navarra, que tuvo sus propios fueros, diferentes a los de Euskadi, y que el nacionalismo vasco reclama para sí, como las "provincias vascas" del sur de Francia. Por pedir no ha de quedar.

Las demandas del nacionalismo vasco han sido generadas artificial y artificiosamente y no surgieron precisamente desde el pueblo, sino desde las élites, empeñadas en hacer "la pesca milagrosa" en las aguas revueltas de un desastre nacional que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la sangría de una guerra dilatada, estéril y frustrante en Marruecos.

Pero el nacionalismo euskaldún no sólo tienes unos vergonzantes orígenes carroñeros. A ello hay que sumar el racismo rampante de su fundador, Sabino Arana, hijo de un naviero carlista e inicialmente carlista él mismo, que, a partir de un etnocentrismo excluyente, concomitante con los principios nazis de la pureza racial aria, y de su empeño en la potenciación de la rural y semimuerta lengua euskera, da a luz un engendro "ideológico" vasco-cristiano-reaccionario del que su fruto político, el PNV, nunca ha abjurado. Seguramente por la misma razón por la que el Partido Popular siempre se ha negado a condenar -en sede parlamentaria o fuera de ella- el golpe de estado fascista del general Franco contra la vigente legalidad republicana. Hay que conservar la clientela a toda costa, por muy embrutecida que esté, aunque la corrección política y la presunción democrática sufran las consecuencias.

Pero volvamos a los delirios del "padre" Ibarretxe y a la tragedia del nacionalismo vasco. ¿Por qué el PNV ha creido necesario redefinir sus objetivos, sin ninguna perspectiva final de éxito, a estas alturas de la historia? La respuesta es muy simple: por pura lógica partidista, por un elemental y ramplón electoralismo.

Las circunstancias han situado al PNV y a EA -gracias, por cierto, a la denostada "política española", que dirían ellos- en la excepcional y privilegiada situación de ser el único referente del voto nacionalista, tanto de derecha como de izquierda. Esta coyuntura requiere dar mayor verosimilitud al empeño independentista, para cosechar los votos del abertzalismo radical. Eso exige un plan que defina objetivos más ambiciosos y teóricamente inmediatos. No importa que sean descaradamente irrealizables porque el mero intento de cumplirlos conduciría a un caos sociopolítico y económico de consecuencias funestas. Y no importa porque el nacionalismo moderado vasco no contempla la posibilidad de tensar tanto la cuerda como para que se rompa.

En las cúpulas del PNV y de EA no hay ningún idiota. Hay demagogos y oportunistas, eso sí. De hecho, sin demagogia ni oportunismo no hay partido nacionalista que pueda confrontarse electoralmente con posibilidades de éxito a las opciones no nacionalistas. La diferencia "ideológica" decisiva es ese demagógico programa máximo, ese delirio independentista. Esa es la zanahoria que se sitúa ante los ojos unidireccionales del burro (con perdón) para que camine por el sendero del voto nacionalista. El palo, por supuesto, lo pone el Estado "centralista y opresor" (bendito sea, se dicen en su fuero interno). Y el invento, si se trabaja con finura, funciona a las mil maravillas.

Lo que PNV y EA quieren es lo mismo que todos los partidos: la mayoría absoluta, la ruina electoral de sus rivales. El autobús blindado del Estado (bendito sea, se repiten), con la ayuda de una nueva y cuestionable normativa de Tráfico cuya adecuación a la Constitución y a la legislación vigente ofrece severas dudas, ha sacado violentamente de la carretera y dejado fuera de la competición al "bólido suicida" del nacionalismo radical. Y ahora la señorial limusina del nacionalismo conservador rediseña su carrocería con rasgos feroces y toma prestadas algunas ruidosas piezas del motor del bólido suicida para situarse en la línea de salida de un ya próximo horizonte electoral con todas las garantías de éxito.

La política partidista es representación. Representación en el sentido teatral del término. Y la función debe continuar aunque haya muerto sobre las tablas uno de los actores principales. Eso le da más emoción al argumento y justifica su continuación.

Atención al escenario porque -si la representación se desarrolla de acuerdo con la lógica dramática- asistiremos boquiabiertos y en suspenso a un alarmismo exagerado de los partidos no nacionalistas y a sus amenazas de pasar a mayores mientras el "héroe" de la obra se empecina en sus propósitos de emancipación.

Lamento adelantarles que se trata de un "culebrón" basado un un bucle argumental recidivante que puede llegar a aburrir a fuerza de repetición, pero peor es la telebasura.

22 julio, 2003

¡ETA, muérete!

Siempre que tengo que hablar o escribir sobre ETA -coincidiendo inevitablemente con algún atentado- me situo en un estado de ánimo singular, entre la depresión y la ira. Sin duda es la consecuencia de haber tenido que seguir, a pìe de teletipo primero y luego ante un ordenador, su sangrienta e irracional trayectoria durante treinta años. A lo largo de este tiempo, ocasionalmente, he llegado a esperar y confiar ingenuamente en que la propia evolución de la historia condujera a ETA a una reflexión que desembocase en el abandono de las armas. Inútil esperanza.

El grupo apareció en los años 60, inspirado por los movimientos revolucionarios de liberación nacional de raiz marxista-leninista que proliferaron especialmente en los países del Tercer Mundo como reacción a la pobreza y a la injusticia imperantes, pero también en Occidente, como consecuencia última del fracaso de la frustrada convulsión del 68 y del debate insoluble acerca del papel de la izquierda en las sociedades industrializadas.

La ETA inicial encontraba justificación en la existencia de una dictadura militar que a lo largo de los años precedentes había dado muestra elocuente de su demoledora capacidad para imponer el silencio (ese, el del enmudecimiento, fue el unánime consenso político que logró el franquismo) mediante los grandes cementerios bajo la luna, la cárcel, el exilio y, sobre todo, el miedo. Su sustrato de apoyo lo encontraba, además, en el terreno abonado de un nacionalismo oprimido, perseguido y castigado sin sus fueros históricos por su complicidad con la República.

Entonces ETA despertaba simpatías en la izquierda, aunque no tardaron en surgir grandes divergencias sobre la táctica y la estrategia de unos jovenzuelos voluntaristas que improvisaban constantemente, anclados en un fundamentalismo revolucionario ajeno a las circunstancias históricas y sin otra perspectiva de futuro que seguir matando más y más, tratando de generar una espiral de violencia que, a la luz del sofisma "cuanto peor, mejor", induciría a la dictadura a medidas extremas que acabarían forzando a toda la sociedad a una respuesta que, en última instancia, generaría un auténtico movimiento revolucionario.

Podría esperarse, razonablemente, que el fin de la dictadura motivase un replanteamiento de estrategia, pero lejos de ser así ETA se lanzó a una vorágine de atentados indiscriminados, interpretando nuevamente de modo voluntarista la "debilidad" de un Estado que era aparentemente rehén de los militares y "legitimada" en su actuación por el rechazo de la mayor parte de los vascos a la Constitución de 1978.

Desde la pesadilla sangrienta de los años 70-80 hasta ahora han pasado muchas cosas que deberían haber inducido una reflexión profunda y responsable de la invariablemente fanática y voluntarista dirección de ETA. Desde el fin de los "santuarios" de Francia hasta la caída del muro de Berlín, pasando por la descomposición de la Unión Soviética y la "democratización" de sus integrantes, la evolución de China, la paz del Ulster...

Es inútil. Refugiados en un invariable irredentismo, nutridos en su militancia de una generación marginalizada que practicaba en fin de semana la "kale borroka" con la "litrona" o el "kalimocho" en una mano y el cóctel molotof en la otra, debilitados por la ausencia creciente de apoyo social, ellos siguen con su "sostenella y no enmendalla" sin mañana.

En esa línea, permanecen incluso ajenos al hecho de que sus actuaciones tienen un nefasto efecto "boomerang" sobre la causa que dicen defender.

Hoy, de nuevo, han hecho acto de presencia con dos atentados contra objetivos turísticos, siguiendo una rutina que no sabrían justificar a estas alturas de la historia, salvo como forma de venganza contra un "estado opresor". Afortunadamente, por lo que se sabe hasta ahora, no hay que lamentar víctimas mortales, pero no porque ETA careciera de la voluntad de causarlas. El hecho de que, en su llamada -como tantas veces-, falseasen la hora de las explosiones no deja lugar a dudas de que su objetivo eran los efectivos policiales, sin por ello descartar posibles daños colaterales civiles. Sabemos por experiencia que estos fanáticos no tienen problemas de conciencia.

Lamentablemente, sólo nos queda esperar que en su ciega huída hacia delante se cuezan en su propio jugo y se asfixien en su propia mierda. Amén.