30 diciembre, 2005

Tabaco: Invitación a la desobediencia civil

El Ministerio de Sanidad y Consumo, en colaboración con el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, ha tenido a bien (qué menos, ante lo que nos viene encima) editar un folleto de 70 páginas titulado “Se puede dejar de fumar. Claves para conseguirlo”. Por supuesto, la publicación, que llegó a mis manos asociada a uno de esos suplementos semanales en los que es publicidad hasta lo que no lo parece, constituye la pura y exclusiva expresión del criterio transmitido por la voluntarista ministra del ramo, es decir, que la voluntad todo lo puede.

Corolario oficial: Si eres un fumador empedernido, un repugnante adicto, uno de esos millones de miserables españoles que no pueden pasar una jornada de trabajo o un rato de ocio sin inhalar la adictiva y cancerígena sustancia, apáñatelas como puedas, porque te vamos a hacer la vida imposible, majo. Y lo vamos a hacer por tu bien, qué te has pensado. Por el bien de tu vida y de los demás porque nada nos preocupa tanto como vuestra salud, salvo el dinero que puede costarnos.

El caso es que el folleto en cuestión, si algo pone en evidencia -aparte de la urgente necesidad de abandonar el tabaco-, es las razones por las que el producto hasta ayer tolerado y hasta no hace mucho favorecido por el Estado debe ser prohibido. Y me refiero a su cultivo, a su manufacturación y a su venta.

Veamos lo que dice el folleto respecto a los peligros de la sustancia cuyo consumo nos prohíben mientras se mantienen las subvenciones a su producción:

Entre las sustancias carcinógenas del tabaco se incluyen:
- Alquitranes: utilizados para asfaltar carreteras y calles.
- Arsénico: veneno mortal muy potente.
- Cadmio y níquel: utilizados en baterías.
- Cloruro de vinilo: discos de vinilo.
- Creosota: componente del alquitrán.
- Formaldehído: conservante orgánico usado en
laboratorios forenses y anatomía patológica.
- Polonio 210: radioactivo.
- Uretano: utilizado para embalajes.

Otros tóxicos irritantes para los ojos y las vías respiratorias superiores:
- Amoniaco: Utilizado en los limpiacristales.
- Acetona: Disolvente tóxico.
- Acroleína: Potente irritante bronquial y causa de enfisema.
- Cianuro de hidrógeno: Veneno mortal utilizado como raticida
- Monóxido de carbono: Mortal en espacios cerrados cuando hay una combustión deficiente (calderas, estufas, braseros...).
- Metanol: Utilizado como combustible de misiles.
- Tolueno: Disolvente tóxico.

La exposición al ACHT (Aire Contaminado por Humo de Tabaco) es la causa de:
- Un incremento del riesgo de sufrir cáncer de pulmón de entre el 20 y el 30% respecto a las personas no expuestas.
- Un incremento del riesgo de mortalidad por enfermedad isquémica del corazón de un 25%. .Un incremento de sufrir infarto de miocardio cercano al 82%.
- Una reducción del peso al nacer entre los hijos de madres expuestas al ACHT.
- Un incremento significativo de la frecuencia de sintomas respiratorios crónicos (como tos, molestias faríngeas y otros síntomas respiratorios menores).
- Un incremento de síntomas menores como irritación ocular.

La exposición al humo de tabaco en los niños:
- Incrementa la probabilidad de que desarrollen bronquitis, asma, pulmonía y enfermedad del oído medio.
- Los niños asmáticos expuestos al humo de tabaco tienen síntomas más severos y frecuentes.

De todo lo expuesto por el propio ministerio sólo cabe concluir que nos hallamos ante un Estado cínico e irresponsable por las siguientes razones:

1) Renuncia a perseguir la producción, distribución y venta de un producto que es fuertemente adictivo y que nos mata, mientras nos prohíbe que lo consumamos en las circunstancias más usuales hasta ahora ‘por nuestro bien’.
2) Rechaza financiar los tratamientos de deshabituación que la mayor parte de los adictos precisarán mientras recauda más de un billón de las antiguas pesetas mediante impuestos sobre la perniciosa droga legal, cuya producción subvencionará hasta el año 2010.
3) Intenta vanamente lavarse las manos respecto a las consecuencias mediante una campaña de ‘concienciación’ cuyos argumentos son los mismos mediante los cuales puede (y debería) argumentarse la inmediata ilegalización del tabaco.

En resumen: no sólo nos toman el pelo, como decía hace unos días. Nos toman por idiotas (en lo que no les falta razón) y nos invitan subliminalmente a la desobediencia civil.

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22 diciembre, 2005

Tabaco y salud: nos toman el pelo

Tal vez, en el fondo, no esperábamos que lo hicieran; quizás confiábamos estúpidamente en que al final prevaleciera el sentido común. El caso es que hasta que no ha sido aprobada la llamada ‘ley antitabaco’ no han surgido las criticas ni se ha abierto la polémica. En sus idas y venidas del Congreso al Senado y viceversa, el texto llegó a aparecer en algún momento desprovisto de sus rasgos más maximalistas y autoritarios y se generaron algunas esperanzas de que hubiera una reconsideración sobre dos aspectos cruciales de la norma legal: el establecimiento (o conservación allí donde ya existiera) de un área de fumadores en los centros de trabajo y la financiación pública de los tratamientos de deshabituación. No ha sido así.

Si en ‘La Espiral’ del pasado 5 de octubre calificaba el proyecto como “exhibición impúdica de hipocresía”, ahora, tras lo visto y oído, no puedo resistirme a describir a los patrocinadores de esta ley como cínicos desvergonzados e irresponsables. Las afirmaciones de la ministra de Sanidad tildando los tratamientos de deshabituación del tabaco (todos) de ineficaces y apelando a la voluntad de los adictos como única alternativa para abandonar su adicción no merecen otra cosa. ¿O sí? Sí, quizás cupiera apostrofarla de imbécil, pero me resisto a creer que la (o el) titular de una cartera de este o cualquier Gobierno pueda ser precisamente eso.

Anoche participé en un debate televisivo sobre la malhadada ley y con tal motivo consideré oportuno ampliar la documentación de la que disponía sobre el tema. Una parte esencial de la argumentación que me proponía realizar, sin embargo, no tuve oportunidad de plantearla, dado el esquema -lógico en ese tipo de espacios- que rigió el programa. En lo esencial, sostuve que no estamos ante una ley antitabaco, sino ante una normativa antifumador, autoritaria, apresurada e irresponsable, en la medida en que no arbitra soluciones para los problemas que va a crear y porque no toma ninguna medida de peso contra la producción, distribución y venta de la perniciosa droga conocida como tabaco. Se persigue al consumidor casi exclusivamente y se convierte en policía de la propia ley a las todas las empresas en general, en tanto que centros de trabajo que tienen en su plantilla a adictos (es decir, enfermos) y a las de hostelería en particular, en las que los adictos (y los que no lo son) pueden (o no) pasar una parte significativa de su tiempo de ocio.

Señalé la significativa paradoja de que mientras el consumo se persigue y se penaliza, la producción se subvenciona (la CE no tiene previsto poner fin a sus ayudas al sector hasta 2010). Indiqué que la aparición de nuevas marcas baratas de tabaco era la respuesta desafiante de las tabaqueras a la ley y que tales rebajas se financian en gran medida con la desaparición de un gasto que incidía considerablemente hasta ahora en el precio: el de la publicidad que ya no se les permite hacer. Comparé el espíritu voluntarista e irresponsable que alienta esta ley con el sofisma que sostiene que tirarse al agua es la manera más rápida de aprender a nadar (y también de ahogarse, claro). Esta ley empuja a los fumadores al agua a través de la prohibición terminante de fumar en la esperanza (gratuita) de que aprendan a nadar (a no fumar), pero no establece ninguna medida de auxilio para los que corran peligro de ahogarse.

Se quedó en el tintero, por ejemplo, mi escepticismo respecto a las tremendistas estadísticas de Sanidad, que mantienen que 50.000 personas mueren en este país anualmente a consecuencia del consumo del tabaco y que 700 de ellas son fumadores pasivos. La cuestión es que la estimación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de cinco millones de víctimas al año en todo el planeta. ¿Cómo es que a un país que tiene el 0,67% de la población mundial le corresponde el 1% de los muertos totales? ¿Qué parámetros sirven para declarar al tabaco culpable original y único de la muerte de 50.000 personas y en qué márgenes de edad se mueven? Y más inquietante aún, ¿cómo se demuestra por vía clínica y forense que un fallecido lo es como consecuencia de su experiencia como fumador pasivo?

Éstas, en caso de ser formuladas, habrían sido preguntas retóricas, dado que, aunque entre los contertulios había dos médicos, dudo que estuvieran en condiciones de responderlas con el detalle y la claridad necesarios. Por otra parte, expresar este escepticismo hubiera podido hacerme aparecer como un defensor del tabaco, cosa de la que me hallo muy lejos.

Mi escepticismo, sin embargo, subsiste. Creo que nos hallamos ante la deliberada voluntad de convertir al tabaco en causante único o fundamental de una serie de problemas sanitarios que podrían tener otras causas, en coincidencia o no con el consumo de tabaco. Hay una pregunta clave al respecto: ¿Por qué proliferan tanto las alergias en los niños nacidos durante las últimas tres o cuatro décadas? ¿Nacen con menos defensas naturales que las generaciones anteriores? Incluso yo puedo responder sumariamente a eso. La causa es que las criaturas de esas generaciones ingresan en un medio mucho más agresivo que las anteriores, lleno de elementos alergógenos que, en muchos casos, son desconocidos.

Del mismo modo, ignoramos el conjunto de sustancias perjudiciales a las que estamos sometidos a lo largo de nuestra vida, muchas de ellas cancerígenas. La IARC (International Agency for Research on Cancer) tiene catalogados, por ejemplo, 48 compuestos químicos cancerígenos de uso común, pero pueden ser miles los no censados. ¿Y qué se hace frente a ello?

Veamos cómo sale del paso la Comunidad Europea porque ello nos servirá de referencia acerca de lo que podemos esperar y explica en gran medida el fondo del asunto en lo que concierne a la actitud institucional, cínica e irresponsable respecto al tabaco.

Hace unos días el Consejo de Ministros de Industria de la UE puso fin a dos años de estudios, reflexiones, dudas y cabildeos propios y ajenos sobre el nuevo sistema de Registro, Evaluación y Autorización de (productos) Químicos (REACH) que regulará más de 30.000 sustancias presentes en la vida cotidiana y cuyos efectos para la salud son prácticamente desconocidos. ¿Qué decidió? La duda ofende. Su acuerdo fue que sean las industrias las que demuestren que las sustancias que producen no son nocivas. Genial, ¿no?

Lo mismo hizo Estados Unidos con las tabaqueras porque el seráfico imperio, al igual que la UE, parece creer más allá de toda evidencia en la infinita bondad del hombre, al menos cuando éste se halla al frente de una empresa que genera pingües beneficios. El resultado de tan ingenua actitud es sobradamente conocido. La industria tabaquera estadounidense se autoexculpó totalmente mediante informes presuntamente científicos más falsos que un dólar con la efigie de Fidel Castro. Ahora, el Gobierno estadounidense ha visto rechazada su demanda por importe de 280.000 millones de dólares contra las principales empresas “por conspirar para defraudar a la población ocultando los dañinos y adictivos efectos” del tabaco. Nadie esperaba otra cosa. En definitiva, lo que pretendía la demanda gubernamental era poner fin a las reclamaciones individuales multimillonarias contra la industria criminal.

En cuanto a la UE, la filosofía que adopta en el recién aprobado REACH respecto a las sustancias químicas cancerígenas no tiene desperdicio en su clarificadora elocuencia: tales sustancias sólo se autorizarán cuando el fabricante pueda acreditar que están adecuadamente controladas, o cuando los beneficios socioeconómicos de su utilización sobrepasen a los riesgos.

¿Beneficios socioeconómicos o sólo económicos? ¿Quién y con qué criterios establece las prioridades en la vidriosa relación entre los riesgos para la población y los presuntos beneficios socioeconómicos? ¿Existe algún beneficio socioeconómico cualitativamente superior al de evitar todo riesgo a la salud pública?

Espero que ahora haya quedado suficientemente clara la filosofía imperante. Ni nosotros ni nuestra salud son lo más importante para quienes nos gobiernan. ¿O habrá que decir para los que mandan a los que nos gobiernan para que no quede duda de lo que quiero decir?

Resumiendo: nos toman el pelo.

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08 diciembre, 2005

¡Salvad al hombre!

Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del suelo, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles!
Pablo Neruda


Harold Pinter (Londres, 1930) no pudo acudir ayer a la entrega del Premio Nobel de Literatura 2005 que con tanta justicia como oportunidad se le ha concedido. Su salud es tan precaria que tal vez el video en el que envió su discurso de recepción sea su última obra. Será, en cualquier caso, una obra que le resume, mostrándonoslo al final de su vida, y ya para siempre, más airado que nunca contra una realidad global caracterizada por el horror y por la impunidad de quienes lo imponen como instrumento de una voluntad de dominación regida por la avaricia y el desprecio de cualquier consideración moral o ética.

La elección de los versos de “España en el corazón” de Pablo Neruda para enfilar la conclusión de su discurso fue explicada por Pinter porque “en ningún lugar de la poesía contemporánea he leído una descripción tan poderosamente visceral del bombardeo de civiles”. Aquí, precisamente en España, durante la Guerra Civil (que tantos pretenden ahora, interesadamente, borrar de la memoria), comenzó una forma inédita de horror, expresada con insuperable elocuencia mediante los bombardeos de la población civil, algo que poco después, en la segunda guerra mundial, llegó al extremo de lo abominable y alcanzó su máxima y más execrable expresión en el uso del arma atómica contra los habitantes de Hiroshima y Nagasaki.

Del horror de la Guerra Civil española surgió el posicionamiento ideológico irreversible del Neruda que escribió los conmovedores versos de “Explico algunas cosas” que Pinter evocó. De ahí procede también el compromiso de Picasso, que expresó aquel horror y aquella inhumanidad en su “Guernica”. Pinter viene de entonces y de después, del largo e insufrible 'durante' que ha sido el siglo XX y el inicio del XXI, de los que ha sido crítico testigo. Su opción, frente a la muda complicidad de tantos intelectuales y artistas, no es la inhibición, ni el silencio, ni la asunción de la propia impotencia, sino la indignada denuncia de un tiempo en el que “la dignidad del hombre está casi perdida”.

Frente a ello se alza su voz para afirmar que “como ciudanos, la resuelta, insobornable, fiera determinación intelectual de definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una crucial obligación que recae sobre nosotros. De hecho es obligatorio”.

Es un grito de alarma y una angustiada llamada de socorro ‘in extremis’ lo que lanza este autor teatral al borde de su adiós a la vida. Un grito que debería despertarnos a cuantos yacemos enajenados en la cuna del hombre, que, como escribió León Felipe, “la mecen con cuentos”.

Nunca ha habido más cuentos que ahora, ni tan populares, ni tan acríticamente aceptados por las sociedades a las que se dirigen y que, paradójicamente, se describen como avanzadas.

Resulta consolador, por más que se tema estéril, que, frente a tanto bufón y juglar mercenario, sentado indiferente y gozoso a la mesa del poder cuya vocación destructora Pinter denuncia, quede una voz que habla en nombre del hombre real y posible para denunciar que lo más esencial de la especie, la dignidad, está a punto de perecer.

Ojalá su grito transcienda, que una y movilice a la dispersa legión de los disconformes, que vomitan en solitario por todas las esquinas del planeta. Es obligatorio, como él dice. Despertarse y despertar a los demás es obligatorio. Hay que salvar al hombre.

P. S.: Olvidaba decir que la esencia del discurso de Pinter se centró en una crítica demoledora de la política de Estados Unidos y de su presidente, George W. Bush. ¿Hacía falta que yo lo señalase?
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05 diciembre, 2005

Venezuela: La 'victoria' de los perdedores

Quien logra el poder con el auxilio de los grandes se mantiene
en él con más dificultad que el que lo consigue con el del pueblo.
Y no se crea impugnar la opinión que estoy sentando aquí con
objetarme el tan repetido adagio de que quien fía en el pueblo edifica sobre arena.
El Príncipe (N. Maquiavelo)

Hace poco más de un año, en agosto de 2004, apenas dos años después de sufrir un intento golpista que le apartó durante cuatro días del poder, el presidente venezolano Hugo Chávez sometió a referéndum su mandato para terminar con las acusaciones de ilegitimidad formuladas por la oposición y poderosamente amplificadas a nivel internacional. El resultado fue contundente. Recibió el apoyo del 58% de los votantes, frente al rechazo del 41%. La abstención fue entonces, en un contexto de fuerte movilización social, del 30%.

Las cuentas que los partidos de la oposición habían hecho a la hora de decantarse por el boicot a las elecciones legislativas celebradas ayer les daban, en el peor de los casos, un 71% de 'votos favorables', resultado de sumar su porcentaje de votos ausentes (41%) al 30% de abstención aparentemente estructural. Los resultados han sido aún más ‘positivos’ para sus fines, pues la abstención se ha situado en el 75%. Si a ello sumamos que el 11% de los que votaron no lo hizo por los grupos leales al presidente resulta que, según la oposición, la mayoría absoluta de los ‘chavistas’ es ¡ILEGÍTIMA!

Este rizo del rizo antidemocrático seguramente va a ser válido para cuantos, desde hace años, han decretado la caza y captura de Hugo Chávez, oveja negra del subcontinente americano y pésimo ejemplo de independencia e iniciativa para unos gobernantes forzados históricamente a asumir ‘de facto’ que Estados Unidos, sus poderosas multinacionales y sus no menos poderosos socios noroccidentales son los que realmente gobiernan sus países.

El frágil argumento principal de la oposición para justificar su ‘exitoso’ boicot fue la sospecha (gratuita) de fraude electoral. Cuatrocientos expertos (150 de ellos de la UE) han vigilado el proceso y hasta el momento no consta ninguna objeción relevante sobre su limpieza. De lo que sí hay constancia es de que los grupos de oposición rompieron su compromiso, afirmado ante representantes de la Unión Europea y de la OEA, de participar en los comicios.

Pretender convertir una derrota cantada en un victoria apabullante mediante el cómodo expediente de no participar en la confrontación es nuevo -o eso me parece a mi- en la nada edificante historia de la llamada ‘democracia formal’. Y si no lo fuera, no dejaría de constituir un muestra depurada de cinismo con escasas posibilidades de parangón histórico. No es el chavismo quien incurre en ilegitimación, sino quienes deliberadamente han renunciado al único instrumento que concede legitimidad en una democracia digna de tal nombre: las urnas.

En ocho ocasiones precedentes Hugo Chávez ha obtenido el apoyo de su pueblo. Nadie se ha plebiscitado tanto en tan poco tiempo y mucho menos con tal éxito. Eso es lo que resulta imperdonable para sus opositores nacionales e internacionales. ¿Cómo se le hinca el diente a un enemigo declarado cuando cuenta con el apoyo explicito y contrastado del pueblo?

Solucionado. Probando artificialmente que ese apoyo es reducido. Mínimo, insignificante, dirán los que han generado esta situación.

Lo cierto es que, hasta que una próxima consulta pruebe lo contrario, Chávez cuenta con el 58% de los ciudadanos activos de su país y quienes se le oponen, con el 41%. Intentar invertir los resultados de Agosto de 2004 sumando a las filas propias al 30% de los ciudadanos que se abstienen es un truco barato por más crédito que los anti-Chávez le quieran dar.

El 4% restante de abstención es fácilmente explicable:

1) Las elecciones estaban ganadas de antemano, lo cual no es precisamente muy movilizador.
2) Los venezolanos han sido llamados a votar con excesiva frecuencia, lo que, unido a lo primero, explicaría la inhibición.
3) Las elecciones eran legislativas. No era la presidencia de Chávez lo que estaba en juego.

El boicot antidemocrático de la oposición ha creado un grave problema. Y no sólo a Chávez, sino a Venezuela, a su sistema democrático. Y además constituye un grave precedente que, de aplicarse en otros lugares, (en Estados Unidos, sin ir más lejos), ‘deslegitimaría’ a muchos gobiernos vigentes o futuros. La comunidad internacional -empezando por la ONU y siguiendo por la OEA y la UE- deben tomar cartas en el asunto a fin de mediar para que en un futuro próximo se repitan las elecciones legislativas en Venezuela con participación de todas las tendencias.

De lo contrario se estará avalando la posibilidad de un golpe de Estado que sigue cerniéndose claramente en el horizonte venezolano tras el fracaso del que en 2002 encabezó el presidente de la patronal.

El mundo debe ahorrarse a toda costa una nueva vergüenza impune.
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