31 julio, 2003

El "ser o no ser" del Príncipe de los Creyentes

Marruecos es un país muy singular. Ningún otro sienta en su trono a un descendiente de Mahoma (de su mítico primo y yerno Alí, para ser más exactos) ni concede a la persona de su soberano -a través de una Constitución cuya última revisión fue hecha en 1997- el carácter de inviolable y sagrada, a la par de no responsable políticamente. Ni en los tiempos de mayor absolutismo de la historia de Occidente un rey llegó a acumular tantos privilegios, tanto poder y tanta inmunidad.

Mohamed VI no sólo reina, sino que también gobierna, como lo hicieron sus antecesores. Y, como aquellos, tiene que afrontar el motivado descontento de su pueblo, empobrecido y atrasado gracias a la férrea resistencia de la monarquía alauí a la modernización social, política y económica del país. El actual monarca alauí llegó al trono bajo los buenos augurios de un propósito renovador y abierto, pero no puede decirse que se esté apresurando en su puesta en práctica.

Si su padre, Hassan II, hubo de afrontar en los años 60 los intentos de derrocamiento inspirados en la honda huella que en todo el mundo árabe tuvo el nasserismo, de raiz socialista y voluntad panárabe, Mohamed VI se enfrenta al desafío que representa el integrista fundamentalismo islámico que tuvo en el iraní Jomeini su paradigma.

Consciente de ello, el discurso que Mohamed VI pronunció ayer, con ocasión del cuarto aniversario de su acceso al poder, no deja lugar a dudas sobre su determinación de conjurar la amenaza integrista. Para ello apela a su legimitimidad religiosa y genealógica de Príncipe de los Creyentes y en consecuencia -según su propia expresión- "única referencia religiosa para la nación marroquí".

Amparado en tal legitimidad, el rey de Marruecos anunció una ley que prohibirá la existencia de todo partido que se base en principios religiosos, lo cual, objetivamente, es una rasgo de modernidad, además de un signo de lucidez política. Lo que ya no es tan de recibo, desde la modernidad, es que se apele a un principio integrista para prohibir otro. Y lo que no es en absoluto democrático es incluir en el paquete de lo prohibido a los partidos basados en motivaciones étnicas, lingüísticas o regionales. Toda democracia digna de tal nombre reconoce el derecho de las minorías a estar políticamente representadas para reivindicar sus derechos.

En cuanto al fundamentalismo islámico, no cabe ignorar que no habría prosperado hasta el extremo que lo ha hecho en todo el mundo árabe si no encontrase su caldo de cultivo en las amplias bases sociales víctimas de la pobreza y la marginación. Los clérigos y los intelectuales encontraron en el Corán una referencia liberadora y la esgrimen implacablemente contra los gobernantes venales e irresponsables. En consecuencia, es notablemente insuficiente, además de paradójico, erigirse en referencia religiosa única para afrontar el desafío.

Marruecos es una sociedad inmersa en enormes contradicciones, de las cuales su monarca constituye la expresión más elocuente. Atrapado entre un tradicionalismo anclado en concepciones medievales y las ineludibles influencias contemporáneas, Mohamed VI debe ser prudente y moderado, para no romper de modo radical con las raices conservadoras e integristas que han sostenido a su dinastía, y valiente y progresista para lograr poner fin al desamparo de su pueblo y conquistar racionalmente su apoyo.

Se trata de una ardua y delicada tarea que el reflexivo y hermético monarca ha decidido tomarse con calma. El problema es que vivimos tiempos críticos, vertiginosos y desbordantes. Ahora más que nunca, en Marruecos, no se puede dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy. Mañana puede ser demasiado tarde.

NOTA BENE: Entramos en agosto, mes de tradicional "sequía informativa". Mi previsión, con tal motivo, es que estos artículos se hagan más esporádicos, no sólo por la previsible carencia de una fluidez informativa suficiente, sino también porque quiero aprovechar la oportunidad para renovar el "trasto" desde el que escribo con un nuevo disco duro (más grande y rápido), aumentar la memoria RAM tanto como sea posible e instalar una tarjeta de adquisición de vídeo que me permita montar el material que grabe con mi minicámara digital. Deseadme suerte porque voy a afrontar la tarea con mis torpes manos y mi escasa paciencia.

Felices vacaciones a quienes tengan la suerte de disfrutarlas. No os expongais demasiado al sol ni nadeis en aguas peligrosas y absteneos de consumir refrescos de las multinacionales USA. Tenemos magníficas alternativas nacionales. Desde la dulce horchata al riquísimo granizado de limón, sin olvidar la estimulante sangría, el espabilante café con hielo y el nutritivo gazpacho. Al enemigo, ni agua.

30 julio, 2003

El nuevo Muro de la Vergüenza

El primer ministro israelí, Ariel Sharon, considerado universalmente como un impune criminal de guerra y al que se responsabiliza, entre otras, de la matanza indiscriminada en los campamentos de palestinos de Sabra y Chatila en el sur de Líbano, le ha dicho a George W. Bush -y éste lo ha acogido con impertérrita sonrisa- que no tiene el más mínimo propósito de detener la construcción del muro que, por supuestas razones de seguridad, encerrará a la nación palestina en gigantescos campos de concentración.

La declaración de Sharon se produce en el contexto de un supuesto proceso de paz que tendría por objeto conceder a la nación palestina los derechos que le reconocen innumerables resoluciones de la ONU, que Israel ha ignorado sistemáticamente, y terminar con los ataques demoledores del terrorismo que practican las facciones palestinas más radicales. Se trata del enésimo proceso de paz. Todos los precedentes fueron dinamitados sin tardar mucho por las fuerzas israelíes más intransigentes, actualmente mayoritarias. Tan mayoritarias que son las que hoy gobiernan y han encontrado en el general Sharon al héroe incontestable, al indiscutible campeón de su causa.

No quiero reiterar argumentos (ver en Archivos de Junio los artículos correspondientes a los días 26 y 30). Hoy quisiera, simplemente, reproducir un mapa en el que se reflejan las actuales y futuras dimensiones del Muro de la Vergüenza. Especialmente en este caso una imagen ahorra miles de palabras.

A la vista de ese mapa respóndase cada cual, tan honestamente como pueda, a las siguientes preguntas:

- ¿Puede desarrollarse un proceso de paz creible sobre la base de este plan?

- ¿Tiene viabilidad un estado palestino dividido en ghettos amurallados?

- ¿Pueden los palestinos y la opinión pública internacional (la poca que quede independiente y honesta) asumir el expolio de tierras palestinas implícito en la construcción del muro?

Más información sobre el Muro de la Vergüenza.

29 julio, 2003

Patio de Monipodio

Parece "inevitable" que la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid se prolongue durante buena parte del mes de agosto, pese a su más que notoria inanidad. Cuando no se tiene pruebas -como le sucede a la FSM- lo único que se puede hacer es lo que se hace, marear la perdiz por si en el lance aparece alguna luz, o, por lo menos, se arroja una cantidad significativa de sombra sobre los "traidores".

Y ciertamente aparecen zonas de sombra, pero una cosa es la duda y otra la certeza. La única persona que en esta intriga se muestra revestida de una luminosa blancura, lindante casi con la estulticia, es la diputada María Teresa Sáez, que, según su propia confesión, siguió a Tamayo con fe ciega porque para ella tiene una credibilidad incuestionable. En política, como en la comedia clásica, la figura del "bobo" (útil o no) es imprescindible. Es la gente que hace bulto, que quiere y se deja querer por los "liderillos" y que, ocasionalmente, mete la pata hasta el corvejón, pero sin intenciones perversas. Sáez tiene el indulto asegurado. El propio Rodríguez Zapatero, tras su testimonio del lunes, le ha exonerado de toda culpa.

La comparecencia de José Luis Balbás, que todavía se desarrolla a la hora de escribir estas líneas, ha transcurrido, al menos en la parte que yo he seguido a través de Telemadrid, entre el sopor de las reiteradas preguntas de Nolla en relación con declaraciones realizadas por el líder de "Renovadores por (¿por o de?) la base" a diversos medios y las menos tediosas preguntas sobre sus actividades económicas. Se trataba, mediante el primer sistema, de minar su credibilidad, presentarlo como una especie de mentiroso compulsivo y, pese a los reiterados esfuerzos de Nolla, la cosa quedó en tablas.

En cuanto a las actividades económicas, Balbás resulta ser -según él- un "pequeño empresario", economista y asesor fiscal. Pero, desenvolviendo la madeja, se nos muestra también (o principalmente) como un experto especulador en Bolsa y en el terreno inmobiliario. Y resulta -al fin- que no puede negar que conoce a los constructores Bravo y Vázquez porque sabe que hay constancia de que, en su día, les vendió un terreno.

Lógicamente, ni Bravo, ni Vázquez ni Balbás podían ver con buenos ojos el acuerdo de Simancas con Afecovi, la asociación de cooperativas de vivienda que iba a terminar con la perspectiva de los pingües beneficios para cuya obtención ellos ya habían sentado las bases mediante inversiones "estratégicas".

Es, pues, por el lado de Balbás, más que por el de Tamayo, por donde se podrían rastrear los hilos de una trama que quizás conectase finalmente lo sucedido en la Asamblea madrileña con intereses inmobiliarios específicos y acaso con el propio PP, o al menos con alguno de sus miembros relevantes en la comunidad madrileña. Pero es obvio que una comisión de investigación parlamentaria carece de los medios necesarios para determinar con certeza lo que subyace en una crisis política, que, según todos los síntomas, está muy lejos de ser la simple consecuencia de la reacción airada a un acuerdo "desafortunado" entre el PSOE e IU.

Este es un tema de competencia judicial, pero mientras la Fiscalía no realice, motu propio, las investigaciones oportunas, los tribunales podrán seguir fallando que no hay caso porque no hay pruebas. Y, naturalmente, mientras sea Jesús Cardenal, el Fiscal General del Estado (¿o del Gobierno?), quien tenga en sus manos el nudo gordiano no habrá caso.

Entretanto, la imagen del PSOE "renovado", y por ende la del "renovador" Zapatero, se tizna y deteriora cada día más en el fangal que han montado algunos de sus más significados valedores madrileños. El PP celebra ya la previsible victoria en las elecciones de otoño, pero la democracia española tiene cada vez más las trazas de un patio de Monipodio del que toda persona honesta prefiere permanecer alejada.

Al paso que vamos podemos encontrarnos cualquier día metidos hasta los ojos en un sistema como la vergonzante Italia de Berlusconi o como la democracia estadounidense, en la que la mayoría real es la de la abstención. Y se nos podrá hablar periódicamente de la necesidad de una regeneración, como se hace, ¿pero quién les va a creer?

28 julio, 2003

La Pérfida Albión nos ningunea

Para muestra, un botón. Si precisábamos algún indicio fehaciente acerca de los réditos reales de la redefinición de la política exterior española que, de la sabia mano de Aznar, nos ha convertido, entre otras cosas, en valedores de una guerra injustificable e indecente, nada mejor que considerar cómo nos premian nuestros "compañeros" de viaje.

Cabía esperar -o eso creía el "redefinidor"- que tanta palmadita y tanta sonrisita cómplice entre el inefable Tony Blair y nuestro "carismático líder" condujera finalmente (con el padrinazgo de Bush o sin él) a una aproximación de posturas que pusiera fin al eterno contencioso hispano-británico. Craso error.

En política, como en la vida misma (o más), tal pareces tal te tratan. Y si pareces un chisgarabís... En fin, yendo al grano: Tras muchas idas y venidas, dimes y diretes, cabildeos y malentendidos, Gran Bretaña se ha dejado caer con una propuesta sobre el futuro de Gibraltar que es, de hecho, un insulto.

Pretende la Pérfida Albión integrar al Peñón en la UE a todos los efectos -algunos, los menos de ellos, positivos para España- pero esa especie de barco pirata empotrado en la costa gaditana seguiría disfrutando de su peculiar régimen fiscal, el Gobierno español tendría que reconocer al gibraltareño y la famosa verja, que tanto incordia a los "llanitos", tendría que caer.

¿Y lo de la cosoberanía que habíamos hablado? Más tarde. Primero ésto. Por supuesto, el capitán del bajel pirata, Peter Caruana, no ha tenido ninguna objeción que hacer. Está feliz ante la perspectiva de que España se trague este marrón.

Lo dicho. Nos toman por idiotas (no a nosotros, usted me entiende) y nos tratan como a tales. Claro que si tenemos en cuenta que nuestro primer ministro se pasea por el mundo dándose aires excesivos, como cualquier nuevo rico arribista, y riendo demasiado y a destiempo, que es un signo mortal de necesidad, ¿qué nos puede sorprender?

Añádase al cuadro una ministra de Asuntos Exteriores que parece elegida por nuestro peor enemigo, con ese aspecto desamparado de pulpo en un garaje, con esa especie de afasia que le sobreviene cuando tiene que explicar "su" política, y sabremos por qué nuestro eterno enemigo y ahora falso amigo nos ningunea hasta lo insultante. Se lo hemos puesto "a huevo".

25 julio, 2003

Ética y moral

Independientemente de que la comisión de investigación de la Asamblea madrileña llegue finalmente a conclusiones que justifiquen su creación, -cosa que, según la tradición parlamentaria, es harto improbable-, lo que sí puso de manifiesto la sesión de ayer fue no sólo la contrastable dureza del rostro de Eduardo Tamayo, a la que ya aludimos, sino también que es fervientemente sospechoso.

Cuestionado por un oponente más hábil que el primero que le tocó en suerte -el sufrido y voluntarioso, pero inocuo, representante de IU- pronto comenzaron a ponerse en evidencia las muchas lagunas injustificadas e injustificables de su comportamiento en las vísperas de la crisis política que el compareciente había de causar el pasado diez de junio.

Se puede tener la cara de hormigón armado y un cinismo a prueba de toda quiebra, pero si se carece de explicaciones razonables para actos que despiertan suspicacias más que razonables, la verosimilitud que se pretende se viene abajo como un castillo de naipes bajo la más leve de las brisas.

Demasiadas llamadas al abogado José Esteban Verdes en fechas candentes, por ejemplo, no pueden ser explicadas con base en la supuesta necesidad de hacerle consultas profesionales a un colega abogado y sin embargo amigo. No, al menos, siendo Verdes quien es: miembro del PP y novio entonces (ahora marido) de Paloma García Romero, viceconsejera de la Presidencia de la Comunidad de Madrid en funciones entonces (ahora concejala del Ayuntamiento de la villa y corte).

Y mucho menos si, como publicó "El Mundo" en su día, Verdes hizo funciones de línea caliente entre Tamayo y sus presuntos "compradores".

Pero eso no es todo. Uno puede defender con éxito una razón exclusivamente política como justificación de su sospechosa actitud si previamente ha dado muestras significativas de interesarse por lo que acabaría causando su estratégica "espantada" del pleno constitutivo de la Asamblea. Y, reveladoramente, no es el caso

Ayer, 'Hormigonsón' Tamayo volvió a escudarse con mayor empecinamiento que éxito en que la causa de su desplante al partido fue el pacto con IU, a la que se habrían concedido -según su feble argumentación- injustificables regalías en la composición del frustrado (por él) gobierno de izquierdas.

Pues bien, pese a que el pacto con IU era su gran caballo de batalla, el presunto disidente político hubo de admitir, a preguntas de Noya, el portavoz del PSOE, que no había asistido a una sola de las reuniones de la Ejecutiva o del Comité Regional en las que se debatió el "inaceptable" acuerdo que, según él mismo, habría sido la única causa de su fuga.

Se diría que Eduardo Tamayo se pronuncia contra todo aquello que rechaza mediante la ausencia, que, por el momento, no está reconocida como vehículo de expresión democrática, aunque al paso que vamos todo se andará. Pero no, su ausencia en lo que respecta a los órganos decisorios del partido lo que revela, aparte de irresponsabilidad, es descuido, indiferencia. Sin duda entonces, más tarde y ahora mismo son otras las cosas que atraen su atención y motivan sus acciones y omisiones.

Lamentablemente, no es de esperar que la comisión de investigación, viciada ya en su origen por la relativa mayoría absoluta del PP en ella, llegue a arrojar alguna luz sobre la podredumbre que parece enseñorearse en los pesebres políticos de Madrid.

Tendremos que conformarnos con que, al menos, arroje sombra suficiente sobre Tamayo y sus socios. Tanta sombra y tan insoportable pestilencia como para despertar el embotado olfato popular y motivar a la Justicia a intervenir de oficio, venciendo las actuales reticencias que cuestionan su independencia.

Eso ya sería algo más de lo que hay, aunque mucho menos de lo que convendría a la ética y a la moral pública.

24 julio, 2003

Hormigón armado

Durante unos minutos (mi estómago es cada vez más delicado) he contemplado a través de Telemadrid, sumido en la perplejidad, el desarrollo de la primera sesión de la comisión de investigación creada en la Asamblea de la Comunidad madrileña para tratar de dilucidar qué hay detrás de la defección de Tamayo y Sáez, elementos que, so pretexto de divergencias partidistas centradas en el "trato de injustificable privilegio" que su partido iba a dar a IU en el reparto de las consejerías del Gobierno regional, dejaron al PSOE con el culo al aire durante la sesión constitutiva de la Cámara, propiciando la elección de la candidata del PP como presidenta de la misma y frustrando, en última instancia, el previsto gobierno de izquierdas.

Mi perplejidad iba en aumento a medida que consideraba la singular situación. Tamayo, el acusado, se erigía en acusador; se indignaba ante la más mínima alusión a su cuestionada honorabilidad; ignoraba las preguntas concretas para lanzar su "soflama" contra Simancas y contra IU y mostraba más arrogancia que la que cuentan que exhibía el inquisidor Torquemada ante la hoguera criminal de los autos de fe. Infumable.

Frente a él, el portavoz de IU parecía desconcertado, desbordado e impotente ("mire usted, señor Reneses...", era el invariable latiguillo de Tamayo). Obviamente, el referido Reneses no estaba a la altura del cuajo de su oponente y probablemente carece de "talla política" suficiente para lidiar con el resabiado morlaco que le había tocado en suerte.

Junto a él (junto a Tamayo), al menos desde el punto de vista de la ubicación (curiosa distribución la de la comisión), el presidente de la sesión adoptaba la ausente actitud propia de un zombi y, lejos de llamar al orden al investigado, pidió al sufrido Reneses que le facilitase su labor.

Hasta ahí llegó mi paciente curiosidad.

Mañana más. Como conclusión provisional del vergonzante fragmento de sesión que he contemplado sólo una: el "señor" Tamayo tiene el rostro de hormigón armado, un sólido material de construcción, duro y resistente. ¿Será que todo se pega?

23 julio, 2003

Ibarretxe tiene un plan

Al fin conocemos el contenido de lo que se ha dado en llamar "Plan Ibarretxe": un sueño, un delirio, una carta a los Reyes Magos.

"Todos queremos más", como decía una vieja canción. Y los nacionalistas vascos quieren más y más y mucho más. Lo quieren todo. Es típico de la dinámica de los partidos nacionalistas. Es su tragedia. Sus programas van dirigidos a una clientela ávida de unos privilegios cuya demanda es alentada fundamentalmente en base a la "diferencia nacional", que en este caso se limita a la existencia de una lengua originalmente paupérrima y condenada a la desaparición, que, por razones exclusivamente políticas, se unificó y refabricó para darle solidez a un empeño secesionista cuyo nacimiento coincide en el tiempo -significativamente- con la debacle colonial de la última década del siglo XIX, o sea, con la mayor crisis de la historia de España desde su nacimiento. A eso se le llama oportunismo carroñero.

Ni lo que hoy se conoce como el País Vasco ni ninguno de sus territorios ha sido independiente jamás desde que el estado español existe, ni antes ni después el pueblo vasco tuvo conciencia de unidad. El único territorio integrado después de 1492 fue Navarra, que tuvo sus propios fueros, diferentes a los de Euskadi, y que el nacionalismo vasco reclama para sí, como las "provincias vascas" del sur de Francia. Por pedir no ha de quedar.

Las demandas del nacionalismo vasco han sido generadas artificial y artificiosamente y no surgieron precisamente desde el pueblo, sino desde las élites, empeñadas en hacer "la pesca milagrosa" en las aguas revueltas de un desastre nacional que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la sangría de una guerra dilatada, estéril y frustrante en Marruecos.

Pero el nacionalismo euskaldún no sólo tienes unos vergonzantes orígenes carroñeros. A ello hay que sumar el racismo rampante de su fundador, Sabino Arana, hijo de un naviero carlista e inicialmente carlista él mismo, que, a partir de un etnocentrismo excluyente, concomitante con los principios nazis de la pureza racial aria, y de su empeño en la potenciación de la rural y semimuerta lengua euskera, da a luz un engendro "ideológico" vasco-cristiano-reaccionario del que su fruto político, el PNV, nunca ha abjurado. Seguramente por la misma razón por la que el Partido Popular siempre se ha negado a condenar -en sede parlamentaria o fuera de ella- el golpe de estado fascista del general Franco contra la vigente legalidad republicana. Hay que conservar la clientela a toda costa, por muy embrutecida que esté, aunque la corrección política y la presunción democrática sufran las consecuencias.

Pero volvamos a los delirios del "padre" Ibarretxe y a la tragedia del nacionalismo vasco. ¿Por qué el PNV ha creido necesario redefinir sus objetivos, sin ninguna perspectiva final de éxito, a estas alturas de la historia? La respuesta es muy simple: por pura lógica partidista, por un elemental y ramplón electoralismo.

Las circunstancias han situado al PNV y a EA -gracias, por cierto, a la denostada "política española", que dirían ellos- en la excepcional y privilegiada situación de ser el único referente del voto nacionalista, tanto de derecha como de izquierda. Esta coyuntura requiere dar mayor verosimilitud al empeño independentista, para cosechar los votos del abertzalismo radical. Eso exige un plan que defina objetivos más ambiciosos y teóricamente inmediatos. No importa que sean descaradamente irrealizables porque el mero intento de cumplirlos conduciría a un caos sociopolítico y económico de consecuencias funestas. Y no importa porque el nacionalismo moderado vasco no contempla la posibilidad de tensar tanto la cuerda como para que se rompa.

En las cúpulas del PNV y de EA no hay ningún idiota. Hay demagogos y oportunistas, eso sí. De hecho, sin demagogia ni oportunismo no hay partido nacionalista que pueda confrontarse electoralmente con posibilidades de éxito a las opciones no nacionalistas. La diferencia "ideológica" decisiva es ese demagógico programa máximo, ese delirio independentista. Esa es la zanahoria que se sitúa ante los ojos unidireccionales del burro (con perdón) para que camine por el sendero del voto nacionalista. El palo, por supuesto, lo pone el Estado "centralista y opresor" (bendito sea, se dicen en su fuero interno). Y el invento, si se trabaja con finura, funciona a las mil maravillas.

Lo que PNV y EA quieren es lo mismo que todos los partidos: la mayoría absoluta, la ruina electoral de sus rivales. El autobús blindado del Estado (bendito sea, se repiten), con la ayuda de una nueva y cuestionable normativa de Tráfico cuya adecuación a la Constitución y a la legislación vigente ofrece severas dudas, ha sacado violentamente de la carretera y dejado fuera de la competición al "bólido suicida" del nacionalismo radical. Y ahora la señorial limusina del nacionalismo conservador rediseña su carrocería con rasgos feroces y toma prestadas algunas ruidosas piezas del motor del bólido suicida para situarse en la línea de salida de un ya próximo horizonte electoral con todas las garantías de éxito.

La política partidista es representación. Representación en el sentido teatral del término. Y la función debe continuar aunque haya muerto sobre las tablas uno de los actores principales. Eso le da más emoción al argumento y justifica su continuación.

Atención al escenario porque -si la representación se desarrolla de acuerdo con la lógica dramática- asistiremos boquiabiertos y en suspenso a un alarmismo exagerado de los partidos no nacionalistas y a sus amenazas de pasar a mayores mientras el "héroe" de la obra se empecina en sus propósitos de emancipación.

Lamento adelantarles que se trata de un "culebrón" basado un un bucle argumental recidivante que puede llegar a aburrir a fuerza de repetición, pero peor es la telebasura.

22 julio, 2003

¡ETA, muérete!

Siempre que tengo que hablar o escribir sobre ETA -coincidiendo inevitablemente con algún atentado- me situo en un estado de ánimo singular, entre la depresión y la ira. Sin duda es la consecuencia de haber tenido que seguir, a pìe de teletipo primero y luego ante un ordenador, su sangrienta e irracional trayectoria durante treinta años. A lo largo de este tiempo, ocasionalmente, he llegado a esperar y confiar ingenuamente en que la propia evolución de la historia condujera a ETA a una reflexión que desembocase en el abandono de las armas. Inútil esperanza.

El grupo apareció en los años 60, inspirado por los movimientos revolucionarios de liberación nacional de raiz marxista-leninista que proliferaron especialmente en los países del Tercer Mundo como reacción a la pobreza y a la injusticia imperantes, pero también en Occidente, como consecuencia última del fracaso de la frustrada convulsión del 68 y del debate insoluble acerca del papel de la izquierda en las sociedades industrializadas.

La ETA inicial encontraba justificación en la existencia de una dictadura militar que a lo largo de los años precedentes había dado muestra elocuente de su demoledora capacidad para imponer el silencio (ese, el del enmudecimiento, fue el unánime consenso político que logró el franquismo) mediante los grandes cementerios bajo la luna, la cárcel, el exilio y, sobre todo, el miedo. Su sustrato de apoyo lo encontraba, además, en el terreno abonado de un nacionalismo oprimido, perseguido y castigado sin sus fueros históricos por su complicidad con la República.

Entonces ETA despertaba simpatías en la izquierda, aunque no tardaron en surgir grandes divergencias sobre la táctica y la estrategia de unos jovenzuelos voluntaristas que improvisaban constantemente, anclados en un fundamentalismo revolucionario ajeno a las circunstancias históricas y sin otra perspectiva de futuro que seguir matando más y más, tratando de generar una espiral de violencia que, a la luz del sofisma "cuanto peor, mejor", induciría a la dictadura a medidas extremas que acabarían forzando a toda la sociedad a una respuesta que, en última instancia, generaría un auténtico movimiento revolucionario.

Podría esperarse, razonablemente, que el fin de la dictadura motivase un replanteamiento de estrategia, pero lejos de ser así ETA se lanzó a una vorágine de atentados indiscriminados, interpretando nuevamente de modo voluntarista la "debilidad" de un Estado que era aparentemente rehén de los militares y "legitimada" en su actuación por el rechazo de la mayor parte de los vascos a la Constitución de 1978.

Desde la pesadilla sangrienta de los años 70-80 hasta ahora han pasado muchas cosas que deberían haber inducido una reflexión profunda y responsable de la invariablemente fanática y voluntarista dirección de ETA. Desde el fin de los "santuarios" de Francia hasta la caída del muro de Berlín, pasando por la descomposición de la Unión Soviética y la "democratización" de sus integrantes, la evolución de China, la paz del Ulster...

Es inútil. Refugiados en un invariable irredentismo, nutridos en su militancia de una generación marginalizada que practicaba en fin de semana la "kale borroka" con la "litrona" o el "kalimocho" en una mano y el cóctel molotof en la otra, debilitados por la ausencia creciente de apoyo social, ellos siguen con su "sostenella y no enmendalla" sin mañana.

En esa línea, permanecen incluso ajenos al hecho de que sus actuaciones tienen un nefasto efecto "boomerang" sobre la causa que dicen defender.

Hoy, de nuevo, han hecho acto de presencia con dos atentados contra objetivos turísticos, siguiendo una rutina que no sabrían justificar a estas alturas de la historia, salvo como forma de venganza contra un "estado opresor". Afortunadamente, por lo que se sabe hasta ahora, no hay que lamentar víctimas mortales, pero no porque ETA careciera de la voluntad de causarlas. El hecho de que, en su llamada -como tantas veces-, falseasen la hora de las explosiones no deja lugar a dudas de que su objetivo eran los efectivos policiales, sin por ello descartar posibles daños colaterales civiles. Sabemos por experiencia que estos fanáticos no tienen problemas de conciencia.

Lamentablemente, sólo nos queda esperar que en su ciega huída hacia delante se cuezan en su propio jugo y se asfixien en su propia mierda. Amén.

21 julio, 2003

Matar al mensajero

Cuando el 27 de junio (ver Archivos) aludía a la insólita presión que Blair y su Gobierno estaban ejerciendo sobre la cadena pública de radio y televisión británica BBC a raiz de que ésta difundiese informaciones que cuestionaban la veracidad de los informes del Ejecutivo acerca de la existencia de armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein, estaba muy lejos de imaginar que las cosas podían evolucionar en el modo en que lo han hecho.

Ahora hay un muerto sobre la mesa. El doctor David Kelly, integrado en la nómina del Ministerio de Defensa, se suicidó (si la investigación no apunta a otra posibilidad más inquietante, que -por algo será- está en todas las mentes) tras su comparecencia ante una comisión parlamentaria. En cualquier caso, se haya suicidado o no, Kelly ha sido víctima de la razón de Estado, una víctima más que sumar a la lista de los soldados muertos en tierras de Irak a la mayor gloria de una mentira tan grande que ni a fuerza de ser repetida hasta la saciedad logró vestirse en ningún momento con el ropaje exculpatorio de la verdad.

Cómo y por qué llegó el doctor Kelly ante la comisión parlamentaria que habría de desencadenar su "suicidio" es algo que el Ministerio de Defensa británico debería aclarar. Fue el propio ministerio quien, tras negarlo inicialmente, acabó reconociendo finalmente que filtró a tres periodistas la identidad del "topo" de la BBC. No por su nombre, claro, sino señalando que era un científico especializado en microbiología y con experiencia de campo en Irak. ¿Quién si no Kelly?

La BBC nunca reveló sus fuentes y cuando el dedo acusador señaló a su informante trató de protegerlo, asegurando que, aunque se había hablado con él (negarlo habría sido inútil), éste no había sido la principal fuente de información utilizada. Eso mismo es lo que Kelly dijo a la comisión parlamentaria que le apretó las tuercas.

¿Entonces qué razón había para suicidarse? Ninguna, al menos ninguna conocida hasta el momento. Pero habría que determinar a qué se refería la víctima de la razón de estado cuando en un reciente email a la periodista de "The New York Times" Judy Miller aludía a la existencia de "muchos oscuros actores en juego". Esos "oscuros actores" han sido, sin duda, la causa de su muerte.

Todos sabemos que las cloacas del llamado "Estado de Derecho" dan mucho de sí y tampoco podemos ignorar que Gran Bretaña no es el único estado implicado en la fabricación y rentabilización de la gran mentira ni que detrás de la invasión de Irak existen poderosos intereses, que, en la medida en que no son públicos sino privados y bien privados, están al margen de toda sospecha y de todo control. Es decir que, aún en el caso de que la autopsia concluyera que Kelly fue asesinado, cosa francamente improbable porque los especialistas en el crimen perfecto no cometen errores, determinar la autoría resultaría prácticamente imposible.

¿Y por qué matar al doctor David Kelly e intentar hacerlo pasar por un suicidio? Esa es la madre del cordero. A primera vista parece una medida innecesariamente radical, además de retorcida.
Se me ocurren algunas razones no excluyentes entre sí: silenciar a un testigo que, probablemente, sólo había contado una parte mínima de lo que sabía; lanzar una contundente advertencia a todos los que pudieran sentirse tentados de divulgar lo que conocen sobre la fabricación de la gran mentira dentro y fuera de Gran Bretaña, los cuales difícilmente van a creerse la tesis del suicidio, aun en el caso de que esa sea la conclusión forense, y, finalmente, centrar la crítica atención pública sobre la BBC, desviándola de lo que la atraía hasta ahora: la actuación del Gobierno británico.

Este último objetivo se ha logrado casi plenamente. Tras la muerte de Kelly, la BBC ha admitido que el doctor había sido su principal fuente de información y ha subrayado que cree haber trasladado correctamente sus confidencias. Para quienes quieren decapitar a los responsables de la información que ha hecho tambalearse al Gobierno e incluso purgar a toda la cúpula directiva de la BBC está claro que éstos son los causantes de la muerte del doctor, cuyas informaciones habrían manipulado y exagerado, y al que además, con su confesión, habrían puesto en evidencia "post mortem" como mentiroso, cosa que en una sociedad tan cínica e hipócrita como la británica, es intolerable hacerle a un difunto.

Los titulares periodísticos, como siempre, dejan claro de qué lado está cada cual. La mayoría, que, en lugar de poner énfasis en la actuación del Ministerio de Defensa, se centran en el "nefasto papel de la BBC", que habría mentido y conducido a la muerte de una persona, no dejan lugar a dudas acerca de los intereses a los que sirven.

En la cadena pública de radio y televisión, al menos dos periodistas, el autor de la información y su jefe directo, pueden encontrarse al borde del despido y del desprestigio vitalicio. Si el linchamiento se consumase, la propia BBC tendría que encarar un futuro de medio público bananero, como ocurre en España y en todos los países que conservan medios informativos de titularidad estatal, los cuales no cumplen otra función que la de servir como Gabinete de Imagen al Gobierno de turno. La sociedad británica perdería uno de sus más sólidos pilares democráticos, aunque -admitámoslo- ¿a quién le preocupa eso en las alienadas e impotentes sociedades "democráticas" del siglo XXI?

Cuantos, a propósito de la segunda guerra de Irak, habían señalado la obviedad de que la primera víctima de toda guerra es la verdad seguramente no esperaban que esta aventura neocolonial fuera a arrojar tantas evidencias e indicios al respecto. Tantas que resulta casi intolerable pensar que uno debe seguir, inerme, viviendo inmerso en una realidad tan indecente como la que nos envuelve y nos fagocita.

Sólo hay una palabra para describir lo que se siente: ASCO.

14 julio, 2003

La excursión del procónsul

Desde el punto de vista del propio Aznar, seguramente su singular excursión a tres estados de la unión que fueron en un día remoto territorios del imperio español ha sido todo un éxito. El presidente del Gobierno (que no presidente de España, como creen tantos norteamericanos y entre ellos el paradigmático Jeb Bush, para satisfacción del propio Aznar) se ha bañado con delectación en las aguas viscosas del halago y paseado su sonrisa de mercader y sus aires de eficaz procónsul por todo tipo de saraos, desde los más marcadamente políticos hasta los económicos, con escalas histórico-culturales y contactos con la colonia española incluidos.

Más que el viaje de un primer ministro, la excursión retrocolonial ha sido como la visita oficial de un jefe de Estado, de lo que se deduce cierto propósito de suplantación del Rey en las tareas que le han venido siendo propias hasta ahora. De hecho, el eclipse casi total de la figura del Rey en la segunda legislatura del PP debería ser objeto de un análisis posiblemente muy revelador acerca de la clase de mente maquiavélica y ambiciosa que reside unos centímetros por encima de un anacrónico bigote y una mirada entre rapaz y visionaria, pero ahora no toca, como diría el propio excursionista con la terminología pijo-colegial que le caracteriza (recordemos la gloriosa resurrección del "cero patatero" en el "aula" del Congreso).

Que Aznar es el típico personaje gris -repásense sus índices de popularidad en las encuestas- con aires de grandeza, crecido desproporcionadamente sobre las cenizas y la impotencia de sus rivales más que sobre los propios méritos, es algo que nos ha costado llegar a saber a los españoles, pero finalmente se puede ver con claridad meridiana. Más allá de la incuestionable elocuencia al respecto que tuvo el ampuloso bodorrio de su hija en el "imperioso" escenario de El Escorial, su arrogancia y autoritarismo se han puesto de manifiesto en su segundo mandato de modo no poco inquietante. Aznar ha dinamitado todo diálogo y todo consenso en una medida sin precedentes en la corta historia de la democracia española.

Carente de todo carisma, mediocre hasta el aburrimiento, se ha fabricado, para su propio consumo, un ego carismático, una identidad de salvador de la patria y un papel de Cid Campeador de la unidad nacional. En su fuero interno debe verse como un personaje histórico providencial y seguramente contempla su defección del eje franco-germano de la UE y su asociación simbiótica con los Estados Unidos como un punto de inflexión salvador para el futuro de España.

Que lo sea para España es más que dudoso, pero lo que ha empezado a ponerse de manifesto es que para el propio Aznar muy probablemente sí lo será. Precisamente su excursión a los estados "hispanos" de la unión le ha servido para dejar caer que, una vez que abandone el poder, se dedicará a promover las relaciones hispano-norteamericanas. Lease las relaciones comerciales porque las otras, por más cuenterete que se le eche al entrañable tema de los hispanos, la sangre, las raíces, la cultura común..., no son más que la guinda poética de una prosáica tarta de la que no saldrá la típica "stripper" de las despedidas de soltero, sino un sustancioso cargamento de dólares. Nadie ignora que los hispanos, los "latinos", sólo son una prolífica minoría, pobre y marginada, así que ¿qué podemos comprarles o venderles salvo sueños y promesas?

Aznar y su amiguete de cole Villalonga seguramente tienen más en común de lo que nunca se haya podido sospechar. La gente guapa (es un decir) del Colegio del Pilar, que mamó en sus aulas, en pleno franquismo, la idea de su propia excepcionalidad, no se conforma fácilmente con la mera significación social o política que pueda alcanzar su currículo. Además hay que forrarse económicamente. Y parece que a Aznar le ha llegado el momento de asegurarse un retiro dorado, muelle y y aún más envidiable por sus compañeros de clase.

Casualmente (ésto también es un decir), el presidente del Gobierno español -que no de España- se ha creado una excelente imagen en la metrópoli imperial con su apoyo a los Estados Unidos en los momentos de soledad e incomprensión que el imperio atravesó en su empeño por justificar, más allá de toda lógica o evidencia razonable, la invasión de Irak. Aznar recitó como un apasionado papagayo las razones (mendaces, como se ha podido ver luego y se suponía de antemano) para realizar la filantrópica operación. Eso se paga. Y, por supuesto, se cobra.

Para su excursión a la patria de la libertad, digo, del dinero, eligió el momento con cuidado. Ahora mismo España preside el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por ejemplo. Pero también -y ésto es más conmovedor para la audiencia estadounidense- en coincidencia con la singular visita el Gobierno ha aprobado el envío de tropas a Irak.

El vicepresidente Rajoy -uno de los candidatos más conspicuos a la sucesión en el Proconsulado- ha asumido que esta "necesaria" operación militar probablemente va a implicar la pérdida de vidas humanas y ha respondido a las críticas del PSOE aludiendo a que, bajo un Gobierno socialista, se enviaron tropas a los Balcanes, como si los antecedentes y el carácter de ambas decisiones tuvieran alguna semejanza.

Y no va más por hoy. Dejemos las conclusiones a cada cual. Lo que Aznar nos dice subliminalmente a todos desde su soberano pedestal es algo parecido a aquello de "no te digo que te vistas pero ahí tienes la ropa". No sabemos si la vestimenta es como la del rey del cuento de Andersen y sólo mostrará nuestras vergüenzas o si nos viene ancha, o estrecha o es manifiestamente inadecuada para transitar por el futuro. No sabemos lo que encontrará bajo las míticas alfombras de La Moncloa su próximo inquilino. No sabemos si no estaremos atados de pies y manos, mediante algún acuerdo secreto, a los designios de los Estados Unidos. No sabemos nada.

Dentro de unos siete meses, en marzo de 2004 -eso sí lo sabemos con mayor o menor exactitud- habrá elecciones generales. Se supone que esa es la oportunidad en la que se plebiscitan las políticas de futuro. Las opciones son muy limitadas y nada prometedoras, pero es la única opòrtunidad que tiene el ciudadano común y corriente para hacer política (a eso se le llama democracia).

Ustedes mismos.


09 julio, 2003

Guerra al Spam"

Hoy no estoy de humor y me he sentido tentado de no escribir. La lumbalgia vuelve a atacarme con saña tras la leve mejoría de ayer y para colmo, al abrir el Outlook, he recibido más de 40 mensajes, de los cuales el 90 por 100 son "spam". Así que he decidido escribir precisamente sobre eso, sobre el "spam, porque, aún en el caso de que, llevado de mi mal humor, me exceda en los epítetos no creo que llegue a ser excesivo ni corro el riesgo de que me demanden los hijos de puta que se escudan en el anonimato.

¿Que qué es "spam"? Si usted hace esa pregunta es porque goza de una envidiable virginidad. Enhorabuena. "Spam", que originalmente significaba "carne de cerdo enlatada", un producto muy popular en el área anglosajona, designa ahora el envío abusivo y reiterativo de mensajes no solicitados a través de Internet. Parece ser que la aplicación de este término al ciberespacio tiene su origen en el uso repetitivo que de dicha palabra se hacía en "Monty Python's flying circus". Los cibernautas adoptaron lo que hasta entonces era un sustantivo de uso no muy frecuente y le añadieron la jerarquía de verbo de uso común, aunque mucho menos usual de lo que lo es el propio "spam".

Ciertamente no corren el mismo riesgo de ser "espameados" todos los usuarios de Internet que disponen de una dirección de correo electrónico. Si sólo utilizan este servicio a nivel privado es prácticamente imposible que se conviertan en objetivo de los buitres que prometen alargar y ensanchar penes; que ofrecen pornografía "gratis" (ahora, tal vez por saturación de una oferta menos anómala, parecen estar de moda el incesto y el bestialismo, a juzgar por la basura que yo soy invitado a probar); que pretenden que tomemos Viagra, Prozac, adelgazantes y otros fármacos peligrosos sin receta y que, rizando el rizo, intentan también vendernos CD-ROMS llenos de millones de direcciones de email de los cinco continentes para que nos sumemos a la indecente misión de invadir la intimidad de media humanidad.

Esos desalmados disponen de unos programas-robots que barren permanente la red y extraen indiscriminadamente las direcciones de correo, especialmente de las webs y de los grupos de news de Usenet. De ese modo, cualquiera que asoma la nariz al ciberespacio para hacer alguna consulta o dispone de una web personal en la que figura su email no tarda en recibir toneladas de basura de los más diversos orígenes, desde indescifrables ofertas en chino hasta la campaña de rebajas de un gran almacén norteamericano.

Hace ya tiempo que vengo recolectando entre los términos más usuales en toda esa mierda determinadas palabras clave y las he introducido como filtros en el programa de correo para que los mensajes que las contengan vayan directamente a la papelera. De este modo consigo que algo más de la mitad del "spam", no aparezca en la bandeja de entrada, pero el éxito de esta iniciativa es decreciente porque los "spammers" evolucionan y disfrazan sus mensajes bajo títulos inocuos o deforman las palabras más usuales. Y de todos modos, uno debe repasar el contenido de la papelera para cerciorarse de que no se ha colado alguno que no sea de "la guerra", cosa bastante probable si se está suscrito a alguna lista de suscripción de las que alberga, por ejemplo, Yahoo.

En fin, que no hay solución. Nuestras murallas son frágiles y el torrente de basura es cada vez mayor. Por ello deben ser otros los recursos para terminar con esta penitencia.

Uno se pregunta por qué las instituciones que están poniendo tanto empeño en combatir la piratería musical imperante dentro y fuera de Internet no actuan de modo tan contundente contra los "spammers". ¿Tal vez porque en un caso son los poderosos intereses de una minoría poderosa e influyente los afectados y en el otro sólo varias decenas de millones de usuarios privados?

No debe ser tan difícil neutralizar los centros de distribución de la mierda cibernética si realmente se quiere hacer. Además -a ver si así vendo mejor la urgencia de tomar medidas-, con frecuencia son menores los receptores de estos mensajes de contenido moral ofensivo. ¿No preocupa ésto a las respetables instituciones?

En fin, dejémoslo. Si se admite que a horas de máxima e indiscriminada audiencia se difunda por la caja idiota la bazofia amoral que nos inunda, ¿qué cabe esperar que se haga con una contaminación que se practica exclusivamente a nivel personal?

A la mierda.

08 julio, 2003

Lesa humanidad, lesa democracia

Leo con perplejidad la entrevista inane con Tony Blair que publica el influyente triángulo mediático europeo integrado por los diarios Die Zeit, Le Monde y El País. Uno se pregunta inevitablemente por qué se difunden unas declaraciones tan prescindibles, en la medida en que no aportan nada nuevo ni significativo. La única conclusión posible es que estas tres instituciones del "cuarto poder" se han sumado a la campaña de lavado de imagen y cauterización de heridas que parece haberse impuesto en el marco occidental tras la división que produjo la intervención en Irak, aventura en la que Blair, Aznar y Berlusconi se decantaron desde el principio del lado de Washington.

La entrevista se produce después de que el Parlamento británico le salve el trasero y algo más a Blair con los votos de su propio partido, otrora dividido. Del trío sicario europeo, Blair es el único que lo ha pasado realmente mal a nivel de política interior. La rebelión de su partido y las acusaciones de la BBC lograron borrar de su cara la implacable sonrisa de dinámico y exitoso vendedor de productos milagro. Pero todo pasa.

La prueba de que todo pasa y de que, por medios artificiales, se trata de generar en todos nosotros una endémica mala memoria es la entrevista a la que me refiero, en la que medios informativos inicialmente críticos con la guerra le ponen servilmente a Little Tony Blair su prestigioso micrófono ante la boca para que recite sus conocidos axiomas.

Dos de esos axiomas merecen un pequeño comentario. Uno es que hay constancia de la existencia de armas de destrucción masiva y que tarde o temprano aparecerán. Tras el tiempo transcurrido en la inútil búsqueda de ese armamento que supuestamente amenazaba la seguridad mundial, primero por los inspectores de la ONU y luego por las propias tropas de ocupación, sólo cabe concluir que tal armamento sólo será encontrado si previamente es colocado allí. Esperemos que, como siempre, se confíe en la indolente memoria pública y no se recurra a esa indecencia suplementaria.

El otro axioma es que el proceso de paz en Oriente Próximo no sería posible si previamente no se hubiese acabado con el régimen de Sadam Hussein. Esto es descaradamente falso. La lista de los premios Nobel de la Paz -para irreversible desprestigio del galardón- está integrada por algunos protagonistas de procesos de paz probablemente tan viables como el que ahora se está desarrollando. La intransigencia israelí, que es el obstáculo real y sistemático para la paz, nada tiene que ver con la presencia en el poder de Sadam o con la inexistente amenaza siria. Es absolutamente endógena y encuentra su fuente de legitimidad en un documento tan remoto e intocable como la Biblia, que desde le punto de vista del fundamentalismo judío (tan virulento o más que el islámico) define los límites del reino de Judá. Y sería inútil tratar de persuadir a los empecinados sustentadores de tan vetusto documento notarial que esgrimirlo a estas alturas de la historia es como si Italia reclamase ahora su derecho sobre los territorios del imperio romano.

La ratera complicidad entre Gran Bretaña y Estados Unidos es casi tan antigua como la pérdida del imperio británico. Tras el disgusto inicial de tener que renunciar a sus colonias (exigencia que, por obvias razones rapaces, los norteamericanos impusieron a todos los contendientes en la segunda guerra mundial) el Foreign Office y la Secretaría de Estado encontraron rápidamente que los inescrupulosos WASP de uno y otro lado del Atlántico tenían demasiados intereses comunes como para distanciarse. Por ejemplo, el petróleo.

El oro negro estuvo en el origen de su primera canallada en común, la de derribar al presidente democrático de Irán, Mossadeq, por permitirse nacionalizarlo, y poner en su lugar a un tirano de opereta (Mohamed Reza Pahlevi, alias el Shah), con pujos de emperador persa, cuyo derrocamiento popular condujo, años más tarde, al nacimiento de la república fundamentalista presidida por el retrógrado Jomeini. De ahí se pasó a alentar y armar hasta los dientes al ambicioso Sadam para lograr, por vía indirecta, derrotar militarmente al nuevo régimen iraní. Sadam, tras su fracaso bélico, reclamó Kuwait, tema sobre el que la entonces embajadora norteamericana en Bagdad, April Glaspie, respondió sibilinamente que Estados Unidos no tenía opinión (y sí la tenía, como se vio) y... de aquellos polvos vienen estos pantanosos e infectos lodos.

Intentar vestir esta tragedia con la coartada de que se pretende reponer la democracia en Irak y neutralizar la amenaza que las inexistentes armas de destrucción masiva suponen para la paz mundial sólo subraya el cinismo de quienes sustentan tal argumentación.

Pero más allá de todo eso, para nuestra desgracia, lo que evidencia tal actitud es el desprecio que ciertos dirigentes presuntamente democráticos sienten por la verdad y por la ciudadanía que les puso donde están. Lamentablemente, las estructuras de toda democracia formal están concebidas para que estos pecados de lesa humanidad y de lesa democracia queden eternamente impunes.

03 julio, 2003

El lobo tras la puerta

Ya está el lobo tras la puerta. Cuando el pasado 25 de junio (ver Archivos, a la derecha de la página) escribía "me preocupa que 120 ministros se hayan reunido en Sacramento para oir la palabra de Dios" no imaginaba que la ley del todopoderoso imperio estadounidense fuera a imponerse tan pronto. Ayer el Parlamento Europeo acordó poner fin en 2004 a la moratoria que limita la importación y comercialización de organismos genéticamente modificados (en lo sucesivo OGMs). (1)

Desde 1998 sólo estaban permitidos en el mercado europeo 18 productos trangénicos: diversas variedades de maíz, aceites, soja, patatas, tabaco, endivias, algodón, colza, remolacha azucarera, flores y achicoria . A partir del año próximo todo indica que la mayoría de los países europeos serán teritorio abierto al consumo masivo y probablemente indiscriminado de OGMs. La decisión, dadas las limitaciones ejecutivas del Parlamento Europeo, se deja en manos del gobierno de cada uno de los quince. Puesto que los países más flexibles a la presión de los Estados Unidos (España, cómo no, Gran Bretaña, Irlanda, Holanda, Finlandia y Suecia) ya habían pedido el fin de la moratoria la cosa está clara.

El acuerdo del Parlamento Europeo no es, pues, más que la vaselina que envuelve el azaroso supositorio para introducirlo mejor. Naturalmente, para no vulnerar de modo escandaloso la corrección democrática se han establecido sendos reglamentos que imponen:

1) la exigencia de un etiquetado que, con el mismo tipo de letra que el de los ingredientes (¿microscópico, como en tantos casos?), señale que se trata de un producto manipulado genéticamente.

2) que el producto supere el dictamen científico de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria.


Es ocioso decir, respecto al etiquetado, que resulta bastante fácil eludir la obligación o disfrazar la realidad. Además, una vez que el producto esté en el mercado constataremos que el marketing agresivo que lo acompañará hundirá a no muy largo plazo a la competencia de los productos naturales y que el consumidor acrítico los adoptará con fruición.

En cuanto al dictamen científico, no es más que un eufemismo hipócrita. Si la propia industria que los produce no se ha molestado en realizar la gravosa inversión y el prolongado estudio necesarios para garantizar la ausencia de riesgos de los OGMs, ¿es creible que un organismo público comunitario de limitados recursos pueda seriamente ofrecer garantías respecto a una gran variedad de ofertas que nos invadirán de modo impediato? Diga conmigo NO.

La comunidad europea está exhibiendo una vez más su debilidad frente a la presión y las amenazas de Estados Unidos, dueño de las dos terceras partes de la producción mundial de OGMs y con una extraordinaria potencialidad para convertirse en monopolístico. Y lo hace asumiendo riesgos tan imprevisibles como aterradores para la salud humana y el equilibrio ecológico. (2)

A simple vista, desde la desinformación que padecemos y la impotencia que asumimos, puede parecernos algo anodino, pero la decisión del Parlamento Europeo tiene unas consecuencias políticas de largo recorrido e inquietante gravedad potencial. Todo indica que el tiempo que la UE se concedió como moratoria en este terreno no ha conducido, paradójicamente, a una reflexión profunda sobre las implicaciones de la comercialización masiva de unos productos que son obra de la filosofía ambiciosa e irresponsable del "aprendiz de brujo" en que se han convertido tantos científicos a sueldo.

Cada vez está más claro que aquellos a los que pagamos y mantenemos en puestos de privilegio para que se ocupen de la gestión de los intereses ciudadanos no nos sirven (entiéndase en su doble acepción).

Cada vez es más evidente que nuestro destino está en nuestras propias manos. Y no se entienda éstó como una apelación a la salvación o condena individual. De lo que se trata es de asumir que esforzarse en generar una sociedad civil consciente y fuerte es lo único que puede salvarnos frente a tanta indiferencia, incompetencia y falta de escrúpulos.

1) Algunas experiencias en la elaboración de OGMs.

2) Enlaces a referencias en castellano: IEP (Latinoamérica); Salud y Ecología; Contaminación transgénica; Un caso elocuente.


02 julio, 2003

Estado de la Nación

Según un sondeo realizado entre la gente que, supuestamente, siguió el lamentable debate sobre el estado de la nación desarrollado en el Congreso de los Diputados español, el presidente Aznar habría aplastado al jefe de la oposición con un porcentaje del 48,7%, más del doble de quienes piensan lo contrario.

"Voz del pueblo, voz del cielo", dice una copla flamenca, pero "así es si así os parece" es un suerente título de Pirandello.

En definitiva, que el dato no tiene validez objetiva. No revela que Aznar superó arrolladoramente a Rodríguez Zapatero, sino que eso es lo que cree un amplio porcentaje de los individuos seleccionados según una muestra sociológica teóricamente fiable y que dicen haber seguido -preocupante masoquismo- un debate que se inició con la autoloa de un presidente que, de la mano de la mayoría absoluta, ha exhibido su perfil real de personaje autoritario e intolerante y concluyó con la imposición implacable de esa misma mayoría para negar el pan y la sal a cualquier propuesta procedente de la oposición.

Yo realmente no sé quien ganó -si ganó alguien y no perdimos todos, como de costumbre-, ni me importa. Si el baremo se sitúa en quién dijo el mayor número de verdades seguramente el vencedor sería el representante socialista. La oposición puede permitirse decir verdades, al menos las que le interesa decir. Si, por el contrario, usamos como referencia el nivel de valoración popular, el vencedor incuestionable sería Aznar, al menos según el sondeo al que nos referimos.

Más allá de estas consideraciones elementales, lo realmente importante es el cariz que están tomando las cosas en la todavía joven democracia española, en la que, durante esta última legislatura, se ha deteriorado el diálogo hasta el punto de ser sustituido por la diatriba; en la que se instrumenta a las instituciones del poder judicial al servicio de supuestos intereses del Estado que lo son en realidad del Gobierno; en la que los teóricos representantes del pueblo representan con frecuencia intereses mucho más particulares; en la que han resurgido viejos fantasmas militaristas, con anécdotas tan chuscas como la toma de un ridículo islote de no menos ridículo nombre pegado al territorio marroquí o tan serias y graves como la intervención, al menos como vergonzante corifeo, en una de las acciones bélicas más ignominiosas de la historia: la invasión de Irak.

Quién ganó o perdió el debate sobre el estado de la nación sólo es importante en la medida en que sea indicativo de quién va a ganar las próximas elecciones generales y en qué grado.

Si el PP repite mayoría absoluta, como se desprendería de la contundencia aritmética del sondeo al que nos hemos referido, sálvese el que pueda.

Las mayorías absolutas pueden ser un resultado democrático legítimo (si asumimos que la Ley D'Hont es democrática, que es mucho asumir), pero sus consecuencias en cuanto al ejercicio del poder no lo son en absoluto.

01 julio, 2003

Katharine: Toda una mujer

Se nos ha muerto Katharine Hepburn. Y digo que se nos ha muerto porque cuando desaparece alguien de su talla todos perdemos algo, independientemente de cuánto conozcamos y apreciemos (o no) al difunto. Katharine Hepburn era un referente insustituible de una forma de ser mujer y de ser persona.

Más allá de su personalidad artística, puesta de relieve -por ejemplo- con doce nominaciones al premio Oscar, pretendo hablar de la mujer equilibradamente precursora que Katharine Hepburn fue. De su dignidad, de su independencia, de su energía, de su generoso corazón.

Hija de un médico y de una sufragista, su desarrollo personal fue, sin duda, potenciado por un entorno familiar en el que la idea de libertad iba más allá de las palabras y de los intentos fallidos. Esa saludable semilla encontró en la aparentemente frágil Katharine terreno abonado y en ella creció hasta producir una de las personalidades femeninas más atractivas y queridas del planeta.

Huelga decir que su atractivo distaba de tener un sustento "sexy". Su figura esbelta, angulosa y casi anoréxica no era precisamente paradigmática de un concepto de belleza que tuvo en la malograda Marilyn Monroe su mayor y más exuberante exponente. Lo que Katharine transmitía magnéticamente era, sin embargo, inequívocamente femenino.

La suya era una femineidad asumida sin conflictos ni dobleces, resuelta y tierna, irónica y sincera, apasionada y cerebral. El hecho de que fuera durante toda su vida integrante habitual de las listas (tan americanas) de "las más admiradas" habla por sí solo de la capacidad que tuvo para transmitir una imagen sincera, accesible, envidiable, en la gran pantalla y fuera de ella.
Se me dirá que era una gran actriz y que ello explica esa admiración general e indeclinable, pero yo creo que lo que emanaba de Katharine Hepburn, independientemente de sus impecables y atractivas actuaciones, era una extraordinaria personalidad de mujer inteligente, liberada y encantadora.

Nadie, ni siquiera en estos tiempos, ha sido capaz de transcender en tal medida la femineidad desde la libertad, la personalidad y la ausencia de complejos.

Seguramente la estrella fallecida dio lo mejor de sí misma fuera de las cámaras. Un ejemplo elocuente de ello podría ser su relación con Spencer Tracy, otro gran actor al que, por amor y sólo por amor, acompañó y confortó hasta su muerte. Para ello, en la América puritana e hipócrita en la que se desarrolló su amor, afrontó dificultades que habrían derrotado a cualquiera menos fuerte y resuelta que ella. Tracy no sólo era un alcohólico crónico, sino que además estaba casado y, como católico que era, rechazaba el divorcio.

Ha muerto una gran actriz, pero también -y sobre todo- un extraordinario ser humano y yo termino estas líneas con la insoportable sensación de no haberla hecho justicia, de no haber alcanzado a describir lo que fue, quién fue.

Tal vez, sin embargo, haya quedado claro que fue. Es decir, que es. Eso me consolaría