30 diciembre, 2005

Tabaco: Invitación a la desobediencia civil

El Ministerio de Sanidad y Consumo, en colaboración con el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, ha tenido a bien (qué menos, ante lo que nos viene encima) editar un folleto de 70 páginas titulado “Se puede dejar de fumar. Claves para conseguirlo”. Por supuesto, la publicación, que llegó a mis manos asociada a uno de esos suplementos semanales en los que es publicidad hasta lo que no lo parece, constituye la pura y exclusiva expresión del criterio transmitido por la voluntarista ministra del ramo, es decir, que la voluntad todo lo puede.

Corolario oficial: Si eres un fumador empedernido, un repugnante adicto, uno de esos millones de miserables españoles que no pueden pasar una jornada de trabajo o un rato de ocio sin inhalar la adictiva y cancerígena sustancia, apáñatelas como puedas, porque te vamos a hacer la vida imposible, majo. Y lo vamos a hacer por tu bien, qué te has pensado. Por el bien de tu vida y de los demás porque nada nos preocupa tanto como vuestra salud, salvo el dinero que puede costarnos.

El caso es que el folleto en cuestión, si algo pone en evidencia -aparte de la urgente necesidad de abandonar el tabaco-, es las razones por las que el producto hasta ayer tolerado y hasta no hace mucho favorecido por el Estado debe ser prohibido. Y me refiero a su cultivo, a su manufacturación y a su venta.

Veamos lo que dice el folleto respecto a los peligros de la sustancia cuyo consumo nos prohíben mientras se mantienen las subvenciones a su producción:

Entre las sustancias carcinógenas del tabaco se incluyen:
- Alquitranes: utilizados para asfaltar carreteras y calles.
- Arsénico: veneno mortal muy potente.
- Cadmio y níquel: utilizados en baterías.
- Cloruro de vinilo: discos de vinilo.
- Creosota: componente del alquitrán.
- Formaldehído: conservante orgánico usado en
laboratorios forenses y anatomía patológica.
- Polonio 210: radioactivo.
- Uretano: utilizado para embalajes.

Otros tóxicos irritantes para los ojos y las vías respiratorias superiores:
- Amoniaco: Utilizado en los limpiacristales.
- Acetona: Disolvente tóxico.
- Acroleína: Potente irritante bronquial y causa de enfisema.
- Cianuro de hidrógeno: Veneno mortal utilizado como raticida
- Monóxido de carbono: Mortal en espacios cerrados cuando hay una combustión deficiente (calderas, estufas, braseros...).
- Metanol: Utilizado como combustible de misiles.
- Tolueno: Disolvente tóxico.

La exposición al ACHT (Aire Contaminado por Humo de Tabaco) es la causa de:
- Un incremento del riesgo de sufrir cáncer de pulmón de entre el 20 y el 30% respecto a las personas no expuestas.
- Un incremento del riesgo de mortalidad por enfermedad isquémica del corazón de un 25%. .Un incremento de sufrir infarto de miocardio cercano al 82%.
- Una reducción del peso al nacer entre los hijos de madres expuestas al ACHT.
- Un incremento significativo de la frecuencia de sintomas respiratorios crónicos (como tos, molestias faríngeas y otros síntomas respiratorios menores).
- Un incremento de síntomas menores como irritación ocular.

La exposición al humo de tabaco en los niños:
- Incrementa la probabilidad de que desarrollen bronquitis, asma, pulmonía y enfermedad del oído medio.
- Los niños asmáticos expuestos al humo de tabaco tienen síntomas más severos y frecuentes.

De todo lo expuesto por el propio ministerio sólo cabe concluir que nos hallamos ante un Estado cínico e irresponsable por las siguientes razones:

1) Renuncia a perseguir la producción, distribución y venta de un producto que es fuertemente adictivo y que nos mata, mientras nos prohíbe que lo consumamos en las circunstancias más usuales hasta ahora ‘por nuestro bien’.
2) Rechaza financiar los tratamientos de deshabituación que la mayor parte de los adictos precisarán mientras recauda más de un billón de las antiguas pesetas mediante impuestos sobre la perniciosa droga legal, cuya producción subvencionará hasta el año 2010.
3) Intenta vanamente lavarse las manos respecto a las consecuencias mediante una campaña de ‘concienciación’ cuyos argumentos son los mismos mediante los cuales puede (y debería) argumentarse la inmediata ilegalización del tabaco.

En resumen: no sólo nos toman el pelo, como decía hace unos días. Nos toman por idiotas (en lo que no les falta razón) y nos invitan subliminalmente a la desobediencia civil.

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22 diciembre, 2005

Tabaco y salud: nos toman el pelo

Tal vez, en el fondo, no esperábamos que lo hicieran; quizás confiábamos estúpidamente en que al final prevaleciera el sentido común. El caso es que hasta que no ha sido aprobada la llamada ‘ley antitabaco’ no han surgido las criticas ni se ha abierto la polémica. En sus idas y venidas del Congreso al Senado y viceversa, el texto llegó a aparecer en algún momento desprovisto de sus rasgos más maximalistas y autoritarios y se generaron algunas esperanzas de que hubiera una reconsideración sobre dos aspectos cruciales de la norma legal: el establecimiento (o conservación allí donde ya existiera) de un área de fumadores en los centros de trabajo y la financiación pública de los tratamientos de deshabituación. No ha sido así.

Si en ‘La Espiral’ del pasado 5 de octubre calificaba el proyecto como “exhibición impúdica de hipocresía”, ahora, tras lo visto y oído, no puedo resistirme a describir a los patrocinadores de esta ley como cínicos desvergonzados e irresponsables. Las afirmaciones de la ministra de Sanidad tildando los tratamientos de deshabituación del tabaco (todos) de ineficaces y apelando a la voluntad de los adictos como única alternativa para abandonar su adicción no merecen otra cosa. ¿O sí? Sí, quizás cupiera apostrofarla de imbécil, pero me resisto a creer que la (o el) titular de una cartera de este o cualquier Gobierno pueda ser precisamente eso.

Anoche participé en un debate televisivo sobre la malhadada ley y con tal motivo consideré oportuno ampliar la documentación de la que disponía sobre el tema. Una parte esencial de la argumentación que me proponía realizar, sin embargo, no tuve oportunidad de plantearla, dado el esquema -lógico en ese tipo de espacios- que rigió el programa. En lo esencial, sostuve que no estamos ante una ley antitabaco, sino ante una normativa antifumador, autoritaria, apresurada e irresponsable, en la medida en que no arbitra soluciones para los problemas que va a crear y porque no toma ninguna medida de peso contra la producción, distribución y venta de la perniciosa droga conocida como tabaco. Se persigue al consumidor casi exclusivamente y se convierte en policía de la propia ley a las todas las empresas en general, en tanto que centros de trabajo que tienen en su plantilla a adictos (es decir, enfermos) y a las de hostelería en particular, en las que los adictos (y los que no lo son) pueden (o no) pasar una parte significativa de su tiempo de ocio.

Señalé la significativa paradoja de que mientras el consumo se persigue y se penaliza, la producción se subvenciona (la CE no tiene previsto poner fin a sus ayudas al sector hasta 2010). Indiqué que la aparición de nuevas marcas baratas de tabaco era la respuesta desafiante de las tabaqueras a la ley y que tales rebajas se financian en gran medida con la desaparición de un gasto que incidía considerablemente hasta ahora en el precio: el de la publicidad que ya no se les permite hacer. Comparé el espíritu voluntarista e irresponsable que alienta esta ley con el sofisma que sostiene que tirarse al agua es la manera más rápida de aprender a nadar (y también de ahogarse, claro). Esta ley empuja a los fumadores al agua a través de la prohibición terminante de fumar en la esperanza (gratuita) de que aprendan a nadar (a no fumar), pero no establece ninguna medida de auxilio para los que corran peligro de ahogarse.

Se quedó en el tintero, por ejemplo, mi escepticismo respecto a las tremendistas estadísticas de Sanidad, que mantienen que 50.000 personas mueren en este país anualmente a consecuencia del consumo del tabaco y que 700 de ellas son fumadores pasivos. La cuestión es que la estimación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de cinco millones de víctimas al año en todo el planeta. ¿Cómo es que a un país que tiene el 0,67% de la población mundial le corresponde el 1% de los muertos totales? ¿Qué parámetros sirven para declarar al tabaco culpable original y único de la muerte de 50.000 personas y en qué márgenes de edad se mueven? Y más inquietante aún, ¿cómo se demuestra por vía clínica y forense que un fallecido lo es como consecuencia de su experiencia como fumador pasivo?

Éstas, en caso de ser formuladas, habrían sido preguntas retóricas, dado que, aunque entre los contertulios había dos médicos, dudo que estuvieran en condiciones de responderlas con el detalle y la claridad necesarios. Por otra parte, expresar este escepticismo hubiera podido hacerme aparecer como un defensor del tabaco, cosa de la que me hallo muy lejos.

Mi escepticismo, sin embargo, subsiste. Creo que nos hallamos ante la deliberada voluntad de convertir al tabaco en causante único o fundamental de una serie de problemas sanitarios que podrían tener otras causas, en coincidencia o no con el consumo de tabaco. Hay una pregunta clave al respecto: ¿Por qué proliferan tanto las alergias en los niños nacidos durante las últimas tres o cuatro décadas? ¿Nacen con menos defensas naturales que las generaciones anteriores? Incluso yo puedo responder sumariamente a eso. La causa es que las criaturas de esas generaciones ingresan en un medio mucho más agresivo que las anteriores, lleno de elementos alergógenos que, en muchos casos, son desconocidos.

Del mismo modo, ignoramos el conjunto de sustancias perjudiciales a las que estamos sometidos a lo largo de nuestra vida, muchas de ellas cancerígenas. La IARC (International Agency for Research on Cancer) tiene catalogados, por ejemplo, 48 compuestos químicos cancerígenos de uso común, pero pueden ser miles los no censados. ¿Y qué se hace frente a ello?

Veamos cómo sale del paso la Comunidad Europea porque ello nos servirá de referencia acerca de lo que podemos esperar y explica en gran medida el fondo del asunto en lo que concierne a la actitud institucional, cínica e irresponsable respecto al tabaco.

Hace unos días el Consejo de Ministros de Industria de la UE puso fin a dos años de estudios, reflexiones, dudas y cabildeos propios y ajenos sobre el nuevo sistema de Registro, Evaluación y Autorización de (productos) Químicos (REACH) que regulará más de 30.000 sustancias presentes en la vida cotidiana y cuyos efectos para la salud son prácticamente desconocidos. ¿Qué decidió? La duda ofende. Su acuerdo fue que sean las industrias las que demuestren que las sustancias que producen no son nocivas. Genial, ¿no?

Lo mismo hizo Estados Unidos con las tabaqueras porque el seráfico imperio, al igual que la UE, parece creer más allá de toda evidencia en la infinita bondad del hombre, al menos cuando éste se halla al frente de una empresa que genera pingües beneficios. El resultado de tan ingenua actitud es sobradamente conocido. La industria tabaquera estadounidense se autoexculpó totalmente mediante informes presuntamente científicos más falsos que un dólar con la efigie de Fidel Castro. Ahora, el Gobierno estadounidense ha visto rechazada su demanda por importe de 280.000 millones de dólares contra las principales empresas “por conspirar para defraudar a la población ocultando los dañinos y adictivos efectos” del tabaco. Nadie esperaba otra cosa. En definitiva, lo que pretendía la demanda gubernamental era poner fin a las reclamaciones individuales multimillonarias contra la industria criminal.

En cuanto a la UE, la filosofía que adopta en el recién aprobado REACH respecto a las sustancias químicas cancerígenas no tiene desperdicio en su clarificadora elocuencia: tales sustancias sólo se autorizarán cuando el fabricante pueda acreditar que están adecuadamente controladas, o cuando los beneficios socioeconómicos de su utilización sobrepasen a los riesgos.

¿Beneficios socioeconómicos o sólo económicos? ¿Quién y con qué criterios establece las prioridades en la vidriosa relación entre los riesgos para la población y los presuntos beneficios socioeconómicos? ¿Existe algún beneficio socioeconómico cualitativamente superior al de evitar todo riesgo a la salud pública?

Espero que ahora haya quedado suficientemente clara la filosofía imperante. Ni nosotros ni nuestra salud son lo más importante para quienes nos gobiernan. ¿O habrá que decir para los que mandan a los que nos gobiernan para que no quede duda de lo que quiero decir?

Resumiendo: nos toman el pelo.

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08 diciembre, 2005

¡Salvad al hombre!

Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del suelo, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles!
Pablo Neruda


Harold Pinter (Londres, 1930) no pudo acudir ayer a la entrega del Premio Nobel de Literatura 2005 que con tanta justicia como oportunidad se le ha concedido. Su salud es tan precaria que tal vez el video en el que envió su discurso de recepción sea su última obra. Será, en cualquier caso, una obra que le resume, mostrándonoslo al final de su vida, y ya para siempre, más airado que nunca contra una realidad global caracterizada por el horror y por la impunidad de quienes lo imponen como instrumento de una voluntad de dominación regida por la avaricia y el desprecio de cualquier consideración moral o ética.

La elección de los versos de “España en el corazón” de Pablo Neruda para enfilar la conclusión de su discurso fue explicada por Pinter porque “en ningún lugar de la poesía contemporánea he leído una descripción tan poderosamente visceral del bombardeo de civiles”. Aquí, precisamente en España, durante la Guerra Civil (que tantos pretenden ahora, interesadamente, borrar de la memoria), comenzó una forma inédita de horror, expresada con insuperable elocuencia mediante los bombardeos de la población civil, algo que poco después, en la segunda guerra mundial, llegó al extremo de lo abominable y alcanzó su máxima y más execrable expresión en el uso del arma atómica contra los habitantes de Hiroshima y Nagasaki.

Del horror de la Guerra Civil española surgió el posicionamiento ideológico irreversible del Neruda que escribió los conmovedores versos de “Explico algunas cosas” que Pinter evocó. De ahí procede también el compromiso de Picasso, que expresó aquel horror y aquella inhumanidad en su “Guernica”. Pinter viene de entonces y de después, del largo e insufrible 'durante' que ha sido el siglo XX y el inicio del XXI, de los que ha sido crítico testigo. Su opción, frente a la muda complicidad de tantos intelectuales y artistas, no es la inhibición, ni el silencio, ni la asunción de la propia impotencia, sino la indignada denuncia de un tiempo en el que “la dignidad del hombre está casi perdida”.

Frente a ello se alza su voz para afirmar que “como ciudanos, la resuelta, insobornable, fiera determinación intelectual de definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una crucial obligación que recae sobre nosotros. De hecho es obligatorio”.

Es un grito de alarma y una angustiada llamada de socorro ‘in extremis’ lo que lanza este autor teatral al borde de su adiós a la vida. Un grito que debería despertarnos a cuantos yacemos enajenados en la cuna del hombre, que, como escribió León Felipe, “la mecen con cuentos”.

Nunca ha habido más cuentos que ahora, ni tan populares, ni tan acríticamente aceptados por las sociedades a las que se dirigen y que, paradójicamente, se describen como avanzadas.

Resulta consolador, por más que se tema estéril, que, frente a tanto bufón y juglar mercenario, sentado indiferente y gozoso a la mesa del poder cuya vocación destructora Pinter denuncia, quede una voz que habla en nombre del hombre real y posible para denunciar que lo más esencial de la especie, la dignidad, está a punto de perecer.

Ojalá su grito transcienda, que una y movilice a la dispersa legión de los disconformes, que vomitan en solitario por todas las esquinas del planeta. Es obligatorio, como él dice. Despertarse y despertar a los demás es obligatorio. Hay que salvar al hombre.

P. S.: Olvidaba decir que la esencia del discurso de Pinter se centró en una crítica demoledora de la política de Estados Unidos y de su presidente, George W. Bush. ¿Hacía falta que yo lo señalase?
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05 diciembre, 2005

Venezuela: La 'victoria' de los perdedores

Quien logra el poder con el auxilio de los grandes se mantiene
en él con más dificultad que el que lo consigue con el del pueblo.
Y no se crea impugnar la opinión que estoy sentando aquí con
objetarme el tan repetido adagio de que quien fía en el pueblo edifica sobre arena.
El Príncipe (N. Maquiavelo)

Hace poco más de un año, en agosto de 2004, apenas dos años después de sufrir un intento golpista que le apartó durante cuatro días del poder, el presidente venezolano Hugo Chávez sometió a referéndum su mandato para terminar con las acusaciones de ilegitimidad formuladas por la oposición y poderosamente amplificadas a nivel internacional. El resultado fue contundente. Recibió el apoyo del 58% de los votantes, frente al rechazo del 41%. La abstención fue entonces, en un contexto de fuerte movilización social, del 30%.

Las cuentas que los partidos de la oposición habían hecho a la hora de decantarse por el boicot a las elecciones legislativas celebradas ayer les daban, en el peor de los casos, un 71% de 'votos favorables', resultado de sumar su porcentaje de votos ausentes (41%) al 30% de abstención aparentemente estructural. Los resultados han sido aún más ‘positivos’ para sus fines, pues la abstención se ha situado en el 75%. Si a ello sumamos que el 11% de los que votaron no lo hizo por los grupos leales al presidente resulta que, según la oposición, la mayoría absoluta de los ‘chavistas’ es ¡ILEGÍTIMA!

Este rizo del rizo antidemocrático seguramente va a ser válido para cuantos, desde hace años, han decretado la caza y captura de Hugo Chávez, oveja negra del subcontinente americano y pésimo ejemplo de independencia e iniciativa para unos gobernantes forzados históricamente a asumir ‘de facto’ que Estados Unidos, sus poderosas multinacionales y sus no menos poderosos socios noroccidentales son los que realmente gobiernan sus países.

El frágil argumento principal de la oposición para justificar su ‘exitoso’ boicot fue la sospecha (gratuita) de fraude electoral. Cuatrocientos expertos (150 de ellos de la UE) han vigilado el proceso y hasta el momento no consta ninguna objeción relevante sobre su limpieza. De lo que sí hay constancia es de que los grupos de oposición rompieron su compromiso, afirmado ante representantes de la Unión Europea y de la OEA, de participar en los comicios.

Pretender convertir una derrota cantada en un victoria apabullante mediante el cómodo expediente de no participar en la confrontación es nuevo -o eso me parece a mi- en la nada edificante historia de la llamada ‘democracia formal’. Y si no lo fuera, no dejaría de constituir un muestra depurada de cinismo con escasas posibilidades de parangón histórico. No es el chavismo quien incurre en ilegitimación, sino quienes deliberadamente han renunciado al único instrumento que concede legitimidad en una democracia digna de tal nombre: las urnas.

En ocho ocasiones precedentes Hugo Chávez ha obtenido el apoyo de su pueblo. Nadie se ha plebiscitado tanto en tan poco tiempo y mucho menos con tal éxito. Eso es lo que resulta imperdonable para sus opositores nacionales e internacionales. ¿Cómo se le hinca el diente a un enemigo declarado cuando cuenta con el apoyo explicito y contrastado del pueblo?

Solucionado. Probando artificialmente que ese apoyo es reducido. Mínimo, insignificante, dirán los que han generado esta situación.

Lo cierto es que, hasta que una próxima consulta pruebe lo contrario, Chávez cuenta con el 58% de los ciudadanos activos de su país y quienes se le oponen, con el 41%. Intentar invertir los resultados de Agosto de 2004 sumando a las filas propias al 30% de los ciudadanos que se abstienen es un truco barato por más crédito que los anti-Chávez le quieran dar.

El 4% restante de abstención es fácilmente explicable:

1) Las elecciones estaban ganadas de antemano, lo cual no es precisamente muy movilizador.
2) Los venezolanos han sido llamados a votar con excesiva frecuencia, lo que, unido a lo primero, explicaría la inhibición.
3) Las elecciones eran legislativas. No era la presidencia de Chávez lo que estaba en juego.

El boicot antidemocrático de la oposición ha creado un grave problema. Y no sólo a Chávez, sino a Venezuela, a su sistema democrático. Y además constituye un grave precedente que, de aplicarse en otros lugares, (en Estados Unidos, sin ir más lejos), ‘deslegitimaría’ a muchos gobiernos vigentes o futuros. La comunidad internacional -empezando por la ONU y siguiendo por la OEA y la UE- deben tomar cartas en el asunto a fin de mediar para que en un futuro próximo se repitan las elecciones legislativas en Venezuela con participación de todas las tendencias.

De lo contrario se estará avalando la posibilidad de un golpe de Estado que sigue cerniéndose claramente en el horizonte venezolano tras el fracaso del que en 2002 encabezó el presidente de la patronal.

El mundo debe ahorrarse a toda costa una nueva vergüenza impune.
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16 noviembre, 2005

Contar ovejas (y no para dormirse)

Siete diputados del PSOE rompieron anoche la disciplina de voto de su grupo en el Congreso de los Diputados durante el debate sobre los Presupuestos Generales del Estado. Se trataba de votar una enmienda del grupo IV-IU-ICV contraria al privilegio que las cuentas del Estado pretenden conceder de nuevo el próximo año a la Iglesia Católica, notablemente superior, según su argumentación, a lo que supondría la aplicación estricta del 0,5% que sus fieles -muchos menos de los que la jerarquía eclesial se atribuye- le adjudican en sus declaraciones sobre el IRPF.

El grupo enmendante, consciente de que su propuesta podría cosechar muchos votos en los bancos socialistas, pidió que la votación fuera secreta, pero el Reglamento -como Marín les recordó- lo impide. Las siete disidencias (cuatro de ellas tibias, dado que fueron abstenciones) no alteraron el resultado previsible porque la enmienda sólo fue apoyada abiertamente por ERC y BNG, además del grupo que la propuso. Eso no les resta elocuencia a la hora de transmitir una realidad nada irrelevante: la disconformidad que existe entre los parlamentarios del PSOE con la actitud claudicante del Gobierno ante una Iglesia que, en clara alianza estratégica con el PP, le ha declarado la guerra precisamente para eso, para mantener mediante el chantaje sus injustificables privilegios.

La confrontación alcanzó el nivel de lo intolerable en los últimos días, frente a las evidencias de que la movilización que condujo a la manifestación multitudinaria del pasado sábado en Madrid se basó en falsedades patentes (las más gruesas de ellas sobre la asignatura de Religión o la libre elección de centro), cuya responsabilidad, por cierto, tanto la Iglesia como el PP no admitirían jamás, pese a que es evidente que la tienen.

También la Iglesia parece haberse sumado al 'todo vale' del PP. Para ella el fin justifica los medios cuando el fin -eso dice- es la supuesta defensa de los derechos de su grey. Ayer, el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, se despachó con una declaraciones en las que afirma que la santa institución a la que pertenece "le ahorra al Estado" cada año 36.060 millones de euros por la prestación de servicios asistenciales, benéficos y educativos, entre otros, mientras que recibe de aportaciones tributarias y consignaciones presupuestarias 132 millones anuales. "No somos -dijo el incólume jerarca- una institución sólo religiosa porque prestamos servicios de beneficencia y tenemos hospitales y escuelas". Naturalmente no hizo mención alguna a los beneficios fiscales que recibe y mucho menos a la inmunidad contable de que disfruta.

Dijo el arzobispo que los referidos 132 millones son “nada”, una cantidad que "no cubre ni el 20%" del dinero que precisa la Iglesia para costear las nueve universidades católicas existentes en España, las 69 diócesis, 75 seminarios y 20.000 sacerdotes, entre otras cosas. Por si no quedaba claro que es prácticamente una miseria -en su peculiar valoración- la aportación del Estado, aseguró que un 75% de lo que percibe la institución procede del IRPF que los ciudadanos destinan a la Iglesia. Para comprender las ‘cuentas del Gran Capitán’ que hace monseñor Ureña hay que tener en cuenta que, "mientras no se demuestre lo contrario", el 95% de la población española se confiesa católica, según él.

Hay que tener filosa.

Parece llegado el momento de que los bautizados que no comulgan con las ruedas de molino de esta Iglesia, -que no es precisamente la de los pobres, que Cristo ofreció inútilmente al joven rico fervoroso- se den de baja para que la jerarquía eclesial separe de una buena vez las churras de las merinas y deje de justificar su demanda de privilegios mediante la falsa atribución de fidelidad de la inmensa mayor parte de los españoles.

A ese fin sería muy conveniente que el proceso de apostasía, más dilatado de lo razonable y trufado de dificultades burocráticas de difícil justificación, no estuviese exclusivamente en las manos de la Iglesia, que no se muestra especialmente lúcida ni diligente a la hora de contar a sus ovejas.
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21 octubre, 2005

Vuelva usted, señor Aznar

Instalados, como estamos en los últimos tiempos, en el delirio y el esperpento, ya casi nada nos sorprende, pero hay que reconocer que la lametada idólatra de Rajoy a Aznar ha hecho subir el termómetro del 'más ridículo todavía'. El malogrado sucesor y esforzado discípulo de 'La Sombra' ha dado el do de pecho en sus ya habituales excesos verbales al afirmar que "viendo lo que está pasando en España", la figura de Aznar "se multiplica por 150 millones, o casi por infinito". Lo que está ocurriendo en España -por si alguien no se ha enterado de la grave emergencia nacional a la que alude- es la admisión a trámite en el Congreso del proyecto de Estatuto catalán, eso que, según 'La Sombra', ha situado a España "al borde del abismo" y resucitado el riesgo de "volver a las andadas".

Los intentos que el Gobierno y el PSOE vienen haciendo para tranquilizar a aquellos a los que el PP pretende quitar el sueño agitando el fantasma de una España rota son neutralizados sistemáticamente por el partido de 'La Sombra', que se halla en campaña permanente para sacar el mayor rédito posible de la inquietud que fomenta con su discurso catastrofista. Saben muy bien los 'populares' que si un nuevo 'Estatut' ha de salir de las Cortes será uno podado y limado de tal modo que quepa en la Constitución. Saben igualmente que las circunstancias demandan de su parte gestos de responsabilidad y coherencia en el debate por venir. La ausencia de tales gestos querría decir que no es su 'querida' España lo que les preocupa sino su 'querido' poder. Que el objetivo es forzar una crisis de Gobierno, o al menos un desgaste considerable, y que no desdeñan ningún recurso para ello, desde la mentira y la intoxicación hasta la irresponsabilidad política.

En este contexto exigir a Zapatero “un gesto de grandeza” para “dar marcha atrás” en su propósito de que sea aprobado un nuevo Estatuto que todos sabemos que no podrá ser el planteado por el Parlamento catalán resulta un exceso notable de cinismo y de cara dura. El término “grandeza” es impropio en boca de quien no ha mostrado ninguna hasta la fecha, aunque -eso sí- hay que admitir que en lo concerniente a dar marcha atrás Rajoy puede dar lecciones a cualquiera que se le ponga por delante. Son ya varias y memorables las ocasiones en que, de un día para otro, se ha comido sus propias propuestas de moderación de la línea y las maneras de su partido. Es un cero a la izquierda, controlado por aquellos que a su vez controla ‘La Sombra’. Pero en su esfuerzo por seguir bajo el foco exhibe una incontinencia verbal lastimosa, a lo que hay que unir una capacidad de reiteración y exageración que ni siquiera es superada por la que tiene para autorrectificarse.

Frente a la inconsistencia, la estupidez y la frivolidad que atribuye a Zapatero, Rajoy, sorprendentemente, no se propone a sí mismo como alternativa. ¡Propone a Aznar! Es paradójico, cierto, pero no sorprendente. Parece lógico que promocione a su amo quien es la voz del que le mueve a él, patético Polichinela, desde las sombras. Rajoy no tiene nada que matizar y mucho menos que oponer al discurso más reciente de su jefe (ver La Espiral, 8 de Octubre). Por el contrario, lo considera “muy razonable”. Para el jefe de la oposición, ‘La Sombra’ “tenía una idea de España, sabía cuáles eran los objetivos de España, tenía una política económica, una idea de España definida y una política exterior que situó a España en un lugar muy distinto del que estuvo en la historia reciente".

Esta frase (literal) no tiene desperdicio como muestra de la hiperglosia reiterativa y vacua del actual líder del PP. Un análisis deconstructivo revela, en lo cuantitativo, que en 41 palabras introduce cuatro veces la misma: “España” y dos veces idéntica expresión: “una idea de España”. Puede que sea un récord.

En lo cualitativo, la cosa es aún peor: Veamos:

- “Tenía una idea (definida) de España”. Gratuito: todos tenemos una idea de España y el hecho de que no sea la misma que la de Aznar, cuya definición no nos consta, no le resta valor ni vigencia. Tal vez al contrario.

- “Sabía cuáles eran los objetivos de España”. Misterioso e inquietante. ¿Los sabía o definía de su mano mayor los objetivos de España (que somos todos)? Dado que nunca se ha realizado una consulta pública para definir tales objetivos, ¿tenía Aznar poderes psíquicos para leer en las conciencias de sus compatriotas? ¿O acaso tenía línea directa con quienes definen los objetivos de España? ¿Son españoles esos definidores?

- “Tenía una política económica”. Nueva gratuidad. ¿Era buena o mala? ¿Adecuada o no? No hay gobierno que no tenga una política económica. Tenerla no constituye un mérito especial.

- “Una política exterior que situó a España en un lugar muy distinto del que estuvo en la historia reciente”. Más de lo mismo. Distinto no significa necesariamente mejor. ¿Era ese ‘lugar’ el más adecuado y conveniente? ¿Respondía a los intereses y las convicciones de los españoles? ¿Reportó algún beneficio significativo?

Como se puede ver, el concepto de discurso vacío cobra nueva dimensión cuando Rajoy abre la boca.

Pero el jefe de la oposición, pese al cuadro trágico que se empeña en describir, también intenta ser ‘graciosillo’ (*) ocasionalmente, como cuando sugiere que el viejo y reiterativo “váyase usted, señor González”, marca de fábrica de su nunca bien ponderado jefe, está siendo sustituido por el “vuelva usted, señor González”. ¿No es más cierto que en el seno del PP y entre sus votantes más coriáceos existe un implícito y aún silencioso clamor que dice “vuelva usted, señor Aznar”?

Me temo que así es. Y eso (la vuelta de Aznar) sería lo justo: que quien diseña la estrategia la protagonice con todas sus consecuencias. Una cosa es recitar la lección aprendida de carrerilla y con vehemente sobreactuación, como hace Rajoy, y otra muy diferente es creérsela. El candidato más adecuado para el PP es el que cree lo que dice, o cuando menos cree que lo que dice es lo más conveniente para que el partido recupere el poder perdido por su mala cabeza. Ese hombre no puede ser otro que ‘La Sombra’.

Así pues, vuelva usted, señor Aznar. Regrese usted, que multiplica por infinito su propia personalidad y transcendencia histórica frente al alfeñique político que actualmente gobierna esta España de sus amores, situada “al borde del abismo”. Vuelva y plebiscítese. Recoja los frutos de su idea de España, de su política exterior ‘distinta’. Proponga usted “los objetivos de España”, que tan bien conoce. Constate en cifras las consecuencias de su estrategia catastrofista, de su oposición desleal y destructiva. ‘Su’ España le necesita a usted y rechaza las imitaciones.

Por cierto, tengo una duda matemática. Y es que soy de letras, para lo cual no hay cura, aunque en este caso tengo una vaga intuición: ¿Cero por infinito es igual a...?
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(*) Escuchen la 'gracia'

09 octubre, 2005

En la montaña rusa

Dice la obvia sabiduría rural que no se debe poner el carro delante de los bueyes. Y la razón es muy simple: el carro no va a ir a ninguna parte con tal planteamiento. Sólo un idiota, un borracho o un provocador situaría a los sufridos astados frente al carro. Por la misma razón, no se puede posicionar un estatuto de autonomía frente a la Constitución porque la Carta Magna no se va a mover por más que los bueyes autonómicos pretendan empujarla.

El proyecto de reforma del Estatuto catalán afirma, entre otras cosas impropias pero menos nítidamente anticonstitucionales, que Cataluña es una nación y que España es un Estado plurinacional, pese a lo cual los padres del invento juran y perjuran que el texto es coherente con aquel del que nace su derecho a la autonomía. Sin embargo, si en algo es claro y prolijo el texto constitucional es en la definición y enumeración de los derechos y competencias respectivas de las autonomías y del Estado. Y no hay error posible: España no se define como un Estado plurinacional y a ninguna autonomía se le reconoce el derecho a autodefinirse como nación.

Para que fuera viable la reforma estatutaria, salida del Parlament a modo de extensa y fantasiosa carta a los reyes magos, la Constitución debería ser reformada. Esa reforma, que no puede ser indefinidamente aplazada, se impone como necesidad para normalizar la sucesión monárquica, estableciendo el derecho de las mujeres al trono. En teoría -sólo en teoría- tal oportunidad podría ser aprovechada para retocar algunos otros aspectos del texto que los legisladores originales, condicionados por las frágiles circunstancias de una transición política permanentemente amenazada, no osaron ni plantearse.

Una de las reformas necesarias, a mi juicio, es la redefinición del Estado como una entidad federal. Un desarrollo claro e inequívoco de este concepto podría servir para poner fin al permanente forcejeo entre los nacionalismos periféricos y el Estado, pero exigiría un consenso político muy amplio, que debería ser confirmado con igual o mayor amplitud en referéndum. Todo indica, en cualquier caso, que la actual situación no es en absoluto propicia a tal reforma. Y la causa-madre se llama Partido Popular.

Sin esa previa reforma constitucional, el texto salido del Parlament catalán es inviable. Y, en coherencia con el precedente del Plan Ibarretxe, debería ser pura y simplemente rechazado por el Congreso. Si no lo es se marcará, de modo innecesario e imprudente, una diferencia de trato que sólo tiene como base los intereses partidistas del PSC y del PSOE, cuyos gobiernos se sustentan en la alianza con los protagonistas más caracterizados del texto cuya aprobación se pretende.

La pretensión de negociar la reforma de la reforma del proyecto estatutario no va a conseguir otra cosa que añadir tensión y poner en bandeja al PP, durante tanto tiempo como dure esa negociación (previsiblemente larga), la oportunidad de hacer su juego destructivo con mayor eficacia y rentabilidad política que la obtenida hasta ahora.

Los españoles han comenzado a estar hartos de la montaña rusa emocional en la que la irresponsabilidad partitocrática les ha embarcado. Unos, crédulos al catastrofismo del PP y al discurso delirante de su legión mediática, temen que, como dice ´La Sombra’, España se balcanice y vuelva “a las andadas”. Otros lo que temen es que el discurso del miedo prospere y volvamos a otras andadas, las de antes del 14-M, es decir, a un Gobierno ‘popular’. E incluso los más serenos se declaran crecientemente hastiados e indignados por el discurso demagógico y oportunista de todos los nacionalismos, incluido -por supuesto- el que el PP representa.

El partido de ‘La Sombra’, obsesionado por deteriorar por cualquier medio a Zapatero, está obteniendo por primera vez, con el tema del Estatuto catalán como bandera, réditos claros de su machacona táctica. La continua repetición de que fue Zapatero quien prometió aceptar el proyecto que saliera del Parlament ha penetrado en las conciencias y hace aparecer al presidente del Gobierno como un alegre irresponsable, un frívolo cantamañanas que no sabe dónde está pinado. Para lograr tal efecto, tanto el PP como los medios que le son fieles descontextualizan la promesa. Ocultan celosamente que fue realizada en otoño de 2003, en un mitin electoral de la campaña catalana, y que Zapatero aún no era presidente ni se esperaba que lo fuera. La mayor parte de la gente ignora este hecho, que no es precisamente irrelevante.

No es Zapatero sino Maragall el culpable de esta situación. Aferrado a la poltrona, temeroso de unas elecciones anticipadas, ha evitado emplear la firmeza frente a sus socios de ERC, enfrentados en una competición de exigencias con una CiU a la que estar en la oposición le hace surgir su particular mister Hyde. Como consecuencia, Maragall ha lanzado la pelota al tejado de La Moncloa y depositado la patata caliente en manos del presidente del Gobierno.

Ahora, apresado entre dos fuegos, el Gobierno pide árnica a quien, en la medida en que se considera beneficiario político de la situación, no planea utilizar otros recursos que la desautorización más implacable y el chantaje como alternativa. Para el PP mientras más dure la inquietud, mejor. Ni siquiera descartan lograr la división del PSOE. Están felices.

Y mientras tanto, los ciudadanos mareados y vomitando en la montaña rusa.
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08 octubre, 2005

El antiespañolismo más 'español'

De nuevo nos llegan noticias de las actividades exteriores del ex presidente Aznar (alias ‘La Sombra’, para ‘La Espiral’) y de ellas sólo cabe concluir que lo que ha podido ser considerado hasta ahora como una crítica tan simplista e insidiosa como demoledora al Gobierno español, nacida de un rencor incontinente, empieza a tener visos de un rampante antiespañolismo ‘de facto’.

¿Paradoja? Así podría pensarse si tenemos en cuenta la autodefinición de ‘La Sombra’ y de su partido como guardianes de la patria, pero no lo es tanto si se considera que la derecha española ha sucumbido siempre a la inaceptable tentación de confundir sus propias convicciones e intereses con los de la nación. Desde esa ‘filosofía’ política se puede perder no sólo el sentido de la medida -cosa habitual en los últimos tiempos- sino también el norte.

Para juzgar este extremo basta considerar el esperpéntico retrato al minuto de España que ‘La Sombra’ ha puesto ante los ojos, probablemente desorbitados, de varios cientos de empresarios reunidos en México en el Foro Mundial de la Negociación, candidatos potenciales a invertir en nuestro país o a formar alianzas con empresas españolas beneficiosas para nuestra economía.

Según el ex presidente, “España corre riesgos serios de desintegración y de balcanización”, se encuentra en la perspectiva de “una grave crisis nacional”, situada “al borde del abismo”, y podría “volver históricamente a las andadas”. En resumen, el cuadro que nuestro patriótico ex presidente ha pintado ante personas susceptibles de tomar posiciones positivas o negativas para los intereses nacionales, y por ende para la sociedad española, llega a insinuar la posibilidad de una guerra civil. ¿De qué otro modo cabe interpretar las expresiones “balcanización” o “volver a las andadas”?

El pasado mes de febrero el PP llegó a pedir el cese inmediato del embajador en Londres, Carlos Miranda, y la comparecencia parlamentaria del ministro de Asuntos Exteriores por el supuesto ‘espionaje’ a Aznar durante una viaje de éste a la capital británica. La demanda tenía su origen en una información difundida por el diario “La Razón”, según la cual el jefe de la legación habría enviado al titular de la cartera una nota “secreta” detallando las actividades de ‘La Sombra’ en Londres.

Naturalmente, el ministro Moratinos desmintió que existiera dicho ‘espionaje’ y encuadró dentro de la normal actividad de una legación diplomática que informe del paso o la estancia de un ex presidente por un país determinado. E incluso que actúe para facilitarle cualquier gestión o solventarle cualquier problema si fuera preciso. A mi, a la vista de los acontecimientos, empieza a no parecerme tan descartable ni tan improcedente ‘controlar’ las actividades exteriores de este ex presidente en particular.

Se me objetará que ‘La Sombra’ no dice en el exterior nada que no diga en territorio español. Tal vez sea así, pero en política es el contexto en que se hacen y dicen ciertas cosas lo que marca la diferencia que media entre un exagerado catastrofismo o una estrategia destructiva y la deslealtad e incluso la traición.

Lo que se dice dentro de los límites nacionales tiene, en principio, un objetivo y una transcendencia exclusivamente nacional y los ciudadanos lo percibimos como parte del juego político, compartamos o no la visión que se nos transmite. Ciertamente, los corresponsales de medios extranjeros pueden recogerlo con todo detalle y sus directores destacarlo como les parezca conveniente. Eso forma parte de una lógica que nadie objeta por muy irreal o destructivo que sea el discurso que se difunde.

Sin embargo, cuando se viaja al extranjero para dirigirse a una asamblea cualificada o para entrevistarse con personas de alto nivel, con capacidad para adoptar decisiones importantes en relación con los intereses de España, y se les transmite sin matices ese mismo panorama en negro, que describe falsariamente una situación de pre-guerra civil, se puede llegar a incurrir en algo muy diferente de la mera oposición desleal al Gobierno. Algo que puede ser evaluado como muy grave y ante lo cual el Estado -que somos todos- no puede ni debe permanecer indiferente.
Para oir las palabras de Aznar.
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05 octubre, 2005

¡Ilegalizadlo, hipócritas!

No tienen remedio. Y nosotros, por su culpa, mucho menos. Me refiero a los políticos e incluyo, en este caso, prácticamente a todos y de todos los colores, desde el presidente del Gobierno para abajo. El tema al que me refiero no es un grave asunto de Estado, aunque podría llegar a serlo, que por menos se montó el motín de Esquilache. Los posicionamientos ante la reforma del Estatut, por ejemplo, también pueden ilustrar eficazmente la farsa política en toda su extensión, pero sería preciso entrar en matizaciones y disquisiciones que, al menos en este momento, se me antojan sumamente aburridas, a la par que inútiles.

Fin del suspense: de lo que se trata aquí es de la normativa restrictiva del consumo del tabaco en público, cuestión que ha concitado el mayor consenso político que yo recuerde en muchos años. El Congreso ha aprobado hoy un texto que, entre otras cosas, prohíbe fumar (tabaco) en los centros laborales, incluso en los espacios habilitados a ese fin; impone severas limitaciones en bares y restaurantes y penaliza no sólo al que incumpla la normativa, sino también a quien tolere el incumplimiento (o a quien el denunciante crea que lo tolera, que no es lo mismo necesariamente).

La futura ley -aún a falta del trámite en el Senado, en el que no cabe esperar retoques significativos- tiene, según la portavoz del PSOE en la comisión de Sanidad del Congreso, un ‘espíritu sanitario’, razón por la cual la propuesta de CiU de permitir fumar en lugares específicos del centro de trabajo por el bien de la 'armonía laboral' fue rechazada hoy.

También hoy, en un gesto de lucidez y objetividad que a estas alturas podría ser calificado incluso de sorprendente, sus señorías acordaron rebajar de grave a leve el carácter de la falta de fumar o permitir fumar en lugares de prohibición total. No obstante, las multas previstas oscilan entre 30 y 600 euros, cantidad esta última que soy incapaz de imaginar qué clase de actividad relacionada con el tabaco puede sancionar: ¿un fumadero clandestino?

Cabe compadecer -de acuerdo con el contenido de la ley- a los hosteleros que dispongan de un local de 101 metros cuadrados porque no podrán optar libremente por declararse de fumadores o de no fumadores, como los de 100 o menos, sino que tendrán que acotar herméticamente un espacio máximo de 30,3 metros si quieren beneficiarse de la visita de los réprobos y viciosos inhaladores de humo nicotínico, que probablemente no se sentirán muy a gusto en tan estrecho 'ghetto' y optarán por los locales pequeños. ¿Y por qué no permitir que todos los negocios de hostelería, independientemente de su tamaño, se definan como fumaderos o no fumaderos?

Pero hay más, como señalaron hoy ERC e IU-ICV. ¿No es una grave y elocuente contradicción prohibir absolutamente fumar en los centros de trabajo -por el bien de los trabajadores, claro-, y permitir que los ‘curritos’ de hostelería se intoxiquen a pleno pulmón? Por supuesto que sí. Pero toda esa ley, teóricamente elaborada por el bien de la salud pública, es una exhibición impúdica de hipocresía, algo mucho peor que la incoherencia y el exceso beato que caracteriza a algunas de sus exigencias.

Si la cuestión es tan grave como la describen sus señorías -cosa que, como fumador empedernido que soy, no dudo en absoluto-, lo lógico es ilegalizar la venta y el consumo del insano y adictivo producto, puesto que no es otra cosa que una droga cuyo consumo conlleva graves consecuencias. Ahí les quiero ver, afrontando el asunto con un par, negando al Estado una de sus tradicionales fuentes de ingresos, mandando a sembrar coles -o lo que tengan a bien- a los cultivadores de tabaco insulares y peninsulares y condenando a los estancos a vender chucherías.

A mi personalmente me vendría muy bien que ilegalizasen el tabaco porque no me veo persiguiendo a un 'camello' para que me pase una cajetilla con la que aplacar mi 'mono'. Aunque tal vez sea mejor ser un drogadicto perseguido por consumo ilegal de tabaco que un drogadicto tolerado según dónde y perseguido, según cuando, por su propio 'camello' por la vía legal, por la económica y por la inmoral. Porque -no nos engañemos- lo que la hipócrita normativa que se va a imponer a partir del día 1 de enero no puede disfrazar u ocultar es la profunda inmoralidad en la que tiene su origen.

Un 'camello' consumado resulta, en definitiva, mucho más moral que estos padres de la patria que fingen querer salvarnos de nosotros mismos a base de impuestos, prohibiciones y multas. Cualquier cosa antes que ilegalizar lo que nos mata. ¡Hipócritas!
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29 septiembre, 2005

África trágica

Ocho muertos. Ese es el escandaloso saldo provisional que arrojan las fronteras de Ceuta y Melilla -en apenas un mes- tras las cinco muertes que se produjeron la pasada madrugada en la primera de las mencionadas plazas españolas en el continente africano. Y esto ya clama al cielo. Inútilmente, por desgracia.

El Gobierno, tras descartarlo inicialmente, ha decidido comprometer a las fuerzas armadas en el control fronterizo, ante los reiterados asaltos que se vienen produciendo. Marruecos se ha implicado desde hace tiempo en la tarea de impedir la inmigración ilegal y lo hace, según todos los indicios, con considerable brutalidad y constatable eficacia. Es precisamente esa brutal eficacia la que motiva la sucesión de avalanchas, organizadas casi militarmente. Estamos hablando de desesperación en estado puro.

Los subsaharianos que protagonizan los asaltos saben que las puertas se cierran, que la valla se eleva, que el tiempo se acaba. La mayoría de ellos han invertido todos sus magros ahorros en la aventura de entrar en Europa. En muchos casos han atravesado medio continente africano, afrontando incontables riesgos y penurias, para tratar de sumergirse en un mundo que les rechaza -y a ellos les consta- no sólo por ser extranjeros sino también por el color de su piel. Nada de eso les arredra si al final se salvan a si mismos y a sus familias, que con un sueldo mínimo de cualquier país de la UE pueden alimentarse durante meses.

El tema se presta a todo tipo de sesgos, simplificaciones y demagogias. Una de las más miserables entre ellas apareció en negro sobre blanco recientemente en el Wall Street Journal, diario estadounidense en el que el sombrío ex presidente Aznar tiene vara alta por motivos en cualquier caso incomprensibles, El infecto artículo utilizaba los incidentes de Melilla para confrontarlos sarcásticamente con la alianza de civilizaciones que Rodríguez Zapatero predica y comparaba la valla de Melilla con el muro de Cisjordania en beneficio de éste, que sirve -se decía- para contener el terrorismo.

Insidias aparte, la sociedad española corre en este asunto el riesgo de que los árboles le impidan ver el bosque. Sería un error asumir como cierto -por ejemplo- el argumento del inefable Acebes, que atribuye las avalanchas humanas en Ceuta y Melilla al ‘efecto llamada’ que supuso la regularización extraordinaria (y supuestamente última) de inmigrantes ilegales que concluyó el pasado mes de mayo.

La propia expresión ‘efecto llamada’ es un engendro demagógico. La llamada del ‘bienestar’ europeo es permanente -e independiente de las circunstancias legales- por la simple razón de que también es permanente y no tiene visos de solución el asedio del hambre, la enfermedad y la guerra sobre la mayor parte de los habitantes del continente africano. Permitir que quienes logran entrar ilegalmente en España y consiguen medios de vida legítimos se mantengan en la ilegalidad permanente sólo puede ser bueno para los intereses de empresarios sin escrúpulos que les explotan y maltratan. Para todo lo demás es negativo, desde el orden público, como evidenciaron los sucesos de El Ejido (Almería) de febrero de 2000 y otros menos notables a nivel mediático, hasta la Seguridad Social y la Hacienda Pública, defraudadas por el ‘empleo negro’.

El bosque cuya visión obstaculizan los árboles de la demagogia, el egoísmo y el prejuicio debe contemplarse desde una perspectiva global, la que nos muestra un continente asolado secularmente por los cuatro jinetes del Apocalipsis y sobre cuyo destino buena parte de los países europeos -incluida España- tienen un responsabilidad ineludible, en la medida en que fueron la causa (y en muchos casos lo siguen siendo) de sus males.

La colonización intensiva de África fue tan tardía como desaprensiva y su fase febril coincide con la industrialización europea en un contexto de crecimiento demográfico notable. El objetivo era la apropiación de sus materias primas, en especial minerales y metales preciosos. Los países europeos, entre ellos algunos tan aparentemente irrelevantes como Bélgica, se lanzaron a una ocupación enloquecida y se repartieron el continente sin la menor consideración para sus habitantes, uniendo y dividiendo naciones (eso es lo que eran, al menos en germen, lo que seguimos llamando hipócritamente etnias) e imponiendo desde el desprecio sus normas y valores a sociedades que generalmente se hallaban en una situación prehistórica.

La descolonización, tras la segunda guerra mundial, fue todavía más precipitada e inescrupulosa. Aquellos países, nacidos artificialmente del reparto colonial, fueron abandonados a su suerte, generalmente en manos de dictadores surgidos de las milicias coloniales o de presidentes aupados en inverosímiles democracias-títeres, que, con raras excepciones, no tardaban en convertirse en déspotas crueles, ladrones de su propio pueblo y sólo sumisos a los intereses de la ex-metrópoli, siempre resistente a abandonar la explotación de los recursos de la ex-colonia y la tutela interesada de su política interna.

Los países africanos no llegaron a conocer una industrialización digna de tal nombre, sus habitantes permanecieron en gran medida ajenos a la cultura y el paso del tiempo no ha hecho otra cosa que empeorar la situación en la mayoría de ellos. La solución no es sencilla ni puede ser improvisada. La mera ayuda humanitaria (en el caso no siempre probable de que llegue a su destino) no basta para contener la hemorragia. África precisa desarrollarse económicamente y para ello debe abrir mercados justos para sus materias primas y obtener por ese medio los recursos precisos para financiar una industrialización que le permita generar empleo, plusvalía y renta. Eso, obviamente, no se improvisa ni se alcanza en una década. Y menos si el resto del mundo no colabora honestamente

¿Es honesto Tony Blair en su propósito de redimir a África? El primer ministro de Reino Unido (que preside ahora mismo la Unión Europea), aparece desde hace algunos meses como el campeón de la causa africana. El problema es que la credibilidad de un político que comulga con los principios neoliberales de deslocalización, desregulación y privatización es muy limitada. Contribuir al desarrollo africano no sólo exige ideas claras, sino también apertura de mente, creatividad y respeto a la singularidad. Pero por encima de todo requiere generosidad. Intentar recolonizar África so pretexto de salvarla, imponerle la utilización de semillas modificadas genéticamente -como se está haciendo- o dirigir su economía en el sentido más conveniente para intereses ajenos sólo podría empeorar las cosas.

Está claro, en cualquier caso, que si la Unión Europea pretende frenar la invasión de inmigrantes ilegales, a cuyo fin ha presionado al Gobierno español y éste al marroquí de modo tan intenso como insistente, la solución no es construir vallas insalvables, ni instalar sofisticados sistemas de control de movimientos en la frontera, ni emplear impropiamente al ejército, sino hacer algo útil, digno y desinteresado por un continente que está perdiendo definitivamente la esperanza, hecho al que Europa no es ajena en absoluto.
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21 septiembre, 2005

'Espe' no se entera

Esto es sólo para explicar que considero el matrimonio homosexual (y el que no lo es) una especie de anacronismo, algo muy distante del carácter de “avance social” que se le quiere atribuir. El matrimonio es, en resumen, un contrato. Y ese contrato garantiza unos derechos que, en estos tiempos, pueden reconocerse y acordarse libremente entre ciudadanos de cualquier sexo, raza o credo en lugares tales como notarías, registros de la propiedad, ayuntamientos... En el caso de que hubiera mala fe por una de las partes, las leyes protegen los derechos de los integrantes de una pareja o de una familia de hecho tanto como los de cualquier cónyuge o hijo de un matrimonio civil. Hay jurisprudencia que lo prueba.

¿Entonces?

Comprendo -aunque me cuesta- que algunos/as homosexuales, en su lógico empeño por buscar la igualdad y la ‘normalización’, encuentren especial satisfacción en el hecho de que su unión pueda recibir el mismo nombre que la de los heterosexuales y que el trámite civil concluya con el beso de rigor y la lluvia de arroz. Nadie está libre de mayores o menores debilidades pequeñoburguesas. Uno esperaba que quienes han sido perseguidos, marginados, ridiculizados e incluso repudiados por sus familias a causa de sus preferencias sexuales se abstuvieran de tropezar en la misma piedra que sus ancestros, pero ya se sabe que la historia es paradójica. Tanto como su principal actor, el ser humano.

Lo que no comprendo es qué daño le hace el matrimonio entre homosexuales al matrimonio heterosexual, o a la familia en concreto. Y esa ha sido y es la cantilena de la iglesia católica. Podría entenderse la postura eclesial si las parejas del mismo género pretendieran casarse por lo ‘sagrado’, pero, dado que conocen bien el paño que se guarda en las sacristías y en las severas oficinas del Vaticano, ese está muy lejos de ser el caso.

Esa iglesia célibe y misógina, que se niega a conceder el más mínimo ápice de igualdad de derechos a las religiosas, se empeña en ‘entender’ de asuntos que no le competen. Ni se plantea -porque no le interesa- los porqués de que cientos de miles de españoles que nunca fueron vistos por la parroquia aparezcan en ella sólo para casarse y ... hasta el próximo funeral. Prescinde de la inmoralidad e incluso del probable sacrilegio que puede subyacer tras esa arraigada práctica social del matrimonio canónico, que tiene mucho más que ver con la “pompa y circunstancia” que con la fe.

Por las mismas razones, mira hacia otro lado ante las crecientes evidencias de que su seno, cada día menos fértil, está siendo invadido por ‘vocaciones’ que, con frecuencia, buscan un armario blindado en el que esconderse y resistir a las debilidades de la carne ‘non sanctas’. Cuando estas frágiles criaturas caen se tiende un espeso muro de silencio y se protege al ‘débil’ aunque haya abusado del más débil, como en los casos nada infrecuentes de pederastia. Eso sí que le hace daño a la familia, al menos a la familia de la criatura que creía haber puesto la formación y el destino de ésta en las mejores manos posibles.

De la iglesia uno ya sabe qué esperar, tras haber vivido la dilatada experiencia del integrismo franquista y contemplado cómo el sangriento dictador, al que sólo le tembló la mano a causa del parkinson, era cubierto por el palio destinado en principio a amparar la hostia consagrada. No hay nada menos democrático que la iglesia católica. Sobran evidencias e incluso se han consolidado y acrecentado durante el largo pontificado de Karol Wojtyla.

Del PP, sin embargo, parece que todavía nos queda mucho por aprender. Tras el matrimonio morganático entre la AP de Fraga, franquista hasta las cachas y repleta de ex ministros y ex altos cargos del Régimen, con la autodisuelta UCD de Suárez, centrista si no por convicción sí por necesidad y conveniencia histórica, nos tiene en un sinvivir. Hasta el segundo mandato -con mayoría absoluta- parecía ser de centro derecha. A partir de ahí nos mostró sin grandes escrúpulos sus reflejos autoritarios, arrogantes e incluso chulescos; su derechismo de raiz, en definitiva. Pero cuando perdieron el poder también perdieron los papeles y cada día más parecen un partido de ultraderecha, aunque, eso sí, vestido con un ropaje neoconservador y presuntamente democrático. Sin complejos, en cualquier caso.

Sin embargo, algo chirría cada vez más en su interior y ese chirrido llegó a ser horrísono cuando Acebes anunció el recurso de inconstitucionalidad contra el matrimonio homosexual. Si el desarrollo de la cuestión ya fue de por sí significativamente accidentado desde el punto de vista informativo (anuncio matutino de Acebes, matización vespertina de que cualquier decisión se tomará tras considerar los estudios jurídicos, confirmación en 24 horas de que sí se va a presentar...), las declaraciones de Esperanza Aguirre hoy, en TVE, no dejan lugar a dudas sobre el hecho de que se ha pasado del chirrido de las ruedas mal engrasadas al golpeteo de las bielas a punto de romperse.

No es la presidenta de Madrid -que ocupa tal puesto gracias a irregulares circunstancias de todos conocidas- un personaje de fidelidad dudosa o de veleidades liberales. Esperanza Aguirre es ‘de confianza de toda la vida’ y más aznarista que otra cosa, pero no le gusta perder. Y parece tener claro que si el PP presenta el recurso de inconstitucionalidad contra el matrimonio homosexual ella puede despedirse de esa franja del electorado al que ha tratado de mimar. Como ha subrayado, también es presidenta de los homosexuales y no quiere dejar de serlo de todos los madrileños, homosexuales o no. Dice que el recurso no va a ser entendido como muestra de coherencia jurídica con la Constitución, sino como “un ataque a los homosexuales”. Y le sobra razón. Como le sobra al colectivo gay del PP, que ha llegado a asegurar expresamente que tal medida es propia de la ultraderecha. Lo que me pregunto es qué hacen éstos en el PP. Ellos sabrán, imagino.

El problema, me parece, es que el PP habita ideológicamente en los Estados Unidos, merced a la conexión privilegiada de su ideólogo en jefe, José María Aznar, con la carcundia neoconservadora republicana. Allí, en su día, se hizo una lectura de los resultados electorales en California y también en los comicios presidenciales que consideró clave las posturas adoptadas respectivamente por demócratas y republicanos respecto a los derechos de los homosexuales en general y a su matrimonio en particular. Ese posicionamiento habría sido la causa de la derrota de los demócratas y de las victorias de Schwarzenegger y Bush, según ciertos augures.

La conclusión, en definitiva, era que la postura antigay es electoralmente rentable por cuanto moviliza a favor el voto mayoritario. Claro que España no es Estados Unidos. ¿O sí? No, mientras el PP no vuelva a La Moncloa. Vamos, digo yo.

¡Ay ‘Espe’, es que no estás al día! Págate en la FAES un cursillo de neofascismo, digo, de neoconservadurismo antes de que te den cada dos por tres ‘la carrera del señorito’, como al inefable desayunador de sapos llamado Mariano Rajoy le dan los sonrientes y ufanos triunviros que Aznar le puso como escolta, esos cuya cabeza pedía el iluso Piqué.
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17 septiembre, 2005

La 'Sombra', la voz de su amo

Aznar resucitó ayer en Nueva York para protagonizar una cóctel-conferencia en el lujoso y vetusto hotel Waldorf Astoria al módico precio de 70 dólares ‘per capita’. Apenas un centenar de personas se beneficiaron de las sabias enseñanzas de este ‘caudillo’ del neoconservadurismo ‘a la americana’. Por si las cotizaciones de estos eventos sirven como referencia, baste decir que el almuerzo-charla de Rodríguez Zapatero, paladín de la ‘alianza de civilizaciones’, se valoró en 3.000 dólares. El ‘star system’ político no se engaña.

Dije más arriba que Aznar resucitó, pero más bien fue exhumado de modo oportuno y deliberado para servir a los fines del ‘Tío Sam’. Su ‘speech’ estaba previsto inicialmente en Washington, pero en plena ‘cumbre de la ONU’ la capital estadounidense es un desierto político así que, desde el mes de abril, la actuación de Aznar había cambiado de escenario. De lo que se trataba era de tener en la ciudad que es sede de la ONU, aunque necesariamente fuera del foro, a alguien que le amargara la fiesta al presidente venezolano Hugo Chávez, bestia negra de la administración Bush y una de las obesiones predilectas de ‘la Sombra’ (la que dirige el PP, la que lo es de lo que fue).

También se trasladó a Nueva York, adelantándose a la fecha habitual -y con el mismo objetivo- la presentación del informe anual que el ‘gran gendarme’ mundial se permite elaborar, con sus propios cálculos y sesgos, sobre le tráfico de drogas internacional. Este año el informe en cuestión contenía un varapalo para Venezuela, pese a que los índices cuantitativos eran incluso inferiores a otros previos, que habían merecido una felicitación.

Aznar, el informe sobre tráfico de drogas y ciertos problemas artificialmente creados con los visados de los guardaespaldas de Chávez eran la bienvenida que Washington tenía preparada para el presidente venezolano, que se preveía -y se acertó- llegaba con el hacha entre las manos, especialmente después de que, con total impunidad, el ayatolá evangelista Pat Robertson hubiera pedido al gobierno estadounidense su preciada cabeza.

El pregón de Aznar fue el previsible porque el ex presidente del Gobierno español lo es hasta el hastío. Si habla de la revisión de los estatutos de autonomía saca a relucir el terrible fantasma de la ‘balcanización’ de España; si el tema es el terrorismo insiste en que no hay que preguntarse por sus causas (premisa que ya sólo el sostiene en todo el ancho y ajeno mundo) y en que no hay que negociar, sino derrotarlo; si el tema es la democracia, arremete contra el régimen castrista (con razón, en el sentido de que no es una democracia) y contra el ‘populismo bolivariano’ de Chávez (gratuitamente porque Venezuela mantiene el sistema parlamentario y su presidente ha sido elegido con elocuente consenso por el pueblo al que EE UU y Aznar quieren ‘salvar’).

‘Pinónfijo’ Aznar trató en su ‘coctelhomilía’ sobre "Los desafíos y oportunidades de América Latina", tema en el que es, como todo el mundo ignora, un ‘reconocido’ experto. Y por supuesto que le dio toda la tiza del mundo a Fidel Castro, ese provecto ‘dictador’ comunista, pero la prioridad de su látigo liberador/liberalizador fue Chávez, al que, siguiendo su costumbre -que ya parece una superstición- no nombró. El presidente venezolano fue descrito por nuestro gran ideólogo como “el problema más serio” que actualmente afronta Latinoamérica (desde la óptica estadounidense, claro). Habló nuestro profeta del “sueño de una revolución continental” financiada por el petróleo que exporta sus ideas "antiliberales y antidemocráticas" allá donde puede.

Y al hablar del petróleo mentó la bicha porque, seamos serios, ¿preocuparía tanto a Aznar y a sus amigos la ‘revolución bolivariana’ de Chávez si Venezuela no nadase en la abundancia de petróleo? Por supuesto que no. Chávez no sería otra cosa que una especie de inocuo ‘chiflado’ predicando en el desierto. Si preocupa a EE UU, cuyo abogado más caracterizado en la lengua de Cervantes es el ex presidente español, es porque tiene petróleo, precioso mineral que los 'halcones' de Washington pretenden controlar a toda costa. Y no sólo se trata de que Venezuela tenga petróleo, sino también de que Chávez lo utiliza como palanca para la redención de millones de sus conciudadanos, que se hallan bajo el umbral de la pobreza, y como instrumento económico de trueque y apoyo a los países del área, ninguno de los cuales anda sobrado de nada, como no sea de problemas.

La tranquila (si le dejan) ‘revolución bolivariana’ no preocupa seriamente a los auténticos defensores de la democracia, sino a los promotores de la globalización neoliberal y salvaje, resueltos a conquistar el mundo por la vía de la compra de sus recursos a precio de saldo y la colonización de las economías nacionales. Esas gentes -entre ellos Aznar- cuando hablan de libertad se refieren exclusivamente a la de mercado, que no tiene nada de libre en la medida en que se rige por la ley del más fuerte y utiliza la política y, si lo juzga preciso, la milicia (véase Irak) como instrumento ‘liberador’ al servicio de su fin depredador.

Como cabe esperar siempre que ´la sombra’ habla de peligrosos revolucionarios, tales que Castro o Chávez, no olvidó dedicar sus flores envenenadas a Rodríguez Zapatero, ese peligro público que, no conforme con su empeño en “romper España”, anda comiendo el coco al planeta con su inquietante “alianza de civilizaciones” (una idea pueril, dijo Rajoy que era en su día) frente al “choque de civilizaciones” que cierto ‘ideólogo a la violeta’ de nombre Huntington ha impuesto en el ideario ‘neocon’. Dijo el sin par que la bandera española ha pasado de estar entre la de las barras y las estrellas y la de la ‘Union Jack’ en las Azores a situarse entre Castro y Chávez, ese par de forajidos internacionales. Como retrato al minuto de brocha gorda estas imágenes no tienen precio, aunque su valor es aún mayor como autoencefalograma de quien las diseña. Todo un filósofo político el hombre que dirige la FAES.

Lo cierto es que hay una foto indeleble del ‘triángulo imperial’ de las Azores, con la mano de Bush tiernamente posada sobre el hombro de Aznar, pero no existe la otra, que el ex presidente ha pintado en su calenturienta imaginación. A cambio, la imagen de Zapatero junto a Erdogan y Annan, patrocinando un mundo de entendimiento teóricamente posible , sí que es una contraimagen elocuente de la de Azores, de la que tan absurdamente se ufana ´la Sombra’.

Patético Aznar, que, para colmo de males, leyó su conferencia en inglés con una pronunciación manifiestamente mejorable y asesinó la lengua de Shakespeare cuando tuvo que responder a las preguntas. ¿Sería demasiado pedirle a quien dijo hablar catalán en la intimidad y salió de una entrevista con Bush con un vergonzante acento de intérprete anglotexano que haga un curso de inmersión, que bien puede permitírselo con las gabelas de sus conferencias y charletas “all over the world”?

Sí, seguramente sería un desafío imprudente a su natural arrogancia. Y además 'la Sombra' podría argumentar que si su ‘amigo’ Bush jr preside Estados Unidos pese a sus ya legendarios gazapos en inglés ¿por qué no va él a chapurrearlo a nivel de primer curso de ESO?

Y quizás tenga razón. Mientras le paguen... Pero qué vergüenza, aunque sea ajena.
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13 septiembre, 2005

No sólo hiede en Nueva Orleans

Jamás podrían adivinar cuál fue una de las primeras medidas de emergencia adoptadas por George W. Bush tras el desastre del ‘Katrina’. ¿Por qué? Porque es inimaginable. El nada diligente (para cosas más importantes, como se ha visto) jefe del Estado ordenó suspender la vigencia del Acta Davis-Bacon en los estados afectados por el huracán. Dicho acta garantiza a los trabajadores en diverso tipo de obras o iniciativas financiadas por el Estado unos salarios nunca inferiores a los vigentes en el área geográfica en la que se desarrolla la tarea. La suspensión de la Davis-Bacon significa, en definitiva, que quienes trabajen en las labores de reconstrucción de las zonas devastadas van a cobrar lo que decida el contratista de turno, siempre -seguro- bajo el mínimo vigente en cada estado o ciudad.

Obviamente, la mano de obra estará integrada en la mayor parte de los casos por las propias víctimas del desastre. Es decir, que si esa legión de negros desheredados tiene la fortuna de conseguir un trabajo éste estará infrapagado por decisión del Gobierno estadounidense, el mismo que les ha abandonado a su suerte antes y durante la emergencia creada por el ‘Katrina’. Difícilmente puede concebirse un sarcasmo más cruel ni elocuente acerca de la naturaleza real del poder actualmente asentado en la Casa Blanca.

En teoría esa suspensión de derechos laborales (regulados desde 1931) estaría justificada como una generosa cesión al Estado por parte de personas supuestamente movilizadas por la solidaridad ante una grave situación. Su sacrificio beneficiaría a todos en la medida en que ahorraría dinero al erario público. En la práctica los motivos no son en absoluto solidarios y mucho menos filantrópicos. Y, por supuesto, a nadie se le va a preguntar si cede voluntariamente una parte de su sueldo. A quienes realmente va a beneficiar la suspensión del Acta Davis-Bacon es a las empresas contratistas. De eso es de lo que se trata.

Entre las primeras empresas adjudicatarias de contratos relacionados con la corrección de los daños causados por el ‘Katrina’ están algunas cuya vinculación con la Casa Blanca es conocida e incluso muy polémica, como Halliburton, de la que fue presidente Dick Cheney hasta que ocupó un cargo mucho más importante y sin duda más rentable: la vicepresidencia de una gigantesca corporación conocida por las siglas USA. Por supuesto, en este caso, como en el de Irak, el contrato ha sido adjudicado sin licitación alguna, lo cual se justifica ahora por la urgencia, lo que no pudo aducirse en el precendente iraquí.

Desde el pasado febrero, Halliburton tiene en nómina como ´lobbista’ (conseguidor, por decirlo finamente) de su filial Kellogg Brown and Root (KBR), que es la beneficiaria nominal de la contrata, a Joe Allbaugh (a los lectores de la anterior “Espiral” seguro que les suena familiar), director de campaña de Bush en 2.000 y ex presidente de la FEMA (digamos que protección civil), hasta que cedió la plaza a su amigo Michael Brown, que primero fue retirado de las responsabilidades relacionadas con la gestión de la crisis causada por el huracán y finalmente ha dimitido. Favor que se ha hecho a si mismo y a la nación.

Pero antes de irse, Brown ha favorecido cuanto ha podido a los amigos. Shaw Group, que también contrató a Allbaugh como lobbista (casualidades de la vida que todo estado democrático debería investigar), ya ha recibido un contrato de 100 millones de dólares por parte de la FEMA y otro más por la misma cantidad del cuerpo de ingenieros del ejército.

Bechtel, que también consiguió contratos sin concurso previo para la ‘reconstrucción’ de Irak, ha sido seleccionada por la FEMA para dar acogida temporal a los refugiados de las zonas afectadas. Su consejero delegado, Riley Bechtel, fue elegido por Bush en su día para formar parte de un consejo consultor en materias de exportación. Un amiguete, vamos.

Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara de Representantes, pidió el pasado domingo la creación de una comisión antifraude que supervise los contratos y garantice que el dinero de los contribuyentes “se gasta de forma efectiva”. Dadas las circunstancias es lo menos que se puede pedir, pero no parece que el Partido Demócrata quiera ir muy lejos en sus ataques a Bush. Hasta qué punto la moderación demócrata puede deberse a cierto grado de complicidad o al deseo de actuar de modo constructivo ante la grave crisis que se ha creado es difícil de determinar.

Lo cierto es que Estados Unidos parece ahora mismo a punto de sumergirse en una de las mayores debacles de su historia. A la radical división creada por la guerra de Irak, que se manifestó en las últimas elecciones, en las que significativamente participó un número inédito de electores, se une ahora la indignación racial. A la mayor parte de los afroamericanos nadie puede convencerles ya de que fue la casualidad lo que hizo que los suyos hayan sido las principales víctimas del ‘Katrina’ y que se tardase tanto en reaccionar frente el desastre.

Probablemente en un intento de silenciar las críticas, Bush ha admitido hoy, por primera vez, alguna culpa en la deplorable gestión de la crisis del ‘Katrina’. Ha reconocido que no cumplió ‘plenamente’ con su trabajo. Es mucho más de lo que se pudo obtener de él tras la confirmación oficial de que Irak no tenía armas de destrucción masiva, pero no es gran cosa si se tiene en cuenta la dimensión del fracaso estrictamente personal cuya imagen han ofrecido dentro y fuera de Estados Unidos el huracán y sus secuelas.

Al paso que van las cosas, con la nación crecientemente dividida, Irak convertido en un callejón sin salida y con una democracia inviable, las crecientes evidencias de que la corrupción forma parte inalienable del bushismo y el debilitamiento económico en perspectiva, yo no daría un duro por que Bush llegue a terminar su mandato. Quien no se ha cansado de pedir una “América fuerte” está poniendo de manifiesto hasta lo inefable un nivel de incompetencia, debilidad y fragilidad que le hacen candidato a ser derribado por un pequeño soplo de verdad.

¿Pero quién, entre tanta mentira, manipulación, prejuicio, ignorancia y miedo, se atreverá a decir que el rey está desnudo?
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10 septiembre, 2005

Estado de coma

Se ha valorado de un modo excesivo el relevo de Michael Brown al frente de la coordinación de la crisis creada por el huracán ‘Katrina’. No se le ha cesado como subsecretario de la Secretaría (ministerio) de Seguridad Interior, responsable de la FEMA, la Agencia Federal para la Administración de Emergencias, que ha fracasado estrepitosamente. Sigue en su puesto, de vuelta en Washington, y ahí se mantendrá si no tiene la decencia de dimitir, como debería. Simplemente ha sido sustituido en la gestión de la crisis por el vicealmirante Thad Allen, que, aparentemente, sí sabe lo que hay que hacer.

Con esta decisión, Bush pretende desviar el punto de mira del ojo público, que le apunta con insistencia como responsable máximo de lo sucedido en los estados de Luisiana, Misisipí y Alabama y, muy especialmente, en la ciudad de Nueva Orleans (NO), pero ni siquiera tiene el coraje de cesar al réprobo. Y la razón es muy simple, como todo lo que se refiere a George ‘Dubya’ Bush. Uno no puede decir un día que Brown ha hecho “un trabajo extraordinario” en la gestión de la crisis y despedirle poco más tarde por incompetente. Y ese es el caso. En su preocupación por mostrar a un país traumatizado por las evidencias tercermundistas de NO que se había hecho lo correcto, el presidente había elogiado la labor de un inútil elegido para el cargo por él mismo. Doble culpa la suya, pues, en la medida en que no admite ninguna.

¿Pero quién diablos es este Michael Brown al que Bush mantiene en su puesto como reponsable de “prevención y respuesta” frente a los desastres? Pues es precisamente un desastre de persona, un mediocre abogado de Oklahoma que le debe su posición al hecho de ser amigo de un amigo de Bush. El último trabajo conocido de Brown antes de ingresar en la Administración de la mano de su viejo compañero de habitación de los días colegiales Joe Allbaugh fue el de presidente de la Asociación Internacional del Caballo Árabe. ¿Supuso alguien que el conocimiento de esta raza equina le cualificaba de cara a la amenaza del terrorismo islámico?

En cualquier caso, sarcasmos aparte, lo cierto es que la creación de la Secretaría de Seguridad Interior y la integración en ella de la FEMA es consecuencia directa del ataque terrorista del 11-S. Y es igualmente cierto que la prevención y la respuesta a un hipotético ataque con armas de destrucción masiva es parte fundamental del no menos hipotético trabajo de la subsecretaría adjudicada a Brown. Probablemente el terrorismo de la naturaleza, mucho más frecuente y destructivo, había pasado a un segundo plano. Lucidez 'a la Bush'.

Antes de ser integrada en el nuevo ministerio, la FEMA había sido dirigida por Allbaugh, el compañero de habitación de Brown y director de la campaña electoral de Bush en 2000. El amiguete, al irse, recomendó al especialista en caballos árabes para montar un animal aparentemente apacible y gustoso que ha resultado finalmente un cimarrón indomable. Brown no dimitirá si no quiere o si tiene la suerte de que acaben las críticas que le asedian, pero está políticamente muerto. En un ‘western’ alguien le habría dicho ya: “Nunca debiste salir de Oklahoma, forastero”.

Las muestras de incompetencia de Brown han sido muchas, aún antes del ‘Katrina’, como enviar 31 millones de dólares a zonas de Florida supuestamente afectadas por un huracán que no lo habían sido en absoluto e intentar justificarlo después. El “Florida Sun-Sentinel”, que reveló el affaire, pidió entonces su dimisión. Ahora, tras el ‘Katrina’, ya la demanda a gritos.

Entre los errores de este bueno-para-nada y beneficiario de la lacra del amiguismo, que surca a todo lo ancho y alto la administración Bush, está haber suspendido totalmente -y apenas iniciadas- las tareas de salvamento y evacuación de víctimas en NO, pese a ser emprendidas con tanta tardanza, después de que un helicóptero fuera tiroteado. ¿Era acaso la 'big easy' un hervidero de francotiradores que hacía imposibles las tareas de la FEMA en toda la extensión de la ciudad? Más bien Brown careció de la autoridad necesaria para ordenar a sus subordinados que se siguiera la tarea tras ese incidente aislado, evitando -por supuesto- toda posibilidad de peligro. De ese modo contribuyó a convertir una gigantesca emergencia humanitaria en una cuestión de orden público, enfoque que fue muy del gusto de ‘Dubya’ pues le permitió dar prioridad al tema en el que es un reconocido especialista quien dio rienda suelta a la pena de muerte durante su época como gobernador de Texas y tiene a gala reducir la tolerancia a cero.

Otra muestra de la eficacia del ‘nepotizado’ Brown: cinco aviones de transporte C-130, solicitados a la Guardia Nacional Aérea de West Virginia para tareas de evacuación en Luisiana, hubieron de regresar de vacío a su base tras enfrentarse a un caos burocrático infernal y a una indescriptible desorganización. Es “una vergüenza deplorable”, dijo el gobernador Joe Manchin, al tiempo que anunciaba que no se realizaría ninguna otra operación mientras la FEMA no se aclarase.

Por si faltaba un clavo sobre el féretro político de Michael Brown, la prensa se ha cebado -justificadamente- en el hecho singular de que en la web de la FEMA un ‘invento’ del ayatolá evangelista Pat Robertson -el mismo que días antes pedía la cabeza de Hugo Chávez para usarla como pisapapeles- aparezca en tercer lugar (tras la Cruz Roja y America Second Harvest) en el lista de organizaciones autorizadas para canalizar la ayuda a las víctimas del ‘Katrina’.

‘Operation Blessing’ (Operación Bendición, que así se denomina el invento) había desaparecido silenciosamente hace tres años de la lista de la FEMA, en coincidencia con ciertas denuncias que llevaron a una investigación (inútil, claro) sobre el desvío de fondos caritativos a intereses mineros del ‘ultracristiano’ en África y a la financiación de iniciativas políticas propias. ¿Qué ha podido motivar su estelar reaparición ahora, tras la nada evangélica petición al Gobierno de que asesinase a Chávez? Seguramente es cuestión de afinidades profundas entre Brown y Robertson, las que surgen cuando dos ambiciosos canallas se identifican entre sí como tales.

Hasta aquí lo que concierne a Brown, que no es poco. Pero las deficiencias del semi-reprobado amigo del amigo no pueden hacernos olvidar que el máximo responsable de las consecuencias trágicas del ‘Katrina’ es el amigo-jefe; que Bush no sólo desoyó antes del desastre las peticiones de NO para evitar la tragedia mejorando los diques, sino que después, cuando todo estaba consumado en tres estados de la Unión, mostró una gélida e incomprensible pasividad. Y al hacerlo puso en evidencia -más allá de un obvio déficit de humanidad- su rampante incompetencia.

Ahora, tanto él como sus fieles adláteres y corresponsables, lanzan gigantescos chorros de tinta de calamar sobre realidades transparentes. Incluso el ex secretario de Estado, Colin Powell, ha sido sacado de su retiro para sostener dos de las principales tesis de la Administración Bush: que los errores se cometieron a todos los niveles de la Administración (local, federal y estatal) , lo que descarga parcialmente de responsabilidad al Estado, y que no ha habido nada parecido al racismo en el tratamiento de la crisis.

Antes de sacar a su ‘tío Tom´ favorito a la palestra, Bush ya había movilizado a su ‘tía Tomasa’, Condoleezza Rice, pero la sustituta de Powell tiene entre los de su raza mucho menos carisma que su predecesor, que, en un tono supuestamente crítico, ha dicho precisamente aquello que el presidente estadounidense necesita llevar a la conciencia de los ciudadanos, afectados o no, y en especial a los de color. Dos tercios de la población negra de Estados Unidos están convencidos de que la magnitud del desastre y la prolongada desatención a las víctimas está directamente relacionada con los prejuicios raciales. ¿Pueden Rice o Powell convencerles de lo contrario por muy ‘brothers’ que se pongan?

Formulémonos la pregunta por vía indirecta. ¿Es imaginable una situación como la que han sufrido y sufren Luisiana, Misisipí y Alabama en estados de la misma costa, pero más al norte, como Pennsylvania, Massachussets o Maine? Digan conmigo que no. Si tal cosa sucediera ante la indiferencia y pasividad del Estado George W. Bush tendría ante sí en 24 horas un petición de ‘impeachment’ por negligencia en el deber (una de las causas previstas constitucionalmente, en la que ha incurrido de modo clamoroso).

Pero en lugar de ello, presidirá una comisión creada por él mismo para determinar “lo que se hizo bien (sic) y lo que se hizo mal”. Con un par, y ante la pasividad general, el acusado se convierte en juez. Inefable.

Si Thomas Jefferson levantase la cabeza hoy caben dos posibilidades: o se pegaría un tiro al contemplar en qué se ha convertido su sueño o lanzaría una diatriba apocalíptica contra todas las magistraturas del Estado y llamaría a los ciudadanos a las armas, que para eso defendió que las tuvieran.

La democracia estadounidense no está simplemente más o menos enferma, como tantas. La tragedia del ‘Katrina’ ha tornado su techo de cristal y lo que puede verse, además de las roturas, es que se encuentra en coma.

¿Irreversible? Es de temer que sí, al menos mientras la ciudadanía no despierte. Y desde hace al menos siete décadas se viene haciendo todo lo posible para que no lo consiga.
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04 septiembre, 2005

No es la guerra, estúpido

Las situaciones de emergencia sacan a la luz lo mejor y lo peor del ser humano. Esa es una realidad más que suficientemente documentada. En tales casos, desgraciadamente, suele predominar lo peor. Un conjunto de individuos que se saluda cordialmente, se cede el paso en educado gesto o acaricia la cabeza del niño del prójimo con simpatía, se transforma, si un barco se hunde o un edificio se incendia, en un grupo salvaje cuyos integrantes se agreden sin consideración para subir al primer bote o salir por la puerta más cercana. Eso es lo que suele describirse como pánico colectivo y con frecuencia ha causado más víctimas que el propio siniestro que lo provoca.

Cuando la emergencia se prolonga y se impone la necesidad de una coexistencia pacífica y en la mayor medida posible solidaria, la situación cambia y se evidencia que las ‘ovejas negras’ son una ínfima minoría, aunque violenta y carente de escrúpulos. El resto de los individuos simplemente trata de sobrevivir apoyado en los suyos o en los más afines entre los próximos.

Entre los miles de refugiados en el Centro de Convenciones de Nueva Orleans se hallaba una diputada autonómica catalana (del PSC) con su familia que, con voz generalmente serena, nos ha transmitido la crónica dramática de la situación que se vivía. Entre las revelaciones de Lourdes Muñoz hay una muy significativa, aunque apenas sugerida: lo poco que han logrado comer o beber ella y su familia procedía del pillaje y les fue entregado por 'los delincuentes'. Es decir, en la situación desesperada que se vivía algunos se organizaron para obtener lo más necesario. Y no lo hicieron por interés de lucro ni por egoísmo estrictamente personal, sino atendiendo, en una situación de extrema necesidad, a la primera ley de la vida: la supervivencia.

Cuando no hay policía para detener a los abusadores ni para ayudar a nadie; cuando tiendas y supermercados están cerrados y no se puede adquirir lo más esencial; cuando el Estado abandona a la gente durante cinco días en una situación propia de la edad de piedra ¿quién puede defender que las víctimas se dejen morir pasivamente, como ganado estabulado, inmoladas ante el dios de la propiedad privada?

En ese contexto dramático resulta surrealista e indignante escuchar el balbuceo del presidente de la nación hablando de “tolerancia cero” y dando prioridad al concepto de ley y orden, con el envío incluido de comandos especiales, como si Nueva Orleáns hubiera sido tomada por una guerrilla revolucionaria en lugar de ser la víctima desgraciada de su imprevisión previa y de su inactividad inmediata ante la tragedia. La existencia de algunos grupos armados de delincuentes que han aprovechado el vacío de poder no justifica, en modo alguno, tal actitud desproporcionada.

La amenaza de la gobernadora de Luisiana, la republicana Kathleen Blanco, al advertir de que los soldados que llegaban tenían muy buena puntería, que tirarían a matar y que contaban con su aplauso, está en el mismo nivel de delirio de su presidente, pero suena aún de un modo más terrible.

Se ve que los republicanos funcionan especialmente en la onda militarista. Cuando el presidente tomó tierra tras su primer vuelo de reconocimiento sobre la costa del golfo de México en el Air Force One dijo algo así: “es como si hubiéramos sufrido un ataque exterior devastador”. Lo cierto, sin embargo, es que esta tragedia no es atribuible a los soviéticos, hace tiempo desaparecidos, ni a Al Qaeda, ni a Fidel Castro. No hay coartada.

No es la guerra, estúpido George W. Bush. Es directamente una derrota anunciada, que pudo ser evitada o minimizada y no lo fue por tu ineptitud, cómplice de la inmoralidad de un sistema que te elevó y te sostiene donde estás porque, además de ser un convicente tonto útil, tienes pedigrí.
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