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09 marzo, 2012

Banca: buenas prácticas 'voluntarias'

El Código de buenas prácticas para la banca ante la tragedia de los desahucios tiene todas las trazas de ser un brindis al sol, destinado quizás a cimentar la anunciada victoria del PP en las elecciones de Andalucía. La emisión de tal normativa supone que hay malas prácticas, prácticas injustas y lesivas. Entonces, ¿por qué no han empezado ya a cortarlas? ¿por qué es de carácter voluntario su cumplimiento? ¿No es absurdo?

En cualquier caso, la AEB (Asociación Española de Banca) ha echado sin tardanza su cuarto a espadas: "Las entidades bancarias están teniendo que asumir funciones contra la exclusión social que corresponden a las Administraciones Públicas", han dicho. Y aunque aseguran tener "la mejor disposición" subrayan que "una política eficaz para combatir la exclusión social debe basarse, sobre todo, en atacar sus causas y no solo en paliar sus efectos"


Ahí lo han clavado, pero el dardo es de ida y vuelta. La situación actual no sería tan grave sin la decisiva participación de la banca en la creación e hipertrofia de la 'burbuja inmobiliaria', que ha llevado a la economía española al desastre. Sólo por esa simple razón el Código de buenas prácticas debería ser de obligado cumplimiento. La argumentación bancaria no puede ser más cínica.
 

03 septiembre, 2011

Breve



‘Negligencia’ bancaria.- Calificar como negligencia lo que a todas luces fue mala fe es un mal comienzo, una prueba de que el Gobierno Obama no va en serio contra los causantes originales de la gigantesca crisis económica que vivimos. Aquí no hay negligencia, sino culpa y ésta se extiende no sólo a los bancos que se mencionan sino también a la gerencia de la 'víctimas', Freddie Mac y Fanny Mae, así como a las agencias de 'rating', cómplices necesarios y eficaces del fiasco.

28 junio, 2010

Breves



Afganistán: misión imposible.- Cada vez es más evidente que Afganistán es un nuevo Vietnam, sin victoria militar posible y sin solución política factible. El número de muertes de soldados de la coalición que protagoniza la operación bautizada enfáticamente "Libertad perdurable" crece cada año desde 2005 (131) de modo inquietante y experimentó en 2009 (521) una escalada que se confirma este año (317, mediado 2010) . A estas alturas el número total de muertos es de 1.885, de los cuales 1.139 son estadounidenses, 309 británicos y 437 de las restantes fuerzas de la coalición. ¿Qué hace España ahí como miembro de una OTAN que está traicionando sus objetivos fundacionales sin que la puesta al día de sus fines haya sido debatida democráticamente?


¿Para qué sirve el G-20?.- La reunión del G20 en Toronto, tan esperada, tan crucial y decisiva en teoría, se ha cerrado con un balance prácticamente irrelevante. La declaración final ha llegado a una especie de solución de compromiso entre el énfasis que la UE pone en la prioridad de reducir el déficit y la deuda y el que pone EE UU en el crecimiento. Cada cual actuará como más le convenga para superar la crisis. Es decir, no existe la unidad de acción deseable. En cuanto a la reforma financiera, imprescindible para garantizar que determinadas medidas sean eficaces y -sobre todo- para evitar que lo sucedido se repita, el debate queda aplazado hasta noviembre. El tiempo pasa y las soluciones se aplazan. No sólo no hay unidad, tampoco parece existir voluntad política frente a las exigencias de la banca para que se mantenga el 'status quo'.

10 febrero, 2010

De la 'ruina' española y sus causantes (III)

Hoy, tras la insólita visita de la vicepresidenta Salgado a las instalaciones del  'Financial Times' y su entrevista con sus responsables, el implacable diario recoge velas en un editorial. Acepta que la situación de Grecia y la de España no tienen nada que ver; que España tiene "un plan serio" para mejorar su posición, la cual llega FT a comparar con la de Reino Unido, con ventaja para España. Eso no le impide dudar de la determinación real del Gobierno para llevar a término las medidas necesarias, que, en su opinión, no deben tener tanto en cuenta el déficit -que juzgan aceptable, dadas las circunstancias- como "el desempleo crónico y la rigidez del mercado laboral".

Algo era ello: la famosa "rigidez" que impide que los empresarios puedan reducir los costes laborales e invertir (supuestamente) más. He ahí la piedra en el zapato zapatero. No hay que preguntarse cuál es la filosofía económica de FT ni a qué intereses responde su línea editorial. Lo que no le gusta a este diario ultraliberal (ni al Wall Street Journal, dicho sea de paso) ni a los 'hedge funds' que han protagonizado el ataque al euro es la permanencia de signos del estado de bienestar. Quieren que todo el monte sea orégano, pero ese parece ser sólo uno de sus propósitos.

Quienes han atacado al euro parecen pretender también, mediante ese hostigamiento, amedrentar a los países que pretenden introducir controles y limitaciones -nacionales e internacionales- a su actividad para evitar que suceda otra catástrofe económica como la que está teniendo todavía hoy (¿y hasta cuando?) gravísimas consecuencias en la mayor parte de los países del mundo.

'Le Monde', diario francés ajeno a las manipulaciones del capitalismo indecente e impune,  glosa hoy la crisis griega en un editorial bajo el título "Especulacion", en unos términos desgraciadamente infrecuentes en la 'mainstream' mediática mundial. Señala en primer lugar la amarga paradoja que supone que, un año después de que los estados de ambas orillas del Atántico salvasen a la banca mediante inyecciones de dinero estimadas en el 25 por 100 del PIB, los mismo bancos beneficiarios ataquen a los países endeudados por su causa.

El ataque es considerado, en primera instancia, como una acción meramente especulativa, pero ¿cabe descartar segundas intenciones? Centrémonos por ahora únicamente en el aspecto especulativo. Sólo con eso ya hay materia suficiente para el escándalo y la inquietud. Una parte importante de la deuda europea (y por ende de la griega) está en manos de los tres grandes bancos que a su vez prestan dinero a los 'hedge funds' que han atacado al euro: JP Morgan, Goldman Sachs y Deutsche Bank.

La especulación se ejerce fundamentalmente sobre los CDS (credit default swaps), que actúan como seguro ante la posibilidad de impago de la deuda. La especulación sobre esos peculiares y delicados instrumentos financieros, el 75 por 100 de los cuales están en manos de los bancos referidos, puede, llegado el caso, hundir a un país. Los rumores infundados sobre la dudosa fiabilidad de la deuda de España son los que han generado una gran inquietud en los mercados y consecuentemente en el Gobierno, que parece haber actuado eficazmente para atajar sus efectos devastadores.

El problema con los 'hedge funds' es que -al igual que el resto del mercado financiero, pero en mayor grado y con mayor virulencia- "pueden actuar de manera concentrada y con un máximo de publicidad para arrastrar al mercado en el sentido que les convenga". Son poderes fácticos guiados en principio por la codicia y que pueden conducir a crisis gravísimas si generan un efecto dominó alarmista o, como en el origen de la crisis sistémica, si promocionan productos virulentamente tóxicos como una oportunidad interesante de inversión.

Volvamos al principio de esta serie de artículos para subrayar la urgencia imperiosa de que los estados, de común acuerdo, procedan a implantar medidas de control de los mercados financieros que eviten no sólo la reproducción de una crisis general como la que sufrimos ahora sino también maniobras indecentes como la que ha tenido como destinatario el euro. Esas medidas deben ser globales e inflexibles. Sin ellas estamos a merced de un contrapoder financiero que aparece cada vez más con tintes de cospirador contra los poderes políticos.

(Continuará)

27 diciembre, 2008

La economía virtual (y IV): Cuando para la música

Advertencia. Quien no haya visto detenidamente el documental "El dinero es deuda" ( el dinero como deuda, en traducción literal) no va a entender gran cosa de lo que se argumenta a continuación o creera que está ante una serie de afirmaciones gratuitas. Por ello reitero encarecidamente su esclarecedora contemplación.

La revelación de que el dinero lo generan los bancos y de que su 'creación' se hace en base a las deudas que con ellos contraen los clientes privados, corporativos y públicos (gobiernos incluidos) seguramente es un revelación casi insoportable -por su falta de lógica- para cuantos hemos vivido en la ignorancia de esa realidad, que es en sí misma una amenaza permanente a la estabilidad económica y al bienestar general. El hecho de que el denominado sistema bancario de reserva fraccional haya permitido la creación de dinero con un ratio de nueve a uno -superado de modo considerable en los tiempos más recientes- nos dice, sin lugar a dudas, que la economía virtual lleva consigo la semilla del colapso y la ruina a plazo más o menos largo.

En el documental al que nos referimos alguien (A. Gause) compara el sistema de reserva fraccional con el juego de 'las sillas musicales', en el que mientras suena la música no hay perdedores. Así es, pero a una escala gigantesca y extraordinariamente injusta. En este juego de la economía virtual son miles de millones los danzantes y centenares las sillas. Éstas, además, están ocupadas en su mayoría, desde el principio del juego, por quienes ejecutan la música. Cuando la partitura llega a su fin, como ocurre en estos momentos, es el caos. En esos (estos) momentos es posible percibir que todos nos hallamos inmersos en un gigantesco fraude piramidal como víctimas de él, un fraude de escala planetaria que los gobiernos no han sabido o querido (sí han podido, sin embargo) prever y evitar.

El vídeo 'El dinero es deuda' nos señala el auténtico talón de Aquiles del 'esquema Ponzi' legal (que no legítimo) en vigor a escala global. Más allá del absurdo consistente en que el dinero que se crea sea deuda, es decir un futurible, una virtualidad, y también más allá del hecho de que si todas las deudas se pagasen en un momento dado el propio sistema se autodestruiría, hay algo que escapa a la virtualidad, una contigencia real y operativa en todo momento. Hablamos del gigantesco desfase que se crea a largo plazo entre el conjunto del dinero creado mediante la deuda y el conjunto del dinero debido (principal más intereses). El dinero de los intereses pertenece a la economía real, no lo crean los bancos a través de la deuda sino que procede de los salarios o beneficios de los deudores. Dado que su pago está dividido y aplazado y que su montante supera con mucho al de la deuda, la falta de liquidez monetaria en el conjunto del sistema está llamando permanentemente a la puerta.

Las señales de alarma no han faltado desde los años 80, expresadas mediante una sucesión de crashes sintomáticos que lejos de moderar la especulación la han acentuado. El gráfico siguiente es muy elocuente al respecto (pulsar para ampliar):


En este otro gráfico (pulsar para ampliar) es posible seguir con detalle la evolución del índice Dow Jones entre junio de 2007 (crisis de las subprime ) y octubre de 2008.




¿Cabe alguna explicación lógica para la escalada de 2.500 puntos que tiene lugar en poco más de un trimestre, entre el verano y el otoño de 2007? No, es un puro delirio. A no ser que... Sí, a no ser que quienes han estado poniendo la música, los dueños de la partitura, hayan decidido que es el momento de pararla. Ellos tienen la capacidad necesaria para orquestar un crescendo extraordinario como ese para realizar por última vez beneficios gigantescos y deshacerse con la mayor rapidez posible del papel sobrevalorado. A partir de ahí el índice se desploma prácticamente en vertical en el verano de 2008.

En una situación 'normal' e ideal (inexistente) las cotizaciones en bolsa de las acciones deberían estar directamente relacionadas con las ganancias de las empresas, o al menos con su previsión de beneficios, que a su vez condicionarían los de los inversores. Lejos de ser así, los mercados bursátiles no tienen más que una relación remota (virtual, una vez más) con la rentabilidad del capital productivo (o sea, con el valor real). La ley del valor está ausente de los mercados bursátiles y la diferencia entre los beneficios reales de las empresas y el valor teórico de las acciones ha llegado a alcanzar una dimensión de irrealidad inédita en toda la historia del capitalismo.

Esta crisis, a partir de los parámetros dados, era inevitable y su profundidad será tanto más grave y duradera cuanto más tarde en establecerse una relación más realista entre la economía real y la virtual. Dado que el caos financiero no ha terminado de extender sus secuelas al tejido productivo y al empleo es muy probable que nos hallemos ante una depresión de largo recorrido y consecuencias sociales y políticas muy azarosas.

Debemos revisar la idea de que nos hallamos ante una de las crisis cíclicas del capitalismo. El propio acortamiento de los cíclos críticos evidencia que esta es una crisis esencial del sistema, una evidencia incontestable de su insostenibilidad, que es permanente, no circunstancial. La idea del crecimiento constante y acelerado, en la que se basa el conjunto del sistema, es pura y simplemente suicida y la globalizacion acentúa los riesgos inherentes a la imposibilidad de controlarlo todo eficazmente -aunque algunos se digan capaces de hacerlo-, para el bien común, mediante la virtualización de la economía y las politiquillas monetaristas.

Es el trabajo, la producción lo que construye la auténtica riqueza, no la especulación, que la multiplica artificialmente hasta destruirla. Si nada se modifica, cuando la economía se reactive asistiremos a la evidencia de que el capital global se ha concentrado en menos manos aún de las que ya lo estaba y constataremos una acentuación dramática del principio tácito de que el enriquecimiento extraordinario de una ínfima minoría se fundamenta y alimenta en las carencias, en muchos casos esenciales, de una creciente mayoría. Dejaremos así, en algún momento, de situarnos pasivamente ante un fraude intolerable para hallarnos ante un 'casus belli' ineludible.

¿No basta ya de engaños? ¿No son suficientes las pesadillas?

15 diciembre, 2008

Economía virtual (II): Madoff, por ejemplo


Bernard Madoff tiene una biografía de éxito típicamente americana, una historia de progreso personal construido desde la nada en la 'tierra de las oportunidades'. Según su propio relato, en 1960, con 22 años, inició su empresa, 'Bernard L. Madoff Investment Securities', con un capital de 5.000 dólares obtenido trabajando como socorrista e instalador de sistemas de riego. A los 50 años no sólo era multimillonario, sino que además era reconocido como uno de los pilares de Wall Street. Nunca terminó la carrera de Derecho, pero ¿qué falta le hacía cuando contaba con la confianza de una legión de gente que le entregaba lo que más quería: su dinero?

Ex presidente de NASDAQ, el mayor mercado bursátil de Estados Unidos, se le identifica con la revolucionaria informatización de las transacciones, que democratizó y abarató la participación en la Bolsa. De ahí al estatus de gurú de las finanzas no hay distancias. Madoff era un mito incontestable, un tótem intocable. Tal vez él haya sido la primera víctima de su credibilidad generalizada.

No es verosímil que durante casi medio siglo haya mantenido un fraude en el que pagaba a los que reclamaban sus beneficios con los ingresos que le proporcionaban los nuevos clientes. Lo más probable es que en algún momento su negocio familiar, basado en ofrecer altos rendimientos, se hundió y él emprendió una trágica huída hacia delante, con la esperanza de que la situación mejorase. Nadie lo sabe. Nadie puede afirmar con certeza casi nada en relación con un fraude estimado por él mismo en 50.000 millones de dólares, un importe superior al agujero generado por Lehman Brothers, otro paradigma de la solidez y la confianza que había funcionado sin problemas desde 1850.

"Era todo una gran mentira, un gigantesco esquema Ponzi". Eso es lo que habría declarado el propio Madoff a algunos colaboradores. El hombre que empezó con 5.000 dólares su negocio había recibido en las últimas semanas peticiones de reintegro de sus clientes por un importe de 7.000 millones de dólares. Todo lo que tenía disponible era un capital entre 200 y 300 millones con el que -dijo- pensaba resarcir a "algunos empleados seleccionados. familia y amigos". Su castillo de naipes se derrumbó.

Durante muchos años el funcionamiento de 'Bernard L. Madoff Investment Securities' había despertado suspicacias en medios financieros. Su resistencia frente a las alternativas de un mercado volátil e inestable, que hacía tambalearse a otros ocasionalmente, era algo "demasiado bonito para ser cierto, y por tanto tiempo". El hecho de que su gestión no fuese auditada por ninguna empresa importante, sino por una oscura y pequeña firma, aumentaba las dudas.

Una inspección realizada en 1992 no encontró nada sospechoso (al menos esa es la 'verdad oficial') y aquello frenó posibles iniciativas de control posteriores. Madoff no sólo contaba con su carisma, comunmente aceptado en Wall Street. Además tenía el apoyo de la poderosa e influyente comunidad judía, a la que Madoff pertenece, algunos de cuyos intereses y filantropías estaban vinculadas a las inversiones que -supuestamente- gestionaba. Ahora esa comunidad se halla entre los más afectados por el fraude.

El fiasco ha dejado boquiabierto y petrificado a un país que carece de la sana costumbre de preguntarse quién es quién, por qué pasa lo que pasa o cómo es posible que su sueño dorado evolucione hacia la pesadilla y los grandes hombres de ayer aparezcan como los grandes bellacos de hoy. Su reacción es emocional y la conclusión a la que llegan es que todo apesta. Un corolario muy peligroso en un país con innumerables conflictos aplazados y poseído por una creciente desesperanza.

El tinglado de Madoff ha colapsado como consecuencia de la desconfianza generada por una crisis económica que no acaba de tocar fondo y cuyas heridas se están restañando en gran medida con el dinero que debería ser destinado a iniciativas públicas. Todo indica que, fundamentalmente, han sido las dudas más que razonables que generan los 'hedge funds' las que han provocado que el feo trasero de Bernard Madoff quede al descubierto, cosa que seguramente no habría sucedido en ausencia de crisis.

En cualquier caso deberíamos preguntarnos cuántas corporaciones financieras, bancos y fondos del mundo están en condiciones de soportar sin tambalearse la retirada por parte de sus clientes de 7.000 millones de dólares (no digamos los 50.000 que forman el 'agujero' de Madoff) en unas pocas semanas.

Hablaremos del esquema Ponzi a nivel global en la próxima entrega. En la economía virtual no hay nada más virtual que el dinero.

Continuará.

02 noviembre, 2008

Refundar la democracia (y VII)


Más de dos siglos después de la 'revolución democrática' la especie humana ha experimentado, en todos los terrenos, el mayor cambio de toda su historia. A las postas y diligencias tiradas por caballos las han sustituido los viajes espaciales y el correo electrónico; ordenadores y robots industriales hacen el trabajo que ocuparía muchísimas horas a centenares de miles de personas; los resultados de unas elecciones generales son conocidos apenas cuatro horas después del cierre de los colegios; el analfabetismo ha desaparecido... ¿pero qué ha cambiado en la forma de entender e implementar la democracia en esos siglos?

Nada. Por el contrario, desde entonces, en nombre de las mayorías, se ha hecho todo lo posible para reducir el lógico pluripartidismo a un bipartidismo mutilatorio, una representación política y social manifiestamente imperfecta. Las inmensas minorías están condenadas a la abstención o al voto útil. No se sienten representadas en esta ficción democrática porque no lo están. ¿Pero alguien se siente realmente representado?

Los gobiernos, a lo largo de sus años de mandato, toman -o pueden tomar- impunemente decisiones contrarias a la voluntad de la mayoría e incluso traicionar el compromiso contraído con sus propios votantes a través de los enunciados del programa electoral. ¿Qué pueden hacer los ciudadanos contrarios a que su país entre en una guerra ilegal e injusta para evitarlo? Manifestarse, como hace tres siglos.

Los ciudadanos no cuentan más que como votantes y contribuyentes; su participación en los asuntos públicos, en las cuestiones que les conciernen y afectan personalmente, es prácticamente igual a cero. La razón es tan simple como triste. Esto no es una democracia, sino una partitocracia, un sistema regido por quienes dicen representar la voluntad popular y lo que realmente hacen es suplantarla y manipularla.

No sólo no cabe, a partir de esas bases, refundar el capitalismo; ni siquiera cabe reformarlo seriamente. No pueden hacer tal cosa quienes no son, en lo esencial, más que sus fieles servidores. Quienes dicen planteárselo desde la democracia formal no hacen otra cosa que mentir, como de costumbre.

Lo único que les preocupa ahora es, por un lado inyectar el dinero necesario para que la macroeconomía pueda volver a funcionar y por otro lado, ofrecer garantías a la economía real de ahorradores y pequeños inversores para que no saquen su dinero de donde lo tienen porque ése si sería el desastre total del sistema. Las inyecciones se hacen con dinero público, con dinero nuestro, hipotecando el futuro del país por años, arriesgando su bienestar (el nuestro, de todos y cada uno).

Juzgue cada cual acerca de la utilidad y moralidad de un sistema económico (el capitalista) capaz de crear un caos como el presente y de un sistema pseudodemocrático, incapaz de evitarlo mediante los legítimos controles que todo estado democrático verosímil debería implementar e igualmente incapaz de ir ahora a la raiz del problema para evitar que, tarde o temprano, se reproduzca la debacle.

Excede a mis propósitos -y seguramente también a mi capacidad- alargar esta serie, de por sí bastante extensa- intentando enunciar los principios sobre los que debería fundarse la democracia del siglo XXI. Espero que lo escrito sirva, al menos, como reflexión acerca del imperfecto "de dónde venimos" y de toma de postura respecto al impredecible "dónde vamos", que en esta hora nos concierne más que nunca. ¿Podemos inhibirnos ante la permanencia de un sistema obsoleto, imperfecto, injusto y fracasado?

Claro que podemos. Esa -la alienación- es la materia con la que se han estado constuyendo los estériles sueños humanos desde el principio de la historia. Pero son el entendimiento y la libertad los que hacen a la persona y la diferencian de los animales. Quienes se niegan a ejercer libremente su entendimiento y su libertad en beneficio propio y de los demás condenan a la humanidad a actuar como meros animales productores y consumidores; muy rentables por ambos motivos, los más rentables de la creación, pero indignos de llamarse ciudadanos.

Concluyo con unas citas, con el mismo propósito de invitar a la reflexión:

El hombre es, por naturaleza, un animal político.
Aristóteles (322 a. de C.)


La Justicia sólo existirá donde aquellos que no están afectados por la injusticia estén llenos de la misma indignación que quienes la padecen.
Platón (347 a. de C.)

Renunciar a la propia libertad es renunciar a la propia dignidad, a los propios derechos humanos e incluso a los propios deberes.
Jean Jacques Rousseau

Mientras el pueblo no se preocupe de ejercer su libertad, aquellos que quieren tiranizarlo lo harán. Porque los tiranos son activos y ardientes y se dedicarán en nombre de cualquier dios, religioso o no, a encadenar a los durmientes.
Voltaire

Los establecimientos bancarios son más peligrosos que los ejércitos permanentes.
Thomas Jefferson (*)

La subversión de las instituciones establecidas es meramente una consecuencia de la previa subversión de las opiniones establecidas.
John Stuart Mill

Democracia es una gran palabra cuya historia permanece inédita, porque esa historia todavía tiene que ser iniciada.
Walt Whitman

La cura para los males de la democracia es más democracia.
H. L. Mencken

Ser demócrata sería actuar reconociendo que nunca vivimos en una sociedad suficientemente democrática.
Jacques Derrida

Lo que tenemos ahora es democracia sin ciudadanos. Ninguno está en el lado público. Todos los consumidores están en el lado de las empresas. Y los burócratas de la Administración no creen que el Gobierno pertenece al pueblo.
Ralph Nader

(*) Jefferson, uno de los padres fundadores, era contrario a que la nación se dotase de un ejército permanente por temor a la instauración de una dictadura. Por el contrario defendía que los ciudadanos tuvieran armas para que, en el caso de que se impusiera una tiranía, pudieran defender sus derechos. La segunda enmienda de la Constitución estadounidense obedece a ese temor, aunque hoy sirve a quienes dan más miedo. En cambio, el peligro de la banca (mayor, según Jefferson), no motivó ningún gesto constitucional parecido.

Imagen: Terminales de un centro de proceso de datos lectorales. La informática acelera el proceso de recuento, pero no -todavía- las posibilidades de participación ciudadana en el gobierno de la 'polis'.


29 octubre, 2008

Refundar la democracia (VI)


El Estado no es la solución, es el problema.
Ronald Reagan

Mediocre actor de cine y televisión, el 40º presidente de Estados Unidos pasó los primeros cincuenta años de su vida sosteniendo posiciones demócratas y votando esa opción hasta que en los 60 cambió bruscamente. Se dice que tal cambio obedeció a la 'tibia' (?) posición del Partido Demócrata frente al comunismo. Otros lo atribuyen a que entró en contacto con Milton Friedman y éste le 'convirtió'. Sin embargo, probablemente fue la poderosa General Electric quien mayor influjo ejerció en ese cambio.

Tras haber presidido el sindicato de actores SAG (Screen Actors Guild) y denunciado a sus compañeros de profesión de ideas izquierdistas ante el hediondo Comité de Actividades Antiamericanas, Reagan fue contratado como imagen y portavoz de la multinacional (1958-1962). Ahí desarrolló, a plena satisfacción de la empresa, las dotes que le llevarían años más tarde a ser conocido como 'El Gran Comunicador'. Ya en 1964 aparece abiertamente como miembro relevante del Partido Republicano y hace una intensa campaña en apoyo del candidato de su partido, Barry Goldwater.

Hasta qué punto Reagan fue, fundamentalmente, un actor-portavoz toda su vida y no un político genuino es algo difícil de determinar. Lo que está claro es que se tomó muy en serio su papel, hasta el punto de que sólo dos años después de ser elegido gobernador de California en 1966, lo que a cualquier otro actor mediocre -Schwarzenegger, por ejemplo- le hubiera bastado, ya compite, aunque sin éxito, por la nominación republicana a la presidencia. Volverá a intentarlo estérilmente en 1976 frente a Gerald Ford y lo conseguirá finalmente en 1980, con 69 años, lo que le convertirá en el presidente más anciano que ha gobernado Estados Unidos.

Tras dos mandatos del malhadado Jimmy Carter, Reagan aparece como una opción de cambio ante una situación que se caracteriza por el desánimo y la frustración, acentuada en el terreno internacional por el triunfo del sandinismo en Nicaragua y la 'crisis de los rehenes' en Irán, que concluye precisamente el día que Reagan llega a la presidencia. En lo económico, tras la crisis del petróleo, la estanflación ha sentado sus reales y el desempleo se ha convertido en una endemia. Pero el 'salvador' está en la poltrona de la Casa Blanca y la historia va a cambiar.

Reagan llega a la presidencia como profeta del neoliberalismo, patriota, ferviente anticomunista y defensor de los derechos de los estados federados frente al 'exceso de poder' del estado federal. De inmediato elimina el control de precios del petróleo como primer gesto de cara a la reactivación de la economía estancada. La Reserva Federal reduce considerablemente la emisión de dinero para frenar la inflación de dos dígitos que imperaba, lo que logra prontamente, pero al coste de una fuerte recesión en 1981 y 1982. Su política económica, insipirada fuertemente en el monetarismo y ultraliberalismo de Friedman, es bautizada sarcásticamente en esos años como 'Reaganomía'.

El caso es que, por los azares propios de la dinámica económica (la caída de los precios del petróleo, por ejemplo), por las medidas adoptadas o por ambas cosas, la reactivación se produce finalmente en 1983. Para ello, además de lo ya mencionado, Reagan arbitró medidas muy populares entre la clase media, como un drástico recorte de los impuestos, con otras claramente impopulares entre los depauperados, como la reducción del gasto en políticas sociales. Milton Friedman, bendecido con el Nobel en 1976, aplaude entusiasmado. En realidad se aplaude, inmodestamente, a sí mismo.

La aplicación de los principios monetaristas y libertarios (*) de Friedman había fracasado estrepitosamente en el Chile de Pinochet, donde Friedman fue presentado como un profeta por los 'Chicago Boys' que integraban el equipo económico del dictador. Su práctica en la Gran Bretaña de Thatcher se abandonó prontamente, aunque la 'dama de hierro' nunca dejó de ser "una liberal del siglo XIX", como el propio Friedman la calificó. Y esa es precisamente la clave del cambio que se produce a partir de los años 80 en la política económica de todos los países: el retorno al XIX, al capitalismo descontrolado, depredador y salvaje.

Thatcher y Reagan fueron, precisamente, la más acabada expresión política de ese retorno, combinando un discurso ultraliberal en lo económico con otro ultraconservador en lo político. El suyo fue en realidad un papel de representación y defensa de los intereses del más obvio y menos democrático de los poderes: el económico. Y, por supuesto, fueron elegidos y reelegidos por la mayoría de los ciudadanos, que certificaron de este modo su inconsciente conformidad con un modelo económico que hoy, casi treinta años después de su imposición y casi ochenta después del 'crack' del 29, vuelve a caerse en pedazos arrastrando consigo a las sociedades que los soportan a un sima de consecuencias imprevisibles, pero en cualquier caso trágicas para decenas de millones de personas en todo el mundo.

La estúpida fe en la autorregulación del libre mercado se ha pulverizado y sus más fervientes defensores hablan ahora de refundar el capitalismo mientras movilizan un volumen inédito de fondos públicos para sostenerlo (inútilmente hasta la fecha) mientras tanto. ¿Se puede tener alguna confianza en la retórica de los políticos corresponsables de esta catástrofe?

Es es la cuestión. La cuestión, antes que económica, es política. Son gobiernos presuntamente democráticos los que lo han desregulado todo y se han inhibido de todo, serviles y sumisos a los intereses de un capitalismo salvaje y antisocial, regido por la más extrema codicia y una falta de escrúpulos que en la mayor parte de los casos es pura y dura delincuencia de guante blanco.

Conquistas sociales arrancadas a lo largo de siglos por los más humildes con sangre sudor y lágrimas en beneficio de la inmensa mayoría han sido inmoladas ante el sediento Moloch de oro. Todo lo que es bueno para el capital es bueno para la sociedad, se decía. El mercado libre se autorregula, se argumentaba. La flexibilidad en el empleo genera más empleo, se mentía. Así hemos llegado hasta aquí, ante un cataclismo económico de proporciones inéditas y alcance global en el que los estados están intentando cerrar con un chorro gigantesco de fondos públicos las vías de aguas del 'Titanic' de los opulentos.

Sería un error gravísimo diagnosticar que la culpa de este desastre es únicamente de los amos del dinero. Quienes deben vigilar y controlar las consecuencias de la conspiración de la avaricia, en nombre de los ciudadanos a los que representan, se han revelado como cómplices de ella. Aunque contemplado desde un punto de vista radicalmente distinto al empleado por Reagan, nunca ha quedado tan meridianamente claro que "el Estado no es la solución, es el problema".

No hay que refundar el capitalismo, como dice querer Sarkozy. Hay que fundar la democracia, profundizar en ella de modo que nunca más sea posible que quienes dicen representar al 'pueblo soberano' lo traicionen impunemente y acaben vaciando las arcas del Estado a beneficio de sus auténticos señores y patrocinadores. Esa pseudodemocracia no nos sirve. Nunca lo ha hecho y pensar que va a ahorrarnos futuros sobresaltos y sacrificios es algo más que absolutamente ilusorio. Es estúpido.

(*) Dentro de la anómala taxonomía política estadounidense, que califica como 'liberal' a la gente izquierda, se autodenominan 'libertarios' (libertarians) quienes quieren la total inhibición del Estado en la economía, la enseñanza, la sanidad... a mayor beneficio de la iniciativa privada. De hecho es la línea más radical del ultraliberalismo y el neoconservadurismo. Nada que ver con el libertarismo histórico, de raiz anarquista. Quienes siguen reivindicando esa ideología en Estados Unidos se ven obligados a calificarse como 'left libertarians'.

Imagen: Ronald Reagan saluda a Milton Friedman, su 'Pigmalion' económico.

Continuará.

24 octubre, 2008

Refundar la democracia (V)

Quienes insisten en afirmar que la política y la economía son y deben ser cosas ajenas e independientes entre sí para declarar, como consecuencia de ello, la soberanía del mercado, basada en su 'sabiduría' innata, están negando evidencias históricas mayores. En el capítulo anterior, aunque sin especial detenimiento, se ha aludido al papel decisivo que tuvieron las guerras -las napoleónicas en Europa y la de secesión en Estados Unidos- en el enriquecimiento de los míticos Rothschild o del no menos mítico JP Morgan.

Toda guerra es una decisión política. En ocasiones existe en su origen un móvil económico, pero no suele ser el principal. Para los financieros, en cualquier caso, lo normal es que sean un gran negocio, especialmente si patrocinan al vencedor. Estados Unidos llegó al cénit de su crecimiento y expansión a raiz de su participación en las dos guerras mundiales, que situaron su máquina productiva en máximos históricos, con una participación excepcional de las mujeres en el mundo laboral.

Cuando ambas conflagraciones concluyeron, el país, que inicialmente había vacilado en participar, resultó el auténtico beneficiario de las brutales masacres. A diferencia del resto de los contendientes la devastación no le había alcanzado. Sus infraestructuras estaban intactas y su economía lista para seguir creciendo sobre la destrucción generada. El imperio estadounidense brillaba sobre todo el planeta y sólo tenía un competidor político: la Unión Soviética, que económicamente se hallaba en una situación mucho peor y a la que la implicación en la carrera de armamentos y en la espacial, unida a una gestión muy torpe a nivel de política económica acabarían por hundir en las cuatro décadas siguientes.

No hay regla sin excepción y hay guerras que se pagan caras, aunque no se participe en ellas directamente. Basta con apoyar a uno de los contendientes. Eso fue lo que sucedió en el conflicto bélico conocido como del Yom Kippur (día de la expiación, fiesta sagrada judía), cuando Egipto y Siria -los grandes perdedores, despojados y humillados de la guerra de los Seis Días (1.967)- atacaron por sorpresa a Israel. La sorpresa fue genuina porque la inteligencia judía descartaba un ataque en coincidencia con el Ramadán musulmán. Y el resultado, tras apenas veinte días de choques armados, fue el previsible: la derrota de los atacantes, con el apoyo evidente de Estados Unidos y la solidaridad de gran parte de las democracias occidentales.

Lo que siguió a la derrota de los islámicos fue una guerra económica con el principal recurso a su alcance como arma: el petróleo. Los países árabes exportadores acordaron no vender su oro negro a Estados Unidos y al resto de los países 'pro-sionistas'. La esperanza de poder contar con el suministro del resto de los países de la OPEP se vio frustrada ante la decisión de éstos de aprovechar la circunstancia para subir el precio del petróleo hasta un nivel menos 'ridículo' que el vigente, impuesto por 'Las siete hermanas', multinacionales -en su mayor parte estadonunidenses- que actuaban coordinadamente como 'cartel'.

Aunque obviamente el cambio afectó a todo el mundo, especialmente para Estados Unidos el aumento extraordinario de los precios del petróleo supuso un golpe mortal, dado que se inscribió en un cuadro caótico previo que va desde un serio 'crash' brusátil, que se extiende de enero de 1973 a diciembre de 1974, hasta una inflación descontrolada, y está marcado a fuego en lo político por el 'caso Watergate', fiasco traumático de las 'virtudes democráticas' que, según una tradición tan falsa como legendaria, adornan a la 'tierra de los libres'. La nación del 'easy money' y de las oportunidades despierta abruptamente de su sueño y se estremece ante un panorama en el que su prosperidad ya no está convenientemente garantizada.

Previamente, en 1.971, Estados Unidos había abandonado el compromiso de Bretton Woods, que convertía al dólar en moneda de referencia internacional y la vinculaba al patrón oro, y había puesto la divisa en flotación, decisión rápidamente seguida por el resto de las monedas. El fin de Bretton Woods sólo era el principio de una revisión radical del paradigma keynesiano y de los principios del 'New Deal'. De la mano de la crisis del petróleo y de sus devastadoras consecuencias económicas regresa y se fortalece el discurso ultraliberal.

La derrota de Keynes y sus teorías intervencionistas, que Von Hayek no pudo consumar en su agrio debate de los años 50, llegará de la mano de Milton Friedman, mejor comunicador que economista, que vende precisamente el discurso que los dueños del dinero insisten en promocionar. En el horizonte ya se perfilan las figuras del actor Ronald Reagan y de la 'dama de hierro' Margaret Thatcher.

La era de los charlatanes está a punto de empezar.

Imagen: John Maynard Keynes.

Continuará.

21 octubre, 2008

Refundar la democracia (IV)

Dejadme emitir y controlar el dinero y no me importará quién haga las leyes.
Mayer Amschel Rothschild (1744-1812)


La profética afirmación del fundador de la larga, próspera y legendaria dinastía de banqueros Rothschild -primera banca internacional de la historia- ilustra nítidamente el drama inaugural de la democracia, la raíz que la convertiría en su caricatura (la llamada 'democracia formal'), mucho más manejable que una auténtica democracia. La frase se cita expresamente en el documental 'El dinero como deuda', cuya visión insisto en recomendar a quienes sigan esta serie (está en la entrega II). En él se subraya y se explica que son los bancos quienes realmente crean el dinero (y lo controlan), en base a las deudas que con ellos contraen los ciudadanos, las corporaciones e incluso -paradójicamente- el propio Estado, que es quien materialmente lo acuña y emite. El sueño de Mayer Amschel Rothschild es una realidad. Y una pesadilla.

Cuatro siglos antes del nacimiento de Cristo, cuando la cultura judeo-cristiana que hoy impera en el mundo no podía ni presagiarse, un filósofo griego tenía muy claro lo que sería una auténtica democracia. Aristóteles, en 'La Política', establece que "en una democracia los pobres tendrán más poder que los ricos porque son más y la voluntad de la mayoría es suprema". He ahí enunciada, en síntesis, la utopia democrática, una forma de gobierno que ha llenado los sueños de innumerables generaciones a lo largo de la historia.

No hay dos utopías más antitéticas que la democrática y la capitalista. Eso es algo que los demócratas genuinos tienden a ignorar, pero no los financieros, que por sí o por potencia interpuesta abortan todo intento de gobierno del pueblo -o para el pueblo- allí donde se produce. Insistiré aún: asegurar el propósito de 'refundar el captalismo' desde el poder político 'democrático' de curso 'legal' no es otra cosa que un cínico sarcasmo propio de un mistificador oportunista como Nicolas Sarkozy.

Pero volvamos a los Rothschild y a su portentoso destino. Lo primero que aprendió el habilidoso fundador de la dinastía fue la conveniencia de acercarse al poder político. Su proximidad a Guillermo I, príncipe de Hessen-Kassel, uno de los aristócratas más ricos y uno de los prestamistas más importantes de Europa, le proporcionó conocimientos impagables y buenas oportunidades de negocio. Lo segundo que aprendió fue la importancia de disponer de información privilegiada, de la que disfrutó mediante el soborno del responsable de los correos, el príncipe de Thurn y Taxis (1). Cuando, a través de los cinco hijos varones de Mayer, la banca Rothschild se internacionalizó estableció un sistema de correo rápido y seguro, que servía no sólo para transportar dinero sino también información a mayor velocidad que el parsimonioso correo de la época (2).

Las guerras fueron el gran negocio de los Rothschild en una Europa en permamente conflicto y los hijos de Mayer (Amschel en Frankfurt, Salomón en Viena, Nathan en Londres, Kalmann en Nápoles y James en París) las financiaron sin reparar en el beneficiario. Mientras James prestaba dinero a Napoleón, Nathan financiaba la empresa bélica de Wellington, que combatía a aquél en España. La banca internacional no sólo no tiene patria, sino que también carece de debilidades políticas. Su única apuesta permanente es por al máximo beneficio y el máximo poder. Ese es su único credo.

La larga saga de los generalmente longevos Rothschild es el paradigma de la evolución del capitalismo financiero internacional y ha devenido casi una leyenda en la que resulta difícil discernir lo cierto de lo falso, dada la inclinación familiar al secreto (3). Hay quien estima que pese a mantener una apariencia sólida pero modesta, a través de pequeños bancos, son ellos quienes controlan el oro del mundo y que su mano se oculta tras instituciones financieras estadounidenses como Morgan, Rockefeller o Warburg, enriquecidos a raiz de la guerra de secesión americana (1861-1865). Siempre las guerras.

El conjunto de la banca vive un periodo de esplendor extraordinario en coincidencia con las aventuras coloniales europeas y la gran vitalidad y expansión de la economía de Estados Unidos, donde al final victorioso de la I guerra mundial sucede un periodo de extraordinaria euforia. Pero el 'crack' de 1929 no deja lugar a dudas de que algo está mal -muy mal- en un sistema económico basado en el crecimiento descontrolado y la especulación desbocada. Entonces, como ha ocurrido ahora, el índice bursátil había crecido hasta un nivel extraordinario e irreal justo antes de que se precipitara al abismo vertiginosamente (4).

La trágica consecuencia fue una prolongada depresión económica que afectó en mayor medida a los ciudadanos más modestos, en especial trabajadores y pequeños propietarios agrícolas. El Estado hubo de atajar la catástrofe y prevenir su repetición mediante un conjunto de medidas intervencionistas (el New Deal, patrocinado por Franklin D. Roosevelt). Posteriormente, en la Conferencia de Bretton Woods (1944), se sientan las bases del nuevo orden económico internacional, basado en el dólar, y apoyado en dos instituciones cuyo papel en la presente crisis está siendo muy cuestionado: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Los estados intervienen en la economía y, aunque no sin conflictos ni suspicacias, la confianza se restablece en gran medida. El poder financiero se da por satisfecho, pero ¿es preciso subrayar que sólo lo hace de modo provisional? Subrayémoslo entonces.

(1) Una anécdota revela la naturaleza de la relación de estos dos personajes: El príncipe de Thurn y Taxis visita a Rothschild y lo encuentra trabajando. "Tráigase una silla", le dice el banquero. "Soy el príncipe de Thurn y Taxis", responde ofendido el aristócrata. "Entonces traiga dos", le replica el banquero. Parece sacado de Groucho Marx, ¿verdad? Sin duda es humor judío, pero teñido en este caso de sarcástica arrogancia.
(2) Se cuenta que un agente de confianza de Nathan Rothschild, desplazado a la zona de Waterloo para seguir la batalla, reventó caballos y cruzó el canal a toda velocidad para llegar a la Bolsa de Londres un día antes de que se conocieran oficialmente las noticias de la derrota de Napoleón. Allí procedió a vender a toda prisa acciones de su patrón, lo que llevó a los presentes a la idea de que el derrotado había sido Wellington y a imitar su vértigo vendedor. Para Nathan fue un día inolvidable, pues sus agentes encubiertos compraron a la baja todas las acciones; las propias y las ajenas, que eran las que realmente interesaban.
(3) La más reciente aparición de un miembro de la saga ha sido, sin embargo, rutilante y significativa. Edmond de Rothschild se hizo en 2005 con la propiedad del diario francés Liberation, refugio hasta entonces de las ideas que tuvieron su hora en mayo del 68. El sarcasmo no puede ser más cruel.
(4) Sólo en 1954, 25 años después, las acciones recuperaron el valor que tenían inmediatamente antes del 'crack'.

Imagen: Mayer Amschel Rothschild, el fundador de la dinastía.