30 junio, 2003

Frágil tregua

Al fin hay tregua de las facciones radicales palestinas, pese a la ausencia total de buena voluntad demostrada por Israel. La pregunta del millón es cuánto va a durar. Israel ha optado por ignorar oficialmente el alto el fuego, como si no fuera con él. Ha hecho un gesto importante, eso sí: ha retirado sus tropas de la zona norte de Gaza, territorio palestino ocupado so pretexto de impedir o limitar las actividades de los terroristas.

Pero no nos engañemos. El gesto israelí no va dirigido a los palestinos, sino a Washington. Es a Estados Unidos a quien Israel quiere satisfacer, consciente de que le va mucho en ello. A los palestinos y a su tregua no les concede, deliberadamente, ningún crédito. Así puede tener las manos libres para seguir actuando de modo abusivo e impune contra los miembros de los grupos radicales, contra sus familias y contra sus vecinos, llegado el caso (ya ha ocurrido anteriormente).

El juego de Israel consiste en exigir a Mazen lo que es virtualmente imposible: que disuelva las organizaciones pàlestinas que practican el terrorismo, que las desarme, que impida su actividad. Y ello a sabiendas de que el "gobierno" (¿puede tener un gobierno digno de tal nombre un estado inexistente?) no tiene los medios para ello y que dichas organizaciones poseen poderosas raices en el pueblo palestino. Unas raices que Israel ha generado y fortalecido mediante una persecución feroz desde hace más de medio siglo.

Nada más frágil que esta tregua. Cuando no existen garantías ni compromisos sólidos de una de las partes beligerantes no cabe esperar milagros, especialmente si se tiene en cuenta que la situación es de tensión permanente y la provocación puede estallar en cualquier momento.

Isarel tiene como deuda pendiente tender la mano y dar un voto de confianza a la Autoridad Nacional Palestina. Si se limita, como siempre hasta ahora, a contentar circunstancialmente a su "padrino", todo puede volver a empezar en cualquier momento. Si EE UU quiere realmente asentar la paz en el área más conflictiva del planeta deberá mantener y aumentar la presión sobre su más conspicuo aliado. La voluntad de Israel ya es conocida y se ha puesto a prueba demasiadas veces. La de Washington es la gran variable de esta ecuación que sólo cabe contemplar desde el escepticismo.

27 junio, 2003

De la mentira,verdad

La segunda guerra de Irak (si se le puede llamar guerra a un paseo triunfal contra un enemigo al que no se le permitió levantar cabeza tras su primera derrota) ha servido, inopinadamente, para hacerle un test a la libertad de expresión en el mundo denominado "democrático". Pero más allá de eso, ha puesto a prueba la independencia de los medios de comunicación y de sus trabajadores.

El resultado del test no ha podido ser más desalentador. La libertad de expresión, salvo en el ámbito estrictamente privado, se ha visto sometida a todo tipo de presiones y abusos, especialmente en Estados Unidos, patria putativa de la democracia y de todas sus bicocas. La verdad oficial se convirtió allí en la verdad absoluta e incontestable, o, lo que es lo mismo, la mentira más insostenible devino verdad incontestable.

Tal vez como consecuencia de ello, algunos medios (Fox News es el paradigma) y muchos periodistas decidieron sustituir la información por la ficción y la investigación por la complicidad. No quisiera extenderme mucho, pero el caso de The New York Times, otrora referente de la independencia informativa y de cierta línea de izquierdas (todo lo que de izquierdas cabe en EE UU, o sea, muy poco) es un exponente claro e inquietante de la pérdida de credibilidad y de la crisis consecuente de un medio de comunicación.

Que eso suceda en Estados Unidos no es demasiado sorprendente porque sobran referencias acerca de que, so capa de las barras y estrellas (barras de prisión, estrellas que se ven cuando uno es golpeado), se oculta una filosofía de cínico tiburoneo y canallería descarada que lleva un siglo contaminando a una población ingenua y casi iletrada que asume sin discusión ni matización alguna el barato patriot(er)ismo que le venden los recaudadores. La tierra de las oportunidades es la tierra de los oportunistas y es de temer que así será mientras las cosas les rueden a favor en su entusiasta carrera hacia la sima.

Había que apuntarse al carro de la verdad oficial y muchos periodistas y muchos medios demostraron un exceso de celo en esta tarea que no tiene precedentes en la historia de la desinformación conscientemente practicada desde los medios de comunicación. Sólo W.H. Hearst, retratado de cuerpo entero por Orson Welles en "Ciudadano Kane", llegó tan lejos a la hora de hacer de mentira verdad, en su caso respecto a la Cuba colonial que a toda costa quería liberar para él y sus amigos. Pero aquello fue casi infantil comparado con ésto.

La más grande de las insidias en aquel caso fue atribuir el hundimiento en el puerto de La Habana del buque de guerra norteamericano "Maine" a las tropas coloniales españolas, facilitando así la intervención de Estados Unidos en lo que no era en absoluto de su competencia. En el caso presente se trataba de convencer a todo le mundo -no sólo a la predispuesta ciudadanía norteamericana- de que Irak poseía armas de destrucción masiva y estaba estrechamente relacionada con Al Qaeda. Y todo valía. Es más, todavía ahora todo vale a tal fin.

Europa debería ser otra cosa. Y en general lo es, pero cuando se asiste a la confontación entre el primer ministro inglés y la cadena oficial de radio y televisión británica BBC, que denuncia presiones insólitas del Gobierno acerca de la verdad sobre Irak, está claro que la mierda también ha invadido Europa. Cierto es que la Gran (?) Bretaña de Blair estuvo metida hasta los ojos en la campaña de intoxicación global para justificar la invasión de Irak, pero una cosa es que el Gobierno mienta (¿Qué gobierno no lo hace si lo considera convenientemente patriótico?) y otra que pretenda que los medios informativos también lo hagan. La BBC tiene un bien ganado prestigio de servicio a la verdad y existe una especie de ley no escrita que hace que el residente temporal del 10 de Downing Street no intente instrumentalizarla para sus intereses. Blair no se ha dado por enterado de tal estatuto.

Este primer ministro, que más que un laborista parece un discípulo aventajado de la ultraconservadora Margaret Thatcher, las está pasando de todos los colores a propósito de la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Él fue el más caluroso y convincente divulgador de esa supuesta existencia, así como de la necesidad de invadir Irak y de invertir las vidas británicas que hiciera falta en defensa de la paz mundial amenazada, en la lucha contra el terrorismo y en la construcción de un Irak democrático.

La división de su partido y la progresiva divulgación de los detalles acerca de la gigantesca operación de intoxicación a la que prestó todo su esfuerzo le tienen contra las cuerdas y por lo tanto hay que silenciar al mensajero, al menos al que está en la nómina del Estado, o sea, la BBC.

Nadie sabe la firmeza que la cadena británica pueda mantener frente a la presión de Blair, pero en el fondo de su corazón uno espera y desea que sea tanta que haga saltar por los aires al Ejecutivo británico. Ello sería un ejempo de dignidad alentador para cuantos profesionales y medios en todo el mundo -por ejemplo en España- incluso se desconciertan si no reciben directrices, presiones y, mejor aún, amenazas de los poderes fácticos para que actúen de acuerdo con sus intereses.


26 junio, 2003

Más allá de la Ley del Talión

Apenas unos minutos después de que se diera a conocer el acuerdo alcanzado en El Cairo por las tres facciones radicales palestinas para declarar una tregua de tres meses de duración, condición sine qua non para el avance de un proceso que debería concluir en la siempre aplazada formación de un estado palestino con plena integridad territorial y soberanía, Israel lo dinamitó con un nuevo asesinato selectivo y sus habituales daños colaterales.

¿Quién se sorprende? Nadie, porque esa es la forma en que actua habitualmente, desde la impunidad y el abuso de la fuerza, el estado de Israel. Tampoco necesita explicación esa impunidad permanente porque nadie ignora que para Washington Israel es como un estado más de la Unión, con la única diferencia de que puede permitirse ignorar las órdenes o sugerencias de la máxima autoridad. Siempre ha sido así. Todo intento, real o teatral, del gobierno estadounidense para pacificar la situación ha tropezado finalmente con el boicot israelí.

Y no es que Israel no quiera la paz. Los israelíes la quieren para no seguir pagando tributo de sangre al terrorismo palestino. Lo que realmente no quieren es un estado palestino dentro de lo que muchos israelíes consideran sus fronteras históricas. Y no cabe ignorar que los partidos religiosos israelíes, principales bastiones de la intransigencia, hace años que tienen como rehén, mediante su minoría, a cualquier gobierno israelí, condicionando la estabilidad política. Y habría que recordar que fue un autosatisfecho joven ultraortodoxo quien le quitó la vida a Rabin, el gobernante que más seriamente parecía caminar hacia la paz. Es un círculo vicioso alimentado por el odio y la mentira.

A estas alturas de la historia Estados Unidos tendría que dar muestras elocuentes de su determinación de pacificar el área, que está en el origen de la radicalización del fundamentalismo islámico y en la internacionalización de sus acciones. ¿Pero quién podría alimentar, con los precedentes conocidos, la esperanza de que Washington materialice su presión en algo más que palabras paternales y gestos para la galería global?

El Gobierno de Washington, aún suponiendo que tuviera una genuina voluntad de terminar con este brutal conflicto que tiene ya 55 años de existencia oficial, está atado de pies y manos por el extraordinario poder económico y mediático del lobby sionista estadounidense. Y el Partido Republicano especialmente.

Así es como cada vez que se oye hablar de paz en Oriente Próximo resulta imposible pensar en otra cosa que en la guerra.

25 junio, 2003

Ruedas de molino

Probablemente una ciudad llamada Sacramento (California, USA) sea el lugar más adecuado para que los anfitriones de una conferencia y exposición internacional que ha reunido a 120 ministros de todo el mundo impongan la necesidad imperiosa (que viene de imperio) de comulgar con ruedas de molino.

Se trata de vender (envuelta en papel para regalo) la idea de que la tecnología de manipulación genética de las semillas es la solución frente al hambre mundial. Huelga decir que esa milagrosa y filantrópica tecnología está en manos de los Estados Unidos (Monsanto en cabeza). Y también es ocioso (¿o no?) subrayar que el auténtico propósito de la conferencia-exposición es promocionar el producto, que encuentra razonables resistencias en incontables países.

El presidente Bush consideró conveniente balbucear, vía vídeo, algunos argumentos redundantes: "los Estados Unidos -dijo- han identificado tres prioridades para la reducción del hambre global: aumentar la productividad agrícola, terminar con la hambruna y mejorar la nutrición".

¡Genial! Lástima que no considere entre sus inquietudes caritativas la posibilidad de dedicar el 10% del presupuesto de defensa norteamericano a tan fraternal meta. Según ciertas fuentes con ello bastaría para que todos los hambrientos del mundo comieran. Pero sigamos con el "espiche" presidencial: "La ciencia y la tecnología -continuó- consituyen una gran promesa para cubrir esas prioridades. Combinando la nueva tecnología y la buena política (comercial, le faltó decir) todas las naciones del mundo pueden trabajar juntas (a las órdenes de USA, supongo) para aumentar los niveles de vida".

Naturalmente en esta película de vaqueros generosos que tratan de salvar a indios depauperados no falta el "malo". El facineroso, como en todas los hediondos filmes de la factoría Bush jr., es "la vieja Europa" (Rumsfeld dixit), que rechaza todo producto agrícola manipulado genéticamente y con su egoismo y sus prejuicios dificulta terriblemente la tarea de los caritativos "cowboys". Por supuesto, la UE ha respondido de inmediato que dedica bastantes más medios a la ayuda a los países pobres que su cínico cuestionador. ¿Pero basta con eso?

Obviamente no.

-A mi me preocupa que 120 ministros se hayan dado cita en Sacramento para oir la palabra de Dios porque sé que el Altísimo imperio es muy persuasivo, que la carne es débil y que las zarzas que arden sin fin sólo pueden ser material genéticamente manipulado.

-Me preocupa que los países que pueden ser inundados con productos de la factoría de alteración genética carezcan de leyes que establezcan -como mínimo- la necesidad de que los mismos vayan marcados claramente con un distintivo que señale su artificialidad y el hecho de que pueden significar un riesgo ecológico y sanitario.

-Me preocupa que la factoría agrícola norteamericana esté arruinando con sus exportaciones subvencionadas a los agricultores de los países pobres, como se puso de manifiesto en México a través de las protestas campesinas.

-Me preocupa, ya en lo más cercano, no conocer el origen de los cereales con fibra, vitaminas y colesterol del bueno, generosamente sobrepreciados, que mi hija consume.

-Y me preocupa porque el imperio miente por sistema, compulsivamente; porque su falta de escrúpulos respecto a la salud o la vida de sus propios ciudadanos, y no digamos de los ajenos, se ha puesto de manifiesto en sobradas ocasiones y, sobre todo, porque subordina cualquier otro objetivo al interés económico, por encima de toda consideración ética, moral o política.

En resumen: a otro perro con ese hueso.

Hace ya tiempo que evito escrupulosamente el consumo de productos estadounidenses por coherencia con mis convicciones. Y si se trata de alimentos manipulados genéticamente, tal vez sea cuestión de tomar lecciones de cierto agricultor francés llamado José Bové.