26 junio, 2003

Más allá de la Ley del Talión

Apenas unos minutos después de que se diera a conocer el acuerdo alcanzado en El Cairo por las tres facciones radicales palestinas para declarar una tregua de tres meses de duración, condición sine qua non para el avance de un proceso que debería concluir en la siempre aplazada formación de un estado palestino con plena integridad territorial y soberanía, Israel lo dinamitó con un nuevo asesinato selectivo y sus habituales daños colaterales.

¿Quién se sorprende? Nadie, porque esa es la forma en que actua habitualmente, desde la impunidad y el abuso de la fuerza, el estado de Israel. Tampoco necesita explicación esa impunidad permanente porque nadie ignora que para Washington Israel es como un estado más de la Unión, con la única diferencia de que puede permitirse ignorar las órdenes o sugerencias de la máxima autoridad. Siempre ha sido así. Todo intento, real o teatral, del gobierno estadounidense para pacificar la situación ha tropezado finalmente con el boicot israelí.

Y no es que Israel no quiera la paz. Los israelíes la quieren para no seguir pagando tributo de sangre al terrorismo palestino. Lo que realmente no quieren es un estado palestino dentro de lo que muchos israelíes consideran sus fronteras históricas. Y no cabe ignorar que los partidos religiosos israelíes, principales bastiones de la intransigencia, hace años que tienen como rehén, mediante su minoría, a cualquier gobierno israelí, condicionando la estabilidad política. Y habría que recordar que fue un autosatisfecho joven ultraortodoxo quien le quitó la vida a Rabin, el gobernante que más seriamente parecía caminar hacia la paz. Es un círculo vicioso alimentado por el odio y la mentira.

A estas alturas de la historia Estados Unidos tendría que dar muestras elocuentes de su determinación de pacificar el área, que está en el origen de la radicalización del fundamentalismo islámico y en la internacionalización de sus acciones. ¿Pero quién podría alimentar, con los precedentes conocidos, la esperanza de que Washington materialice su presión en algo más que palabras paternales y gestos para la galería global?

El Gobierno de Washington, aún suponiendo que tuviera una genuina voluntad de terminar con este brutal conflicto que tiene ya 55 años de existencia oficial, está atado de pies y manos por el extraordinario poder económico y mediático del lobby sionista estadounidense. Y el Partido Republicano especialmente.

Así es como cada vez que se oye hablar de paz en Oriente Próximo resulta imposible pensar en otra cosa que en la guerra.

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