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19 mayo, 2008

Mira quién habla: ¡Aznar!

Al fin habló la esfinge, la sombra, el augur. Y lo hizo desde su 'bunker' predilecto, ese 'think tank' ultraconservador desde el que su propuso en su día -e insiste en ello- iluminar ideológicamente al Partido Popular: la FAES. No ha dicho Aznar (ni se esperaba) nada especialmente lúcido o imprevisible. Se trataba fundamentalmente de defenderse y defender a los suyos desde un discurso falsamente abstracto.

Decir, por ejemplo, "la confianza y la defensa de los principios es esencial" en política podría parecer, en otras circunstancias, una obviedad. Cuando lo que denuncian los disidentes del PP es que Rajoy trata de alterar los principios del partido y que, justamente por ello, no les merece confianza, no cabe duda de hacia dónde se dirige el tiro del ex presidente, que es precisamente el 'autor intelectual' de dichos principios supuestamente inamovibles.

¿Puede Aznar hablar de principios sin ruborizarse? ¿Qué principios insiste ahora en defender quien nunca contempló otra cosa que fines? Uno evoca inevitablemente el ingenio de Groucho Marx cuando escucha a Aznar: "Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros". Los principios de Aznar no le impidieron en su día hacer arrumacos a Arzalluz ni asegurar que hablaba catalán "en la intimidad". Si algún principio ha mantenido en toda su trayectoria hasta hoy es el de mentir de la manera más descarada cuando lo considera beneficioso para sus intereses. ¿Merece confianza quien miente con tanto desparpajo?

El caso del diálogo con ETA fue paradigmático. Si él dialoga e incluso hace a la banda terrorista concesiones tales como el acercamiento de presos es porque está "explorando" la disposición de la banda a rendirse. Si lo hace otro lo que evidencia es su propia disposición a rendirse. ¿Y qué decir sobre sus insinuaciones intolerables acerca de los atentados del 11-M? En otro lugar que no fuera esta España de nuestros pecados alguien como Aznar no tendría crédito alguno a estas alturas. Aquí, sin embargo, se le escucha como si fuera el oráculo de Delfos.

José María Aznar tuvo la suerte de llegar con facilidad al poder. Sus méritos para lograrlo nadie es capaz de enumerarlos. Simplemente, no existen. Fue el demérito ajeno, el harakiri del PSOE, engolfado en el poder y la autocomplacencia, lo que llevo a Aznar a La Moncloa, Gal mediante. ¿De qué puede presumir el primer presidente capaz de hacer pasar directamente a su partido de la mayoría absoluta a la oposición? ¿De haber metido al país en la guerra injusta y depredadora de Irak? ¿De intentar desorientar sobre la autoría de los atentados del 11-M?

Que critique el tacticismo, como ha hecho hoy, quien no praticó en su vida otra cosa que táctica torpe y barata requiere una cara de cemento armado. Que se considere a sí mismo, implicitamente, como administrador "inteligente de un proyecto político" clama al cielo. E incluso invita al sarcasmo cuando dice algo tan razonable -aunque lo hace en obvia defensa de San Gil y quienes la apoyan, incluido él mismo- como que "siempre hay que procurar jugar con los mejores y además tener la voluntad y la decisión de llamarles y de agruparlos en torno a un gran proyecto".

Lo mejor no es una dimensión objetiva, definir quienes son "los mejores" es algo incuestionablemente subjetivo y también circunstancial, como lo es la elaboración de "un gran proyecto" (o de uno pequeño). Él eligió en su día, subjetivamente, a 'sus mejores' y Rajoy era el primero entre ellos. Ahora, para él y otros muchos admiradores suyos, Rajoy ha pasado a ser 'lo peor' sólo porque quiere cambiar el rumbo al fracaso que el propio Aznar diseñó precisamente cuando se despedía -es un decir- de la política. A este paso éste va a acabar siendo el cuento de 'entre todos la mataron y ella sola se murió'.

Parafraseando su latiguillo, creo que ha llegado el momento de decirle a José María Aznar lo que él le espetaba día sí y día también a Felipe González: váyase, señor Aznar. Váyase a asesorar al poderoso Murdoch. Váyase a poner los pies sobre la mesa con su amigo Bush y a evocar los alegres tiempos de las Azores. Váyase en cruzada contra el pérfido Islam. Váyase a proponer la entrada de Israel en la OTAN. Váyase a... Bueno, guardemos las formas.

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25 abril, 2008

El 'gendarme' se justifica... y no convence


AFP/OLIVIER LABAN-MATTEI

Nicolas Sarkozy apareció ayer en la televisión, en horario de máxima audiencia, entrevistado por cinco periodistas. Casi un año después de su ascensión al poder, el presidente de la República Francesa, sumergido en la impopularidad y en la desconfianza, se mostró tan 'casi seguro' de sí mismo como de costumbre pero aportó a su aparición un elemento sorpresa: ciertos rasgos de modestia de los que nadie le creía capaz.

Rigurosamente vestido de oscuro, Sarkozy admitió haber cometido varios errores, si bien redujo el ámbito de la mayor parte de ellos al terreno de la comunicación, materia en la que, paradójicamente, se le consideraba un maestro. Ese reconocimiento público estaba prácticamente inédito en la figura de un presidente de la república y buscaba, sin duda, un cierto retoque de su imagen arrogante y despectiva que le devolviese la simpatía de la mayoría de los franceses. Lamentablemente, sin embargo, lo que importa no es el reconocimiento de los errores sino la existencia de éstos.

Por lo demás, el rumbo es el correcto y se mantiene. Eso dijo. Quedan cuatro años en los que confía en hacer visibles sus reformas y sus positivas consecuencias. Son 55 las reformas, como subrayó, y cada una de ellas forma parte de un todo, de un edificio que precisa de cada una de esas 55 piezas, sin que deba darse prioridad a ninguna de ellas sobre las demás. No jerarquizar las reformas que integran la 'gran reforma' que pretende sería la razón de que, hasta ahora, los franceses no perciban "el cambio" prometido.

Inútil argumentación para afrontar la sospecha creciente de que del total de las reformas prometidas sólo serán efectivas las más impopulares, aquellas que benefician los intereses de la patronal, mientras las restantes serán abandonadas (como la relativa al contrato de trabajo único e indefinido) o retocadas hasta no ser lo que se anunció que serían.

La intervención televisiva, según las primeras reacciones, no ha convencido a nadie. Los sindicatos insisten en señalar que no ha aportado nada que pueda tranquilizar a los asalariados ni a los jóvenes. La extrema izquierda dice que "delira". La extrema derecha, que su retórica "no puede convencer a nadie". Los socialistas denuncian que sigue actuando como si fuera un "eterno candidato" en lugar del presidente. Mientras, en su partido, la UMP, sostienen que se avanza en la buena dirección, pero la evidencia de que el presidente carga las culpas sobre el Gobierno y las contradicciones entre sí que vienen mostrando los representantes de la formación ponen de manifiesto que nadie, ni el propio Sarkozy, tiene una idea aproximada de hacia dónde se está yendo.

El presidente tiene ahora, junto a la habitual demonización de las 35 horas semanales y sus costes, nuevos argumentos para explicar por qué Francia -pese a sus personales esfuerzos- permanece estancada: el aumento de la factura del petróleo y la revalorización del euro son imponderables muy útiles como coartada. Pero sucede que muchos han empezado a ver a Sarkozy como el problema principal, por plantear desafíos que no parece capaz de superar y hacerlo precisamente en el momento histórico más inadecuado.

Sería preciso rectificar el rumbo, aplazar algunas reformas y establecer un plan de choque a partir precisamente de un principio que ha rechazado expresamente en su aparición televisiva de ayer: jerarquizar las políticas, dar prioridad a lo más urgente, que es reactivar la economía sin lesionar gravemente el bienestar social. Sería necesario, además, ceder el protagonismo ejecutivo, que Sarkozy se empeña en acaparar, al Gobierno presidido por Fillon, cuya capacidad de gestión está siendo sistemáticamente obstaculizada.

Viendo las imágenes de ayer y evocando otras de Sarkozy (muy abundantes a estas alturas de su ejecutoria) pienso cada vez más en el gran Louis de Funes y sus cómicos y truculentos personajes. Como las encarnaciones cinematográficas del actor desaparecido, Sarkozy gesticula, manipula, ensaya alternativamente el encanto y la energía -incluso cierto desgarro chulesco en ocasiones- y permanece todo el tiempo en movimiento, viéndose obligado periódicamente a deshacer los entuertos creados por sus 'astutas' improvisaciones.

¿Tendrá un final feliz esta película? ¿Es el 'omnipresidente' Nicolas Sarkozy el gendarme que Francia necesita en estos procelosos tiempos o el hombre que hará exclamar a los franceses "¡esta casa es una ruina!" Si en Italia ha vuelto Berlusconi para 'salvarla', ¿qué impide que Sarkozy sea visto por los franceses como el mal menor aunque demuestre ser una plaga?

El problema es que la democracia está gravemente enferma, como lo está la propia Europa, y todos -los ciudadanos también y especialmente- somos culpables de que la vida política se haya convertido en 'la parada de los monstruos'.

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25 febrero, 2008

Sarkozy, en picado


Un reciente sondeo, publicado ayer por el semanario galo 'Journal du Dimanche' , no deja lugar a dudas acerca de una realidad que, aunque intuida, no era conocida en sus proporciones reales: la popularidad de Nicolas Sarkozy está cayendo en picado nueve meses después de su clamorosa elección. Ahora está fijada en el 38%, tras una bajada vertiginosa de nueve puntos.

Mientras tanto, la popularidad del primer ministro, Fillon, sin duda beneficiado por el eclipse que sobre su figura proyecta el omnipresente 'rey sol' de la república (humorísticamente calificado como 'omnipresidente'), crece siete puntos, hasta situarse veinte por encima de su 'patrón'. ¿Se imaginan a dónde podría conducir esa situación en un caso -no infrecuente en Francia- de cohabitación política?

El supuesto carisma de Sarkozy se ha hecho añicos, pero nadie podrá atribuir tal hecho a los hados adversos y tampoco -contra lo que su partido, la UMP, aduce- a una conspiración de sus rivales políticos. El presidente galo no tiene peor enemigo que él mismo. Y todo indica que no le habita el más mínimo propósito de enmendarse.

So pretexto de romper el 'magnífico aislamiento' que -se supone- caracteriza a los presidentes de la V República, 'Sarkoyes' va de acá para allá provocando incendios y desatando cóleras en su declarado y fallido propósito de lograr lo contrario.

Cuanto más se acerca a los ciudadanos con el propósito de seducirlos más probabilidades hay de que estalle contra ellos su cólera aristocrática. Sucedió en su día con los pescadores bretones, con los que intercambió insultos, y ha vuelto a suceder cuando, ante el rechazo de una persona a estrechar su mano "porque le manchaba", le espetó "pues vete a la mierda, pobre mamón".

No es ese el talante que cabe esperar de la más alta institución de la república francesa, pero tampoco cuadran con la imagen que el presidente debería proyectar sus veleidades de supermillonario asociado a la jet set, en la que se integran sus principales amigos. Menos de recibo son todavía sus devaneos amorosos, que le han convertido en carne habitual del papel couché cotilleril, por mucho que eso le indigne. Si no te respetas no te respetan. Esa es la cuestión. Si actúas como un playboy cincuentón y exhibicionista, no esperes que te tomen en serio quienes piensas que deberían hacerlo.

Sólo lo enumerado sería bastante para explicar un descenso importante en la popularidad del presidente galo, pero hay más. Y más importante. Francia va mal. Su economía está estancada y los precios están subiendo como la espuma sin que los salarios puedan darles caza. En ese contexto, la propuesta electoral de Sarkozy de "trabajar más para ganar más" se convierte en una cruel ironía. Las huelgas se extienden en el sector público y privado y eso no es precisamente bueno para la economía.

La campaña electoral del actual presidente de la república estuvo cuajada de anuncios de reformas que a muchos les parecieron interesantes. Buena parte de esas reformas suponían alguna renuncia social -que alcanzaba incluso a libertades y derechos consolidados- a cambio de un hipotético progreso. Hoy es el tuétano mismo de esa filosofía reformista lo que ha empezado a oler a podrido, ante los signos de que sólo lleva camino de ejecutarse la parte correspondiente a las renuncias.

Sarkozy empieza a tomar el perfil de Berlusconi, un 'chevalier' nada caballeroso que odia todo aquello que obstaculiza sus propósitos y busca los caminos menos frecuentados o nunca hollados de la política democrática para llegar a su objetivo. Su presión al presidente del Tribunal Supremo para que actúe frente a las correcciones que el Constitucional cree necesario hacer a la ley por la que su Gobierno pretende encerrar de por vida a quienes sean declarados socialmente peligrosos es elocuente acerca de su desprecio a las instituciones y por ende a la Constitución. Lo que propone, simplemente, no es legal.

Es de temer que nos queda mucho por ver a lo largo de los cinco años en que Sarkozy ocupará el Eliseo. Mucho que, probablemente, nos llevará a no envidiar en absoluto la suerte de los franceses.

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09 febrero, 2008

'Es la economía, estúpido', pero... (y II)

Capitalismo es la asombrosa creencia de que los hombres más perversos harán las cosas más perversas por el mayor bien de todos.
John M. Keynes

Si en la cita que encabezaba el anterior post Galbraith recurría a la ironía para desautorizar a los augures económicos, comparados con desventaja a los charlatanes astrológicos, en la que encabeza esta entrega quien es identificado como su maestro nos muestra el lado más cruelmente sarcástico -y no por ello inexacto- de la actividad económica en un sistema de libre mercado. Ambos eran economistas lúcidos, conscientes de que el juego económico es radicalmente ajeno a todo móvil filantrópico. Son individuos poseidos por una avaricia que en muchos casos podría ser calificada como patológica quienes 'mueven' la economía con indiferencia absoluta respecto a las consecuencias sociales de sus decisiones.

Siguiendo a Keynes podría afirmarse que el extraordinario progreso de los intereses egoistas al que asistimos -especialmente en esta era de la globalización- es posible merced al 'buenismo' que practican de hecho el poder político y el conjunto de las sociedades en las que se escenifica la 'ley de la selva' económica. No deja de ser paradójico que sean precisamente políticos neoconservadores y ultraliberales (entiéndase en lo económico) quienes critiquen esa 'ingenuidad política' de la que ellos y sus socios capitalistas se benefician.

Keynes y su discípulo Galbraith no eran en absoluto 'buenistas' y precisamente por eso se decantaban por otorgar a los estados los instrumentos precisos para evitar que el libre juego económico degenerase en graves perjuicios sociales. Quienes, como ellos, asistieron a las desastrosas y duraderas consecuencias del 'crack' de 1929 tenían claro que había que poner los medios para que la catástrofe no se repitiese. La posterior euforia provocada por la bonanza económica que siguió al final de la segunda guerra mundial (téngase en cuenta que, por ahora, me refiero a Estados Unidos) condujo finalmente a que lo que se había calificado peyorativamente como 'intervencionismo' fuera decayendo.

Es difícil imaginar que un caso tan escandaloso como el de las hipotecas 'subprime' pudiera producirse en un contexto de mayor vigilancia e intervención del Estado. Ese 'producto' financiero de altísimo riesgo era un fraude objetivo y una bomba de relojería en el sistema económico estadounidense. Todo el que podía saberlo lo sabía, pero quienes podían impedirlo dejaron hacer, dejaron pasar. Ahora, tras el petardazo inicial provocado por el reconocimiento de la dramática situación, sigue el chorro constante de los impagos por parte de los afectados. La propia prensa económica se ve forzada a admitir que el problema no es sólo la falta de liquidez de las víctimas, sino la conciencia que estas comparten de que el valor de la casa que están comprando está muy por debajo del dinero que tienen que pagar.

Sin alcanzar el dramatismo de las 'subprime', en España puede llegar a ocurrir algo similar, aunque por diferentes motivos. Aquí ha sido preciso llegar a las evidencias del profetizado pinchazo de la 'burbuja' inmobiliaria' para que sea posible asistir a confesiones como la recientemente realizada por el Josep Donés, presidente de la comisión técnica de la APCE (Asociación de Promotores y Constructores de España), quien admite que en los últimos diez años se ha construido en nuestro país "el doble de las viviendas necesarias". Quienes han asistido al espectáculo del crecimiento de la burbuja y disponen de un mínimo de conocimientos eran inevitablemente conscientes de que existía un casi inconcebible sobredimiensionamiento de la demanda, pero tal vez ignoraban hasta qué punto es gigantesco e inquietante.

¿Cómo es posible un falseamiento tan extraodinario de los principios tradicionales de la ley de la oferta y la demanda? Donés argumenta que una buena parte de las compras se han hecho como inversión, dado que los supuestos ahorradores no hallaban "productos en el mercado que les asegurasen el poder adquisitivo de sus ahorros". Puede que ésto sea parcialmente cierto, pero suena a mentira piadosa. Abunda la gente que tiene una fe ciega en la permanente revalorización de los inmuebles, que se inquieta por los vaivenes de la bolsa y contempla con desconfianza cualquier otra alternativa de inversión, pero esa es una explicación manifiestamente insuficiente del sobredimensionamiento del sector inmobiliario.

Apenas veinte días después de las declaraciones de Donés el colectivo de Técnicos Financieros del Ministerio de Economía y Hacienda (Cuerpo Especial de Gestión de la Hacienda Pública) alertaba -demasiado tarde- de que, según los datos recogidos en un reciente estudio, el sector inmobibliario se ha convertido en "uno de los principales refugios del dinero negro en España", ya que oculta las rentas generadas en las distintas fases de recalificación de terrenos, urbanización, promoción, construcción y venta. El 60% de las agencias inmobiliarias -aseguraba- acepta dinero negro en sus pagos y muchas de ellas lo imponen como requisito para formalizar sus operaciones de compra-venta.

Sabíamos ya desde hace tiempo que la cuarta parte de los billetes de 500 euros disponibles en la Unión Europea se hallaban en España, lo que es un indicio más que ferviente de lo que sucede y debería haber sido una motivación para actuar, pero los gobiernos han adoptado siempre una extraordinaria indulgencia con el dinero negro. Y de modo aún más claro desde que el cambio al euro lo hizo aflorar de múltiples formas. Hay resistencia a matar a la 'gallina de los huevos de oro' de la economía sumergida, pese a sus efectos perversos, y se confía ingenuamente en que, poco a poco y por vías inevitablemente irregulares esa extraordinaria masa de dinero B se legalice. Los estudios realizados por los técnicos de Hacienda muestran justamente lo contrario. En los últimos años la demanda de billetes de 500 euros -tan prácticos para transportar discretamente grandes cantidades de dinero- ha estado creciendo por encima del 35 por 100.

Sí, 'es la economía, estúpido', pero... también es la política. Sobre todo la política. Su acción u omisión es determinante. El caso de la 'burbuja inmobiliaria' es elocuente al respecto. Ha sido fundamentalmente el dinero negro el que ha motivado el desproporcionado incremento de la construcción. La demanda inmobiliaria generada por él ha provocado artificialmente un aumento igualmente desproporcionado de los precios y dicho incremento tiene una incidencia social y económica sumamente negativa.

Una legión de españoles realmente necesitados de vivienda están pagando los platos rotos, sacrificando sus débiles economías familiares mediante hipotecas que van a condicionar negativamente sus vidas durante largos años. Y eso no sólo reduce el dinero circulante gracias a la reducción drástica de la capacidad adquisitiva en otros bienes, sino que, dada la instabilidad del mercado laboral, también puede conducir a la acumulación de impagados.

He ahí cómo la indulgencia fiscal que los gobiernos (no sólo éste, por más que insista el PP) practican con la economía sumergida acaba repercutiendo de modo absolutamente pernicioso en la sociedad y, a la larga, en los índices macroeconómicos que los gobiernos acostumbran a exhibir como mendaz baremo de la riqueza de la nación.

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23 octubre, 2007

La frivolidad se llama Mariano

No se cortan. Cual fanáticos 'camicaces' de la pseudoideología neoconservadora se estrellan alegremente contra cualquier objetivo. ¡Santiago y cierra España! ¡Broooom! ¡Cratracrac!

No pasa nada. Trabajan con red, claro. Cuentan con el infalible aplauso de varios millones de españoles dispuestos a volver a situarles en La Moncloa en olor de santidad pese a sus innumerables pecados, entre los que destacan estelarmente la mentira -a la que han dado una nueva dimensión, casi surrealista- y la irresponsabilidad, en la que han alcanzado un nivel inédito en toda la historia de la democracia restaurada.

Aún no estábamos recuperados del efecto causado por el conocimiento del insuperable descaro de Esperanza Aguirre pidiendo al Rey, a cara de perro y ante testigos, un “trato humano” (humanidad frente a alimañidad) para Federico Jiménez Losantos, cuando he aquí que el inefable Mariano Rajoy se pronuncia ‘ubi et orbe’ sobre el cambio climático.

Con el inestimable apoyo teórico de su primo, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla que ahora estará maldiciendo la hora, Rajoy trivializó el cambio climático como hizo en su día con aquellos “hilillos, como de plastilina” que salían del ‘Prestige’ hundido y dejaron toda la costa gallega y cantábrica convertida en un negro fangal.

He aquí lo que Mariano y su primo (salvo que éste diga ahora lo contrario) piensan de uno de los problemas que más inquietan a toda la humanidad. Habla Rajoy:

"Yo sé poco de este asunto, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'He traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?'".

Inefable. Creo que sería gratuito por mi parte apostillar esta estupidez. Lo único que puedo decir es que si este buen hombre nos va a gobernar, apaga y vámonos.

Y encima le llama frívolo a Zapatero. ¿Quién da más?

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06 octubre, 2007

Del desastre 'providencial' a la mentira 'necesaria'


De mi repaso hoy por la blogosfera ha resultado la ‘captura’ de dos videos muy recomendables y cuyo contenido es fácilmente relacionable.

El primero de ellos (vía ADN.es), basado en la tesis de la nueva obra de Naomi Klein, universalmente conocida por ‘No logo’, ha sido realizado por el cineasta mexicano Alfonso Cuarón, el director de “Hijos de los hombres”. En su libro “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre” Klein estudia el modo en que el sistema capitalista viene explotando desde hace décadas el ‘shock’ social que causan los traumas generados por determinadas situaciones políticas, actos terroristas o desastres naturales en favor de las tesis económicas ultraliberales y de objetivos políticos que, en circunstancias normales, serían rechazados.

El segundo video (vía Alt1040) es un nuevo repaso -éste exhaustivo- a la política de la administración Bush en relación con Irak, con especial énfasis en la utilización sistemática de la mentira como instrumento de persuasión nacional e internacional. ¿Habría sido posible la guerra de Irak si previamente no se hubieran producido los ataques del 11-S? ¿No habría rechazado la sociedad estadounidense esa iniciativa si no estuviera bajo los efectos del ‘shock’?

Ver ambos videos nos ayudará a entender hasta qué punto vivimos una realidad de pesadilla que no podemos ni debemos ignorar si queremos evitar pagar las consecuencias tarde o temprano.



17 septiembre, 2007

'Ratastrofismo' electoralista


¡Qué suerte para los gobernantes que la gente no piense!
Adolf Hitler

Así ha visto mi admirado JRMora el anuncio por parte del PP de que su programa electoral contendrá un plan de vivienda alternativo (y mejor, naturalmente) a las promesas del Gobierno en ese terreno. Perdón a cuantos/cuantas odian la visión de una rata incluso en una película de Disney, pero hay que admitir que la imagen de este asqueroso roedor posée una eficacia metafórica inigualable.

Al Partido Popular le ha entrado, de repente, una vocación social inédita en su historia y extraordinariamente paradójica, si se tiene en cuenta -y debe tenerse- que es el valedor natural de los intereses empresariales y financieros y confeso seguidor del ultraliberalismo ‘neocon’ (véase la trayectoria ‘privada’ de Aznar como botón de muestra).

Una muestra cómica -si no fuera más patética- de esa sobrevenida ‘conciencia social’ de la más rancia derecha española es su alegre y demagógica propuesta de que los tomadores de hipotecas disfruten de un año de carencia en su pago si ingresan en las filas del paro. Aparte de desentenderse de las posibilidades de fraude que su propuesta favorecería, es obvio que pasan de hacer cualquier cálculo numérico sobre la viabilidad y previsibles consecuencias de su genial idea. Sólo pretenden engañar a los que se dejen y hay que reconocer que no faltan.

Su pretensión de que el Gobierno pacte con ellos los presupuestos porque va a ser el PP quien, tras las elecciones, tenga que ejecutarlos y quieren evitar que Zapatero incluya en ellos sus ‘delirios’ sociales no sólo es una bufonada-balandronada muy propia de Rajoy y su tribu, sino también una absurdez como la copa de un pino.

Lamentablemente, ese es el juego. Un partido que se ha pasado toda la legislatura intoxicando a la opinión pública por todo y por nada no tiene problema alguno para vender ahora su ‘demagogia social’ y su catastrofismo económico a beneficio de hipotéticos réditos electorales.

Quienes sucesivamente han atribuido al Gobierno la ocultación de datos esenciales sobre el ataque terrorista del 11-M y lo han transformado en una conspiración: quienes se rasgaron las vestiduras ante la defensa del Plan Ibarretxe en el Congreso a sabiendas de que se iba a quedar en agua de borrajas; quienes montaron un escándalo y blandieron el fantasma de la ruptura de España a propósito de un ‘Estatut’ que previsiblemente iba a ser “cepillado” en el Parlamento y pese a ello lo recurrieron ante el TC; quienes convirtieron deslealmente la política antiterrorista en caballo de batalla y atribuyeron al Gobierno cesiones a ETA perfectamente conscientes de que no existían… Esos, digo, ¿creen tener aún algún crédito en sus afirmaciones o sus promesas?

Pues parece que sí. Ahora creen haber hallado el filón económico-social. Están ‘preocupadísmos’ por la burbuja inmobiliaria y sus consecuencias sociales y económicas y nunca admitirán que fueron ellos, cuando gobernaban, quienes la alentaron. Incluso hablan -de modo irresponsable y falso- de recesión económica y la atribuyen a una política económica que es exactamente la misma que ellos practicaron. ¿Quién da más en despropósitos?

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16 septiembre, 2007

Crisis hipotecaria: Las consecuencias, los responsables

El dinero, ya se sabe, es miedoso. Y el de los pequeños ahorradores e inversionistas lo es más por razones obvias. El viernes el pánico hizo acto de presencia en Europa, concretamente en Reino Unido. Fue un pánico en cierta medida flemático, autocontrolado, como corresponde al carácter de los pobladores de la gran isla, pero el temor y la desconfianza se palpan en el aire.

El Banco Northern Rock (“Roca Norteña”) amenazaba con hacerse arena por una falta de liquidez provocada por las secuelas de la crisis hipotecaria estadounidense y buena parte de sus clientes (¿quién podría reprochárselo?) se precipitaron a sus oficinas para rescatar su dinero, llegando a formar grandes colas en el exterior.

Similares imágenes de la patética Argentina del ‘corralito’ se nos vinieron inevitablemente a la memoria. Era una escena insólita para Europa, una especie de mal augurio que no se puede dejar caer en saco roto, aún a sabiendas de que en la Europa comunitaria es impensable que suceda nada parecido a lo ocurrido en el país de la pampa. El temor a una reacción en cadena de consecuencias catastróficas (un 'crack') ha generado mecanismos de control, que recaen en última instancia sobre el Estado, destinados a ofrecer garantías frente al pavor social.

Quienes tienen dinero excedente son miedosos, pero no así quienes no tienen otro capital que el muy limitado que les genera su trabajo. Conscientes de su incapacidad objetiva para ahorrar, muchos de ellos practican formas suicidas de endeudamiento para conseguir una vivienda a costa de ‘apretarse el cinturón’ hasta el límite de la supervivencia.

En Estados Unidos se ha consentido desde hace años la aparición de hipotecas de alto riesgo y considerable usura, denominadas ‘subprime’ y destinadas a quienes no pueden ofrecer garantías suficientes a cambio del crédito. En el fracaso de ese ‘negocio’ intolerable está basada la actual crisis estadounidense, que está extendiendo sus nefastas secuelas a todo el mundo.

Cualquiera que tenga dos dedos de frente imagina sin dificultades la fragilidad de tal ‘chiringuito’. La crisis se mascaba desde hacía tiempo en el ambiente y cuando el sistema financiero decidió, finalmente, admitir su existencia un millón de estadounidenses habían perdido ya su vivienda y otros cientos de miles no precisados la iban a perder de modo irremediable a corto plazo.

Es el drama de esas personas el que a mi me conmueve e indigna. A los inescrupulosos montadores del tinglado y a quienes invirtieron en él buscando una alta rentabilidad, que les quiten lo bailado. El dinero recaudado está generalmente a salvo, refugiado en otras inversiones o depositado en cuentas secretas de paraísos fiscales. Sin embargo, nadie va a devolverles sus casas ni el dinero invertido a los esperanzados e incautos tomadores de las hipotecas ‘subprime’.

La crisis financiera pasará porque está generada no sólo por el miedo, sino también por la avaricia. Las pérdidas se asumirán porque no son tanto pérdidas reales como reducción o falta de las ganancias previstas. El sistema sobrevive. Son sus víctimas más frágiles las que perecen y con ellas se desvanece en cierta medida la confianza de los más débiles económicamente, que toman sus decisiones sobre la base de la sobreentendida solidez y fiabilidad de las instituciones financieras.

Los clientes del ‘Northern Bank’ han retirado en dos días un total de 1.500 millones de libras esterlinas, apenas una gota de agua en el océano de los 100.000 millones que, se dice, constituyen su cartera. El banco es solvente, asegura la Autoridad Reguladora de los Mercados británicos (FSA), que llama a la calma. El daño de la desconfianza, motivada o no, ya está hecho sin embargo. Dos bancos podrían asumir los activos del NR en el caso de que sus acciones registren fuertes caídas tras la apertura del lunes, pero tampoco es descartable que sea nacionalizado y puesto bajo administración del Estado.

Que sea el Estado (es decir, el conjunto de los ciudadanos) quien deba acudir en última instancia a sostener los cimientos de un sistema que rechaza tutelar hasta que llega el momento crítico con consecuencias irreversibles constituye una cruel paradoja. Sería mucho más lógico y saludable -me refiero ahora específicamente a Estados Unidos- que atajase toda iniciativa que, como la proliferación de las ‘subprime’, implican un elevadísimo factor de riesgo que no sólo afecta a los directamente implicados sino al conjunto del sistema financiero, nacional y global.

El principio de subsidiaridad del Estado respecto a la actividad privada no debe limitarse a ser una especie de Cruz Roja que recoge los cadáveres, atiende a los heridos y trata de detener el conflicto cuando ya ha estallado con todas sus consecuencias. Puede y debe prevenir que ocurran crisis como la actual, adoptando las medidas necesarias para que productos financieros como las hipotecas ‘subprime’ -auténticas bombas de relojería- no sean posibles.

Eso, contra lo que objeten los defensores del capitalismo salvaje que acompaña a una globalización depredadora, no es intervencionismo y menos aún socialismo. Es sentido común, es respeto a la sociedad civil y a los sujetos económicos. Es salud pública.

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22 junio, 2007

El 'desmontador' desmontable

Bajo el título engañoso de ‘Desmontando a Pettit’, un intelectual orgánico del Partido Popular arremete -para no variar- contra Zapatero. Que lo haga no constituye novedad ninguna, ¿pero por qué emplear una coartada tan presuntuosa y falsa como ‘desmontar’ la personalidad o las teorías de un filósofo y politólogo respetado? Muy sencillo: porque Philip Pettit (en la foto) ha estado en España y ha dado nota de sobresaliente a la política del presidente del Gobierno.

Ocurre que Zapatero es un admirador confeso de Pettit. Su ‘republicanismo’ (así se titula una de las obras más conocidas del autor irlandés) no se refiere, contra lo que se podría imaginar, a la forma del Estado, sino a la tradición cívica republicana que, desde los tiempos de Roma, contrapone los derechos de la ciudadanía a los abusos de la oligarquía, el autoritarismo y la dictadura (leer entrevista).

Para nuestro 'desmontador' (que nada desmonta al cabo) Pettit es una especie de Don Nadie que no merece mayor consideración que el choteo que le dedicaría Woody Allen en una de sus comedias neoyorquinas. ¡Por favor!, viene a decir nuestro erudito a la violeta, donde esté Pocock (anciano historiador especializado en los siglos XVII y XVIII)…, o Skinner (Quentin, no el conductista B. F.), también historiador y con la misma especialización que Pocock… o incluso Habermas, éste sí filósofo, pero con una relación más bien colateral con el republicanismo...

Más o menos lo que viene a decir este intelectual, de quien se dice que le escribe los discursos a Rajoy (esperemos que no todos, porque los hay de juzgado de guardia), es que Zapatero lee a Corín Tellado pudiendo leer a Marcel Proust. O sea, que Zapatero es un bobo solemne seguidor de un maestro Ciruelo que no merece la menor valoración. Lamentablemente, la realidad no le da la razón pero eso nunca ha sido impedimento para que un miembro del PP sostenga lo insostenible.

Nuestro hombre, de quien conviene señalar como parte de su esquivo perfil que es un destacado sionista, tal vez por hacer honor a su estirpe, no sólo ocupa un papel relevante en el entorno de Rajoy, sino que también está en la FAES. Es, como decía, un intelectual orgánico. El problema de todo intelectual en el seno del PP es que está rodeado de suspicacias y mucho más si, puntualmente, se distancia de la línea oficial del partido, como hizo al declararse partidario del matrimonio homosexual.

Me temo que no es a Philip Pettit a quien hay que desmontar, sino a José María Lassalle, liberal, pero laico en un partido que roza el integrismo; casado con una socialista catalana para general y paradójica complacencia, y capaz de cualquier gratuidad intelectual a la mayor gloria de una ambición política que, como poco, se puede considerar contradictoria y aventurada.

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18 junio, 2007

La amarga victoria de Sarkozy

Los politólogos y analistas acostumbran a tentarse prudentemente la ropa cuando se trata de abordar las perspectivas políticas francesas. Una larga tradición de sorpresas avala el acierto de tal actitud. El electorado francés parece gozar de ciertas dosis de sabiduría que le llevan a establecer contrapesos y generar reequilibrios en los momentos más inesperados. Y ahora estamos ante una de esas sorpresas, con la diferencia de que la mayor parte de los analistas -en Francia y fuera de ella- habían abandonado en esta ocasión toda prudencia para avanzar una victoria arrolladora de la UMP de Sarkozy.

Ciertamente, la UMP ha logrado la mayoría absoluta, pero ha obtenido menos diputados que en 2002, mientras el PSF, cuya debacle todos anticipaban, amplía su presencia en la Cámara. Sarkozy ha triunfado, pero es el suyo un éxito con sabor amargo. Su ‘ola azul’, que tantos pintaban como un maremoto, ha sido neutralizada por el rompeolas de la izquierda, inesperadamente fortalecido.

Estamos, pues, como al principio, como antes de la elección clamorosa de Sarkozy para la presidencia, con la diferencia de que la izquierda ha ganado posiciones y la UMP ha de afrontar, además, el trauma suplementario que supone la derrota de uno de sus hombres clave, Alain Juppé, en su feudo de Gironde y su ineludible renuncia a formar parte del Gobierno. La victoria es, en cierto modo, una derrota relativa que ha de forzar a Sarkozy a replantearse la verosimilitud del consenso que, teóricamente, había generado en torno a su persona y su vago y ambiguo programa.

Los anuncios de que se aumentará el IVA y de que no se revisará el salario mínimo son noticias que los franceses no han recibido precisamente con entusiasmo. Hollande, secretario general del PSF, ha parafraseado el eslogan de Sarkozy, ‘trabajar más para vivir mejor’ con un demoledor ‘trabajar más para pagar más’ que en gran medida expresa la opinión de millones de franceses.

Si tales anuncios eran un globo sonda exploratorio por parte de Sarkozy para evaluar la acogida que pueden tener otras medidas que forman parte de su ‘revolución conservadora’ ya tiene elementos de juicio indicativos de que su ‘cambio tranquilo’ puede no serlo en absoluto. Los ciudadanos galos han demostrado en el pasado que no están dispuestos a renunciar a ninguno de los avances socioeconómicos alcanzados a lo largo del tiempo.

Para ello ni siquiera han precisado del apoyo de la izquierda o los sindicatos. En Francia, a diferencia de otras democracias, existe una sociedad civil madura y luchadora que, llegado el momento, sale a las calles a protestar por encima y más allá de planteamientos ideológicos o fidelidades partidistas, con o sin apoyo sindical o mediático'. Sarkozy tiene crédito, como se vio en las lecciones presidenciales, pero éste es limitado. Las urnas no engañan.

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24 mayo, 2007

Génesis y desarrollo de la crispación (II)


4 de Febrero 2005: Aznar habla ante el Pleno (Congreso y Senado) del Parlamento estadounidense en defensa de la guerra de Irak.

Vergüenza ajena


18 de marzo de 2005: Reflexión sobre el renacimiento artificial de las dos Españas. Zaplana califica al Gobierno de ‘radical’ tras la retirada de una estatua de Franco en Madrid.

Hasta… las narices


1 de Abril de 2005: FAES, la fundación presidida por Aznar, da a conocer un vídeo en el que se 'reinterpretan', de modo sensacionalista, sectario y manipulador, los hechos entre el 11-M y el 14-M bajo las claves expuestas por Aznar ante la comisión parlamentaria.

La mentira como verdad (o viceversa)


7 de Abril de 2005: La intervención de Rajoy en el debate sobre el estado de la nación, apocalíptica e insultante para Zapatero, pone de relieve sus contradicciones. Pocos días antes había reclamado ‘moderación’ a su partido.

Patético Rajoy


13 de Mayo de 2005: Las encuestas coinciden en señalar la derrota de Rajoy en el debate sobre el estado de la nación. Es el fracaso de la estrategia de crispación promovida por el PP y que éste atribuye al Gobierno.

Nuevo fracaso de ‘La Sombra


15 de Mayo de 2005: Aznar asegura, frente a toda evidencia, que su Gobierno no negoció nunca con ETA. Según él, todo se limitó a que autorizó contactos con la banda para “constatar si estaban dispuestos a rendirse”.

Más mentiras


18 de Mayo de 2005: Un sondeo del CIS no sólo confirma sino que aumenta la magnitud de la derrota de Rajoy frente a Zapatero en el debate sobre el estado de la nación. El PP dice que las encuestas están manipuladas.

Al desnudo


5 de Julio de 2005: Josep Piqué menciona por sus nombres a Acebes y Zaplana como personajes que deberían desaparecer del primer plano del PP “por sus conexiones con el pasado”. Tras la derrota del partido en Galicia apuntan signos de división interna.

La ‘picadura’ de Piqué


17 de Septiembre de 2005: Aznar, en una conferencia-cocktail de pago pronunciada en Nueva York, arremete, siempre en sintonía con la política exterior estadouidense contra Fidel Castro, Hugo Chávez y la ‘Alianza de Civilizaciones’ propuesta por Zapatero.

La ‘Sombra’, la voz de su amo


21 de Septiembre de 2005: El matrimonio gay divide al PP. Mientras Acebes anuncia un recurso de inconstitucionalidad, que luego se matiza que será objeto de un estudio jurídico para decidir su viabilidad, Esperanza Aguirre, aparentemente por razones electorales, objeta que tal postura será entendida en el mundo homosexual como una gresión.


‘Espe’ no se entera



8 de Octubre de 2005: Ante centenares de empresarios reunidos en México, Aznar pinta un cuadro apocalíptico de España, que “corre riesgos serios de desintegración y balcanización”.

El antiespañolismo más ‘español’


21 de Octubre de 2005: Rajoy hace un encendido elogio de Aznar, cuya figura, “viendo lo que está pasando en España” (en referencia al Estatut) “se multiplica por 100 millones, o casi por infinito”.

Vuelva usted, señor Aznar


(Continuará)

17 octubre, 2006

¿Quién gana cuando la libertad pierde?


Foto AP

He had won the victory over himself. He loved Big Brother

(Frases finales de la novela '1984', de George Orwell)

En 1989, cuando caía el muro de Berlín y todo el mundo del 'socialismo real' entraba en un colapso irreversible, un entusiasta asesor de Reagan, el nipo-americano Francis Fukuyama, se apresuró a sentenciar el 'fin de la historia' (entendida en el sentido hegeliano, adoptado por el marxismo).

En 1991, George Bush padre, tras la exitosa guerra contra Irak provocada por la invasión de Kuwait, enunciaba un "nuevo orden internacional" cuya definición evitaba detallar pero que el buen entendedor no podía interpretar de otra manera que como la imposición universal de la hegemonía estadounidense. La formación de una gran coalición internacional contra Irak fue, entonces, un signo alentador para las ambiciones de Washington.

En 1992 Fukuyama, animado por los hechos que parecían confirmar su optimista teoría, amplía su ensayo para convertirlo en libro, bajo el título "El fin de la historia y el último hombre". El problema, sin embargo, era que, en diversos escenarios mundiales y especialmente en Oriente próximo, la lucha continuaba. ¿Cómo sostener la verosimilitud del fin de la historia en tales circunstancias?

En 1993 Samuel P. Huntington encuentra la solución para explicar la persistencia de los conflictos sin recurrir a Hegel ni a Marx. Lo que hay -y va a seguir habiendo- es un "choque de civilizaciones", sentencia. Así, con esta oportuna prestidigitación simplificadora, EE UU se dota de una 'weltanschaung' adecuada a sus necesidades de explicar la realidad sin tener que admitir que la 'derrota' de la URSS y sus satélites no era el fin de la reivindicación en el planeta ni la sumisión general a su hegemonía. Y mucho menos aún la afirmación de su superioridad moral.

Llámese "choque de civilizaciones" o "dialéctica histórica", lo cierto es que los conflictos no sólo continúan, sino que aumentan y se radicalizan. La razón fundamental de ello es la arrogancia y el abuso con que el 'primer mundo' se relaciona con los restantes y el coste está empezando a ser muy elevado para Occidente. No en términos económicos ni militares (al menos, no por ahora), sino en el terreno de libertades y derechos que hasta no hace mucho se consideraban indiscutibles e inviolables para todos y cuya validez universal se decía defender.

Apenas un mes después del 11-S, Estados Unidos aprobaba la 'Patriot Act', que supone un recorte muy notable de derechos y garantías para los ciudadanos. Dicho Acta Patriótica, que se suponía un instrumento transitorio ante la situación de emergencia y temor creada por el primer ataque exterior sufrido en el propio territorio, se ha 'enquistado' en el sistema tras su renovación en marzo de 2006 y convierte algunos derechos democráticos esenciales en letra muerta. A eso se le llama un éxito del enemigo

Hoy, el 'campeón de la democracia' ha dado una nueva vuelta de tuerca en su deriva antidemocrática al firmar el presidente Bush una ley que 'legaliza' las prisiones secretas de la CIA, 'normaliza' la tortura, aunque negándola, y somete a los acusados de terrorismo a tribunales militares, entre otras cosas. "Esta ley que firmo hoy -dijo Bush- ayuda a proteger a este país y envía un claro mensaje: esta nación es paciente, decente y justa, y nunca retrocederá ante las amenazas a nuestra libertad".

El grave problema, el sangrante sarcasmo, es que la mayor amenaza -a la libertad en singular y a las libertades en general- no procede del exterior, sino que se asienta en el despacho oval de la Casa Blanca y cuenta con amplio apoyo en ambas cámaras y entre el pueblo estadounidense. So pretexto de sostener dentro y fuera del país una eficaz guerra contra el terror, la Constitución del país está siendo vulnerada en mayor grado aún que durante la triste época del macartismo y la 'caza de brujas'.

Para colmo de males, Estados Unidos pretende exportar a todos sus aliados la psicosis de 'estado de guerra'. La pretensión británica de promover el espionaje de los alumnos en las universidades así lo prueba. Por no hablar de las medidas que, contra el respeto al derecho a la privacidad, pretenden controlar las comunicaciones de todo tipo, en especial las de internet, en el marco europeo.

Para defender nuestra libertad, frente al terror que él mismo ha generado, el Gran Hermano pretende negarnos libertades y derechos esenciales, precisamente aquellos por los que en nuestra cultura se ha luchado largo tiempo y se ha derramado la sangre de generaciones. Parece obvio quién va ganando esta guerra. Aquél que logra que renunciemos a nuestros valores, a las conquistas de nuestra civilización, so pretexto de combatirle.

Cuando estemos tan embrutecidos y seamos tan fanáticos y crueles como los peores de nuestros enemigos, cuando hayamos renunciado a los derechos que nos humanizan y dignifican para lograr su derrota, ¿a quién va a beneficiar el resultado de la confrontación? ¿A quién debería importarle ya?

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