16 septiembre, 2007

Crisis hipotecaria: Las consecuencias, los responsables

El dinero, ya se sabe, es miedoso. Y el de los pequeños ahorradores e inversionistas lo es más por razones obvias. El viernes el pánico hizo acto de presencia en Europa, concretamente en Reino Unido. Fue un pánico en cierta medida flemático, autocontrolado, como corresponde al carácter de los pobladores de la gran isla, pero el temor y la desconfianza se palpan en el aire.

El Banco Northern Rock (“Roca Norteña”) amenazaba con hacerse arena por una falta de liquidez provocada por las secuelas de la crisis hipotecaria estadounidense y buena parte de sus clientes (¿quién podría reprochárselo?) se precipitaron a sus oficinas para rescatar su dinero, llegando a formar grandes colas en el exterior.

Similares imágenes de la patética Argentina del ‘corralito’ se nos vinieron inevitablemente a la memoria. Era una escena insólita para Europa, una especie de mal augurio que no se puede dejar caer en saco roto, aún a sabiendas de que en la Europa comunitaria es impensable que suceda nada parecido a lo ocurrido en el país de la pampa. El temor a una reacción en cadena de consecuencias catastróficas (un 'crack') ha generado mecanismos de control, que recaen en última instancia sobre el Estado, destinados a ofrecer garantías frente al pavor social.

Quienes tienen dinero excedente son miedosos, pero no así quienes no tienen otro capital que el muy limitado que les genera su trabajo. Conscientes de su incapacidad objetiva para ahorrar, muchos de ellos practican formas suicidas de endeudamiento para conseguir una vivienda a costa de ‘apretarse el cinturón’ hasta el límite de la supervivencia.

En Estados Unidos se ha consentido desde hace años la aparición de hipotecas de alto riesgo y considerable usura, denominadas ‘subprime’ y destinadas a quienes no pueden ofrecer garantías suficientes a cambio del crédito. En el fracaso de ese ‘negocio’ intolerable está basada la actual crisis estadounidense, que está extendiendo sus nefastas secuelas a todo el mundo.

Cualquiera que tenga dos dedos de frente imagina sin dificultades la fragilidad de tal ‘chiringuito’. La crisis se mascaba desde hacía tiempo en el ambiente y cuando el sistema financiero decidió, finalmente, admitir su existencia un millón de estadounidenses habían perdido ya su vivienda y otros cientos de miles no precisados la iban a perder de modo irremediable a corto plazo.

Es el drama de esas personas el que a mi me conmueve e indigna. A los inescrupulosos montadores del tinglado y a quienes invirtieron en él buscando una alta rentabilidad, que les quiten lo bailado. El dinero recaudado está generalmente a salvo, refugiado en otras inversiones o depositado en cuentas secretas de paraísos fiscales. Sin embargo, nadie va a devolverles sus casas ni el dinero invertido a los esperanzados e incautos tomadores de las hipotecas ‘subprime’.

La crisis financiera pasará porque está generada no sólo por el miedo, sino también por la avaricia. Las pérdidas se asumirán porque no son tanto pérdidas reales como reducción o falta de las ganancias previstas. El sistema sobrevive. Son sus víctimas más frágiles las que perecen y con ellas se desvanece en cierta medida la confianza de los más débiles económicamente, que toman sus decisiones sobre la base de la sobreentendida solidez y fiabilidad de las instituciones financieras.

Los clientes del ‘Northern Bank’ han retirado en dos días un total de 1.500 millones de libras esterlinas, apenas una gota de agua en el océano de los 100.000 millones que, se dice, constituyen su cartera. El banco es solvente, asegura la Autoridad Reguladora de los Mercados británicos (FSA), que llama a la calma. El daño de la desconfianza, motivada o no, ya está hecho sin embargo. Dos bancos podrían asumir los activos del NR en el caso de que sus acciones registren fuertes caídas tras la apertura del lunes, pero tampoco es descartable que sea nacionalizado y puesto bajo administración del Estado.

Que sea el Estado (es decir, el conjunto de los ciudadanos) quien deba acudir en última instancia a sostener los cimientos de un sistema que rechaza tutelar hasta que llega el momento crítico con consecuencias irreversibles constituye una cruel paradoja. Sería mucho más lógico y saludable -me refiero ahora específicamente a Estados Unidos- que atajase toda iniciativa que, como la proliferación de las ‘subprime’, implican un elevadísimo factor de riesgo que no sólo afecta a los directamente implicados sino al conjunto del sistema financiero, nacional y global.

El principio de subsidiaridad del Estado respecto a la actividad privada no debe limitarse a ser una especie de Cruz Roja que recoge los cadáveres, atiende a los heridos y trata de detener el conflicto cuando ya ha estallado con todas sus consecuencias. Puede y debe prevenir que ocurran crisis como la actual, adoptando las medidas necesarias para que productos financieros como las hipotecas ‘subprime’ -auténticas bombas de relojería- no sean posibles.

Eso, contra lo que objeten los defensores del capitalismo salvaje que acompaña a una globalización depredadora, no es intervencionismo y menos aún socialismo. Es sentido común, es respeto a la sociedad civil y a los sujetos económicos. Es salud pública.

Leer online http://laspiral.blogspot.com



2 comentarios:

MAX Y LULA dijo...

Entonces ¿hay que ir sacando ya el dinero de los bancos? ¡Venga, vamos todos a hundir el sistema!

José Ramón San Juan dijo...

Buen chiste. :-) Me temo que una gran parte de los españoles deben a los bancos mucho más dinero del que han tenido o tendrán nunca en ellos. Aquí no tenemos 'subprime', pero existe el euribor y no deja de crecer en perjuicio de nuestras minieconomías personales. Cómprate un piso y sabrás lo que es enterrarse en vida para pagarlo. :-(