Hay una táctica - aunque quzás sería más justo decir una 'filosofía' - invariable que Occidente aplica sistemáticamente en su confrontación no sólo con el islamismo radical, sino también con los países árabes en general, y se puede resumir en una frase: "cuanto peor, mejor". A través de su implementación resulta evidente que los intereses de los pueblos y de los países declarados ‘enemigos’ no les merecen la más mínima consideración. Se trata de derrotar al enemigo a toda costa, y por encima de cualquier planteamiento razonable acerca de las consecuencias.
La intervención en Libia fue la evidencia más reciente y expresiva de esa 'filosofía': Occidente no sólo destruyó un régimen político, una sociedad o un país, sino también un estado que - por muy singular que nos parezca - tenía la aprobación de su pueblo. Y no podía ser de otra manera, dada su escasa población y su riqueza en combustibles fósiles. Hoy, como consecuencia, existen dos Libias que no osan decir su nombre: en el Este los islamistas radicales (antes ausentes del panorama) han tomado el poder 'de facto' y en el Oeste, aún fragmentado, prevalece la política de EE UU - OTAN. La única perspectiva de futuro factible, que no sea otra guerra aún más cruel, es la partición. ¿Era eso lo que querían Estados Unidos y la OTAN? Poco importa. De lo que se trataba era de acabar con el rebelde e inquietante Gadafi y con su régimen 'no alineado'.
La alusión a una ‘guerra eterna’ en el título de esta serie de artículos está lejos de ser caprichosa. Oriente Medio, en particular, y los países árabes, en general, deben su destino, comúnmente conflictivo y agónico, a una ‘descolonización’ irresponsable, egoísta y cínica, protagonizada por Reino Unido. Los errores, cálculos y ‘caprichos’ de la descolonización ‘a la inglesa’ son paradigmáticamente visibles en la peculiar distribución territorial de la península arábiga, pero alcanzaron el summum en Palestina, con la solución ‘salomónica’ de la fundación del estado de Israel en dicho territorio. Se me dirá, como coartada legal, que la decisión fue tomada por la ONU, pero aquella ONU no incluía aún a los países resultantes de la descolonización acordada durante la Segunda Guerra Mundial, ya en marcha entonces. Sólo 56 países pudieron votar y el previsible resultado fue de 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. Si se hubiera celebrado sólo ocho años más tarde el resultado habría sido muy diferente.
Cuando, meses después de la votación, en mayo de 1948, las fuerzas británicas abandonan el territorio, tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y transjordanas atacan a Israel. Es la primera batalla de la ‘guerra eterna’, y, para sorpresa general y estupor y frustración de los árabes, éstos la pierden, ocasión que aprovecha Israel para exceder ampliamente la extensión de los territorios que la ONU le había asignado. Para los árabes palestinos el resultado es el comienzo de la ‘Nakba’ (catástrofe), que nunca ha dejado de acompañarles, al igual que el odio a los israelíes, algo que, ante la acumulación de ofensas y humillaciones, acabarán compartiendo todos los árabes, radicales islámicos o no.
El final de la ‘guerra eterna’ es difícilmente imaginable, en especial si se considera la complicidad estratégica y podríamos decir que ‘cultural’ entre Occidente e Israel. Oriente Medio es y seguirá siendo un polvorín, listo para estallar en cualquier momento, mientras las cosas no cambien. Y nada hace presagiar que vayan a hacerlo en mucho tiempo.
Pie de foto: soldados israelíes en una posición defensiva de Jerusalén, durante la guerra de 1948,
Continuará
Comentarios sobre la actualidad, reflexiones sobre la deriva histórica que nos conduce hacia viejas pesadillas y cualquier otra cosa que considere de interés.
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16 diciembre, 2016
Alepo, una batalla más de la ‘guerra eterna’ (2)
15 diciembre, 2016
Alepo, una batalla más de la 'guerra eterna' (1)
"La verdad es la primera víctima de la guerra", escribió el dramaturgo y soldado griego Esquilo, nacido el año 525 (antes de Cristo). Nada ha alterado esa 'ley' hasta la fecha. Por el contrario, su criminal validez se renueva año tras año en estos convulsos tiempos, en los que la 'propaganda' es un arma de combate tan habitual como poderosa e insidiosa. Lo que viene ocurriendo en Siria desde hace seis años es la prueba más reciente y sofisticada del imperio universal de la mentira.
Cuando estalla la denominada 'Primavera àrabe' - contestación 'popular' finalmente fallida en todos los países en los que se produjo - Occidente (entiéndase EE UU y la OTAN), creyó llegado el momento de favorecer decisivamente los intereses estratégicos de Israel. Primero fue preciso neutralizar como posible contendiente a Irán, para lo que se gestó un acuerdo - hasta entonces inconcebible - por parte de Estados Unidos sobre el desarrollo de la industria nuclear iraní .
Para entonces la oposición siria, escasamente representativa y no muy resuelta, había sido armada convenientemente y se había decidido - con notoria irresponsabilidad - hacer la vista gorda ante los avances territoriales del EI. Todo había venido desarrollándose bajo un sorprendente 'apagón informativo' hasta que Obama anuncia su propósito de intervenir y Rusia exige que toda acción se limite a destruir el poder adquirido por el EI hasta expulsarlo del territorio sirio. A partir de ahí se pasa directamente a la sistemática intoxicación informativa.
Así se llega a la batalla de Alepo, primera victoria significativa de las tropas sirias en la larga y cruenta confrontación, que hoy mismo 'Le Monde' describe como paradigma de desinformación e intoxicación, instrumentada por todos los contendientes y partidarios sin excepción alguna. La consecuencia es que nada de lo que se cuenta acerca del desarrollo de esta batalla - y en general de la guerra - merece un crédito total. La verdad ha perecido desde el primer momento en esta insólita guerra multifrente. Sin embargo, la filtración de Wikileaks que difundió el email imprudentemente enviado por Hillary Clinton desde su servidor personal no deja lugar a dudas acerca de las motivaciones que han sido el motor de la carnicería.
Las primeras líneas del texto completo del mensaje que se reproduce lo expresan con toda claridad: "El mejor modo de ayudar a Israel a afrontar el crecimiento de la capacidad nuclear iraní es ayudar al pueblo de Siria a derrocar el régimen de Bashar Assad". Más claro, imposible
Continuará
Cuando estalla la denominada 'Primavera àrabe' - contestación 'popular' finalmente fallida en todos los países en los que se produjo - Occidente (entiéndase EE UU y la OTAN), creyó llegado el momento de favorecer decisivamente los intereses estratégicos de Israel. Primero fue preciso neutralizar como posible contendiente a Irán, para lo que se gestó un acuerdo - hasta entonces inconcebible - por parte de Estados Unidos sobre el desarrollo de la industria nuclear iraní .
Para entonces la oposición siria, escasamente representativa y no muy resuelta, había sido armada convenientemente y se había decidido - con notoria irresponsabilidad - hacer la vista gorda ante los avances territoriales del EI. Todo había venido desarrollándose bajo un sorprendente 'apagón informativo' hasta que Obama anuncia su propósito de intervenir y Rusia exige que toda acción se limite a destruir el poder adquirido por el EI hasta expulsarlo del territorio sirio. A partir de ahí se pasa directamente a la sistemática intoxicación informativa.
Así se llega a la batalla de Alepo, primera victoria significativa de las tropas sirias en la larga y cruenta confrontación, que hoy mismo 'Le Monde' describe como paradigma de desinformación e intoxicación, instrumentada por todos los contendientes y partidarios sin excepción alguna. La consecuencia es que nada de lo que se cuenta acerca del desarrollo de esta batalla - y en general de la guerra - merece un crédito total. La verdad ha perecido desde el primer momento en esta insólita guerra multifrente. Sin embargo, la filtración de Wikileaks que difundió el email imprudentemente enviado por Hillary Clinton desde su servidor personal no deja lugar a dudas acerca de las motivaciones que han sido el motor de la carnicería.
Las primeras líneas del texto completo del mensaje que se reproduce lo expresan con toda claridad: "El mejor modo de ayudar a Israel a afrontar el crecimiento de la capacidad nuclear iraní es ayudar al pueblo de Siria a derrocar el régimen de Bashar Assad". Más claro, imposible
Continuará
03 julio, 2015
Lo que está en juego en Grecia (y III)
Ayer, cuando ya se había puesto el sol en Europa, el FMI consideró oportuno difundir un informe en el que admite que la deuda de Grecia es insostenible - argumento reiterado hasta la saciedad por Tsipras y Varufakis -, y que será necesaria una quita equivalente al 30% de su PIB: unos 52.000 millones, de los que 36.000 deberán ser aportados por la UE. Quienes confunden 'quita' con condonación (perdón) deberán entender que los acreedores (bancos) no perdonan ni un céntimo, ni siquiera de los sustanciosos intereses, y que ese dinero no se entrega a Grecia, contra lo que afirman con insistencia Rajoy y sus conmilitiones, sino a sus inflexibles acreedores. En cualquier caso, con una deuda equivalente al 175% del PIB, para Grecia esa quita es el chocolate del loro.
El análisis que acompaña al diagnóstico de insostenibilidad de la deuda limita sus coincidencias con el del Gobierno griego a ese único aspecto. El resto del informe es un varapalo para Syriza, a quien achaca haber empeorado la situación por ignorar deliberadamente las 'instrucciones' económicas de 2012 Asimismo revisa el crecimiento del 2,5% previsto en este año para situarlo en 0. Resulta evidente que el FMI intenta favorecer el triunfo del 'sí' en el referéndum del domingo, lo que confirma algo que no acaba de ser evidente para todo el mundo, que la economía está jugando descaradamente cartas polìticas, o lo que es lo mismo: la agenda de reformas que se quiere cargar sobre las espaldas de los griegos es irrenunciable. El plan ultraliberal previsto para todo el mundo desde ampulosos despachos habitados por gente a la que los pueblos nunca han votado ni votarán tiene que seguir avanzando caiga quien caiga.
La variable estratégica
El FMI -es preciso subrayarlo- está gobernado por Estados Unidos, aunque sus 'responsables oficiales' sean europeos, y sus 'prudentes' estatutos le prohiben realizar cualquier tipo de quita a un país que tiene con el organismo una deuda previa impagada. En definitiva, el FMI, expresamente detestado por Syriza, dispara 'con pólvora del Rey', cosa. que no se debe hacer alegremente en el interior de un polvorín, y Grecia lo es. Raramente, o sólo de modo anecdótico, se ha aludido al aspecto geo-estratégico de la situación. Se ignora así una cuestión extremadamente vidriosa y de primerísima importancia: La situación geográfica de la nación helena, que ha sido para ella fuente constante de conflictos a lo largo de su historia, es extraordinariamente importante para Europa y Estados Unidos, pero ahora, ante el regreso de la estrategia de la tensión en el Mar Negro por causa de la confrontación entre Ucrania y Rusia no existe una perspectiva peor que el alejamiento de Europa de la humillada y arruinada nación que fue cuna de los valores que supuestamente defiende el bando acreedor.
El hecho de que por dos veces, recientemente, EE UU haya urgido a Europa a dar una solución a la crisis griega es cualquier cosa menos irrelevante. Syriza lo sabe y, aunque sea de modo simbólico, lo ha utilizado. Los dos encuentros que Tsipras ha mantenido con Putin han sido mucho más que protocolarios. Rusia y Grecia están siendo acosados por Occidente y se sienten aislados e incomprendidos. Poco importan en este caso los motivos. Lo cierto es que en el caso de que Grecia tuviera que abandonar el euro y la UE el acercamiento a Rusia sería, además de lógico, inevitable. Oficialmente no se contempla esa perspectiva desde Occidente. A estas alturas se espera que la estrategia del miedo puesta en práctica favorezca la opción del 'sí' el próximo domingo, como ya detectan algunas encuestas, y Syriza pierda el Gobierno. Si no fuera así deberá imponerse un cambio total en la política que se viene practicando. Lo que la arruinada y desesperada Grecia necesita es más la 'generosidad' de una especie de 'Plan Marshall' (que apartó de la influencia soviética a la Europa occidental destruida por la guerra) que la ruina y la 'ocupación' final que se perfilan tras una bancarrota. Así es la globalización ultraliberal: la ruina ajena supone el enriquecimiento propio y la eliminación de la soberanía nacional. Eso es lo que persigue en última instancia.
Pie de foto: Tispras y Putin, durante uno de sus encuentros. Algo más que mero protocolo.
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01 marzo, 2014
Ucrania, un conflicto de alto riesgo
En las últimas horas la tensión ha aumentado extraordinariamente en Ucrania, y también en el panorama internacional. A la advertencia formulada ayer por Obama, en el sentido de que una intervención rusa en el conflicito tendría "costes", que no especificó, Putin ha respondido hoy sin asomo alguno de ambigüedad. El Parlamento ruso ha aprobado, unánimemente, una intervención militar en la antigua república de la URSS "en vista de la situación extraordinaria creada (...) y de la amenaza a la vida de ciudadanos de la Federación Rusa, de nuestros compatriotas, y de los efectivos del contingente militar de las Fuerzas Armadas de Rusia emplazados en territorio de Ucrania (República Autónoma de Crimea)".
En Crimea, república autónoma (no provincia, ni región ucraniana) que acoge a un fuerte contingente de la marina de guerra rusa, las tropas, aunque sin distintivos, ya han hecho acto de presencia ostensible fuera de sus acuartelamientos, para satisfacción y alegría de la población local. Un referéndum para decidir el futuro de la república, convocado inicialmente para mayo, ha sido adelantado al día 30 de este mes. En territorio ruso, las tropas han tomado posiciones ante las fronteras Norte y Este que comparten con Ucrania. Pensar que los gestos rusos son meras balandronadas sería un error. Putin acostumbra a actuar con firmeza y contundencia ante desafíos como este, como demostró en Osetia del Sur y Abjasia tras su invasión por parte de Georgia.
Como ya ocurrió con ocasión de los conflictos étnicos y políticos que durante años ensangrentaron la ex-Yugoslavia, los medios de comunicación occidentales están manipulando la imagen real del conflicto y sus claves, mediante la típica simplificación maniquea entre 'buenos' y 'malos', en beneficio de los intereses estratégicos de Estados Unidos. Y digo esto porque en ambos casos la UE no fue entonces ni sería ahora otra cosa que una complaciente comparsa. De la guerra en ex-Yugoslavia sólo los USA sacaron algún beneficio, aparte de la fragmentación europea que tanto parece interesarles: hoy poseen en el mini-estado de Kosovo una enorme base militar, denominada Camp Bondsteel. En cuanto a Bosnia, manzana de la discordia en aquellas feroces matanzas, echen un vistazo al mapa adjunto, que muestra al pequeño país hecho trizas.
Ucrania no es Yugoslavia, ni 2014 son los años 90, cuando la URSS se debatía y desmoronaba en un caos inefable. La crisis actual tiene un altísimo potencial de riesgo para la paz en Europa, y exige de todas las partes una enorme prudencia. El país (el más extenso de Europa, después de Francia) posee una importancia estratégica muy notable, por su situación geográfica y por el hecho de que su territorio es atravesado por los conductos que llevan la energía al Occidente europeo. Casi un 18 por 100 de la población es rusa y un porcentaje mayor son ruso-hablantes y más inclinados a un pacto con su gran vecino que con la UE. Ese no es un dato desdeñable, y Putin no bromea al respecto. Tampoco lo hace, por supuesto, sobre la intocabilidad de la república autónoma de Crimea.
Ucrania tiene un potencial de crecimiento económico extraordinario y lo ha demostrado en los años pasados, aunque sus gobiernos han fracasado en el control de la inflación, la cual convierte tal crecimiento en intangible a efectos sociales. La política ucraniana está minada por una enorme corrupción y gobernada por una cleptocracia exuberante. Ni el huido Yanukovich ni su oponente, Yulia Timochenko, superarían el más mínimo escrutinio de sus fortunas personales. Con tales mimbres, el cesto resultante es una situación económica de emergencia. Las arcas están vacías y el estado precisaría, ahora mismo, de una inyección mínima de 35.000 millones de dólares. Rusia no los tiene y la UE no debería arriesgarlos en la aventura, dada la situación de sus países periféricos. Quedaría el FMI, que no es precisamente un ejemplo de imparcialidad, pero que, por el momento, se ha comprometido a analizar la situación.
Estados Unidos lleva mucho tiempo tironeando de Ucrania hacia su esfera de influencia. Su dinero, por importe de 5.000 millones de dólares, según el Departamento de Estado, se ha dirigido a fines, personas o instituciones no identificados, e incluso el gran especulador George Soros ha echado una mano. La llamada 'revolución naranja' (2004), que tantas ilusiones desató, seguramente no fue ajena a tanta 'filantropía' exterior. Y cabría preguntarse qué tuvieron de espontáneo la protesta armada (murieron 16 soldados, no precisamente por palos ni piedras) y la defección parlamentaria que dejaron a Ucrania sin presidente hace apenas unos días.
El ejército ucraniano, que posee un potencial militar muy notable, es el 'gran mudo' en la situación caótica y crítica que se ha creado. Cabe imaginar que, al igual que la población, está dividido por la mitad en sus inclinaciones atlántistas o pro-rusas y, aunque siempre ha acatado el mandato de los políticos, en el contexto presente cualquier chispa puede causar un incendio. Evitar una guerra civil, cuyos bandos contarían inevitablemente con apoyo exterior, debería ser la prioridad absoluta para las Fuerzas Armadas.
La situación, como se ve, es tan compleja y delicada que no permite enfoques maniqueos ni actuaciones irreflexivas o provocadoras de ninguna de las partes. ¿Prevalecerán la prudencia y el sentido común? Esta es la segunda confrontación entre Obama y Putin en poco tiempo. En el caso de Siria, tras las advertencias del ruso, que calificó como "agresión" el propósito occidental de atacar militarmente al régimen de Assad y advirtió del riesgo de desequilibrar la zona, indignando a Irán y favoreciendo a Al Qaeda, el presidente estadounidense se avino a razones. En el caso de Ucrania, con los republicanos acusándole de 'blandura', está por ver. La opinión europea pesará en la balanza, ¿pero en qué sentido? El abortado ataque a Siria, por ejemplo, contaba con el apoyo entusiasta de Hollande. Crucemos los dedos porque lo que ocurra podría no tener precedentes desde la "crisis de los misiles".
Pies de fotos:
1.- Paramilitares fascistas, pertrechados para actuar.
2.- Mapa político de Bosnia tras la guerra (picar para ampliar).
2.- Yulia Timochenko, con representantes de la UE en 2010.
06 octubre, 2011
Zapatero cierra el círculo con una traición
Por si faltasen evidencias acerca de la cesión de soberanía que España viene asumiendo como consecuencia de la crisis económica, ahora, al final de una legislatura agónica, surge la guinda que corona un pastel amargo e indigerible y que es totalmente ajena a la economía: Zapatero no sólo acepta el escudo antimisiles que rechazaba en 2001, cuando Aznar lo avalaba, sino que aprueba, como consecuencia, un aumento muy notable de la presencia militar estadounidense en España: cuatro destructores y 1,400 militares, un total de 3.400 personas. .
Tal decisión ha sido tomada deliberadamente a espaldas del Parlamento español. El momento elegido, con la legislatura concluida, no tiene nada de casual. Y no se trata de que exista temor alguno a que no se apruebe (la medida ha sido consensuada con el PP). De lo que se trata es de hurtar al debate un asunto crucial, que altera el statu quo vigente, y cuya transcendencia es absurdamente minimizada por nuestro patético presidente. Según Zapatero, la regresión que supone este aumento de la presencia militar estadounidense no implica la colaboración con futuras operaciones de ataque como las de Irak o Afganistán. El escudo antimisiles, según este falso ingenuo, tiene un carácter "disuasorio y defensivo" y como consecuencia "no va contra nadie".
El engendro estratégico denominado escudo antimisiles tiene una larga historia. Ya en los años 80 Reagan amenazó con establecerlo, pese a que un claudicante y obviamente sincero Gorbachov le explicó hasta la saciedad en Reikiavik (1986) que nada estaba más lejos de los propósitos de la URSS que seguir alimentando la carrera armamentística, dadas las proporciones caóticas de su situación económica. Años más tarde, bajo la influencia de Donald Rumsfeld, un 'halcón' vinculado a los intereses de la gigantesca industria armamentística y enquistado en el poder desde los tiempos de Nixon, fue resucitado por George W. Bush en 2001. La mayoría de los países que debían 'sostener' el escudo lo rechazaron entonces, pues lo veían como una reactivación de la carrera armamentística.
Aunque es Rusia la más preocupada -y también indignada- por la sorpresiva escalada, Estados Unidos y su vergonzante apéndice europeo, la OTAN, insisten en asegurar que la iniciativa tiene como fin la prevención de posibles ataques por parte de los 'estados canallas' ('rogue states', según la terminología del Pentágono), entre los que destacan por su supuesta capacidad ofensiva Irán y Corea del Norte. Ninguno de ellos, sin embargo, tiene ni tendrá en mucho tiempo la tecnología necesaria para amenazar los objetivos que el escudo europeo dice defender. La implantación del 'escudo' en Polonia, República Checa, Rumanía o Turquía, países fronterizos con Rusia, deja poco lugar a dudas sobre su finalidad.
Si como se suele decir no hay mejor defensa que un buen ataque, no es menos cierto que no hay mejor ataque que aquel que neutraliza la respuesta previsible, el contraataque. El carácter disuasorio que Zapatero atribuye a este rearme, que "no va contra nadie" y al que España va a contribuir sin pasar el lógico trámite parlamentario se cae por su propio peso. La posibilidad de atacar impunemente es una tentación diabólica, difícil de resistir para quienes se han empeñado en regir en su propio interés el llamado nuevo orden internacional.
Para España este compromiso supone un nuevo paso en la dirección equivocada, un retroceso abismal, una sumisión que reduce aún más drásticamente la soberanía nacional, puesta en cuestión más allá de todo lo previsible por la crisis económica y los dictados exteriores en relación con ella. En cuanto a Zapatero, no se puede cerrar el círculo de una manera más contradictoria y patética. El hombre que empezó su andadura retirando las tropas españolas en Irak en respuesta al clamor popular -aunque aumentando la participación militar en Afganistán- se rinde ahora a los intereses estratégicos de Estados Unidos en un gesto que se nos quiere vender como una mayor implicación de Europa en su autodefensa.
"¡No nos defraudes!", le gritaban los jóvenes que se habían echado a la calle contra la guerra de Irak primero y contra la gigantesca mentira del PP sobre la autoría del ataque terrorista 11-M en vísperas electorales. "No lo haré", respondía él. Lo que ha hecho finalmente es más que un fraude, ha consumado algo mucho peor: una traición.
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