12 febrero, 2009

Obscenidades


Mariano Rajoy tiene una notable afición al melodrama y prodiga los adjetivos altisonantes y excesivos, como si esa debilidad tan suya abonase la sinceridad y la energía de las que está habitualmente tan alejado. Ayer calificó como un hecho obsceno la coincidencia en una cacería del ministro de Justicia y el juez Garzón, que interpretó interesadamente en clave de conspiración contra el PP y que le sirvió para alcanzar el climax tragicómico deseado al romper las relaciones con el ministerio de Justicia mientras Fernández Bermejo esté al frente y anunciar la recusación del 'juez estrella' de la Audiencia Nacional.

Toda una obscenidad. Era obscena la escenografía de una rueda de prensa sin preguntas (es decir, todo lo contrario de una rueda de prensa) y rodeado de toda la Ejecutiva del partido (Judas incluidos) con cara de circunstancias críticas. Era obsceno el retorno a la deliberada paranoia conspirativa que tan malos resultados les ha dado. Obsceno era el seguidismo mediático (una vez más), en este caso de las intrigas del inquietante Grupo Intereconomia. Y quizás lo más obsceno de todo era la adopción de la línea de defensa-ataque contra el Gobierno y las instituciones del Estado que había adoptado ya desde el principìo la inefable Esperanza Aguirre, cuando el escándalo se limitaba todavía al espionaje y contraespionaje entre 'bandas' del PP de la Comunidad de Madrid.

El dubitativo Rajoy ha debido de mascullar con frecuencia en las últimas semanas aquello de “joder, qué tropa”, que es una de las expresiones más afortunadas que ha formulado sobre sus compañeros de viaje, pero al final -como siempre- se pliega a la marea más extrema del partido para evitar ser arrollado en la estampida. Todo un carácter. Obsceno.

Inicialmente se había mostrado enérgico respecto a la trama de espionaje intrapartidista en Madrid. Se creó incluso una comisión de investigación, presidida por la secretaria general, para depurar responsabilidades. Pero todo quedó en agua de borrajas.

Lo que no podía prever -ni él ni nadie- es que la pesadilla no había hecho más que comenzar. La trama de corrupción descubierta en Madrid -cómo no- y en la Comunidad Valenciana presenta todos los indicios de ser una madeja en la que, tirando del hilo, se puede llegar muy lejos y muy alto, incluso hasta la 'impoluta' y triunfante 'era Aznar'. Y eso sí que no.

Que no nos soprenda, en consecuencia, que el Partido Popular regrese a la viejas mañas obscenas de la mano de 'El Mundo', la Cope y el Grupo Intereconomía, a los que las teorías conspirativas (indemostrables) y las insidias (gratuitas) les gustan más que a un tonto una tiza. Para nuestra desgracia, tal vez estamos otra vez, marcha atrás, montados en la máquina del tiempo. Incluso nos han hecho un infumable 'remake' de 'La escopeta nacional' en el pueblo natal del juez Garzón, con un miembro del PP como organizador del muflonicidio que asegura que su partido se ha pasado. Obsceno y surrealista.

Por cierto, ¿quién es en esta versión de la obra berlanguiana-azconense el marqués coleccionista de pelos de pubis? Lo digo porque debe ser el más cuerdo y el menos obsceno de los personajes de esta astracanada política.

Leer online: http://laspiral.blogspot.com