26 junio, 2009

La 'deconstrucción' europea (y IV): Novedades inquietantes

Uno de los fenómenos más destacables e inquietantes puestos de manifiesto por los resultados de las últimas elecciones europeas es el crecimiento de la ultraderecha, que ha experimentado avances en nueve los 27 países de la UE. Basta repasar sus nombres (Austria, Dinamarca, Finlandia, Grecia, Hungría, Italia, Holanda, Rumanía y el Reino Unido) para concluir que las razones de ese avance no son generalizables: No hay elementos comunes en la situación socioeconómica y política de buena parte de los nueve referidos, lo que impide sacar conclusiones generales válidas sobre las causas de ese crecimiento.

Ciertamente, la xenofobia es un factor importante en los más prósperos de esos países y el ultranacionalismo, en sus innumerables variedades, está presente en casi todos los casos. Hay entre los beneficiarios del crecimiento electoral partidos con tradición, tan conocidos como la Liga Norte italiana, que ha doblado su presencia en la Eurocámara (de 4 a 8). Y luego hay una constelación de grupos prácticamente desconocidos a nivel europeo que van desde la simpatía por el fascismo hasta el rechazo de la propia UE como factor de desnaturalización nacional y de pérdida de soberanía. Ese grupo (que formalmente no lo es), estadísticamente englobado en el apartado 'Otros', ha subido casi nueve puntos en relación con las anteriores elecciones. Si exceptuamos a los Verdes, son los únicos que han crecido.

Es imposible determinar si la elevada abstención registrada ha beneficiado a estos grupos, aunque cabe considerarlo probable. En cualquier caso, la baja participación no parece ser la causa que ha condicionado el descenso del Frente Nacional francés de Le Pen, que ha perdido cuatro de los siete eurodiputados que tenía. La estrella de la ultraderecha europea, causante de tantas inquietudes a la república gala, parece haberse apagado. El hecho de que Sarkozy intente dirigirse y captar a la mayor porción posible del espectro político podría ser una razón de ese descenso, paro es más probable que haya pesado más la retirada política de su líder carismático, al que su hija Marine ha intentado sustituir sin éxito.

Precisamente ha sido Francia el escenario del cambio político más espectacular registrado en las elecciones europeas. El éxito de Europe Ecologie, con Daniel Cohn-Bendit al frente, supone, al menos de modo provisional, un vuelco inesperado en la política interior gala, en perjuicio del PSF, que ha estado a punto de convertirse en el tercer partido por su culpa (la difencia porcentual sólo fue de 2,4 décimas. Los Verdes son ya el cuarto grupo por número de diputados (53) en Bruselas, aunque resulta complicado imaginar si éste es el comienzo de una ascensión en perjuicio de los socialdemócratas o se va a reducir a lo coyuntural anecdótico.

El crecimiento de la ultraderecha, la emergencia de los ecologistas y la organización del euroescepticismo en torno a los 'tories' británicos son signos nuevos sobrevenidos en el espectro político de la UE y que, sin duda, van a tener conscuencias en su funcionamiento durante esta legislatura. El éxito del PPE puede resultar, en última instancia, una victoria pírrica en la medida en que la llave de la mayoría absoluta en la Eurocámara está en manos de grupos que, por diversas razones, no parecen muy dispuestos a favorecer los designios del grupo mayoritario.

La reelección (o no) de Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea puede convertirse en la piedra de toque acerca del futuro de la legislatura. Aunque Rodríguez Zapatero ha dado la aprobación a su continuidad, el Grupo Socialista del Parlamento Europeo mantiene reticencias y no es previsible que los grupos restantes muestren mayores simpatías por el personaje. La caída de la socialdemocracia y la emergencia de los ecologistas, en el contexto de una grave crisis económica que acentúa los reflejos proteccionistas y nacionalistas de los miembros de la Unión, puede significar un cambio relevante en la languideciente dinámica que la UE ha venido manteniendo.

Foto: Geert Wilders, lider del partido ultraderechista holandés PVV.

23 junio, 2009

La 'deconstrucción' europea (III): "Dieu et mon droit" (*)

Desde su tardío ingreso en la Comunidad, en 1973, Reino Unido ha sido una piedra en el zapato de la organización. Inicialmente había promovido y liderado como alternativa a la CEE una EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio) que resultó irrelevante. Cuando en 1961 solicitó su ingreso, el presidente francés Charles De Gaulle, que había sufrido en carne propia el flemático cinismo británico cuando se hallaba exilado en Londres y representaba a la Francia libre, vetó su petición. Sólo cuando el orgulloso y lúcido militar galo se retiró la CEE pudo acusar recibo de la solicitud.

Del 'magnífico aislamiento' a la 'Entente Cordiale', Gran Bretaña ha estado pendiente, de modo constante, de la situación en el continente; vigilante, desconfiada, siempre lista para intervenir ante cualquier amenaza real o imaginaria, primero ante el imperio español, luego contra el expansionismo de Napoleón, más tarde frente al III Reich. En lógico paralelismo, siempre ha sido contemplada con recelo desde el continente, donde nadie ignoraba su extraordinario poder y donde, más recientemente, la arrogante isla es vista con frecuencia como una especie de caballo de Troya de EE UU.

Reino Unido, que no ha asumido el euro y cuyos polìticos coexisten con el 'euroescepticismo' ciudadano sin problemas, alimentándolo de modo inconsciente o deliberado, activó de nuevo la piedra en el zapato europeo durante la reciente reunión de jefes de estado y de Gobierno. Lo hizo, además, en un tema de importancia crucial en el contexto de la crisis económica, retrasando con ello la decisión sobre el nuevo modelo de supervisión del sistema financiero europeo, que deberá ser ahora discutido por los ministros de Economía.

El aspecto supranacional de los nuevos órganos de vigilancia para el sector bancario, las bolsas y los seguros es rechazado por los británicos, pese a que la 'interferencia' se limitaría a los casos en que existan discrepancias entre órganos reguladores nacionales. Con potestad, asimismo, para dirimir situaciones en las que estén implicadas las multinacionales europeas.

Reino Unido rechaza que Bruselas se arrogue competencias sobre cuestiones financieras nacionales, especialmente si una de las consecuencias fuera, como se prevé, la obligación de contribuir a reflotar con dinero del contribuyente isleño a entidades financieras "extranjeras" (continentales) con problemas. Nada nuevo. Los británicos están en la Unión para obtener de ella todo el beneficio posible, no para sacar las castañas del fuego a nadie. Cuando se trata de solidaridad, la isla vuelve a la suya de siempre: que cada palo aguante su vela.

Como consecuencia, se retrasa la toma de decisiones cuando EE UU ha presentado ya su plan, recibido por los media como "una revolución inédita" y que, como veremos en otro momento, no es para tanto. Ni mucho menos. Y ese es el mayor de los riesgos que la Unión Europea afronta en estos momentos: que después de tanto hablar sobre la forma de impedir que se reproduzca el caos económico en que ahora nos hallamos por el abuso de unos y la falta de control de otros las cosas queden, en lo esencial, como estaban.

La urgencia para los gobiernos es devolver la confianza a los mercados y a sus actores principales para que el dinero se ponga de nuevo a trabajar. Entre esa necesidad y la de tranquilizar a los ciudadanos sobre el futuro que les espera está claro cuál es la prioridad. Ni Estados Unidos ni Gran Bretaña, firmes defensores hasta ahora del liberalismo económico más rancio e irresponsable, dan muestras de querer introducir reformas sistémicas que no sean del gusto de los poderosos. Mantener la confianza en que se produzca una reforma radical del sistema (la 'refundación del capitalismo' que proponía el grandilocuente Sarkozy) es totalmente ilusorio.

Ni siquiera la propia UE está segura del alcance que deben tener los órganos de vigilancia. Prueba de ello es que se pretende poner al frente, en la cúspide de esa estructura nueva, al presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, que compatibilizaría ambas responsabilidades. De ello sólo cabe deducir que, ni siquiera en sus momentos fundacionales, se pretende dar a esa estructura 'salvadora' la jerarquía que cualquiera esperaría que se le atribuyera.

"Algo debe cambiar para que todo siga igual". La cínica observación del príncipe de Salina en 'El gatopardo' es, sin duda, la guía para esa cohorte de Tartufos postmodernos que puebla la política europea.

P. S. (24-6-2009): Apenas unas horas después de concluir este post el Partido Conservador británico anuncia su propósito de separarse del PPE en la Eurocámara y formar grupo parlamentario propio junto a representantes de ocho países. Entre la distinguida compañía que la gente de Cameron se dará se hallan los eurodiputados del partido Ley y Justicia del polaco Kaczysnki y los del checo Democracia Cívica, de Topolanek.

Este movimiento táctico que marca distancias con el grupo más fuerte del Parlamento Europeo y con el eje francoalemán ha causado sorpresa en Bruselas, pero no tanta como inquietud ante la evidencia de que Reino Unido controlará el cuarto grupo político más numeroso de la Cámara y también uno de los más imprevisibles e indefinibles.

Más madera para la 'deconstrucción' europea.


(*) "Dios y mi derecho", lema que figura (en francés) en el Real Escudo de Armas de Reino Unido.

Continuará.


21 junio, 2009

La 'deconstrucción' europea (II): Continuismo e insularismo

Tras los resultados de la elecciones europeas cualquier cosa era previsible menos un cambio -o simplemente una reconsideración seria- del rumbo de la 'construcción europea'. Aún así, las conclusiones que pueden extraerse de la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno clebrada en Bruselas los días 18 y 19 sorprenden en cierta medida por la consolidación de cierto inmovilismo. Tal postura, impropia en principio de circunstancias tan críticas como las que la comunidad vive a nivel económico, tal vez intenta dar confianza a todos. Otra cosa será si lo consigue o no.

He aquí un ejemplo incuestionable de inmovilismo: todo indica que Durao Barroso será reelegido presidente de la Comisión Europea. El PPE, que le apoya incondicionalmente, no tiene mayoría absoluta en el Parlamento, que debe ratificar o rechazar al candidato, pero no parece probable un acuerdo sobre un nombre alternativo. Y en cualquier caso, entre dos males, el menor: mejor Durao Barroso que Tony Blair, cuyo nombre se ha barajado como alternativa. Ambos son proamericanos reconocidos, pero Blair se ensució las manos excesivamente en Irak como para ser ahora otra cosa que un cadáver político, exquisito pero escasamente presentable.

El conservador portugués es un pragmático, posibilista y pastelero, condiciones bastante convenientes para moverse en el proceloso mar que es la UE, especialmente desde la ampliación a 27 miembros que tantos lamentan ahora haber hecho tan deprisa. Transigir, contrapesar, conciliar contrarios es parte importante de su tarea y no lo hace del todo mal, pese a lo cual su reelección no cuenta con el apoyo de los socialistas europeos y menos aún con el de los ecologistas. Y ello pese a que su programa, que se ha dado en calificar como 'sarkozysta', intenta dar satisfacción a todos. Habrá que negociar.

Los problemas existen y seguiran existiendo en la UE en tanto en cuanto las peculiaridades y los egoismos nacionales condicionen e incluso frustren los objetivos colectivos. La reunión de Bruselas fue escenario de dos, protagonizados por sendas islas (en el sentido estrictamente geográfico de la palabra, pero no sólo), Irlanda y Reino Unido. En otra ocasión serán otras 'islas', estas continentales, como en su día fue Polonia o ahora es la República Checa, o como podría llegar a serlo España bajo la dirección del PP, si fuera en serio su propósito de forzar un cambio en la política agrícola y pesquera consensuada en la UE.

El caso de Irlanda -que rechazó en referéndum el Tratado de Lisboa- roza lo ridículo. Para aceptar la celebración de una nueva consulta en octubre han forzado al Consejo Europeo a aprobar un protocolo supuestamente exclusivo sobre cuestiones como el mantenimiento de su neutralidad militar y de su peculiaridad fiscal, así como el respeto a su negativa al aborto. Ninguna de tales cuestiones estaba ni está amenazada por el Tratado, aunque los partidarios del 'no' lo hubieran asegurado en su día.

Una campaña informativa habría bastado para deshacer el equívoco, pero el primer ministro irlandés, Brian Cowen, considera que era preciso este 'detalle' por parte de la UE para que sus ciudadanos puedan aprobar sin reticencias el mismo texto al que se habían opuesto. Surrealismo puro, tanto más si se conidera que el eurófobo presidente checo, Vaclav Klaus, cree que dicho protocolo debe ser aprobado por su propio Parlamento, cosa que se descarta en el resto de los países. El caso es echar arena en los engranajes de una máquina que no acaba de arrancar tras el rechazo que sufrió la Constitución Europea en los referéndums de Francia y Holanda.

En cuanto al caso de Reino Unido, será objeto de la próxima entrega, junto con Francia y otros países de la UE.

Continuará.

18 junio, 2009

La 'deconstrucción' europea (I): ¿Dónde está la izquierda?

Probablemente sobre los resultados de la pasadas elecciones europeas se han hecho ya todos los análisis que cabía esperar, especialmente en lo que respecta a la tradicional lectura partidista de los datos. El nuevo récord de absentismo ante las urnas no ha merecido, a los ojos de los analistas, ninguna consideración especial. Comicios europeos y abstención son ya, desgraciadamente, conceptos casi sinónimos. El hecho de que la indiferencia crezca se estima -interesadamente- como algo coyuntural, cuando no anecdótico.

Con la misma frivolidad se renuncia a hacer una prospectiva a la luz de las nuevas evidencias. La pregunta "a dónde va Europa" y la inquietud por el rumbo que está tomando lo que se denomina "la construcción europea" están ausentes en los medios de comunicación y no hay nada más revelador que esa ausencia, que no es en absoluto casual.

En ciertos países europeos, entre los que se hayan algunos de los socios más recientes de la UE, toda consulta que no alcanza el 50% de participación es declarada nula. ¿Exceso de escrúpulo o lógica demográficamente democrática? Sobre esta cuestión tal vez haya tantas matizaciones como opinantes, pero es un hecho cada vez más 'normal' e inquietante que el llamado sufragio universal está dejando de serlo, o, lo que es lo mismo, que la democracia está perdiendo credibilidad hasta el límite de 'virtualizarse', ya que su principal instrumento de legitimación (el voto) no alcanza un 'quorum' suficiente. Este es un hecho que no puede ser despachado frívolamente. Es significativo y merece ser estudiado.

El mero análisis partidista de los resultados de las pasadas elecciones europeas nos muestra un espectro ideológico europeo en el que es abrumadoramente hegemónica la derecha en sus más diversas e incluso variopintas versiones, desde el PPE, supuesto centro derecha democristiano, hasta la ultraderecha más rancia y xenófoba, pariente frecuentemente indisimulado del fascismo, pasando por los 'liberales' postmodernos y los populistas teóricamente ambiguos pero prácticamente ultraconservadores y demagógicos.

La socialdemocracia 'light' se bate en retirada y lo que podríamos llamar 'izquierda real' limita su presencia a lo meramente simbólico. Parece paradójico que esto suceda en medio de una crisis económica global sin precedentes. Tradicionalmente los ciudadanos se han dado gobiernos de izquierda (valga la expresión convencional) en las situaciones de crisis económica, hasta el punto de que llegó a ser asumido como algo 'de libro' que la izquierda está para gestionar las crisis, dada su mayor sensibilidad ante las implicaciones sociales, mientras que es misión de la derecha gestionar la prosperidad en favor y con la colaboración del capital.

El problema parece ser que, ante las dimensiones de la actual crisis económica, pocos creen que la izquierda 'irreal' pueda hacer alguna contribución útil para reducir sus efectos y aún menos para su superación. Los gobiernos, los economistas, los industriales y financieros, con la ayuda de los medios de comunicación social, han llevado a los ciudadanos a la convicción de que no se puede tomar otra actitud que la que cabe ante una sucesión de fenómenos sísmicos o de huracanes: esperar, protegerse (cada cual como pueda, si puede) y rezar.

No cabía esperar, dados los precedentes, que los partidos socialdemócratas o sus gobiernos allá donde los hay (España, por ejemplo) tomasen la crisis global como punto de apoyo para formular una crítica radical a un sistema económico abusivo hasta lo delincuente, irresponsable y fracasado. Del mismo modo que no cabe cuestionar la democracia, por muy irreal que se esté tornando, es totalmente descartable que alguien comprometido con el sistema señale al capitalismo como responsable criminal del 'crash' sistémico y exija su sustitución. El capitalismo liberal y la democracia formal son padre e hija y la hija es ciegamente sumisa al padre.

El panorama político que han dejado esta elecciones invita a preguntarse si es la construcción europea hacia lo que caminamos o la meta es la 'deconstrucción'. El mapa político de la UE que queda tras estos comicios se parece demasiado a la Italia de Berlusconi, un modelo cuya generalización es absolutamente indeseable.

Continuará.

08 junio, 2009

Europeas: ni extrapolables ni minimizables

La verdad es que me apetecería más comentar los resultados de las elecciones europeas en Francia, donde el crecimiento de los verdes es teóricamente muy significativo, que las de España, pero otra vez será. Hoy toca España.

Lo cierto es que los resultados españoles no han aportado ninguna sorpresa notable ni comportan -de no mediar extrapolaciones interesadas- ningún vuelco esencial en la situación política. El PP ha ganado, como se esperaba, pero no ha alcanzado los 25 eurodiputados que Rajoy pretendía. El PSOE ha perdido, pero no tanto como se suponía. El magro guarismo de la participación (46 por 100) hace que la diferencia de 600.000 votos a favor de la derecha sea bastante relativizable, que no minimizable.

Nada indica que el voto del PSOE se haya desplazado al PP y sin embargo es evidente que, mientras la participación de los votantes de la derecha ha aumentado en varias regiones, la del PSOE ha descendido notablemente. Si la causa es la desafección o simplemente la apatía y el hastío euroescéptico queda a la libre interpretación de cada cual.

Los socialistas han recibido unos 700.000 votos menos que en 2004, lo cual no es grano de anís, y -abstención aparte- cabe preguntarse el peso que ha tenido en ese resultado lo que yo llamo "la alternativa rosa" (de Rosa Díez). En la Comunidad de Madrid el efecto parece incuestionable. En relación con 2004 los socialista han perdido allí 137.000 votos. Si tenemos en cuenta que UPyD, que no existía entonces, ha logrado algo más de 155.000 (la tercera parte del total cosechado), parece claro en qué río está pescando el partido de la ex candidata a secretaria general 'sociayoísta'.

El PSOE tiene problemas de creciente gravedad en dos importantes comunidades en las que otrora tuvo el poder: Madrid y Valencia. Año tras año pierden posiciones en ambas, en las que el PP es ya hegemónico, lo cual evidencia un déficit de eficacia como oposición ante el que no debería seguir inactivo ni aceptar juegos narcisistas como el de Bono, que en 2007 rechazó la candidatura a la Alcaldía de Madrid porque no se resignaba a ser el jefe de la oposición municipal. Sus altas aspiraciones le exigían ya reclamar la Presidencia del Congreso, ejecutivamente irrelevante pero que institucionalmente le sitúa en el tercer lugar en la precedencia del protocolo, tras el Rey y el presidente del Gobierno.

Los votos perdidos en las elecciones autonómicas y locales lo son también, generalmente, en las generales y es evidente que, más allá de la incidencia electoral de la crisis económica, el PSOE no está haciendo bien las cosas a ese nivel. Las transigencias y componendas originadas por intereses extrapolíticos, amiguismos y otras lacras acaban pagándose caras. Y a este propósito habrá que ver qué sucede a medio plazo en el PP, donde Rajoy viene resignándose a la connivencia 'entusiasta' con 'sospechosos habituales' cuyas actuaciones están en estos momentos 'sub iudice'.

El 'berlusconismo' impune funciona alegramente en Italia. En España es muy dudoso que la ciudadanía tenga tamañas tragaderas, aunque 'cosas veredes...'


05 junio, 2009

"De las orejas" por Mayor Oreja

En el PP están convencidos de que van a ganar las europeas. Sus encuestas les dicen que lo van a lograr por una diferencia de uno a tres puntos porcentuales. pero en el fondo, -pese a tener uno de los electorados más gregariamente fieles del mundo- no se fían.

Lo que temen es que los votantes del PSOE, teóricamente apáticos ante esta convocatoria electoral, salgan de su supuesta indiferencia el domingo y las cañas se tornen lanzas. Y no sería tan sorprendente que lo hicieran, dado el interés que los 'populares' han puesto en 'nacionalizar' unas elecciones que nunca han apasionado a nadie, ni en España ni en el resto de los países. En ese caso los estrategas del PP tendrían la culpa, una vez más, del fiasco.

Ante esa perspectiva hay quien insta a los más acérrimos a emplear métodos coercitivos que entran de lleno en el terreno de las repugnantes sevicias que sufrimos quienes ya peinamos canas y conocimos las 'técnicas pedagógicas' imperantes durante el franquismo: "llevad a todo el mundo de las orejas a votar", dijo ayer en Ciudad Real la aguerrida secretaria general Dolores Cospedal. Y es que, como se suele decir, "la cabra siempre tira al monte".

Uno no puede sentir sino un nudo en la garganta al imaginar al pobre abuelete, que anda últimamente tocado de artritis en las rodillas y no sale de casa, arrastrado del apéndice auricular hasta el colegio electoral. O el caso de los 'niños' en edad de votar, que han programado una 'insensata' excursión para el fin de semana, sometidos al chantaje paterno: "si no venís con nosotros a votar ya podéis olvidaros de la paga".

Dice Mayor Oreja, el cabeza de lista, que "uno no se puede quedar en casa sin ir a votar". Si hubiera dicho "no se debería" en lugar de "no se puede" se habría expresado democráticamente, pero se ve que no siente tal inclinación. Nada nuevo, por cierto.

Y para completar el cuadro, ahí tenemos al impertérrito Rajoy confundiendo una vez más el carácter europeo de la convocatoria del domingo con unas generales: "España -dijo ayer- se merece un Gobierno mejor. Se merece algo más que pajines, blancos y aídos".

Si la alternativa son los trillos, camps y fabras que se han hecho la foto junto a él en esta lamentable campaña, apaga y vámonos.

03 junio, 2009

Una vergüenza sin paliativos

La que concluirá el próximo viernes se ha convertido, por mor de la estrategia irresponsable del PP, en la campaña electoral más hedionda, absurda e intolerable de la historia. Es un insulto y una falta de respeto a la ciudadanía y a su inteligencia el permanente desvío torticero del tema real de la campaña (el Parlamento Europeo, Europa en definitiva) hacia cuestiones domésticas casi anecdóticas, como el brote de gripe A en Hoyo de Manzanares, que según el PP se habría ocultado, o el uso por Zapatero de un Falcon del ejército del Aire para asistir a los mítines, hecho supuestamente inédito que no lo es en absoluto.

El empeño del PP en convertir las elecciones europeas en una primera vuelta virtual de las generales (para las que quedan todavía ¡casi tres años!) ha vuelto a sacar la mentira, la manipulación y la intoxicación a las tribunas, en la confianza de que la repetición obsesiva dé verosimilitud a lo que carece de ella. Lamentablemente, de ese modo 'obliga' al PSOE a entrar en el juego del "y tú más", con lo que se acaba por conformar un panorama lamentable, que hastía e indigna a muchos ciudadanos y muestra a la clase política como un grupo de privilegiados que pasa la mayor parte del tiempo disputando y apostrofándose en un tono que dista mucho de la seriedad que debería tener una confrontación política normal, especialmente en la situación de grave crisis económica que sufre el país y que afecta muy especialmente las capas sociales tradicionalmente más maltratadas.

La obsesión de Rajoy y sus fieles (si es que sus adláteres merecen tal nombre, lo que sin duda se verá en su momento) por afianzar un liderazgo que está cogido con alfileres -algunos tan frágiles como la facción levantina-, muestra que no ha aprendido nada de la lección contundente que supuso la derrota del 14-M de 2004. No ha asumido que la mentira no paga, ni en el Gobierno ni en la oposición; que la gente no es idiota; que si en su día, pese a su insistencia, no creyeron en la autoría etarra de los atentados, del mismo modo no creen ahora que Zapatero sea el autor de la crisis, que además es global; que quien miente con tanta soltura y muestra tal irresponsabilidad genera desconfianza en los ciudadanos y que esa desconfianza es electoralmente movilizadora (en contra).

Tras asegurar ayer José Blanco (que, al parecer, todavía cree ser secretario de Organización del PSOE) que el ex presidente Aznar cuenta con 51 escoltas, el propio aludido ha calificado tal revelación (al parecer inexacta) como una "imprudencia temeraria" y todo el Partido Popular ha puesto el grito en el cielo, como si se hubiera revelado un alto secreto de Estado. Quizás las declaraciones más elocuentes y paradójicas son las que ha formulado la secretaria general, Dolores Cospedal, que califica el hecho como una "mezquindad" y cree detectar "un tremendo nerviosismo del PSOE porque uno hace estas cosas cuando está desesperado, si no tanta irresponsabilidad no se comprende". Es obvio que Cospedal sabe mucho de nerviosismo e irresponsabilidad. Con frecuencia le toca salir a la palestra, con su actitud inexpresiva -que tal vez ella cree solemne o simplemente seria y veraz-, a tratar de evidenciar inútilmente la supuesta falta de nerviosismo y de irresponsabilidad de su partido.

Lo cierto es que el nerviosismo se ha apoderado aún más del PP tras difundirse el frenazo que ha experimentado el desempleo. Rajoy incluso se quedó mudo y no comentó el dato. Luego, junto a todo el partido, ha aventurado que es un dato coyuntural, transitorio; que se llegará a los cinco millones de parados que ellos habían pronosticado... Y lo terrible es darse cuenta de que, por estrictas razones partidistas, están deseando que el paro aumente.

Eso sí que es una vergüenza sin paliativos. Eso es la irresponsabilidad y la falta de escrúpulos más intolerables a las que nos haya sido dado asistir en 31 años de democracia. Y da auténtico asco.