Uno de los fenómenos más destacables e inquietantes puestos de manifiesto por los resultados de las últimas elecciones europeas es el crecimiento de la ultraderecha, que ha experimentado avances en nueve los 27 países de la UE. Basta repasar sus nombres (Austria, Dinamarca, Finlandia, Grecia, Hungría, Italia, Holanda, Rumanía y el Reino Unido) para concluir que las razones de ese avance no son generalizables: No hay elementos comunes en la situación socioeconómica y política de buena parte de los nueve referidos, lo que impide sacar conclusiones generales válidas sobre las causas de ese crecimiento.
Ciertamente, la xenofobia es un factor importante en los más prósperos de esos países y el ultranacionalismo, en sus innumerables variedades, está presente en casi todos los casos. Hay entre los beneficiarios del crecimiento electoral partidos con tradición, tan conocidos como la Liga Norte italiana, que ha doblado su presencia en la Eurocámara (de 4 a 8). Y luego hay una constelación de grupos prácticamente desconocidos a nivel europeo que van desde la simpatía por el fascismo hasta el rechazo de la propia UE como factor de desnaturalización nacional y de pérdida de soberanía. Ese grupo (que formalmente no lo es), estadísticamente englobado en el apartado 'Otros', ha subido casi nueve puntos en relación con las anteriores elecciones. Si exceptuamos a los Verdes, son los únicos que han crecido.
Es imposible determinar si la elevada abstención registrada ha beneficiado a estos grupos, aunque cabe considerarlo probable. En cualquier caso, la baja participación no parece ser la causa que ha condicionado el descenso del Frente Nacional francés de Le Pen, que ha perdido cuatro de los siete eurodiputados que tenía. La estrella de la ultraderecha europea, causante de tantas inquietudes a la república gala, parece haberse apagado. El hecho de que Sarkozy intente dirigirse y captar a la mayor porción posible del espectro político podría ser una razón de ese descenso, paro es más probable que haya pesado más la retirada política de su líder carismático, al que su hija Marine ha intentado sustituir sin éxito.
Precisamente ha sido Francia el escenario del cambio político más espectacular registrado en las elecciones europeas. El éxito de Europe Ecologie, con Daniel Cohn-Bendit al frente, supone, al menos de modo provisional, un vuelco inesperado en la política interior gala, en perjuicio del PSF, que ha estado a punto de convertirse en el tercer partido por su culpa (la difencia porcentual sólo fue de 2,4 décimas. Los Verdes son ya el cuarto grupo por número de diputados (53) en Bruselas, aunque resulta complicado imaginar si éste es el comienzo de una ascensión en perjuicio de los socialdemócratas o se va a reducir a lo coyuntural anecdótico.
El crecimiento de la ultraderecha, la emergencia de los ecologistas y la organización del euroescepticismo en torno a los 'tories' británicos son signos nuevos sobrevenidos en el espectro político de la UE y que, sin duda, van a tener conscuencias en su funcionamiento durante esta legislatura. El éxito del PPE puede resultar, en última instancia, una victoria pírrica en la medida en que la llave de la mayoría absoluta en la Eurocámara está en manos de grupos que, por diversas razones, no parecen muy dispuestos a favorecer los designios del grupo mayoritario.
La reelección (o no) de Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea puede convertirse en la piedra de toque acerca del futuro de la legislatura. Aunque Rodríguez Zapatero ha dado la aprobación a su continuidad, el Grupo Socialista del Parlamento Europeo mantiene reticencias y no es previsible que los grupos restantes muestren mayores simpatías por el personaje. La caída de la socialdemocracia y la emergencia de los ecologistas, en el contexto de una grave crisis económica que acentúa los reflejos proteccionistas y nacionalistas de los miembros de la Unión, puede significar un cambio relevante en la languideciente dinámica que la UE ha venido manteniendo.
Foto: Geert Wilders, lider del partido ultraderechista holandés PVV.
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