09 noviembre, 2016

El 'inexplicable' triunfo de Trump


"¿Cómo explicar lo inexplicable?", es la pregunta que se hacen muchos tras la victoria de Donald Trump en las presidenciales estadounidenses. Lo cierto, sin embargo, es que este triunfo del populismo extremo, aunque ilógico, tiene explicaciones, por más que éstas nos parezcan paradójicas e irracionales. ¿Quién dijo que la lógica tenga relación con la expresión de la voluntad popular? Esa idea es ilusoria casi siempre, y más cuando hay que elegir entre dos males. ¿Hay que recordar, como ejemplo extremo, que Hitler llegó al poder a través del voto popular de los alemanes? ¿Hay que recordar que la Alemania de los años 30 estaba desesperada por las consecuencias del 'crack' del 29 y el pago de las gigantescas indemnizaciones que tenía que cumplir como consecuencia de su derrota en la I guerra mundial?

 Más allá de que Hillary Clinton no fuera la candidata más idónea para dar el triunfo a los demócratas, en razón a su trayectoria y sus afinidades con el 'establishment', está el hecho de que el pueblo estadounidense está harto, desesperado ante la falta de soluciones para combatir las consecuencias de dos grandes cataclismos. Uno de ellos, más antiguo y de incidencia más lenta, progresiva, es la globalización económica, que ha facilitado la 'fuga' del país de las industrias más poderosas y más generadoras de empleo, llevando la desolación a zonas otrora prósperas. El otro cataclismo, más virulento, inmediato y demoledor, fue el 'crack' de las hipotecas 'subprime', que evidenció el carácter delincuencial e irresponsable del capitalismo financiero y ha logrado que los ricos se hagan más ricos a costa de que los menos ricos se empobrezcan o se arruinen.

Es un axioma incuestionable que el bienestar de las clases medias es el principal factor de estabilidad y prosperidad en cualquier país. Y es tristemente evidente que la ofensiva brutal del neo-ultraliberalismo está alterando el equilibrio que - no sin sobresaltos puntuales - se venía manteniendo desde la postguerra mundial. La consecuencia - visible en todo el mundo desarrollado y no sólo en EE UU - es un crecimiento progresivo e inquietante de las 'soluciones' extremistas, populistas y oportunistas, que encuentran en las masas empobrecidas y con déficit de formación y de criterio su caldo de cultivo ideal.

 El éxito de Donald Trump, más inquietante que inexplicable, se basa en un discurso que, analizado en su totalidad, es tan incoherente como brutal. Construido en base a ideas-fuerza, que, hábil y demagógicamente, responden a las exigencias de los más airados ante la situación política, social y económica, carece simultáneamente de sentido y de sinceridad. Y esa, paradójicamente, es la razón de su éxito. La gente no retiene la totalidad del discurso, sino los eslóganes y Trump los tiene para todos los gustos, de todos los sabores. Así ha logrado catalizar y rentabilizar un amplio espectro de descontentos, que reclamaban un cambio impreciso que, sin duda, Trump no les va a dar. Y no se lo va a dar porque no puede.

El poder del 'establishment' estadounidense es inconmensurable y carente de escrúpulos, y para él Trump es una extravagancia, un 'outsider' narcisista y ególatra cuyo único mérito es el de haber convertido sus propio nombre en una marca de éxito y mantener el inmenso caudal de dinero heredado de su padre. En definitiva: un 'donnadie' afortunado, pretencioso y efectista que sólo tiene una vaga idea de dónde se ha metido. Ha sabido cómo ganar las elecciones. Ahora debe aprender a tener contentos a quienes realmente mandan, lo cual no va a ser fácil para quien acostumbra a hacer (con diversa fortuna, como es bien sabido) lo que le da la gana.

Apostaría que, dentro de unos meses, veremos al otro Trump, el que sabe contemporizar y admite sus numerosas insuficiencias para hacer 'lo conveniente' por indicación de los 'expertos', sopena de afrontar el bloqueo de sus órdenes, o, en última instancia, un 'impeachment' como el que dejó en la cuneta de la historia a Nixon. Washington es mucho más complejo que Nueva York y el gobierno del país más poderoso del planeta requiere cierto grado de sofistiicación, información y realismo que no se aprende ni en la construcción ni en los casinos. A partir de ahora él será el aprendiz de los 'secretos' de la política estadounidense, que no es precisamente un 'reality show' como el que potenció su peculiar figura.