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19 mayo, 2009

Por la vigilancia del mercado

El pasado miércoles, 13 de mayo, la Comisión Europea impuso una multa de 1.000 millones de euros a Intel, la poderosa empresa estadounidense fabricante de procesadores que durante décadas ha dominado el mercado de los ordenadores asociando su progreso al de los sistemas operativos de Microsoft. Concluía así un dilatado proceso de nueve años que tiene su origen en el contencioso planteado por la competencia del gigante, AMD (Advanced Micro Devices), por abuso de posición dominante. La multa es considerable, la mayor impuesta hasta ahora por la Comisión Europea, pero quien debe pagarla ha amortizado más que sobradamente esa cantidad a lo largo de los nueve años transcurridos, convirtiendo el coste que supone la sanción en irrisorio.

Las prácticas monopolísticas de Intel consistían fundamentalmente en la oferta de fuertes descuentos a los fabricantes de material informático más relevantes. Y el objetivo está meridianamente claro: sacar del camino a su competidor, aún a costa de reducir sensiblemente los propios beneficios. Nada nuevo, por cierto. La práctica del 'dumping', teóricamente prohibida y condenada en todo el mundo, es sumamente frecuente, aunque raramente alcanza los niveles y la transcendencia que se registran en el floreciente mercado informático. Ya en 2004 Bruselas había impuesto al gigante del software Microsoft una primera multa de 497 millones, seguida en 2007 por otra de 280. Para la empresa del 'filantrópico' Bill Gates el abuso es algo más que una práctica frecuente; constituye toda una filosofía.

El capital tiende por naturaleza al monopolio, previa eliminación de toda competencia, y ese impulso debe ser férreamento vigilado y corregido por los estados si pretenden -y deberían hacerlo- defender los intereses de los ciudadanos en tanto que consumidores y, asimismo, garantizar su propia independencia frente al creciente poder de las grandes corporaciones multinacionales. El problema principal reside en la globalización de la economía. Resulta inútil que un solo país (o sólo la UE) mantenga firmes posturas antimonopolísticas si otros son cómplices de quienes abusan por sistema de su posición de dominio en un determinado mercado.

Durante los últimos años, regidos por la bajo tantos puntos de vista abyecta administración Bush, Estados Unidos ha ignorado sistemáticamente las maniobras sucias de sus grandes corporaciones y trusts y ello ha redundado en un imprudente aumento del nivel de indefensión de los consumidores y también, en muchos casos, de las empresas de segundo nivel, cuya emergencia se ha visto frecuentemente frustrada. Ahora parece que Obama quiere poner fin al imperio de la ley de la selva. El pasado día 11 su ministerio de Justicia ha derogado el documento que regía la normativa sobre competencia durante la 'era Bush', concebido precisamente para dificultar la posibilidad de que el Gobierno se interfiriera.

Es un primer paso para poner orden y ofrecer unas garantías mínimas en un marco de incertidumbres que sobrepasa ampliamente las fronteras de Estados Unidos y que es de transcendecia crucial en el contexto de la profunda crisis económica que está sacudiendo las estructuras económicas en todo el mundo. El mito ultraliberal de la autorregulación o autocorrección de los mercados nunca se ha parecido más a un cuento para idiotas contado por depredadores sin escrupulos que ahora mismo. El castillo de naipes del crecimiento permanente se ha venido abajo justamente a causa de la culposa inhibición de quienes tienen la obligación de regular y corregir las consecuencias de la codicia enfermiza que padecen los grandes actores de esa conflagración permanente que tiene el mercado internacional como escenario.

Son muchos, por no decir todos, los sectores económicos que deben ser sometidos al escrutinio sistemático de los gobiernos. La banca, la energía o las telecomunicaciones, especialmente. Pero es de vital importancia frustar las fuertes tendencias monopolísticas que se registran en el expansivo sector informático (tanto en el software como en el hardware). La informática se ha instalado en el corazón del sistema y en la vida cotidiana de las gentes y a nadie se le ocultan los riesgos implícitos en la concentración de poder, que, en gran medida, ya es un hecho.

De no hacerlo así, se estará abriendo la puerta a las más indeseables utopías. Google, por ejemplo, tiene ya en sus manos un poder históricamente inédito y su voracidad es cualquier cosa menos tranquilizadora.

15 junio, 2008

Tu no tienes 'ná' (La informática como propiedad virtual) II

Steve Ballmer y Bill Gates, ahora 'filántropo'. El poder siempre sonríe por algo.

Creo que lo relatado en el capítulo anterior acerca de la obsolescencia forzada de mi scanner y de mi disco duro externo puede ilustrar, al menos parcialmente, el título que he dado a esta serie. Si yo tuviera un solo ordenador, este Acer recién comprado, resultaría que, con su compra, habría perdido esos dos valiosos periféricos, cuyos fabricantes han decidido no crear controladores compatibles con el sistema operativo Vista. No es así porque conservo otros dos Pcs (si es que se puede decir que conservo el Dell averiado) con XP Pro instalado, pero no era mi propósito conectar a ninguno de ellos un scanner y si lo hago deberé comprar otra impresora y trasladar ambos periféricos al estudio. En resumidas cuentas: mi libertad de elección ha sido violentada.

Cuando Microsoft da a luz un sistema operativo nuevo hay una gran excitación y alborozo en el mundo del hardware. Todos están convencidos -con razón- de que el nuevo engendro, cuya creación no obedece generalmente a necesidades objetivas y mucho menos masivas del mercado, va a mover las ventas y a ser una fuente providencial de beneficios. De hecho la excitación y los preparativos en el muindo de los fabricantes de ordenadores se inicia con bastante antelación e implica también al mundo de los procesadores, dado que Intel y Microsoft trabajan codo a codo para mantener su evidente hegemonía en el mundo informático.

Cuando la empresa de Bill Gates detalló las características de Windows Vista una parte significativa de los expertos y críticos de prestigiosas publicaciones especializadas y webs y blogs de ese mismo carácter expresaron reticencias y críticas significativas. Nadie le veía sentido, desde casi cualquier punto de vista, al lanzamiento de un sistema operativo completo que sólo añadía más pitos y flautas a XP, lanzado apenas cinco años antes y que tal vez es el sistema más sólido y fiable que Microsoft haya creado nunca.

Inútiles prevenciones. Vista viene preinstalado en todos los ordenadores nuevos (sin disco de instalación en muchos casos, como en mi Acer). XP ha dejado de ofrecer actualizaciones. Es decir, estamos ante el típico 'no te digo que te vistas, pero ahí tienes la ropa'. El mercado manda, nosotros obedecemos.

Vista, excediendo ampliamente el concepto tradicional de lo que es un sistema operativo, introduce tecnologías invasivas que nada tienen que ver con el normal funcionamiento de un ordenador, pues están instrumentalizadas al servicio de intereses empresariales, no sólo ajenos sino también hostiles a los usuarios. La Gestión de Derechos Digitales (DRM) y la eufemística Computación Confiable (Trusted Computing) constituyen de hecho omnipotentes spywares (programas espía) que no sólo vigilan lo que hacemos en “nuestros” ordenadores, sino que, según de qué se trate, lo impiden.

Otra aportación decisiva contra las libertades individuales es la WSPP (Windows Software Protection Platform), destinada en exclusiva a proteger los intereses de Microsoft y a hacerlo por la brava tras formular algunas advertencias ambiguas sobre la conveniencia de desinstalar determinado programa y sustituirlo por uno legal. Hasta qué punto llega en su venganza contra el réprobo lo ignoro, pero considero más que probable que su 'vendetta' conduzca en algunos casos a la inutilización del ordenador previa manipulación del sistema operativo.

Microsoft nos lo dice con una elocuencia insuperable por más que envuelva su puño de acero en un guante de seda: “¿Es este tu ordenador? ¡Eso crees tu!”

Estoy muy lejos de defender la piratería, pero aún estoy más lejos de justificar las vulneraciones de derechos individuales y colectivos avalados por todas las constituciones democráticas. Microsoft es bien conocido por su tendencia a abusar de su posición en el mercado y ha sido sancionado por ello. Sin embargo, su alarmante inclinación a erigirse en Gran Hermano omnipresente y vindicativo no parece inquietar suficientemente a quienes son garantes de los derechos de las personas: los estados. No sabemos con exactitud lo que el gigante de la informática hace, pero la potencialidad que tiene para actuar de modo ilegal e impune produce escalofríos.

Alguien dijo -o escribió- alguna vez que Windows es un virus. Lo dijo o lo escribió cuando todavía el sistema operativo de Microsoft no era lo que ha llegado a ser. A mi me pareció entonces una boutade que pensé generada por algún fanático de Apple. Ahora, sin embargo, no me parece ninguna exageración. Si actúa como un virus y puede causar los mismos daños es que es un virus.

Ahora lo que hace falta es un antivirus, o más precisamente un programa que espíe al virus Windows y tome nota puntual de todas sus actividades inquietantes o ilegales, de modo que cuando haga lo que legalmente no debe hacer se puedan llevar las pruebas ante un tribunal y los autores del virus pagen los daños y sean forzados a reprimir sus ansias. Se trata de una de las empresas más poderosas del planeta, no de un estudiante de ingeniería informática con problemas de personalidad. Aunque, bien pensado, es posible que tanto poder llegue a afectar al equilibrio psicológico y a la conciencia moral.

Sólo diré que estoy considerando seriamente la posibilidad de pasarme al sistema operativo Linux, al menos para mi ordenador doméstico. Creo que ahora está ya bastante maduro y yo también. De otro modo puede que me pudra de asco e impotencia.

Continuará.