28 abril, 2005

¿Una Iglesia libertaria?



Con el juicio con que juzguéis seréis juzgados
y con la medida con que midáis se os medirá.

Jesucristo en el Sermón de la Montaña

Debo admitir que nunca imaginé que llegase el día en que viera a la iglesia católica proponer la objeción de conciencia y la desobediencia civil con tanta decisión y nitidez como lo ha hecho en estas fechas. La afirmación del cardenal Ricard Maria Carles en el sentido de que "Obedecer antes la ley que la conciencia lleva a Auschwitz" me parece impecable, aunque yo habría añadido que también lleva a Hiroshima y Nagasaki, sólo para equilibrar mínimamente las referencias al horror en la guerra más despiadada que ha conocido la humanidad.

Todo lo que sea “obediencia debida” al mandato del Estado o a cualquier otro poder temporal ha sido, es y será una fuente permanente de males y desgracias. El hombre debe ser responsable de todos sus actos y no ampararse en la coartada de que fue obligado a hacer algo contra su conciencia. En eso consiste la libertad, o, mejor dicho, en eso consistiría si existiera. Totalmente de acuerdo con monseñor.

El problema es que, viniendo de donde viene la 'libertaria' afirmación y dada su limitada validez (se refiere sólo al derecho de los servidores católicos del Estado español a objetar frente al matrimonio homosexual) considero imprescindible hacer y hacerme unas cuantas significativas preguntas:

-¿Pretende monseñor Carles, y a través de él el Vaticano, dar validez universal a su afirmación de la supremacía que la conciencia personal tiene sobre las leyes del Estado?

-¿No es más cierto que cuando habla de conciencia se refiere sólo a la conciencia católica y, dentro de ella, a la caracterizada como más integrista y reaccionaria?

-¿Por qué nunca alentó ni dio apoyo a aquellos de sus fieles (o no fieles) que en este país objetaron frente al servicio militar obligatorio y conocieron las cárceles por ello? ¿No fue Jesucristo un pacifista? ¿En qué estaba pensando Pío XII cuando bendijo los cañones de Mussolini?

-¿No es cierto que la iglesia católica española mantiene una alianza estratégica con el Partido Popular hasta el ridículo extremo de hacer a Juan Pablo II pronunciarse, en sus últimos días, contra la política hidráulica del Gobierno actual?

-¿No tuvo ni tiene esta iglesia nada que decir respecto a la participación de España, por decisión exclusiva del PP, en la guerra de Irak, una de las más injustas que haya conocido la historia? ¿Acaso formaba parte de una Cruzada contra el infiel bendecida por el Espíritu Santo, al que atribuyen sus “inspiraciones”? ¿Debemos atribuir también al Espíritu Santo sus elocuentes inhibiciones y complicidades?

-¿Tiene algún sentido para esta Iglesia la afirmación “ninguno puede servir a dos señores” (Mateo 6, 24-33)?

Nada más. Por ahora.


27 abril, 2005

Un puñetazo en la nariz

“La educación es la mejor política económica que existe”. Esta frase reza como introducción a la sintética biografía de Tony Blair disponible en la web del 10 de Downing Street. Ese 'pensamiento', tan evasivo como sugestivo, es un ejemplo típico de la dialéctica del primer ministro británico: marrullera, llena de fuegos de artificio y... sumamente eficaz. Si algo bueno cabe decir del hombre que rige los destinos de Reino Unido desde 1997 es que es un gran comunicador, de verbo fluido, claro y convincente. Otra cosa es que esa bondad se dedique al bien, que no.

Precisamente de educación (o sea, de política económica, permítaseme la ironía) trataba de hablar ayer T. B., que visitaba una escuela dentro de su campaña electoral, cuando la prensa le aguó la fiesta. La cuestión candente para los medios informativos no era la educación y mucho menos la política económica neoliberal del presunto “socialista” que aspira a su tercera reelección con amplias posibilidades de éxito, según las encuestas.

Lo que interesaba ayer a toda Gran Bretaña era saber qué tenía que decir el habilidoso y triunfante primer ministro sobre el sonoro portazo que el diputado Brian Sedgemore había dado al Partido Laborista después de 37 años de militancia, precisamente por culpa de la política de su “jefe”, y el demoledor contenido del artículo publicado por aquél en “The Independent”. Blair no entró al trapo. Vino a decir algo así como que todos tenemos nuestro propio trasero y nuestra propia opinión.

Ya se sabe que un diputado en una democracia al uso es muy poco más que un tipo que aprieta un botón a la orden de ya, para lo cual sólo son precisas tres cosas: estar presente en la Cámara, hallarse despierto y tener un estómago blindado (según cuales sean las circunstancias). Pero cuando una máquina de votar se harta de hacerle el juego a una política que no comparte puede provocar mucho ruido y ser muy perniciosa para el liderazgo del partido, especialmente en plena campaña electoral. Ese es el caso de Sedgemore.

El disidente no se conformó con anunciar su paso a las filas del Partido Liberal Demócrata, sino que pidió al electorado británico que le propine a Pinocho-Blair un fuerte puñetazo en la nariz, tan fuerte como para hacerle sangrar (“to give him a bloody nose” es lo que dijo en la lengua de Shakespeare). Pero dijo más. Calificó de “mentiras nauseabundas” las “clamorosas verdades” que Blair instrumentó para justificar la participación del ejército británico en la guerra de Irak. Y dedujo con lógica cartesiana que "si Blair está dispuesto a mentir para llevarnos a la guerra, está dispuesto a mentir para ganar unas elecciones". Obvio. Es más fácil y habitual.

El personal puñetazo en la nariz de Sedgemore coincidía con la divulgación de algo que Blair había tratado de mantener en secreto: el informe del Fiscal General, Peter Goldsmith, en el que exponía serias dudas sobre la legalidad de la intervención armada en Irak de acuerdo con el Derecho Internacional. Ambas cosas son un torpedo en la línea de flotación de la campaña laborista. Blair creía haber tenido éxito en sacar del temario su controvertida decisión de poner a disposición de Estados Unidos un nada pequeño contingente de tropas, pero es inútil ocultar los muertos bajo la cama. La guerra sigue, las tropas británicas no han sido repatriadas, las decenas de muertes causadas diariamente por la insurgencia aumentan, la democracia iraquí es una ficción. A la mentira se suma el fracaso.

Debería haber sido el propio Partido Laborista quien castigase a T. B., pero, pese a que el disenso respecto a la guerra de Irak es notorio en su seno, dista de ser mayoritario. Tras 18 años de abstinencia del poder, nadie quiere molestar y mucho menos retirar al ‘becerro de oro’ que lleva camino de marcar el hito histórico de una tercera legislatura en el Gobierno. Así pues, tendrían que ser los ciudadanos británicos quienes castigasen las mentiras, la manipulación y la traición del primer ministro.

¿Será posible llegar a ver a Blair con la nariz sangrante, como quiere Sedgemore? Ciertamente sí, pero no es muy probable. Los sondeos no dejan lugar a dudas sobre la distancia que separa la intención de voto a los laboristas de las restantes opciones. Paradójicamente el optimismo que se desprende de las encuestas no deja de inquietar a su beneficiario. Los laboristas temen que tales augurios “relajen” el voto útil, alejando de las urnas a aquellos de sus habituales votantes más descontentos con su política. Perder el voto útil puede equivaler a perder las elecciones.

Y yo digo amén, que quiere decir así sea. Si el voto no sirve ni para castigar a quienes gobiernan con mentiras contra la voluntad y los intereses de sus ciudadanos, a despecho de las vidas propias y ajenas, esta 'infantodemocracia' no sirve para nada. Blair es un paradigma del político farsante. Su éxito será nuestro fracaso, seamos británicos o no.

18 abril, 2005

Cambio en Euskadi

La situación creada por la composición parlamentaria resultante de las elecciones en el País Vasco es ciertamente “compleja”, como ha dicho el candidato del PSE, Patxi López, pero no mucho más de lo que lo ha sido en algunas ocasiones precedentes. A cambio, los comicios han proporcionado una instantánea gráfica real del espectro ideológico vasco que sin la participación del PCTV, destinatario de los votos de Batasuna, no habría sido posible.

Las cosas están como están y no de otra manera. Y es bueno saberlo y asumirlo. Saber es siempre mejor que no saber; juzgar es mejor y más útil que prejuzgar; negociar es más razonable que romper la baraja o consentir que alguien haga trampas. Siempre he creído que la ilegalización de Batasuna, además de un exceso jurídico de difícil justificación, fue un error político. Las realidades no son abolibles y el silenciamiento político de un porcentaje nada insignificante del pueblo vasco redunda en el establecimiento de una situación antidemocrática que en nada facilita el diálogo ni la moderación.

Por otra parte, los intentos de rentabilizar la ausencia electoral de Batasuna han fracasado. Primero el PP vio frustrado su propósito de que los constitucionalistas sustituyeran en el poder a los nacionalistas. Ahora es el PNV quien fracasa en su intento de vender un sucedáneo soberanista inverosímil y pretencioso denominado “plan Ibarretxe”. Y digo el PNV, por que su socio de coalición, EA, ha conservado los siete escaños que logró en 2001. El castigo, pues, iba directamente destinado a Ibarretxe. Aunque fuera de farol, su desafío de convocar un referéndum “porque los vascos decidimos” ha inquietado a los nacionalistas moderados, que no quieren más bronca e incertidumbre de la que ya se han habituado a soportar

¿Cómo interpretar el crecimiento del voto a Batasuna, vía EHAK (o PCTV en castellano)?, se preguntan muchos. Desde luego no como un apoyo a ETA, que es la lectura deliberadamente alarmista que hace el PP, coherente siempre (¿quosque tandem?) con la política frentista instrumentada por Aznar. Ese crecimiento es, sobre todo, consecuencia de dos hechos: 1) el propósito dialogante y la insinuación de que las armas pueden callar para que se imponga el diálogo que Otegui planteó en Anoeta y 2) la reacción entusiasta a la libertad para votar precisamente esa opción política y fortalecer esa esperanza por parte de unos radicales cada vez más unidos en la convicción de que la lucha armada es un camino hacia ningún lugar y de que ese 'no lugar' se llama frecuentemente frustración, cuando no fracaso.

La expectativa de la paz ha sobrevolado la campaña electoral vasca en mayor grado que nunca. Los rumores, nunca confirmados, de que el diálogo ya se ha iniciado han generado esperanza incluso en quienes condenan ese diálogo. El cambio de gobierno en Madrid se ha dejado sentir profundamente en Euskadi. El ejemplo de Cataluña, aunque por ahora no sea más que teoría, ha sido estimulante. La esperanza ha empezado a tomar forma. Y el crecimiento del PSE, junto a la caída del PNV y el PP -anclados en la confrontación, como en la era Aznar- es muy elocuente al respecto.

A partir de aquí todo está por escribir, pero no parece inverosímil un pacto de Gobierno entre el PNV y el PSE, que facilitaría no sólo el escenario de gobernabilidad más sólido, sino también la posibilidad de una reforma estatutaria pactada por una amplia mayoría, como ha propuesto Rodríguez Zapatero, y la dificilísima negociación con ETA que se prevé, dada la insistencia de la banda armada y de su brazo político en obtener contrapartidas políticas que de hecho son innegociables a cambio del cese de la violencia.

Hay muchas cartas ocultas en el juego, muchas variables apenas enunciadas. Seguramente en los próximos meses empezarán a salir a la luz. Mientras tanto, paciencia y barajar. Eso es, probablemente, lo que se dice a sí mismo Rodríguez Zapatero, quien, tras su primer año de Gobierno, parece bendecido por la diosa Fortuna.

17 abril, 2005

Wojtyla Superstar


Cuando alguien, durante los últimos días, me preguntaba por qué no escribía sobre el Papa yo respondía invariablemente que no quería contribuir a la saturación imperante y que tampoco tenía nada demasiado interesante que decir; nada que, aquí o allá, no se estuviera diciendo ya con mayor o menor eco. Ahora que no llueve tanto (y hay que admitir que ha sido una gigantesca inundación) tal vez sea el momento de decir unas cuantas cosas a título de esquemático balance y prospectiva.

Para mi lo más chocante (entiéndase chocante como lo más próximo a la expresión inglesa “shocking”) no ha tenido que ver con el propio Papa ni con la Iglesia católica en sí misma, sino con la fagocitación mediática indiscriminada que se ha hecho del fallecimiento del jefe de la fe más extendida en el planeta. Y no se trata sólo del récord orgullosamente aireado por la TVE-1 controlada -se supone- por el ‘laico’ Ejecutivo español. Ha sido un fenómeno global y desmesurado en todos los medios y muy especialmente en los audiovisuales.

¿Por qué tanto despliegue, sobre todo en lugares que no son precisamente de mayoría católica? En primer lugar, porque no se trataba de fe, sino de espectáculo. Era una ocasión “de libro” para rentabilizarla mediáticamente. La grandiosidad del Vaticano, la pompa y el boato de los rituales, la parafernalia vestimentaria anacrónica, las peculiares tradiciones “post mortem”. Todo era puro cine, o pura televisión, pasto para la mirada, motivo de admiración y expectación, especialmente sumado a la movilización masiva de fieles que se escenificó en la Plaza de San Pedro en particular y en la ciudad de Roma en general.

Los miles de kilómetros de filmaciones sobre el Papa más viajero, beatificador y mediático de la historia, realizadas a lo largo de un cuarto de siglo, facilitaban la tarea, preparada, de hecho, con antelación de años, dadas las alternativas de salud del pontífice. Hasta sus últimos días, el actor que fue Karol Wojtyla se ofreció como espectáculo a la humanidad, intentando en dos ocasiones forzar el milagro de hablar cuando obviamente no podía hacerlo. El “show” estaba servido: una gran superproducción por un coste casi ridículo. Pocas televisiones del mundo se resistieron a la tentación.

Para muchos esto ha sido un gran éxito de la Iglesia católica y de su extinto pastor. Desde mi punto de vista es en realidad una derrota que habla elocuentemente de sí misma por medio del propio exceso mediático, como lo es para cualquier objetivo que se precia de serio su vecindad con el “show bussiness”, su esencial trivialización. Otra cosa es que, desde la lógica del “todo es bueno para el convento”, que es la imperante en la Iglesia de la era Wojtyla, prevalezca la valoración de la cantidad de la audiencia alcanzada sobre la calidad del mensaje transmitido.

Y a eso vamos, a analizar la filosofía mediática de un pontificado que si en algo ha sido revolucionario es en el uso de los medios de comunicación de masas. Juan Pablo II no sólo es el Papa más fotografiado, filmado y grabado de la historia. Es también el Papa superstar, el hombre multimedia, que escribe, canta, actúa y hace giras que serían la envidia de cualquier estrella del “rock”. Al igual que éstas -e incluso por encima de ellas-, sus espectáculos son masivos y la escenografía está cuidada hasta el último detalle, con una grandiosa sobriedad destinada a convertir al Papa y a su audiencia masiva y enfervorizada en imágenes tentadoras para cualquier informativo televisivo.

¿Es eso el éxito del mensaje evangélico o el éxito de la estrella mediática Wojtyla? Me temo que es mucho más lo segundo que lo primero. Tal vez el medio no sea el mensaje, contra lo que propone Marshall Mac Luhan, pero el medio altera, condiciona o corrompe el mensaje. De ese modo, nos encontramos con una Papa que ha hecho de su propio icono y de sus gestos calculados su auténtico magisterio popular, seducido él mismo por una “adoración” orquestada generalmente por las instituciones religiosas neoconservadoras a las que potenciaba.

Si durante sus primeros años de gobierno Juan Pablo II logró transmitir una imagen moderna, abierta y seductora, las evidencias de su doctrina y de su praxis no dejaron lugar a dudas, sin tardanza, de que entre las paredes del Vaticano se estaba realizando una minuciosa y matizada destrucción del espíritu alentado por el Concilio Vaticano II y un regreso deliberado a la Iglesia novecentista, la previa a la luz eléctrica y a los desafíos que el brutal y deslumbrante siglo XX planteó para siempre a las conciencias autosatisfechas, religiosas o no. Mucho ruido mediático y pocas nueces.

Los defensores del pontificado de Juan Pablo II acuden invariablemente a la letra, al contenido de ciertos discursos y encíclicas, para mostrar que el Papa fue coherente con el espíritu del Concilio Vaticano II. Pero una cosa es la letra (la teoría) y otra la música (la orquestación práctica). La música es claramente preconciliar. La letra puede ser considerada, en algunos aspectos, progresista. Y no podría ser de otro modo, si se tienen en cuenta la esencia del mensaje de Jesucristo, el derecho natural y la eternización de situaciones desesperadas como el hambre, la opresión y la sobreexplotación de los seres humanos en todo el mundo, así como la necesidad de mostrar coherencia con la doctrina previa.

La verdad de la larga era Wojtyla no se detecta en la teoría, sino en la práctica. Y no sólo en la práctica del Papa, sino en la del conjunto de la institución multinacional que gobierna. En ese terreno no queda lugar a dudas respecto a la esencia real de uno de los pontificados más largos de la historia. Lo esencial de esa era ni siquiera puede ser considerado como de mero estancamiento, sino de evidente y voluntaria regresión. De la mano de Wojtyla, la Iglesia no sólo sigue sin dar respuesta a los desafíos planteados a la conciencia contemporánea por el avance de la ciencia y la persistencia de situaciones de miseria e injusticia que desafían la comprensión y la resignación humana, sino que se ha enquistado y blindado en lo más reaccionario e integrista de su tradición.

Ahora, cuando los objetivos de miles de cámaras se dirijan obsesivamente, en sesiones de mañana y tarde, hacia una pequeña chimenea del Vaticano y se reiteren las dudas sobre si el humo es blanco o no, la pregunta que se harán millones de católicos frustrados es si esa gerontocracia que constituye el colegio cardenalicio ha comprendido o no lo que esperan de ella aquellos a quienes Jesucristo bendijo de modo tan especial e inequívoco en sus bienaventuranzas:

Los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los injuriados y perseguidos con mentira y maldad por su fidelidad.

Yo no confío en ello en absoluto. No sólo porque tengo en cuenta la historia de la Iglesia y su realidad presente, sino porque el supuesto carisma de Juan Pablo II El Grande ha abierto un camino muy tentador para quien quiera eludir enfrentarse al drama esencial de una institución que, en su huida de la realidad hacia delante, cree haber encontrado en la mediatización y mitificación del Papa un instrumento eficaz de supervivencia.

07 abril, 2005

Patético Rajoy

He aquí dos ejemplos expresivos de lo que Rajoy considera que es ejercer la oposición con inteligencia, finura y ausencia de visceralidad, tal como reclamaba hace unos días a su partido, a raíz de la difusión del vídeo-bodrio-panfleto de la FAES, que es descrito por su amanuense como un documental (¡) y considerado por la esposa del autor intelectual como un “relato ordenado de los hechos” (¡¡¡):

1) “Ya ni siquiera reclamo que sea usted competente. Tampoco le pido que sea serio, porque parecería un reclamo imposible. Lo que le ruego encarecidamente es que, por lo menos, cuando ejerza usted como nuestro representante, recuerde usted que es español”.
2) "A no hacer nada con buen talante lo llama diálogo de civilizaciones; a la venta de armas, pasión por la paz; a disfrazar la realidad para engañar a los españoles lo llama progreso. Es natural que a vender los intereses de España por un plato de fotografías lo llame europeísmo”.

Estos párrafos ‘de oro’ están extraídos de la diatriba que el jefe de la oposición dirigió ayer en el Congreso contra el presidente del Gobierno en relación con los acuerdos alcanzados en la reunión del último Consejo Europeo, que, entre otras cosas, decidió poner fin al Plan de Estabilidad, aquel que le permitió a Aznar pavonearse con su superávit presupuestario y reclamar sanciones para Francia y Alemania por incumplirlo.

En la lectura de ambas muestras se puede detectar las siguientes acusaciones-insultos: incompetente, frívolo o superficial, antipatriota, inoperante, cínico sin escrúpulos, farsante, vendido o vendepatrias y ególatra o narcisista. Como muestra de un discurso inteligente, fino y cerebral no tiene precio. Se dice que Aznar ha renunciado a realizar la secuela de vídeo-libelos que proyectaba. A cambio -y mucho más barato- parece decidido a promocionar la intoxicación, el insulto y la chulería desgarrada en sede parlamentaria. Todo un progreso.

Cuando en la anterior ‘Espiral’ me cuestionaba la sinceridad del propósito de Rajoy de reconducir el estilo de hacer oposición del PP y, más allá de eso, la viabilidad de tal objetivo, no imaginaba que la respuesta a mis razonables dudas llegase tan pronto y por boca del propio sedicente “centrista reformista”. No cabe una contradicción tan inmediata ni en términos tan expresivos como la perpetrada ayer por el jefe de la oposición. De ello sólo pueden deducirse dos hipótesis, a cual más negativa: o Rajoy mentía al exponer tal meta o su partido (quien realmente lo dirige, quiero decir) le ha forzado a desdecirse.

El jefe de la oposición resulta a estas alturas un personaje patético, paralizado entre el querer y el no poder. Rehén de Aznar, que sus razones tendría para ‘digitalizarle’ como sucesor, y escoltado estrechamente por dos 'triunviros' que son la antítesis de lo que él dice ser, nadie sabe si viene o si va, si sube o si baja, si entra o si sale. Nadie sabe de qué va. Y es de temer que él tampoco. Aunque hay que admitir, a fuer de sinceridad, que nadie lo supo nunca.

Lo único evidente en Rajoy es que siente una pasión irrefrenable por el poder y que es lo suficientemente pragmático (por utilizar un eufemismo piadoso) como para orientar su vela a favor del viento dominante. Patético, ya digo.


01 abril, 2005

La mentira como verdad (o viceversa)


A quien va usted a creer, ¿A mi, o a sus propios ojos?

Groucho Marx

“La izquierda ya había sembrado las calles de odio y enfrentamiento”. Esa es una de las expresiones hiperbólicas que se deslizan en el video (*) que cierto Goebbels de vía estrecha ha elaborado bajo el dictado del presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) y ex presidente del Gobierno, José María Aznar. La frase parece extraída de la más rancia propaganda sectaria del siglo pasado e incluso del antepasado y se inscribe en la depurada e irresponsable trayectoria intoxicadora y manipuladora de Miguel Ángel Rodríguez (alias MAR), servil periodistilla que Aznar trasplantó de Valladolid a Madrid para elevarlo a la categoría de secretario de Estado de Comunicación de su primer gobierno.

MAR dirige hoy en día la productora Splendens (latín: esplendorosa. Casi nada) Ibérica, que es la autora del panfleto audiovisual fruto del reencuentro de dos viejos ‘colegas’ que perecieron políticamente por sus excesos en el uso del poder. En el caso de Miguel Ángel Rodríguez son especialmente notorias sus intrigas para acabar con Sogecable o sus amenazas al difunto editor Antonio Asensio (aquel tristemente famoso “te vas a enterar”). Aznar y MAR comparten un concepto monopolista del poder que pasa por la inescrupulosa convicción de que el fin justifica los medios. Ambos comulgan, igualmente, con la idea goebbelsiana de que un gran mentira, repetida con insistencia y convicción, se convierte en verdad indiscutible en la percepción de la gente. Para Goebbels la verdad era el mayor enemigo del Estado. Para Aznar y MAR la verdad es un enemigo personal. ¿Y para Urdaci? Dice el procaz y lenguaraz Jiménez Losantos que el guión es obra del patético ex “comisario político” del PP en TVE. Si no es broma, ¡qué tres patas para un banco!

Las horas que median entre el 11 y el 14 de marzo de 2004 son la pesadilla de Aznar, que se la ha traspasado al partido que dirige en la sombra hasta convertirla en una razón de ser fundamental. Aznar y su partido saben que deben su derrota a la afirmación en aquellos días cruciales de que ETA, contra toda evidencia, era la autora de la brutal matanza del 11-M. Hacer creer que afirmaban tal cosa de buena fe y con base en indicios racionales es su caballo de batalla. Es consciente de que de otro modo la 'troika' sucesoria que él diseñó con la vista puesta en la continuidad del PP en el poder y de la suya en la teledirección se cae por su propia falta de crédito. El hombre que habló de los ‘hilillos’ del “Prestige”, el que afirmó que su presidente nunca había dicho que Irak poseía armas de destrucción masiva y el que, al borde del ataque de nervios, dijo primero “ha sido ETA" y más tarde “no se descarta la autoría de ETA” conforman una panoplia aspirante al poder que no admite que exista mejor defensa que un desproporcionado ataque.

Y esa es la cuestión, que el panfleto audiovisual no se conforma con reivindicar el honor cuestionado de un Gobierno, sino que se inventa una conspiración de largo recorrido temporal supuestamente destinada a sacar al PP del Gobierno. En ella se habrían unido en una inédita promiscuidad la izquierda parlamentaria y los antisistema (sic) y todo habría empezado en las movilizaciones contra la guerra de Irak, en las que coincidieron. Pero el blanco fundamental del ataque es Rodríguez Zapatero, que pasa de ser ninguneado como un inútil total a nivel político antes de las elecciones a ser descrito como una especie de Maquiavelo habilísimo y monstruoso un año después.

El vídeo en cuestión no es otra cosa que una sinopsis corregida y aumentada de las afirmaciones e insinuaciones paranoides que el propio Aznar hizo ante la comisión de investigación del 11-M. Es la consecuencia de un rencor incoercible y enfermizo que lleva al expresidente a lanzar sistemáticamente coces contra el aguijón de las verdades que le hieren, en un inútil empeño por cambiar la verdad histórica. Es, en definitiva, algo más que orgullo herido; es soberbia impotente en ejercicio, incandescente odio en práctica implacable, apenas controlada intelectualmente. Es una vergüenza para él, para la FAES y para el Partido Popular.

Cuando uno ha labrado su propia tumba política con una inimitable mezcla de torpeza y arrogancia debería reflexionar lo suficiente como para salir de ella sin signos evidentes de putrefacción y lo más aligerado de fango que sea posible. Lejos de ello, Aznar ha perdido los papeles y manotea y excava desesperadamente en el interior de la fosa ignorando que la dirección que él cree conduce a la superficie lleva en realidad al fuego del infierno.

Ayer mismo el presidente del PP tomaba distancias del vídeo del delito e insinuaba un golpe de timón de su partido hacia la nunca hollada dirección del centro reformista que se supone le es propio. Dados los precedentes y considerando la actual composición de la cúpula ‘popular’ es más que dudoso que tal deseo, en el supuesto de que sea sincero, resulte practicable a corto plazo, pero la afirmación de Rajoy da a entender que hay una corriente significativa dentro del PP consciente de que la política de oposición asilvestrada y destructiva que se viene realizando les aleja progresivamente de la meta irrenunciable de recuperar el poder. Otra cosa es que, como Rajoy llegó a sugerir, puedan ocupar el espectro del centro-izquierda, que, según su peculiar interpretación, habría abandonado el Gobierno. Incluso el carnaval tiene sus límites.

El “rediseño” del PP exigiría, como primera medida, ‘matar al padre’, o sea a Aznar, o al menos lograr que éste renuncie a sus obsesiones y a su insistencia en dirigir en la sombra el partido. Pero es de temer que el simbólico homicidio podría tener consecuencias muy traumáticas en una formación tan heterogénea y ya considerablemente conturbada por la imprevista pérdida del poder.

¿Podría llegar a dividirse el PP? La hipótesis, en abstracto, no es desdeñable, pero la ceguera en las filas ‘populares’ no es tanta como para matar a la ‘gallina de los huevos de oro’ que les proporcionó ocho años de Gobierno. Tendrán que someterse a una catarsis que parece, en principio, muy problemática. Cuando Rajoy demanda inteligencia, finura y ausencia de visceralidad en el ejercicio del papel de primer partido de la oposición está dibujando, de hecho, el antirretrato de una gran cantidad de sus actuales conmilitones y no se sabe hasta qué punto no está pidiéndole peras al olmo. La voluntad de poder tira mucho y puede conducir a que los montaraces hagan de tripas corazón, pero el proceso podría ser bastante largo y accidentado porque, como es bien sabido, la cabra siempre tira al monte.

Tenía dudas entre dos citas del ingenioso Groucho Marx (uno es marxista de toda la vida) para introducir este artículo y finalmente opté por la que figura arriba. ¿Pero quién ha dicho que no se puede concluir con una cita del mismo autor?

Ahí va y aplíquese a quien proceda:

"Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota.Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota".

(*) Para quien quiera contrastar las falacias del vídeo de la FAES: http://3diasdemarzo.blogspot.com