24 septiembre, 2006

Eusko Gudariak 2006


“Reafirmamos nuestro compromiso de seguir empuñando las armas firmemente hasta conseguir la independencia y el socialismo de Euskal Herria. ¡Tenemos dispuesta la sangre para darla por ello! ¡Lo conseguiremos!”

Este es el corolario del mensaje lanzado ayer por ETA en la víspera del ‘Gudari Eguna’ (día del soldado).

¿Demagogia? ¿Retórica? ¿Estupidez? ¿Posicionamiento definitivo ante el proceso de paz? Sea lo que sea no se entiende este panegírico de la muerte salvo si ocurren una de estas dos cosas: que ETA está a punto de volver a matar, o que los tres encapuchados que hicieron acto de presencia en la celebración con este discurso pertenecen a una facción disidente de la banda. Ninguna de estas opciones es en absoluto tranquilizadora. Y tampoco parece verosímil.

Ni siquiera el hecho de que el mensaje fuera difundido en el marco emocional de una acto celebrado en Oyarzun en homenaje a los 218 militantes de ETA muertos “en la lucha” puede justificar el tono de un breve discurso que sólo escucharon en directo 1.500 personas. Ciertamente a los familiares de los ‘gudaris’ etarras no se les puede decir tranquilamente que sus hijos o hermanos perdieron miserablemente el tiempo y la vida en la lucha por un sueño imposible. Tampoco se les puede hablar de un horizonte de paz que sólo será posible tras su rendición, pero había otras alternativas más razonables antes que soltar una vez más el viejo discurso patriotero y violento.

Precisamente la madrugada pasada entretuve mi insomnio viendo en ETB un documental, en castellano, sobre los 'gudaris' en la guerra civil. Una parte nada despreciable de su contenido estaba destinado a sostener el heroísmo y el honor de los ‘gudaris’ (término que en este caso hay que entender como soldados de fe y obediencia esclusiva y excluyentemente nacionalista) frente a las acusaciones de cobardía y de traición del resto del bando republicano.

La vergüenza de Santoña, desleída en el documental entre nebulosas explicaciones, surge de nuevo para cuestionar el lamentable papel de los nacionalistas vascos intentado pactar con el Duce, urgiendo la mediación del Vaticano (interceptada por el Gobierno de la república), sugiriendo -a su propia conveniencia- dónde debían atacar primero las tropas fascistas, si en Torrelavega o en Solares (en Cantabria ambas, como Santoña), tratando de que su traidora rendición apareciera como una derrota (significativamente ante los italianos, no ante los españoles).

El propio lehendakari Agirre evita con sus palabras que haya que poner énfasis especial en los detalles de aquella vergüenza:

“Principalmente, los elementos nacionalistas, desde la caída de Bilbao, sufrieron en todo su ser la sensación de que ya para ellos todo estaba perdido. Los demás partidos tenían una continuidad política en los demás territorios. Ellos, no. Se atravesaban las fronteras de nuestro pueblo donde la gente hablaba otro idioma. Trágica realidad que hay que saber vivirla para comprenderla.”

Esa es la cuestión: estaban -teóricamente- con la república, pero no estaban con la España republicana. No estaban con España en absoluto y de hecho tenían más en común (el derechismo y el integrismo católico) con el enemigo que con el “amigo”. Ellos fueron los primeros en perder la guerra, los primeros en rendirse una vez ocupada su ‘patria’. Y su actitud pesó fuertemente en el ánimo de los republicanos.

Tal vez ETA y Batasuna tratan de evitar ahora su particular Santoña: que la admisión de la derrota de la lucha armada como instrumento político aparezca como una rendición vergonzante. Si es así todo indica -a partir del mensaje de ETA en el Gudari Eguna- que están errando el camino. Con baladronadas numantinas no van a ninguna parte.

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22 septiembre, 2006

Seine-Sant-Denis, por ejemplo


Seine-Saint-Denis, el departamento 93 de Francia, situado al noreste de París, es una bomba de relojería. Nicolás Sarkozy, ministro de Interior y aspirante a la sucesión de Chirac en el Palacio del Elíseo, teme que este otoño estalle otra vez en su cara, como lo hizo el año pasado, y ha decidido adelantarse buscando y encontrando a los ‘auténticos’ culpables: los jueces.

Entonces, tras la muerte por electrocución de dos menores delincuentes que, huyendo de la policía, se habían refugiado en un transformador, se desató una ola de violencia incontrolable que no tardó en extenderse a las ‘banlieues’ (áreas periféricas de las ciudades) de buena parte del país, dejando estupefactos y atemorizados a los franceses.

Antes del verano de 2006 el prefecto de Seine-Saint-Denis envió al ministerio que dirige el celoso candidato a la presidencia un informe de considerable contundencia sobre la situación de la seguridad ciudadana en su departamento. Dicho informe fue conocido hace unos pocos días por la opinión pública francesa y Sarkozy no ha tardado mucho en hacerse presente en el departamento conflictivo para arrojar toda la culpa sobre los jueces y su ‘ideología’.

El informe de Jean-François Cordet, que así se llama el prefecto, subrayaba la lamentable realidad de que desde el inicio del año, es decir, poco después de las revueltas del otoño, la delincuencia se ha disparado y que tiene un carácter notablemente violento. Las agresiones a las personas han crecido el 14,11 % con relación a 2005. Los robos con violencia lo han hecho el 22,62 % y los perpretrados con armas blancas el 16,19 %. La participación de los menores en la delincuencia callejera ha pasado del 44,23 al 47,67 %.

El cuadro no puede ser más deprimente. Tras el ‘desahogo’ brutal que supuso la ‘revuelta’ del otoño de 2005, la extrema virulencia social en el departamento no sólo no se ha controlado o reducido, sino que ha aumentado hasta un punto extremadamente inquietante, como prueba la elevada participación de los menores de edad (a los que Cordet achaca el 70 por 100 de los actos violentos) en la delincuencia.

Con el informe del prefecto de Seine-Saint-Denis como referencia e ignorando las críticas de éste que atañen a su ministerio (se nombran comisarios demasiado jóvenes que además pasan rápidamente de un destino a otro, se han reducido los efectivos policiales...) Sarkozy ha arremetido contra la Justicia, con el argumento principal de la gran diferencia entre el número de detenidos y el de encarcelados. El dato, ya indicado por Cordet, es, en lo que respecta a los menores de sólo un 8 por 100.

Según ‘Sarkó’ (así le llaman coloquialmente los franceses) algunos jueces “no hacen su trabajo”, señalando especialmente al tribunal de Bobigny, a cuyo juez de menores Cordet había calificado de “dogmático” . "Los franceses saben que digo la verdad", aseguró el ministro, rizando el rizo demagógico con fruición oportunista.

La justicia, lógicamente, se ha rebotado contra Sarkozy y el presidente de la Cour de Cassation (Tribunal Supremo) pidió una urgente entrevista con Chirac que éste (que no ve con buenos ojos al ministro del Interior como su delfín) se ha apresurado a concederle y se celebrará (o se habrá celebrado, según cuando este texto sea leído) hoy mismo. Y también hoy mismo ‘Sarkó’ ha vuelto a la carga con su gran argumento (electoralista) de autoridad: “Les juges, ce sont les Français. C'est leur jugement qui compte" ("Los jueces son los franceses. Es su juicio lo que cuenta").

Villepin, que ayer reunió a algunos de sus ministros, incluido Sarkozy, para tratar sobre la delincuencia, emitió un comunicado en el que resaltó "el compromiso de los jueces” en la lucha contra la delincuencia. Su rival se apresuró a matizar que no había atacado a todos los jueces, muchos de los cuales cumplen adecuadamente su cometido, y tampoco había atentado contra la independencia de la Justicia, como le atribuían los magistrados.

Se da la circunstancia significativa de que precisamente ayer el Senado aprobó el proyecto de ley de prevención de la delincuencia con el que Sarkozy quiere endurecer las sanciones a los delincuentes menores de edad. Conclusión: él sí hace algo. Y los franceses lo saben, o eso quiere creer y hacer creer el aspirante a la presidencia.

Lo más dramático en todo este asunto de alto contenido demagógico, oportunista y electoralista es que nadie va al fondo del problema, nadie aborda los aspectos sociológicos que condenan al departamento 93 y a tantos otros a aparecer como ‘ghettos-polvorines’.

Nada es casual. Seine-Saint-Denis tiene, según su prefecto, un millón y medio de habitantes, incluidos los clandestinos. El 75 por 100 de ellos son extranjeros o descendientes de extranjeros y la inmensa mayoría son pobres.

Cordet, en su informe, sí se permite algunas reflexiones más allá de las que tienen que ver con la ley y el orden:

- El departamento 93 concentra el 35 por 100 de la pobreza en el área de ‘Ile-de-France’ (gran entorno regional del París).
- La ubicación de grandes empresas al sur del departamento, a las puertas de París, ha poblado con clases medias la zona, generando confrontación por el bienestar de unos y el abandono de los otros.
-El paro castiga especialmente a los más jóvenes, hoy objetivo preferente del Islam más integrista, que en muchos casos suplanta a los actores de la gestión local con la tácita complicidad de éstos.

Miseria, abandono, delito, impunidad, violencia, fanatización… Es un círculo vicioso nada desconocido y cuya generación no cabe atribuir sino a la sociedad y a sus gestores, muy especialmente a los políticos. Que en ese contexto Nicolás Sarkozy, en permanente campaña desde fecha inmemorial, simplifique del modo tendencioso y demagógico en que lo hace es tan peligroso como la propia situación que ha generado la irresponsabilidad de una sociedad basada en el consumo, el egoísmo y la indiferencia.

Es preciso recordar, una vez más, que la cárcel no es una solución para nada, que la violencia institucional genera y acentúa la violencia social, que la prevención evita la represión, que el respeto y la asistencia son los mejores paliativos. Estas son cuestiones que aquí, en España, deben ser abordadas ya, antes de que sea demasiado tarde y que algún partido haga más demagogia de la que ya hace a costa de la inmigración y la delincuencia.

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15 septiembre, 2006

Le Monde, Libération y NYT, ante la crisis


Todo el mundo está al tanto de la crisis de la prensa diaria. Incluso en España, donde durante tanto tiempo se ha ocultado la cabeza bajo el ala, el futuro de los diarios ha pasado a ser un tema recurrente en el debate profesional, pese a que la crisis no es tan grave aún como en otros países occidentales.

Así pues, aquí no se trata tanto de incidir en los orígenes y las perspectivas de futuro de una crisis que casi nadie discute y que ya he tratado extensamente (ver enlaces al pie), como de considerar, brevemente, algunas reacciones y situaciones significativas de diarios de referencia internacional.

Hoy mismo los suscriptores de la edición digital de Le Monde han recibido el anuncio de que, a partir del lunes, podrán disfrutar del “Diario Electrónico”, que contará exactamente con el mismo diseño de la edición en papel e incluso, como ésta, se podrá hojear. Supongo que se trata de un formato Flash ‘facsímil’ que permite abrir cada página que nos interese como un PDF. Tal cosa ya existe, por lo que imagino que Le Monde -si va a utilizar esta fórmula- ofrecerá una usabilidad considerablemente mejorada.

En cualquier caso, la decisión es reflejo elocuente de que uno de los periódicos más prestigiosos del mundo tiene muy claro que su crisis -una de las más graves- debe ser afrontada no sólo mejorando todo lo que sea mejorable en la edición de papel, sino también en su versión digital, incluso reproduciendo minuciosamente en la red su diseño como diario, al que añadirá una interactividad y unas prestaciones de las que el soporte físico carece.

Otro diario francés paradigmático, Libération, atraviesa una situación aún más grave, en la medida en que suma a los problemas que afronta Le Monde, una incipiente crisis de identidad. El banquero internacional barón Edouard de Rothschild, devenido accionista mayoritario, pretende la ‘refundación’ del diario, nacido en 1973 con Jean-Paul Sartre y un selecto cogollo de intelectuales maoístas al frente.

Ciertamente, Rothschild no ocuparía la posición en que se halla si Libération hubiera tenido una vida saneada. El diario ha realizado un complicado y accidentado viaje, a nivel ideológico, profesional y financiero, desde el clima post-68, todavía radical y vagamente optimista. Ha sobrevivido evolucionando con coherencia y éxito profesional nada desdeñable desde el periodismo militante hasta el independiente (de izquierda, en cualquier caso). Pero eso no basta.

El día 27 de este mes Rothschild presentará ante el consejo de administración del diario lo que él mismo ha calificado como “un proyecto de última oportunidad”. Esa ha sido su respuesta a una doble página del periódico (merci, Robert) que,sin duda, ha interpretado como una presión impropia de una parte del accionariado (los trabajadores tienen el 19%, frente al 37% de Rothschild). El contenido del ‘proyecto Rothschild’ se ignora, pero no hace falta ser muy imaginativo para pensar que estará muy lejos de “contribuir a la necesaria refundación de un pensamiento de izquierda” , como sueña la redacción.

Al otro lado del océano, The New York Times (NYT) es un monstruo sagrado periodístico equiparable en significación e influencia a Le Monde, con la diferencia de que en Estados Unidos la conciencia de que el futuro de la prensa está seriamente amenazado es anterior. Hace tiempo que el diario neoyorquino ha tomado posiciones de cara al mercado de Internet, además de esforzarse en revisar a fondo su versión en papel. Ahora da un paso más, en cierto modo sorprendente, en la dirección de primar en exclusiva y simultáneamente sus versiones en papel y en red. El martes pasado anunció su decisión de deshacerse de su grupo ‘broadcast’, lo que incluye una red de nueve emisoras de televisión en diversos estados de la Unión.

El objetivo de tan drástica decision (las emisoras eran rentables) es centrarse en el “desarrollo de nuestro periódico y en el rápido crecimiento de los negocios digitales y las sinergias entre ellos”, ha explicado la presidenta del consejo de administración, Janet L. Robinson. Mientras todos los grupos editoriales del mundo están obsesionados por expandirse a la totalidad de los sectores mediáticos, NYT ha decidido centrarse en lo que mejor sabe hacer: informar.

¿Se equivoca? Seguramente no. Se dice que es un error poner todos los huevos en la misma cesta (en este caso dos cestas) y las razones lógicas de ese dicho popular son obvias. También se dice que el que mucho abarca poco aprieta, lo cual es aún más fácilmente constatable. Centrarse exclusivamente en la información, esforzándose en agilizar y rentabilizar las sinergias entre el medio escrito y el digital y en aumentar la interacción con los lectores, es un gesto de lucidez en estos momentos de transición incierta. NYT, además, está situado en una posición privilegiada para tener éxito en tal trance.

Se están sentando las bases de un futuro en gran medida imprevisible, por lo que parece razonable acotar el terreno y centrarse en plantar sólidos cimientos y erigirse ya en referencia en lugar de dispersarse y correr el riesgo -gravísimo- de perder la perspectiva.

Tal como están las cosas, se puede pasar del éxito a la debacle en unos pocos años. Y viceversa.

Enlaces: Hacia el fin de la Galaxia Gutenberg (I) (II) (III) (IV) (V) (y VI)

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14 septiembre, 2006

Isabel García Marcos, 'presa política'


No salgo de mi asombro al ver a la ex teniente de alcalde de Marbella, Isabel García Marcos, reclamar para sí la condición de presa política. Lo hizo ayer, al abandonar la prisión -previo pago de 60.000 euros, como la ex alcaldesa, Marisol Yagüe- en un estado de euforia, verborrea y seguridad en sí misma sorprendente. A su lado, el ex juez de la Audiencia Nacional Javier Gómez de Liaño, ahora abogado de la ‘represaliada política’, parecía disfrutar -dentro de su limitadísima expresividad- su papel de coprotagonista en una situación de tanta repercusión mediática.

Hace unos días, el ex juez, condenado por prevaricación continuada en el inolvidable ‘caso Sogecable’, separado de la carrera y posteriormente indultado (que no absuelto) por el Gobierno del PP, ya había aparecido en la ‘tele’, rodeado de micrófonos. Lo hizo para asegurar, sin ningún género de dudas, la inocencia de su defendida. Para ratificar su total seguridad afirmó que “sólo defiendo aquello en lo que creo y sigo creyendo en la inocencia de García Marcos”.

Parece ser que Gómez de Liaño ya ha juzgado y absuelto a la ex concejala socialista de Marbella. Y también parece que el ex juez prevaricador juzga y defiende, condena y absuelve en función de su particular fe (que es creer lo que no vimos) y su devoción o inquina más que por mor del rigor de sus investigaciones. Quien en su momento, entre otros excesos, llegó a retirar los pasaportes a la cúpula directiva de PRISA e ignoró reiteradamente las órdenes de la Sala de la Audiencia puede hablar de su convicción, pero no de sus pruebas.

El hecho de que la García Marcos se describa como presa política no debe ser ajeno a las obsesiones de su abogado, que también debe considerarse un represaliado político, pese a que no hay jurista que justifique su comportamiento en el caso que le hizo tristemente famoso y labró su desgracia. Hay razones para intuir que la defensa de Gómez de Liaño va a tener mucho que ver con un ataque directo al PSOE.

García Marcos, otrora conocida como el azote implacable de Jesús Gil, rompió con su partido para apoyar la moción que sacó de la Alcaldía a Julián Muñoz y favorecer el retorno del ‘núcleo duro’ del gilismo (con su fundador ya difunto) al poder municipal. Nadie lo entendió en su día y nadie lo entiende hoy, pero el juez Torres la ha tenido seis meses en prisión preventiva con los mismos cargos que al resto de los detenidos.

Nadie puede negarle la presunción de inocencia que se otorga a todo acusado que aún no ha sido condenado, pero por más que hable de herencias y de regalos de boda le va a ser muy difícil justificar la presencia de 378.000 euros en su domicilio. En su día la Junta de Andalucía le expedientó por compatibilizar la dirección de un hospital (es médico e inspectora de Sanidad) con la ‘dedicación exclusiva’ que cobraba del Ayuntamiento marbellí. Parece ser muy despistada esta mujer. Olvida durante 15 años la existencia de los bancos y también la ley de incompatibilidades.

Si ahora, en colaboración con su malhadado abogado, intenta politizar su defensa achacando las acusaciones que se le formulan a la persecución del que fue su partido, ambos estarán rizando el rizo más allá de lo razonable y verosímil y este país dará una muestra más de su exuberancia surrealista.

¿Es que no tenemos suficiente con el cuento delirante del golpe de Estado del 11-M? Por favor, que paren este tiovivo, que me mareo.

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13 septiembre, 2006

Marronismo periodístico


Finalmente, El País se ha embutido en neopreno, se ha tapado escrupulosamente la nariz, ha tomado una linterna y ha descendido a la caverna-cloaca desde la que Pedro J. Ramírez, con el impagable apoyo táctico de la COPE, propaga las miasmas irrespirables de la ‘gran conspiración’ que, por arte de birlibirloque, transforma el atentado más brutal que ha sufrido este país en un golpe de Estado.

Algo más de dos páginas y un editorial dedica el diario de PRISA a desactivar el hediondo artefacto. Arranca de las declaraciones que, con honores de primera página en El Mundo, hizo el traficante de drogas y explosivos José Emilio Suárez Trashorras, en la cárcel por proporcionar el explosivo utilizado el 11-M.

“Si El Mundo me paga, yo les cuento la Guerra Civil”, le había dicho el canalla a su padre meses antes de hacerse pagar por seguir el guión. Y lo siguió al pie de la letra, eso sí. Que se contradiga con todo lo declarado por él mismo a lo largo del sumario y ponga en cuestión buena parte de lo concluído durante el proceso no es problema para el diario de Pedro J.. Al contrario, de eso se trataba.

El editorial de El País diagnostica piadosamente la labor de El Mundo: Amarillismo, dice. Marronismo, digo yo. Periodismo marrón, color mierda. Caca de la vaca para pasarle la pelota -tuya-mía, mía-tuya- al PP en su vano intento de imponer una versión delirante del 11-M, la que conviene (al menos eso creen ellos) a sus intereses políticos.

El País se pregunta, retóricamente, cómo es posible que un partido democrático como el PP secunde “una operación de la que puede quedar preso”. La respuesta puedo darla incluso yo: porque el PP es el autor intelectual de la referida “operación”.

“No creo, sinceramente, que los autores intelectuales de los atentados, los que hicieron esa planificación, los que deciden ese día, precisamente ese día... no creo que anden en desiertos muy remotos ni en montañas muy lejanas". Cuando Aznar pronunció estas sibilinas palabras ante la comisión parlamentaria sobre el 11-M a muchos nos parecieron una tontería, una gratuidad. Y lo eran. “Estaban en Lavapiés”, le respondió Zapatero.

Lamentablemente, además de una tontería y una insidia gratuita, también eran el anuncio de la operación intoxicadora en curso. El pestilente asunto vuelve hoy al Congreso de esta democracia enferma por vía de interpelación al ministro del Interior. 'Quousqe tandem abutere patiencia nostra?'

P. S.: En la información de El País me ha llamado especialmente la atención una observación que hace la madre de Suárez Trashorras durante el encuentro familiar en el que comentan las declaraciones de un compañero de andanzas del ex minero, que, supuestamente desde la República Dominicana, atribuye relaciones con ETA al procesado por el 11-M, naturalmente en el diario de Pedro J.:

- Yo no sé por qué la justicia no le cierra la boca a El Mundo...

Qué conmovedora ingenuidad, ¿verdad?

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12 septiembre, 2006

Lucía Copy&Paste


Confieso que no he leído ninguna de las obras de Lucía Etxebarría. Admito que, probablemente, nunca lo haré, pese a que los premios que ha cosechado (Nadal, Planeta y Primavera) parecen indicar que podría ser interesante. La he visto y oído por la 'tele'. Con eso basta. E incluso sobra. No sólo en su caso, sino en casi todos.

No se trata simplemente de que el escritor pierda misterio o encanto -suponiendo que se le atribuya- en la caja idiota, sino que por el hecho de someterse a ella -especialmente en espacios extraliterarios- se pone en evidencia como un vendedor, como otro aspirante más a la gloria mediática (y al superventas editorial, claro) por la vía del chascarrillo, la 'boutade' o la gracieta. Una patética marioneta del marketing editorial, que cada día es más parecido al del mundo del disco y del show bussiness en general. Es decir, tan frívolo como calculador, tan avaricioso como vacuo.

Lucía se siente como pez en el agua en ese ambiente, en el que su ego se gratifica con la atención y la admiración -cuando así sea- que parecen ser su móvil vital primario. Seguramente por eso se ve desbordada ocasionalmente en el ritmo de su trabajo y la pifia.

Escribir un libro al año, cuando no es un guión de cine o una recopilación de poemas, exige hincar los codos y calentar la silla. ¿Y qué hace entonces la señorita Etxebarría? Ella lo llamará intertextualizar, pero en el buen castellano de toda la vida se conoce como copiar, robar o -mejor- plagiar, verbo éste que en las artes se utiliza para describir tales actividades.

Ayer, por tercera vez, la escritora ha quedado públicamente con el trasero al aire por esta razón. Hoy la prensa da cuenta -alguna con todo detalle, incluidos los precedentes- del nuevo atraco. Pero no pasa nada. La señorita Etxebarría va de sobrada por la vida y se pasa lo que le echen por el arco de triunfo.

¿Que te demanda un psicólogo por haberle copiado de pe a pa, sin cambiar ni un verbo, ni un adjetivo, ni una coma, o sea, con todo el morro y la pereza intelectual y moral de que eres capaz? Pues sales por peteneras, que para eso tienes ese descaro tan post-postmoderno y vivalavirgen, tan tuyo.

Mal indicio es que llueva tanto y tan seguido sobre mojado. Uno tiende a pensar que lo conocido puede ser sólo la punta del iceberg; que, más allá de ser la reina del préstamo argumental y de la intertextualidad pretextada, Lucía es la bruja del copy and paste (copiar y pegar); que a saber los desaguisados guisos que habrá montado con la obra ajena.

Elizabeth Wurtzel, Antonio Colinas, Jorge Castelló… ¿Cuántos más afectados por el desparpajo depredador de Lucía Etxebarría habrá? ¿Hasta dónde habrá llegado su cleptomanía literaria en el ámbito inmenso e insondable para nosotros de la lengua inglesa?

Pero no la lapidemos. Lucía Etxebarría es un producto de la industria. De la industria editorial, para ser exactos. De un mundo que se ha lanzado a la invasión de los hipermercados y que fuerza a sus ‘estrellas’ a hacer largas giras de promoción, a responder siempre, centenares de veces, a las mismas preguntas con las mismas respuestas y a aparecer en los programas de mayor audiencia de la radio y de la televisión.

El problema es que, además de todo eso y de vivir un poco una vida privada, hay que escribir. Y es duro, ¿no creen? Pobre chica. Qué pena me da. Pero no la he leído ni la leeré.

No tengo tiempo que perder.

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04 septiembre, 2006

Afganistán, el 'narcoestado'


“Le Monde” tiene la singular costumbre de adelantar a sus suscriptores información sobre parte del contenido del periódico del día siguiente. Su editorial de mañana, por ejemplo, tratará sobe el fuerte incremento de la producción de opio en Afganistán, país del que asegura que ha vuelto a convertirse en un ‘narcoestado’. Y ello a pesar -avanza el periódico- de “la fuerte presencia de tropas de la OTAN, a pesar de los dos mil millones gastados por la comunidad internacional en la lucha contra la droga en ese país”.

Pero seamos serios. ¿A pesar o a causa?

La heroína ha vuelto a invadir progresivamente nuestras calles desde la ‘liberación’ de Afganistán, productor mundial casi exclusivo, cosa que no ocurrió durante el régimen talibán. El cultivo de adormidera en el país ‘gobernado’ por Karzai ha aumentado este año el 59 por 100, según Chicago Tribune .

¿Y qué dice el presidente Karzai? Que “lamentablemente se ha probado que nuestros esfuerzos eran inadecuados”.

El cuadro que describe Chicago Tribune nos pinta a los talibán e incluso a Al Qaeda alentando el cultivo de la adormidera e incluso escoltando los convoyes a cambio de dinero. Es una descripción muy conveniente para los ingenuos lectores omnívoros de Occidente, pero lo cierto es que la OTAN (EE UU en realidad, una vez más) y el presidente-títere de una pseudodemocracia de opereta están fracasando allí donde tuvieron éxito los intolerantes musulmanes barbudos que antes gobernaban. Con muchos menos medios, por cierto.

¿Casualidad?

Ah, el Ch.T. se permite una nota alentadora: seis de las 34 provincias afganas están ahora libres del cultivo de la adormidera. ¿Cuáles? ¿Las que controlan los barbudos? ¿O son éstos los que controlan las 34 provincias productoras?

Si alguien precisa un indicativo del ‘éxito’ de la aventura afgana de Occidente sólo tiene que considerar cómo crece el consumo de heroína en el ‘primer mundo’. Y seguir preguntándose si es a pesar o a causa de los generosos esfuerzos occidentales.

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03 septiembre, 2006

Ante el nuevo curso político


24 horas antes del inicio del curso político todos los indicios apuntan a que vamos a tener más de lo mismo. Y posiblemente aumentado ante las inminencias electorales que ya hacen brillar los cuchillos. Personalmente creo que los ciudadanos -y no digamos la mayor parte de los periodistas- estamos hartos de las tácticas de confrontación permanente de la oposición, mentiras y alarmismos gratuitos mediante. Pero, ¿a quién le importa? Aznar está convencido de la utilidad política de su estrategia desleal. ¿Y quién es el machote que en el PP le va a poner el cascabel al gato?

Ni lo sueñen. Sólo el siniestro total podría hacer rectificar el rumbo de colisión emprendido por la “banda de los cuatro” (Aznar, Rajoy, Acebes y Zaplana) después de la ‘intolerable’ derrota electoral, que, con la impagable contribución de “El Mundo” y demás alcázares del rencor y del neoconservadurismo, atribuyen a una conspiración tan ultramaquiavélica como inverosímil.

Las portadas de hoy de los diarios que podrían reflejar a las dos españas en las que nos quieren volver a dividir los de siempre, quienes consideran el Estado como su particular cortijo, son elocuentes acerca de lo que nos espera.

Una España sueña:

“Zapatero dialogará con Rajoy para tratar de impulsar la reforma de la Constitución”, titula “El País”.

La otra miente e intriga por boca de un presunto delincuente, José Emilio Suárez Trashorras, el hombre que puso la dinamita del 11-M:

«Soy una víctima de un golpe de Estado encubierto tras un grupo de musulmanes», titula a toda página “El Mundo”.

Y subtitula:
- «Todo estaba controlado por los Cuerpos de Seguridad».
- «Existen complicidades que el juez no está dispuesto a descubrir».

La entrevista con el impresentable no se quedará en una entrega, no. Será una serie. El goteo miserable de insidias que constituye la marca de fábrica de Pedro J. Ramírez.

Qué pena. ¡Qué pena y que asco!

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Pero terminaré con una nota alentadora. Mientras escribo me entero de la victoria de la selección española en el mundial de baloncesto. Es una gran satisfacción.

Esta ya no es la patria de los españoles bajitos, morenos y cabreados, aunque todavía quede algún espécimen lleno de oscuros complejos y claras contradicciones. A ver si nos enteramos. Esta es la tierra de una gente más alta, más serena y más solidaria, capaz de unir esfuerzos y conciliar intereses por encima de estatutos y banderías sectarias.

Tomen nota, señores del PP. La única embarcación que aquí hace agua y va al garete es la suya, la “nave de los locos”. El único Apocalipsis que se avizora en el horizonte es el que ustedes están labrando para su partido.

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02 septiembre, 2006

Cabeza de ministro


Siendo yo un sufrido párvulo, mi profesor le dijo a mi madre -sin duda con ánimo de halagarla- que yo tenía “cabeza de ministro”. Lo hizo mientras pasaba su mano sobre mi trémulo cráneo, por lo que siempre me quedó la duda de si aquella bestia parda, que un día me dio un pescozón capaz de ‘desministralizar’ a cualquiera, se refería a la morfología o al contenido de mi preciada testa.

En cualquier caso, dudo mucho que aquel pedagogo del terror, que organizaba desmesuradas y sofocantes quemas de incienso en el entonces llamado “mes de María”, estuviera en condiciones de evaluar a un ministrable. Pero la cuestión es: ¿alguien lo está? ¿Quién iba a decir que Joan Clos había nacido para ministro de Industria? Ni él mismo, en sus peores pesadillas, lo soñó. La política no sólo hace extraños compañeros de cama (Fraga dixit), sino también impensables ministros.

Cuentan de los tiempos de Franco, al que sólo le faltó hacer ministro a su caballo, que Julio Rodríguez Martínez, en su tiempo rector de la Universidad Autónoma de Madrid, llegó a la cartera de Educación (1973-1974) por un error. El dictador (o Carrero Blanco, que era el presidente del Gobierno) quería para el cargo al rector de la Complutense, de cuyo nombre no me acuerdo y al parecer él tampoco se acordaba, pero alguien -vaya usted a saber- confundió las universidades madrileñas y le notificó el nombramiento al hombre equivocado. La consecuencia más relevante del error fue una de las decisiones más chuscas de la historia de la educación en España: el llamado ‘calendario Juliano’, que decretó el comienzo del curso en el mes de enero. El periodo lectivo en 1974 duró cinco meses para felicidad de los estudiantes. Al franquismo sólo le quedaba un curso más, para alegría de casi todos.

Sin llegar a extremos tan vistosos y ridículos como el de Julio Rodríguez, hemos de admitir que los gobiernos de España, con Franco y sin él, han tenido ministros bastante peculiares y que la adecuación al cargo de los saberes y las experiencias personales del candidato no siempre -por no decir que raramente- han sido decisivas para el nombramiento.

No se entiende, en consecuencia, que se le den tantas vueltas al nombramiento de Clos como ministro de Industria. Dicen que es médico y que no tiene ninguna relación con la industria, pero el hecho es que, cualesquiera que fueran los estudios que hizo, a lo que se ha dedicado desde que tenía 30 años es a la política, como tantos otros que llegan a dirigir un Departamento.

Corcuera era electricista y sindicalista cuando fue nombrado ministro del Interior y por más que la ley que lleva su nombre, también conocida como la de la “patada en la puerta”, no sea precisamente un ejemplo de sutileza ni de rigor democrático, no fue el peor ministro del Interior que hayamos sufrido, título que le disputa con ventaja Manuel Fraga, con sucesos tan lamentables como los de Montejurra y Vitoria.

Más reciente está el ejemplo de Ana Palacio, paradigma del ‘principio de Peter’ tan patético que casi resulta enternecedeor. Su nombramiento como ministra de Exteriores le sumergió en la dislexia y el sonambulismo. Probablemente nadie ha ocupado esa cartera en circunstancias tan complicadas. No sólo por la extravagante experiencia del islote de Perejil o el enredo mercenario de la guerra de Irak, sino porque era la marioneta del presidente Aznar, que hizo de la redefinición de la política exterior española y de su sumisión a los objetivos de EE UU un objetivo prioritario. El mareo que pilló Palacio con tanto trajín y comedura de coco a dos bandas (Aznar y Powell) no es para contado. Por eso Ana nunca lo contará, aunque debería.

También debería contar Piqué, otro catalán que fue ministro de Industria, la intrahistoria de su defenestración al frente de Exteriores. ¿Tal vez era demasiado liberal para lo que Aznar tenía in mente? ¿Era un traidor europeísta en lugar de un atlantista neocon? ¿Despertó la envidia de su presidente por su buen inglés? ¿Fueron sus exageradas reverencias ante George W. Bush en aquella imborrable escena aeroportuaria su perdición?

Mi convicción particular es que cualquiera puede ser ministro en España. Incluso yo, que además cuento con el remoto aval de la ‘bestia parda pedagógica’. No hacen falta carreras universitarias ni ‘masters’ en Harvard, aunque si se tiene al propio servicio a quienes hayan merecido esos títulos, mejor.

La Administración Pública es una máquina que funciona sola. El auténtico acto real de Gobierno (emergencias aparte) es la elaboración de los presupuestos, cuyos capítulos se acuerdan en el Consejo de Ministros, y generalmente basta con retocar los del ejercicio anterior, quitando un poco aquí o poniendo un poco allá, priorizando en el crecimiento anual de las cuentas este o aquel aspecto.

Eso sí, es bastante recomendable tener el don de la palabra: ser capaz de hablar largo y tendido sin decir apenas nada (el secreto es repetir). Decir “eso es, eso es” o “efectivamente” con sentido de la oportunidad cuando es el presidente o son los vicepresidentes quienes hablan suma puntos. Cuando uno se enfrenta al Congreso es preciso tener preparadas algunas trampas tentadoras para la oposición y así evitar que se ceben en aquello que se teme que lo hagan. En fin, picardías -también aplicables al trato con la prensa- sobre las que el propio equipo puede y debe aleccionar, que para eso cobran.

El resto es sentido común, necesario para toda actividad y mucho más para quien no para de hablar. Esa es la parte más difícil del cargo. Un sentido común en forma y alerta es infrecuente entre los ministros. Tal vez sea el mal de altura, que hace que se les vaya la olla a los pobrecillos.

¿Joan Clos, dice usted? ¿Y por qué no?

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