12 septiembre, 2006

Lucía Copy&Paste


Confieso que no he leído ninguna de las obras de Lucía Etxebarría. Admito que, probablemente, nunca lo haré, pese a que los premios que ha cosechado (Nadal, Planeta y Primavera) parecen indicar que podría ser interesante. La he visto y oído por la 'tele'. Con eso basta. E incluso sobra. No sólo en su caso, sino en casi todos.

No se trata simplemente de que el escritor pierda misterio o encanto -suponiendo que se le atribuya- en la caja idiota, sino que por el hecho de someterse a ella -especialmente en espacios extraliterarios- se pone en evidencia como un vendedor, como otro aspirante más a la gloria mediática (y al superventas editorial, claro) por la vía del chascarrillo, la 'boutade' o la gracieta. Una patética marioneta del marketing editorial, que cada día es más parecido al del mundo del disco y del show bussiness en general. Es decir, tan frívolo como calculador, tan avaricioso como vacuo.

Lucía se siente como pez en el agua en ese ambiente, en el que su ego se gratifica con la atención y la admiración -cuando así sea- que parecen ser su móvil vital primario. Seguramente por eso se ve desbordada ocasionalmente en el ritmo de su trabajo y la pifia.

Escribir un libro al año, cuando no es un guión de cine o una recopilación de poemas, exige hincar los codos y calentar la silla. ¿Y qué hace entonces la señorita Etxebarría? Ella lo llamará intertextualizar, pero en el buen castellano de toda la vida se conoce como copiar, robar o -mejor- plagiar, verbo éste que en las artes se utiliza para describir tales actividades.

Ayer, por tercera vez, la escritora ha quedado públicamente con el trasero al aire por esta razón. Hoy la prensa da cuenta -alguna con todo detalle, incluidos los precedentes- del nuevo atraco. Pero no pasa nada. La señorita Etxebarría va de sobrada por la vida y se pasa lo que le echen por el arco de triunfo.

¿Que te demanda un psicólogo por haberle copiado de pe a pa, sin cambiar ni un verbo, ni un adjetivo, ni una coma, o sea, con todo el morro y la pereza intelectual y moral de que eres capaz? Pues sales por peteneras, que para eso tienes ese descaro tan post-postmoderno y vivalavirgen, tan tuyo.

Mal indicio es que llueva tanto y tan seguido sobre mojado. Uno tiende a pensar que lo conocido puede ser sólo la punta del iceberg; que, más allá de ser la reina del préstamo argumental y de la intertextualidad pretextada, Lucía es la bruja del copy and paste (copiar y pegar); que a saber los desaguisados guisos que habrá montado con la obra ajena.

Elizabeth Wurtzel, Antonio Colinas, Jorge Castelló… ¿Cuántos más afectados por el desparpajo depredador de Lucía Etxebarría habrá? ¿Hasta dónde habrá llegado su cleptomanía literaria en el ámbito inmenso e insondable para nosotros de la lengua inglesa?

Pero no la lapidemos. Lucía Etxebarría es un producto de la industria. De la industria editorial, para ser exactos. De un mundo que se ha lanzado a la invasión de los hipermercados y que fuerza a sus ‘estrellas’ a hacer largas giras de promoción, a responder siempre, centenares de veces, a las mismas preguntas con las mismas respuestas y a aparecer en los programas de mayor audiencia de la radio y de la televisión.

El problema es que, además de todo eso y de vivir un poco una vida privada, hay que escribir. Y es duro, ¿no creen? Pobre chica. Qué pena me da. Pero no la he leído ni la leeré.

No tengo tiempo que perder.

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