22 septiembre, 2006

Seine-Sant-Denis, por ejemplo


Seine-Saint-Denis, el departamento 93 de Francia, situado al noreste de París, es una bomba de relojería. Nicolás Sarkozy, ministro de Interior y aspirante a la sucesión de Chirac en el Palacio del Elíseo, teme que este otoño estalle otra vez en su cara, como lo hizo el año pasado, y ha decidido adelantarse buscando y encontrando a los ‘auténticos’ culpables: los jueces.

Entonces, tras la muerte por electrocución de dos menores delincuentes que, huyendo de la policía, se habían refugiado en un transformador, se desató una ola de violencia incontrolable que no tardó en extenderse a las ‘banlieues’ (áreas periféricas de las ciudades) de buena parte del país, dejando estupefactos y atemorizados a los franceses.

Antes del verano de 2006 el prefecto de Seine-Saint-Denis envió al ministerio que dirige el celoso candidato a la presidencia un informe de considerable contundencia sobre la situación de la seguridad ciudadana en su departamento. Dicho informe fue conocido hace unos pocos días por la opinión pública francesa y Sarkozy no ha tardado mucho en hacerse presente en el departamento conflictivo para arrojar toda la culpa sobre los jueces y su ‘ideología’.

El informe de Jean-François Cordet, que así se llama el prefecto, subrayaba la lamentable realidad de que desde el inicio del año, es decir, poco después de las revueltas del otoño, la delincuencia se ha disparado y que tiene un carácter notablemente violento. Las agresiones a las personas han crecido el 14,11 % con relación a 2005. Los robos con violencia lo han hecho el 22,62 % y los perpretrados con armas blancas el 16,19 %. La participación de los menores en la delincuencia callejera ha pasado del 44,23 al 47,67 %.

El cuadro no puede ser más deprimente. Tras el ‘desahogo’ brutal que supuso la ‘revuelta’ del otoño de 2005, la extrema virulencia social en el departamento no sólo no se ha controlado o reducido, sino que ha aumentado hasta un punto extremadamente inquietante, como prueba la elevada participación de los menores de edad (a los que Cordet achaca el 70 por 100 de los actos violentos) en la delincuencia.

Con el informe del prefecto de Seine-Saint-Denis como referencia e ignorando las críticas de éste que atañen a su ministerio (se nombran comisarios demasiado jóvenes que además pasan rápidamente de un destino a otro, se han reducido los efectivos policiales...) Sarkozy ha arremetido contra la Justicia, con el argumento principal de la gran diferencia entre el número de detenidos y el de encarcelados. El dato, ya indicado por Cordet, es, en lo que respecta a los menores de sólo un 8 por 100.

Según ‘Sarkó’ (así le llaman coloquialmente los franceses) algunos jueces “no hacen su trabajo”, señalando especialmente al tribunal de Bobigny, a cuyo juez de menores Cordet había calificado de “dogmático” . "Los franceses saben que digo la verdad", aseguró el ministro, rizando el rizo demagógico con fruición oportunista.

La justicia, lógicamente, se ha rebotado contra Sarkozy y el presidente de la Cour de Cassation (Tribunal Supremo) pidió una urgente entrevista con Chirac que éste (que no ve con buenos ojos al ministro del Interior como su delfín) se ha apresurado a concederle y se celebrará (o se habrá celebrado, según cuando este texto sea leído) hoy mismo. Y también hoy mismo ‘Sarkó’ ha vuelto a la carga con su gran argumento (electoralista) de autoridad: “Les juges, ce sont les Français. C'est leur jugement qui compte" ("Los jueces son los franceses. Es su juicio lo que cuenta").

Villepin, que ayer reunió a algunos de sus ministros, incluido Sarkozy, para tratar sobre la delincuencia, emitió un comunicado en el que resaltó "el compromiso de los jueces” en la lucha contra la delincuencia. Su rival se apresuró a matizar que no había atacado a todos los jueces, muchos de los cuales cumplen adecuadamente su cometido, y tampoco había atentado contra la independencia de la Justicia, como le atribuían los magistrados.

Se da la circunstancia significativa de que precisamente ayer el Senado aprobó el proyecto de ley de prevención de la delincuencia con el que Sarkozy quiere endurecer las sanciones a los delincuentes menores de edad. Conclusión: él sí hace algo. Y los franceses lo saben, o eso quiere creer y hacer creer el aspirante a la presidencia.

Lo más dramático en todo este asunto de alto contenido demagógico, oportunista y electoralista es que nadie va al fondo del problema, nadie aborda los aspectos sociológicos que condenan al departamento 93 y a tantos otros a aparecer como ‘ghettos-polvorines’.

Nada es casual. Seine-Saint-Denis tiene, según su prefecto, un millón y medio de habitantes, incluidos los clandestinos. El 75 por 100 de ellos son extranjeros o descendientes de extranjeros y la inmensa mayoría son pobres.

Cordet, en su informe, sí se permite algunas reflexiones más allá de las que tienen que ver con la ley y el orden:

- El departamento 93 concentra el 35 por 100 de la pobreza en el área de ‘Ile-de-France’ (gran entorno regional del París).
- La ubicación de grandes empresas al sur del departamento, a las puertas de París, ha poblado con clases medias la zona, generando confrontación por el bienestar de unos y el abandono de los otros.
-El paro castiga especialmente a los más jóvenes, hoy objetivo preferente del Islam más integrista, que en muchos casos suplanta a los actores de la gestión local con la tácita complicidad de éstos.

Miseria, abandono, delito, impunidad, violencia, fanatización… Es un círculo vicioso nada desconocido y cuya generación no cabe atribuir sino a la sociedad y a sus gestores, muy especialmente a los políticos. Que en ese contexto Nicolás Sarkozy, en permanente campaña desde fecha inmemorial, simplifique del modo tendencioso y demagógico en que lo hace es tan peligroso como la propia situación que ha generado la irresponsabilidad de una sociedad basada en el consumo, el egoísmo y la indiferencia.

Es preciso recordar, una vez más, que la cárcel no es una solución para nada, que la violencia institucional genera y acentúa la violencia social, que la prevención evita la represión, que el respeto y la asistencia son los mejores paliativos. Estas son cuestiones que aquí, en España, deben ser abordadas ya, antes de que sea demasiado tarde y que algún partido haga más demagogia de la que ya hace a costa de la inmigración y la delincuencia.

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