15 septiembre, 2006

Le Monde, Libération y NYT, ante la crisis


Todo el mundo está al tanto de la crisis de la prensa diaria. Incluso en España, donde durante tanto tiempo se ha ocultado la cabeza bajo el ala, el futuro de los diarios ha pasado a ser un tema recurrente en el debate profesional, pese a que la crisis no es tan grave aún como en otros países occidentales.

Así pues, aquí no se trata tanto de incidir en los orígenes y las perspectivas de futuro de una crisis que casi nadie discute y que ya he tratado extensamente (ver enlaces al pie), como de considerar, brevemente, algunas reacciones y situaciones significativas de diarios de referencia internacional.

Hoy mismo los suscriptores de la edición digital de Le Monde han recibido el anuncio de que, a partir del lunes, podrán disfrutar del “Diario Electrónico”, que contará exactamente con el mismo diseño de la edición en papel e incluso, como ésta, se podrá hojear. Supongo que se trata de un formato Flash ‘facsímil’ que permite abrir cada página que nos interese como un PDF. Tal cosa ya existe, por lo que imagino que Le Monde -si va a utilizar esta fórmula- ofrecerá una usabilidad considerablemente mejorada.

En cualquier caso, la decisión es reflejo elocuente de que uno de los periódicos más prestigiosos del mundo tiene muy claro que su crisis -una de las más graves- debe ser afrontada no sólo mejorando todo lo que sea mejorable en la edición de papel, sino también en su versión digital, incluso reproduciendo minuciosamente en la red su diseño como diario, al que añadirá una interactividad y unas prestaciones de las que el soporte físico carece.

Otro diario francés paradigmático, Libération, atraviesa una situación aún más grave, en la medida en que suma a los problemas que afronta Le Monde, una incipiente crisis de identidad. El banquero internacional barón Edouard de Rothschild, devenido accionista mayoritario, pretende la ‘refundación’ del diario, nacido en 1973 con Jean-Paul Sartre y un selecto cogollo de intelectuales maoístas al frente.

Ciertamente, Rothschild no ocuparía la posición en que se halla si Libération hubiera tenido una vida saneada. El diario ha realizado un complicado y accidentado viaje, a nivel ideológico, profesional y financiero, desde el clima post-68, todavía radical y vagamente optimista. Ha sobrevivido evolucionando con coherencia y éxito profesional nada desdeñable desde el periodismo militante hasta el independiente (de izquierda, en cualquier caso). Pero eso no basta.

El día 27 de este mes Rothschild presentará ante el consejo de administración del diario lo que él mismo ha calificado como “un proyecto de última oportunidad”. Esa ha sido su respuesta a una doble página del periódico (merci, Robert) que,sin duda, ha interpretado como una presión impropia de una parte del accionariado (los trabajadores tienen el 19%, frente al 37% de Rothschild). El contenido del ‘proyecto Rothschild’ se ignora, pero no hace falta ser muy imaginativo para pensar que estará muy lejos de “contribuir a la necesaria refundación de un pensamiento de izquierda” , como sueña la redacción.

Al otro lado del océano, The New York Times (NYT) es un monstruo sagrado periodístico equiparable en significación e influencia a Le Monde, con la diferencia de que en Estados Unidos la conciencia de que el futuro de la prensa está seriamente amenazado es anterior. Hace tiempo que el diario neoyorquino ha tomado posiciones de cara al mercado de Internet, además de esforzarse en revisar a fondo su versión en papel. Ahora da un paso más, en cierto modo sorprendente, en la dirección de primar en exclusiva y simultáneamente sus versiones en papel y en red. El martes pasado anunció su decisión de deshacerse de su grupo ‘broadcast’, lo que incluye una red de nueve emisoras de televisión en diversos estados de la Unión.

El objetivo de tan drástica decision (las emisoras eran rentables) es centrarse en el “desarrollo de nuestro periódico y en el rápido crecimiento de los negocios digitales y las sinergias entre ellos”, ha explicado la presidenta del consejo de administración, Janet L. Robinson. Mientras todos los grupos editoriales del mundo están obsesionados por expandirse a la totalidad de los sectores mediáticos, NYT ha decidido centrarse en lo que mejor sabe hacer: informar.

¿Se equivoca? Seguramente no. Se dice que es un error poner todos los huevos en la misma cesta (en este caso dos cestas) y las razones lógicas de ese dicho popular son obvias. También se dice que el que mucho abarca poco aprieta, lo cual es aún más fácilmente constatable. Centrarse exclusivamente en la información, esforzándose en agilizar y rentabilizar las sinergias entre el medio escrito y el digital y en aumentar la interacción con los lectores, es un gesto de lucidez en estos momentos de transición incierta. NYT, además, está situado en una posición privilegiada para tener éxito en tal trance.

Se están sentando las bases de un futuro en gran medida imprevisible, por lo que parece razonable acotar el terreno y centrarse en plantar sólidos cimientos y erigirse ya en referencia en lugar de dispersarse y correr el riesgo -gravísimo- de perder la perspectiva.

Tal como están las cosas, se puede pasar del éxito a la debacle en unos pocos años. Y viceversa.

Enlaces: Hacia el fin de la Galaxia Gutenberg (I) (II) (III) (IV) (V) (y VI)

Leer online: www.tierradenadie.cc

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