28 junio, 2006

¿Hacia el fin de la 'Galaxia Gutenberg'? (V)

Internet, como soporte informativo, no sólo constituye un desafío mortal para la prensa escrita, sino también un serio rival para la radio y la TV, con las que puede competir en inmediatez y precisión, utilizando, además, sus propios medios. Audio y vídeo son instrumentos con una presencia creciente en las webs informativas, al menos como opción complementaria.

Ahora mismo, por un precio casi risible, un suscriptor de elpais.es tiene acceso a seis canales de radio, uno de televisión, la edición digital de “Le Monde” sin restricciones, un suplemento de “The New York Times” en castellano, todo el archivo del diario desde su nacimiento, las noticias de la agencia EFE en tiempo real (aún antes de que la web las edite), la información más importante hasta el momento en 12 páginas de formato PDF listas para imprimir... ¿Quién da más?

Por supuesto, se trata de una oferta basada en el valor añadido y exclusiva para suscriptores, tras un intento fallido de hacer de pago elpais.es, pero en cualquier caso es elocuente acerca de la potencialidad de sumar contenido multimedia a la tipografía y las fotografías que la versión digital, como la de papel, ofrece a sus lectores en la actualidad.

El futuro es multimedia. Eso parece indiscutible. Pero por ahora nos hallamos en un tiempo de transición, de sinergias prudentemente calculadas por parte de la industria mediática. Se trata de apostar a todo compitiendo en la menor medida posible consigo mismo y tratando de utilizar cada medio en apoyo de los restantes. Es la única estrategia plausible para los grandes grupos, que tienen considerables gastos y sufragan con los beneficios de unos medios (generalmente los escritos) las pérdidas de los otros.

Lo más singular de la actual situación de transición es que, pese a tanto esfuerzo, no está tan claro como debería que la 'galaxia digital', en su vertiente informativa, vaya a ser patrimonio exclusivo de los grandes medios periodísticos. Hay demasiada competencia en su terreno, el de la información generalista, y empieza a ser difícil cobrar por ella. Si en el área de la prensa convencional la oferta de los gratuitos se está convirtiendo en una pesadilla, en la digital los grandes portales, con sus secciones de noticias, en algunos casos muy bien seleccionadas y organizadas, no dejan de serlo para las cabeceras digitales convencionales.

Si nos planteamos el grado de lectura del contenido de un diario por parte de un lector habitual descubriremos que en pocos casos llega al 30 por 100. La lectura de los titulares basta generalmente, e incluso hay secciones que un lector concreto ignora en su totalidad. Se supone, sin embargo, que ha pagado por la totalidad del contenido del periódico. ¿Admitiríamos ese desperdicio de dos tercios en un melón o en una chuleta de ternera? La paradoja está clara. Va contra las leyes más elementales del mercado pagar por lo que no se consume y ahora empieza a ser posible no hacerlo.

La conclusión (necesariamente parcial y provisional) parece evidente. La guerra en la 'galaxia digital' que se anuncia para un futuro inminente no va a desarrollarse tanto en el área saturada de la información general y superficial (aunque imprescindible) como en el de la especializada y analítica. Nadie puede, por falta de tiempo, ni quiere, por ausencia de interés, saberlo todo de todo, pero son muchos los que quieren conocer todo lo posible sobre determinadas cuestiones y contar con los elementos necesarios para formarse una opinión sólida.

Es ahí donde los medios tradicionales, en su inevitable transición, pueden fácilmente errar el camino y enfrentarse a una seria competencia por parte de iniciativas mucho más modestas en lo económico, pero más ágiles y abiertas en lo informativo y opinativo. La 'blogosfera', pese a las rémoras que para su evolución suponen la fragmentación individualista y la sospecha o evidencia de falta de fiabilidad, está indicando desde hace tiempo cuál puede ser la dirección al futuro.

La buena escritura, la capacidad de síntesis, la amenidad, la intertextualidad, la independencia y la apertura a las aportaciones de los lectores son algunos de esos elementos de un nuevo periodismo que está extendiendo y diversificando la oferta hasta extremos ayer imprevisibles. Son signos prometedores de un futuro informativo más plural y vital, más próximo a la gente, a sus intereses e inquietudes reales, y críticamente distanciado del discurso proliferante del poder, de los poderosos. Una respuesta, en fin, al pensamiento único y una invitación a la profundización de la obsoleta democracia que se nos vende como el mejor de los mundos posibles.

Continuará.

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