01 marzo, 2014

Ucrania, un conflicto de alto riesgo


En las últimas horas la tensión ha aumentado extraordinariamente en Ucrania, y también en el panorama internacional. A la advertencia formulada ayer por Obama, en el sentido de que una intervención rusa en el conflicito tendría "costes", que no especificó, Putin ha respondido hoy sin asomo alguno de ambigüedad. El Parlamento ruso ha aprobado, unánimemente, una intervención militar en la antigua república de la URSS "en vista de la situación extraordinaria creada (...) y de la amenaza a la vida de ciudadanos de la Federación Rusa, de nuestros compatriotas, y de los efectivos del contingente militar de las Fuerzas Armadas de Rusia emplazados en territorio de Ucrania (República Autónoma de Crimea)"

En Crimea, república autónoma (no provincia, ni región ucraniana) que acoge a un fuerte contingente de la marina de guerra rusa, las tropas, aunque sin distintivos, ya han hecho acto de presencia ostensible fuera de sus acuartelamientos, para satisfacción y alegría de la población local. Un referéndum para decidir el futuro de la república, convocado inicialmente para mayo, ha sido adelantado al día 30 de este mes. En territorio ruso, las tropas han tomado posiciones ante las fronteras Norte y Este que comparten con Ucrania. Pensar que los gestos rusos son meras balandronadas sería un error. Putin acostumbra a actuar con firmeza y contundencia ante desafíos como este, como demostró en Osetia del Sur y Abjasia tras su invasión por parte de Georgia.

 Como ya ocurrió con ocasión de los conflictos étnicos y políticos que durante años ensangrentaron la ex-Yugoslavia, los medios de comunicación occidentales están manipulando la imagen real del conflicto y sus claves, mediante la típica simplificación maniquea entre 'buenos' y 'malos', en beneficio de los intereses estratégicos de Estados Unidos. Y digo esto porque en ambos casos la UE no fue entonces ni sería ahora otra cosa que una complaciente comparsa. De la guerra en ex-Yugoslavia sólo los USA sacaron algún beneficio, aparte de la fragmentación europea que tanto parece interesarles: hoy poseen en el mini-estado de Kosovo una enorme base militar, denominada Camp Bondsteel. En cuanto a Bosnia, manzana de la discordia en aquellas feroces matanzas, echen un vistazo al mapa adjunto, que muestra al pequeño país hecho trizas. 

Ucrania no es Yugoslavia, ni 2014 son los años 90, cuando la URSS se debatía y desmoronaba en un caos inefable. La crisis actual tiene un altísimo potencial de riesgo para la paz en Europa, y exige de todas las partes una enorme prudencia. El país (el más extenso de Europa, después de Francia) posee una importancia estratégica muy notable, por su situación geográfica y por el hecho de que su territorio es atravesado por los conductos que llevan la energía al Occidente europeo. Casi un 18 por 100 de la población es rusa y un porcentaje mayor son ruso-hablantes y más inclinados a un pacto con su gran vecino que con la UE. Ese no es un dato desdeñable, y Putin no bromea al respecto. Tampoco lo hace, por supuesto, sobre la intocabilidad de la república autónoma de Crimea. 

Ucrania tiene un potencial de crecimiento económico extraordinario y lo ha demostrado en los años pasados, aunque sus gobiernos han fracasado en el control de la inflación, la cual convierte tal crecimiento en intangible a efectos sociales. La política ucraniana está minada por una enorme corrupción y gobernada por una cleptocracia exuberante. Ni el huido Yanukovich ni su oponente, Yulia Timochenko, superarían el más mínimo escrutinio de sus fortunas personales. Con tales mimbres, el cesto resultante es una situación económica de emergencia. Las arcas están vacías y el estado precisaría, ahora mismo, de una inyección mínima de 35.000 millones de dólares. Rusia no los tiene y la UE no debería arriesgarlos en la aventura, dada la situación de sus países periféricos. Quedaría el FMI, que no es precisamente un ejemplo de imparcialidad, pero que, por el momento, se ha comprometido a analizar la situación. 

Estados Unidos lleva mucho tiempo tironeando de Ucrania hacia su esfera de influencia. Su dinero, por importe de 5.000 millones de dólares, según el Departamento de Estado, se ha dirigido a fines, personas o instituciones no identificados, e incluso el gran especulador George Soros ha echado una mano. La llamada 'revolución naranja' (2004), que tantas ilusiones desató, seguramente no fue ajena a tanta 'filantropía' exterior. Y cabría preguntarse qué tuvieron de espontáneo la protesta armada (murieron 16 soldados, no precisamente por palos ni piedras) y la defección parlamentaria que dejaron a Ucrania sin presidente hace apenas unos días. 

El ejército ucraniano, que posee un potencial militar muy notable, es el 'gran mudo' en la situación caótica y crítica que se ha creado. Cabe imaginar que, al igual que la población, está dividido por la mitad en sus inclinaciones atlántistas o pro-rusas y, aunque siempre ha acatado el mandato de los políticos, en el contexto presente cualquier chispa puede causar un incendio. Evitar una guerra civil, cuyos bandos contarían inevitablemente con apoyo exterior, debería ser la prioridad absoluta para las Fuerzas Armadas. 

La situación, como se ve, es tan compleja y delicada que no permite enfoques maniqueos ni actuaciones irreflexivas o provocadoras de ninguna de las partes. ¿Prevalecerán la prudencia y el sentido común? Esta es la segunda confrontación entre Obama y Putin en poco tiempo. En el caso de Siria, tras las advertencias del ruso, que calificó como "agresión" el propósito occidental de atacar militarmente al régimen de Assad y advirtió del riesgo de desequilibrar la zona, indignando a Irán y favoreciendo a Al Qaeda, el presidente estadounidense se avino a razones. En el caso de Ucrania, con los republicanos acusándole de 'blandura', está por ver. La opinión europea pesará en la balanza, ¿pero en qué sentido? El abortado ataque a Siria, por ejemplo, contaba con el apoyo entusiasta de Hollande. Crucemos los dedos porque lo que ocurra podría no tener precedentes desde la "crisis de los misiles".

Pies de fotos:
1.- Paramilitares fascistas, pertrechados para actuar.
2.- Mapa político de Bosnia tras la guerra (picar para ampliar).
2.- Yulia Timochenko, con representantes de la UE en 2010.