30 diciembre, 2008

Ofensiva en Gaza: Brutalidad y cálculo israelí



Al menos 360 muertos y 1.700 heridos es, hasta ahora, el balance conocido de víctimas palestinas causadas por la ofensiva aérea de Israel contra la franja de Gaza, brutal y desproporcionada. La nación judía justifica el ataque como respuesta al lanzamiento de cohetes Kassam contra territorio israelí por parte de militantes de Hamas, pero la lectura política que puede hacerse de esa absurda y abusiva iniciativa bélica va mucho más allá de la amenaza de unos proyectiles rudimentarios y casi ridículos y es de doble recorrido: interior y exterior.

Por un lado, la proximidad de las elecciones legislativas ha llevado al Gobierno a hacer una demostración de fuerza antipalestina que contrarreste las acusaciones de 'blandura' que formula el radical Netanyahu, lider del Likud tras la creación de Kadima por parte de Ariel Sharon, escisión autotitulada de centro-derecha (?) enfrentada al ultraderechismo del grupo original. No hay diferencias esenciales en cuanto al trato que ambos proponen para el contencioso palestino. La diferencia fundamental es que unos (Kadima) están en el Ejecutivo y otros (Likud) quieren estar. Aparecer ante el electorado como 'halcones' no sólo es preciso para llegar o mantenerse en el poder a través de los votos, sino también un factor importantísimo para obtener luego, en la Knesset, el apoyo de los partidos religiosos ultraortodoxos que, desgraciadamente, condicionan la vida política en Israel, del mismo modo que el fundamentalismo islámico rige Gaza.

Pero el ataque contiene también un mensaje exterior muy personalizado de cara a la futura Administración del Partido Demócrata en Estados Unidos, país que ha sido tradicionalmente valedor y cómplice de todas las transgresiones practicadas por Israel, en abierto desafío a Naciones Unidas, cuyas resoluciones ha ignorado habitualmente con impune arrogancia. Obama y su equipo callan ante la aplastante ofensiva en Gaza y el silencio se explica, a través de fuentes cercanas, como la actitud lógica ante una responsabilidad que todavía concierne a Bush. Israel ha atacado mientras éste ocupa la Casa Blanca de modo calculado, en un intento de replantear el estatus de Gaza y enfrentar a Obama a hechos consumados.

Tradicionalmente las administraciones demócratas han sido menos permisivas con el Gobierno de Jerusalén y han puesto especial empeño en forzar la negociación entre árabes e israelíes desde la ya remota ocasión de Camp David, hace treinta años, bajo la presidencia de Carter. Ahora, a partir de su toma de posesión, Obama deberá demostrar que es capaz de conciliar su compromisos con la seguridad de Israel y con el logro de la paz en Oriente Medio. Tener como mano derecha a Rham Emanuel y como responsable de política exterior a Hillary Clinton no permite abrigar muchas esperanzas. En cualquier caso Israel, con esta ofensiva, deja claro que no se lo va a poner fácil.

Fotografía: batería de cohetes Kassam, arma más simbólica que real de Hamas. Se fabrican rudimentariamente en talleres clandestinos y tienen un alcance reducido y una precisión nula.

27 diciembre, 2008

La economía virtual (y IV): Cuando para la música

Advertencia. Quien no haya visto detenidamente el documental "El dinero es deuda" ( el dinero como deuda, en traducción literal) no va a entender gran cosa de lo que se argumenta a continuación o creera que está ante una serie de afirmaciones gratuitas. Por ello reitero encarecidamente su esclarecedora contemplación.

La revelación de que el dinero lo generan los bancos y de que su 'creación' se hace en base a las deudas que con ellos contraen los clientes privados, corporativos y públicos (gobiernos incluidos) seguramente es un revelación casi insoportable -por su falta de lógica- para cuantos hemos vivido en la ignorancia de esa realidad, que es en sí misma una amenaza permanente a la estabilidad económica y al bienestar general. El hecho de que el denominado sistema bancario de reserva fraccional haya permitido la creación de dinero con un ratio de nueve a uno -superado de modo considerable en los tiempos más recientes- nos dice, sin lugar a dudas, que la economía virtual lleva consigo la semilla del colapso y la ruina a plazo más o menos largo.

En el documental al que nos referimos alguien (A. Gause) compara el sistema de reserva fraccional con el juego de 'las sillas musicales', en el que mientras suena la música no hay perdedores. Así es, pero a una escala gigantesca y extraordinariamente injusta. En este juego de la economía virtual son miles de millones los danzantes y centenares las sillas. Éstas, además, están ocupadas en su mayoría, desde el principio del juego, por quienes ejecutan la música. Cuando la partitura llega a su fin, como ocurre en estos momentos, es el caos. En esos (estos) momentos es posible percibir que todos nos hallamos inmersos en un gigantesco fraude piramidal como víctimas de él, un fraude de escala planetaria que los gobiernos no han sabido o querido (sí han podido, sin embargo) prever y evitar.

El vídeo 'El dinero es deuda' nos señala el auténtico talón de Aquiles del 'esquema Ponzi' legal (que no legítimo) en vigor a escala global. Más allá del absurdo consistente en que el dinero que se crea sea deuda, es decir un futurible, una virtualidad, y también más allá del hecho de que si todas las deudas se pagasen en un momento dado el propio sistema se autodestruiría, hay algo que escapa a la virtualidad, una contigencia real y operativa en todo momento. Hablamos del gigantesco desfase que se crea a largo plazo entre el conjunto del dinero creado mediante la deuda y el conjunto del dinero debido (principal más intereses). El dinero de los intereses pertenece a la economía real, no lo crean los bancos a través de la deuda sino que procede de los salarios o beneficios de los deudores. Dado que su pago está dividido y aplazado y que su montante supera con mucho al de la deuda, la falta de liquidez monetaria en el conjunto del sistema está llamando permanentemente a la puerta.

Las señales de alarma no han faltado desde los años 80, expresadas mediante una sucesión de crashes sintomáticos que lejos de moderar la especulación la han acentuado. El gráfico siguiente es muy elocuente al respecto (pulsar para ampliar):


En este otro gráfico (pulsar para ampliar) es posible seguir con detalle la evolución del índice Dow Jones entre junio de 2007 (crisis de las subprime ) y octubre de 2008.




¿Cabe alguna explicación lógica para la escalada de 2.500 puntos que tiene lugar en poco más de un trimestre, entre el verano y el otoño de 2007? No, es un puro delirio. A no ser que... Sí, a no ser que quienes han estado poniendo la música, los dueños de la partitura, hayan decidido que es el momento de pararla. Ellos tienen la capacidad necesaria para orquestar un crescendo extraordinario como ese para realizar por última vez beneficios gigantescos y deshacerse con la mayor rapidez posible del papel sobrevalorado. A partir de ahí el índice se desploma prácticamente en vertical en el verano de 2008.

En una situación 'normal' e ideal (inexistente) las cotizaciones en bolsa de las acciones deberían estar directamente relacionadas con las ganancias de las empresas, o al menos con su previsión de beneficios, que a su vez condicionarían los de los inversores. Lejos de ser así, los mercados bursátiles no tienen más que una relación remota (virtual, una vez más) con la rentabilidad del capital productivo (o sea, con el valor real). La ley del valor está ausente de los mercados bursátiles y la diferencia entre los beneficios reales de las empresas y el valor teórico de las acciones ha llegado a alcanzar una dimensión de irrealidad inédita en toda la historia del capitalismo.

Esta crisis, a partir de los parámetros dados, era inevitable y su profundidad será tanto más grave y duradera cuanto más tarde en establecerse una relación más realista entre la economía real y la virtual. Dado que el caos financiero no ha terminado de extender sus secuelas al tejido productivo y al empleo es muy probable que nos hallemos ante una depresión de largo recorrido y consecuencias sociales y políticas muy azarosas.

Debemos revisar la idea de que nos hallamos ante una de las crisis cíclicas del capitalismo. El propio acortamiento de los cíclos críticos evidencia que esta es una crisis esencial del sistema, una evidencia incontestable de su insostenibilidad, que es permanente, no circunstancial. La idea del crecimiento constante y acelerado, en la que se basa el conjunto del sistema, es pura y simplemente suicida y la globalizacion acentúa los riesgos inherentes a la imposibilidad de controlarlo todo eficazmente -aunque algunos se digan capaces de hacerlo-, para el bien común, mediante la virtualización de la economía y las politiquillas monetaristas.

Es el trabajo, la producción lo que construye la auténtica riqueza, no la especulación, que la multiplica artificialmente hasta destruirla. Si nada se modifica, cuando la economía se reactive asistiremos a la evidencia de que el capital global se ha concentrado en menos manos aún de las que ya lo estaba y constataremos una acentuación dramática del principio tácito de que el enriquecimiento extraordinario de una ínfima minoría se fundamenta y alimenta en las carencias, en muchos casos esenciales, de una creciente mayoría. Dejaremos así, en algún momento, de situarnos pasivamente ante un fraude intolerable para hallarnos ante un 'casus belli' ineludible.

¿No basta ya de engaños? ¿No son suficientes las pesadillas?

26 diciembre, 2008

Adiós y hasta siempre a Harold Pinter



Hace tres años
y algunos días 'La Espiral' homenajeaba a Harold Pinter con ocasión del Nobel de Literatura y la oportunidad de su discurso de recepción, que, aquejado ya de la enfermedad que le ha causado la muerte, envió grabado. Hoy no quisiera añadir más a lo escrito entonces. Pinter quedará y su obra volverá a nosotros periódicamente porque habla del hombre y al hombre eterno con una vocación de esclarecimiento y verdad tan raras como necesarias en tiempos de escapismos, mentiras e indignidad.

¡Salvad al hombre!


Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del suelo, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles!
Pablo Neruda


Harold Pinter (Londres, 1930) no pudo acudir ayer a la entrega del Premio Nobel de Literatura 2005 que con tanta justicia como oportunidad se le ha concedido. Su salud es tan precaria que tal vez el video en el que envió su discurso de recepción sea su última obra. Será, en cualquier caso, una obra que le resume, mostrándonoslo al final de su vida, y ya para siempre, más airado que nunca contra una realidad global caracterizada por el horror y por la impunidad de quienes lo imponen como instrumento de una voluntad de dominación regida por la avaricia y el desprecio de cualquier consideración moral o ética.

La elección de los versos de “España en el corazón” de Pablo Neruda para enfilar la conclusión de su discurso fue explicada por Pinter porque “en ningún lugar de la poesía contemporánea he leído una descripción tan poderosamente visceral del bombardeo de civiles”. Aquí, precisamente en España, durante la Guerra Civil (que tantos pretenden ahora, interesadamente, borrar de la memoria), comenzó una forma inédita de horror, expresada con insuperable elocuencia mediante los bombardeos de la población civil, algo que poco después, en la segunda guerra mundial, llegó al extremo de lo abominable y alcanzó su máxima y más execrable expresión en el uso del arma atómica contra los habitantes de Hiroshima y Nagasaki.

Del horror de la Guerra Civil española surgió el posicionamiento ideológico irreversible del Neruda que escribió los conmovedores versos de “Explico algunas cosas” que Pinter evocó. De ahí procede también el compromiso de Picasso, que expresó aquel horror y aquella inhumanidad en su “Guernica”. Pinter viene de entonces y de después, del largo e insufrible 'durante' que ha sido el siglo XX y el inicio del XXI, de los que ha sido crítico testigo. Su opción, frente a la muda complicidad de tantos intelectuales y artistas, no es la inhibición, ni el silencio, ni la asunción de la propia impotencia, sino la indignada denuncia de un tiempo en el que “la dignidad del hombre está casi perdida”.

Frente a ello se alza su voz para afirmar que “como ciudanos, la resuelta, insobornable, fiera determinación intelectual de definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una crucial obligación que recae sobre nosotros. De hecho es obligatorio”.

Es un grito de alarma y una angustiada llamada de socorro ‘in extremis’ lo que lanza este autor teatral al borde de su adiós a la vida. Un grito que debería despertarnos a cuantos yacemos enajenados en la cuna del hombre, que, como escribió León Felipe, “la mecen con cuentos”.

Nunca ha habido más cuentos que ahora, ni tan populares, ni tan acríticamente aceptados por las sociedades a las que se dirigen y que, paradójicamente, se describen como avanzadas.

Resulta consolador, por más que se tema estéril, que, frente a tanto bufón y juglar mercenario, sentado indiferente y gozoso a la mesa del poder cuya vocación destructora Pinter denuncia, quede una voz que habla en nombre del hombre real y posible para denunciar que lo más esencial de la especie, la dignidad, está a punto de perecer.

Ojalá su grito transcienda, que una y movilice a la dispersa legión de los disconformes, que vomitan en solitario por todas las esquinas del planeta. Es obligatorio, como él dice. Despertarse y despertar a los demás es obligatorio. Hay que salvar al hombre.

P. S.: Olvidaba decir que la esencia del discurso de Pinter se centró en una crítica demoledora de la política de Estados Unidos y de su presidente, George W. Bush. ¿Hacía falta que yo lo señalase?

21 diciembre, 2008

La economía virtual (III): Recapitulación



Tras casi una semana de involuntario silencio (1), retomo esta serie sobre la economía virtual con el propósito de que no sea tan larga como he llegado a temer. La razón es que buena parte de la argumentación que podría utilizar ya ha sido al menos indicada en las siete entregas de la serie 'Refundar la democracia', cuya relectura recomiendo a modo de recapitulación previa a algunas conclusiones no explicitadas en dicha serie.

En especial, la consideración (o reconsideración, si ese es el caso) del documental 'El dinero como deuda' es de importancia primordial para comprender el resto de esta serie sobre la economía virtual. La obra del excelente pintor y artista gráfico canadiense Paul Grignon es de tal transcendencia que ya tiene numerosas versiones en diversas lenguas, realizadas por espontáneos entusiastas, y está dando la vuelta al mundo.

El éxito de 'Money as debt' (web del autor) tiene una razón muy simple: por primera vez la teoría (y práctica) monetaria vigente, cuyo conocimiento en detalle, como el propio Grignon subraya, está vedado a la mayoría de la población mundial, es explicada en toda su cruel simplicidad. La virtualidad del dinero -la inexistencia material de la mayor parte de él- queda al descubierto. Algunos pueden pensar que el documental no es otra cosa que un bulo más de internet, pero no es así. Se trata de una información de la que todos debemos disponer para conocer a fondo el mundo en que vivimos y el origen de una fenomenología que, pese a parecer ajena y distante de nuestra vidas, las condiciona hasta más allá de lo tolerable.

'El dinero como deuda', con un planteamiento eminentemente didáctico y ameno, nos da pistas abundantes acerca del origen de la crisis económica que sacude al mundo y está produciendo día tras días indeseables secuelas sociales. El fraude a largo plazo está en la propia esencia de la economía virtual, en la medida en que parte de la idea utópica de un crecimiento permanente que se basa en el aumento, asimismo constante, de la deuda. Cuando colapsa el subyacente esquema Ponzi 'mejorado' los daminificados se cuentan por millones, ya lo sean por vía directa o por causa del desvío de fondos de los estados a fines no sólo impropios sino también escandalosamente contradictorios con la libertad de mercado que sus beneficiarios habituales siguen reclamando, incluso ahora, con inefable cinismo.

Foto: Paul Grignon

1) Nuevamente he sufrido un incomprensible siniestro informático. Mi ordenador Acer Aspire M3610, comprado en junio, se niega a arrancar. Afortunadamente está en garantía, aunque nunca sé si eso significa algo.


Continuará.

15 diciembre, 2008

Economía virtual (II): Madoff, por ejemplo


Bernard Madoff tiene una biografía de éxito típicamente americana, una historia de progreso personal construido desde la nada en la 'tierra de las oportunidades'. Según su propio relato, en 1960, con 22 años, inició su empresa, 'Bernard L. Madoff Investment Securities', con un capital de 5.000 dólares obtenido trabajando como socorrista e instalador de sistemas de riego. A los 50 años no sólo era multimillonario, sino que además era reconocido como uno de los pilares de Wall Street. Nunca terminó la carrera de Derecho, pero ¿qué falta le hacía cuando contaba con la confianza de una legión de gente que le entregaba lo que más quería: su dinero?

Ex presidente de NASDAQ, el mayor mercado bursátil de Estados Unidos, se le identifica con la revolucionaria informatización de las transacciones, que democratizó y abarató la participación en la Bolsa. De ahí al estatus de gurú de las finanzas no hay distancias. Madoff era un mito incontestable, un tótem intocable. Tal vez él haya sido la primera víctima de su credibilidad generalizada.

No es verosímil que durante casi medio siglo haya mantenido un fraude en el que pagaba a los que reclamaban sus beneficios con los ingresos que le proporcionaban los nuevos clientes. Lo más probable es que en algún momento su negocio familiar, basado en ofrecer altos rendimientos, se hundió y él emprendió una trágica huída hacia delante, con la esperanza de que la situación mejorase. Nadie lo sabe. Nadie puede afirmar con certeza casi nada en relación con un fraude estimado por él mismo en 50.000 millones de dólares, un importe superior al agujero generado por Lehman Brothers, otro paradigma de la solidez y la confianza que había funcionado sin problemas desde 1850.

"Era todo una gran mentira, un gigantesco esquema Ponzi". Eso es lo que habría declarado el propio Madoff a algunos colaboradores. El hombre que empezó con 5.000 dólares su negocio había recibido en las últimas semanas peticiones de reintegro de sus clientes por un importe de 7.000 millones de dólares. Todo lo que tenía disponible era un capital entre 200 y 300 millones con el que -dijo- pensaba resarcir a "algunos empleados seleccionados. familia y amigos". Su castillo de naipes se derrumbó.

Durante muchos años el funcionamiento de 'Bernard L. Madoff Investment Securities' había despertado suspicacias en medios financieros. Su resistencia frente a las alternativas de un mercado volátil e inestable, que hacía tambalearse a otros ocasionalmente, era algo "demasiado bonito para ser cierto, y por tanto tiempo". El hecho de que su gestión no fuese auditada por ninguna empresa importante, sino por una oscura y pequeña firma, aumentaba las dudas.

Una inspección realizada en 1992 no encontró nada sospechoso (al menos esa es la 'verdad oficial') y aquello frenó posibles iniciativas de control posteriores. Madoff no sólo contaba con su carisma, comunmente aceptado en Wall Street. Además tenía el apoyo de la poderosa e influyente comunidad judía, a la que Madoff pertenece, algunos de cuyos intereses y filantropías estaban vinculadas a las inversiones que -supuestamente- gestionaba. Ahora esa comunidad se halla entre los más afectados por el fraude.

El fiasco ha dejado boquiabierto y petrificado a un país que carece de la sana costumbre de preguntarse quién es quién, por qué pasa lo que pasa o cómo es posible que su sueño dorado evolucione hacia la pesadilla y los grandes hombres de ayer aparezcan como los grandes bellacos de hoy. Su reacción es emocional y la conclusión a la que llegan es que todo apesta. Un corolario muy peligroso en un país con innumerables conflictos aplazados y poseído por una creciente desesperanza.

El tinglado de Madoff ha colapsado como consecuencia de la desconfianza generada por una crisis económica que no acaba de tocar fondo y cuyas heridas se están restañando en gran medida con el dinero que debería ser destinado a iniciativas públicas. Todo indica que, fundamentalmente, han sido las dudas más que razonables que generan los 'hedge funds' las que han provocado que el feo trasero de Bernard Madoff quede al descubierto, cosa que seguramente no habría sucedido en ausencia de crisis.

En cualquier caso deberíamos preguntarnos cuántas corporaciones financieras, bancos y fondos del mundo están en condiciones de soportar sin tambalearse la retirada por parte de sus clientes de 7.000 millones de dólares (no digamos los 50.000 que forman el 'agujero' de Madoff) en unas pocas semanas.

Hablaremos del esquema Ponzi a nivel global en la próxima entrega. En la economía virtual no hay nada más virtual que el dinero.

Continuará.

14 diciembre, 2008

Economía virtual (I): El imperio de los 'Scrooges'

Desde que se inició la virulenta crisis económica que vivimos diariamente en forma de sorpresa, sobresalto y desgracia se oye mucho hablar de la economía real. Se supone que se alude así a la economía productiva, que vincula -de modo directo y más o menos transparente- trabajo con salario, beneficio con ventas y demanda con oferta.

La 'otra economía', que es la piedra de escándalo y la fuente de todas las desconfianzas y temores, raramente recibe un apellido, tal vez porque ninguno de los posibles la define de modo suficiente. Sin embargo, lo opuesto a lo real -además de lo irreal- es lo virtual. Y ese, el de virtual, debería ser el calificativo que definiera el conjunto de prácticas de la economía financiera especulativa y el espíritu que las preside.

La economía virtual no tiene nada que ver con un producto material (salvo si hablamos específicamente de especulación inmobiliaria) y si algo tiene que ver con el trabajo es muy poco y de modo indirecto. En cuanto al cumplimiento de la ley de la oferta y la demanda, sólo por remotas similitudes se pude hablar de ello. La demanda, en concreto, no obedece a la necesidad o el deseo de adquirir un bien determinado, sino a la expectativa de dar al capital propio una rentabilidad que se duda lograr por otros medios.

La economía real es productiva, genera bienes y servicios, puestos de trabajo y estabilidad social. La economía virtual es especulativa y parasitaria. Su única contribución socialmente positiva es la que hace a la capitalización de las empresas, pero a cambio éstas se encuentran con frecuencia injustificable y perniciosa a merced de maniobras que redundan en su perjuicio.

El modo en que esta crisis está manifestando sus consecuencias nefastas en la economía real, llevando a la quiebra a empresas teóricamente sólidas y forzando a otras a revisar sus previsiones de beneficios y la dimensión de sus plantillas, no deja lugar a dudas acerca de la pésima incidencia que la locura codiciosa de la economía virtual tiene sobre la real. Las caídas en bolsa de muchas empresas no tienen otra razón de ser que las dos enfermedades fundamentales que caracterizan a quienes actúan en los mercados financieros: la codicia y el temor.

Que la patología de una legión de pusilánimes y patéticos 'Scrooges' (1) condicione el rumbo de la economía mundial lo dice todo acerca del propio carácter patológico de un capitalismo incapaz de controlar sus pulsiones antisociales, pero empeñado en controlar todo lo demás, incluidos los estados en los que ejerce su insolidaria labor, disfrazado de providencial filántropo.

Sin duda han oído hablar (o leído acerca) de Bernard Madoff. La brutal crisis que sacude al mundo, y que se ha caracterizado por la ausencia de culpables personales en primer plano, tiene finalmente el nombre y el rostro de un villano. Pero que nadie se engañe. Los Madoff son una selecta multitud y su filosofía es un paradigma. De él partiremos en la próxima entrega.

Continuará.


(1) Por Ebenezer Scrooge, personaje avaro y misántropo de 'Cuento de Navidad', de Charles Dickens.

Ilustración: En la versión inglesa de 'El Pato Donald', el personaje que en la adaptación española se dio en llamar 'Tio Gilito' se llama en realidad Scrooge.