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05 abril, 2014

Queremos tanto a Suárez... (II)



 
El asesinato por ETA del general Ortín, gobernador militar de Madrid, en enero de 1979, fue escenario de una enorme tensión e indignación. 'El Alcázar' llegó a pedir "la fulminación" del Gobierno. Los involucionistas hablan ya sin tapujos.
Para la derecha franquista y para el estamento militar, que se autoatribuía la función de vigía y garante de los destinos de España, el desmantelamiento de la ‘democracia orgánica’, que Franco había construido contando exclusivamente con su ‘leales', y la legalización del Partido Comunista de España, auténtica ‘bestia negra’ para ellos, es un cataclismo insoportable. Los términos ‘traidor’ y ‘perjuro’ (por traicionar los principios del Movimiento Nacional, a los que había jurado fidelidad) son los más suaves que se aplican a Suárez. El resto es pura escatología tabernaria, que cunde en los cuartos de banderas y en los cenáculos y mentideros de los ‘derrotados’.

Nada impedirá, sin embargo, que en Junio de 1977, apenas un año después de la designación de Suárez por el Rey, se celebren las primeras elecciones legislativas en 43 años de la historia de España. La Unión de Centro Democrático (UCD) de Suárez vence claramente, con 166 diputados; le sigue el PSOE, con 118; el PCE, con 19, demuestra tener más respaldo social que el franquismo residual representado por Alianza Popular (16 escaños), encabezada por Fraga y otros seis ex ministros del Régimen. Otros grupos, que incluyen a los nacionalistas vascos y catalanes y al PSP de Tierno Galván, se reparten los 31 escaños restantes.

 Los resultados permiten al ‘bunker’ constatar hasta qué punto sus deseos y exigencias están alejados de las expectativas de la mayoría sociológica del país. La ultraderecha no logra un solo escaño y los resultados de AP son tan escasos como elocuentes. Los españoles quieren una democracia verosímil y constructiva, y Adolfo Suárez, junto al ‘factor miedo’, les han convencido de que es posible, contra los pronósticos iniciales. Su capacidad de persuasión, de diálogo y de consenso han obrado el ‘milagro’, lo que no impide que proliferen las reticencias y los prejuicios entre las formaciones del nuevo Parlamento, al menos de cara al público, y se radicalice el odio entre quienes le consideran un traidor.

La tarea crucial que se impone de inmediato es la elaboración de una  Constitución democrática. Cuando la redacción del texto concluye, tras un laborioso consenso entre partidos, las iras del ‘bunker’ se centran en el Título VIII, que trata de la organización territorial y consagra el ‘Estado de las autonomías’. Con todo, en lo sucesivo la tensión antidemocrática tendrá dos protagonistas nada naturales: el terrorismo y el golpismo. ETA aprieta el acelerador de los atentados y alza la mira de los mismos, habitualmente centrada en guardias civiles y policías, hacia los militares. Es una clara y deliberada provocación al Ejército, y ‘acabar con el terrorismo’ prescindiendo de los políticos se convierte en la coartada o pretexto fundamental de los militares nostálgicos.

En enero de 1979, tras el asesinato del gobernador militar de Madrid, general Ortín, el diario ‘El Alcázar’, órgano de la Confederación Nacional de Combatientes, pone públicamente voz a las exigencias de los ‘salvapatrias’ oficiales al reclamar la fulminación de ese Gobierno, la constitución de un Gobierno neutral que sea capaz de enderezar el rumbo de la nave y de llevar un mínimo de esperanza al alma de un pueblo que vive atormentado”. Desde ese momento hasta el golpe de 23-F se produce un envalentonamiento progresivo de los militares, que se pronuncian individualmente o mediante colectivos a favor del tristemente célebre ‘golpe de timón’. Los tribunales militares les exoneran sistemáticamente de toda responsabilidad, incluso en un caso tan escandaloso y flagrante como la insubordinación y los insultos del general Arés, de la Guardia Civil, al vicepresidente Gutiérrez Mellado durante una reunión en Cartagena.

La escalada terrorista de ETA, que bate todos sus récords, conduce al aumento de los atentados de la ultraderecha, que en 1980 se saldan con 27 muertes, 16 de ellas en la País Vasco. La espiral está ya desatada y el miedo y la ira se apoderan de los ciudadanos. El caldo de cultivo que conducirá al ‘golpe’ del 23-F alcanza su plena efervescencia. El pretexto para la intervención militar es lograr el fin del terrorismo, pero el objetivo primario, fundamental, es poner fin a la experiencia democrática. Suárez es el hombre a neutralizar y, a finales de 1980, él también lo sabe.

Continuará

01 junio, 2012

¿Qué clase de democracia es la española?

Irlanda ha dado el sí en referéndum - deslegitimado en gran medida por la alta abstención - a la introducción de la llamada "regla de oro" o pacto fiscal impulsado por Alemania, principio contrario a su Constitución y a cualquier otra, en la medida en que implica una importante cesión en su soberanía. Los españoles ni siquiera hemos tenido la oportunidad de pronunciarnos. 

El acuerdo entre PP y PSOE dio por buena una norma que excede a lo que se puede decidir por la vía exclusivamente parlamentaria. Otro tanto ocurrió cuando Zapatero decidió aceptar la implantación del 'escudo antimisiles', a la que se había opuesto cuando Aznar la propugnaba. Como consecuencia, Rota se 'reamericaniza' con 1.300 soldados y cuatro barcos con la enseña de las barras y las estrellas y nuestro país se hace cómplice, a su propio riesgo y sin beneficio perceptible, de la interesada hostilidad contra Irán y Siria

Tales decisiones - por no hablar de la más que dudosa constitucionalidad de la reforma laboral - nos llevan a preguntarnos qué clase de democracia es ésta, que ignora sistemáticamente la opinión de sus ciudadanos. Tambíen, por supuesto, cabe preguntarse qué clase de ciudadanía es la nuestra, que tolera tales cosas y ha llevado al poder a un partido que ni siquiera hizo público el núcleo esencial de su programa de gobierno ante la crisis económica, que sufrimos ahora en carne propia.

01 junio, 2010

Surrealismo y delirio político

La realidad española se ha tornado surrealista, al menos en la vertiente derecha del espectro político. El 10 por ciento de diferencia que las encuestas sobre intención de voto atribuyen al PP respecto al PSOE, su presunta victoria en las autonomías 'enemigas', el veredicto negativo de la agencia de calificación Fitch, el bajón de la Bolsa... Todo, y sobre todo la paradójica alegría de que las cosas vayan mal para el país en el terreno económico, hace delirar al Partido Popular, que ya se ve con mayoría absoluta, listo para hacer y deshacer a su antojo. Como los más acendrados revolucionarios de los viejos tiempos, los populares están por el "cuanto peor, mejor", pase lo que pase y caiga quien caiga.

El "no" categórico, en sede parlamentaria, del PP a las medidas de emergencia propuestas por el Gobierno -a instancias de la UE- para atajar la especulación de los mercados contra la economía española y por ende contra el euro no dejó lugar a dudas acerca de una triste realidad, no por intuida menos lamentable. Al Partido Popular le interesa y preocupa más hundir al Gobierno que contribuir a salvar al país. Saben muy bien que su actitud tiene en los mercados una lectura negativa, que acentúa la desconfianza de las finanzas especulativas internacionales sobre la capacidad española de pagar su deuda, pero no les importa. Desoyeron llas llamadas del mundo financiero español a apoyar el plan del Gobierno y desoirían a Dios mismo si les pidiera que adoptasen la postura responsable que cabe esperar del segundo partido más votado en todo el Estado ante una situación tan grave como la presente. Como buitres avizorando la carroña no piensan en otra cosa que en el festín. El destino de la res herida les trae sin cuidado.

Incluso en el tema de la reforma laboral, que ha sido su caballo de batalla -sin precisar jamás los detalles de su proyecto- se proponen arremeter contra el Gobierno. Ayer, el portavoz del PP, Esteban González Pons (en la foto), afirmaba con alborozo apenas disimulado que Zapatero quedará en la historia como "el primer presidente que congela las pensiones y baja el sueldo a los funcionarios, y cuidado que no pase también por ser el primero que abarata el despido". Justo lo que ellos mismos pretendían en apoyo de los "pobres" empresarios.

La realidad -decía al principio de este post- se ha vuelto surrealista. En ese contexto ya no sorprende ver al PP oponerse a aquello que apoyaría con entusiasmo si estuviera en el poder ni subrayar que las medidas adoptadas son "impuestas", a sabiendas de que también lo serían si gobernasen ellos. Llama más la atención, sin embargo, el hecho de que, a mitad de legislatura, cuando quedan aún dos años para las elecciones generales, llamen a todos los ciudadanos a unirse al partido. "Este partido -dijo Pons ayer- quiere abrirse y agrandarse para que quepan todos. Es la hora de que salgamos adelante todos juntos".

Tremendo delirio, tan eufórico y ridículo como inquietante. ¿Pretenden reconstruir el Movimiento Nacional, resucitar el 'priísmo' mexicano, reeditar el peronismo? Les consta por experiencia que la única forma en que el electorado de izquierda les ha "apoyado" hasta ahora es mediante la abstención, la pasividad causada por la decepción. Si el PP ha de vencer próximamente será de nuevo a causa de la abstención de la izquierda, no de su adhesión a la derecha.

La decepción existe y es lógica ante la evidencia de un jefe de Gobierno forzado a traicionar sus promesas, pero queda tiempo para que la gente reflexione sobre la naturaleza virulenta y destructiva de la crisis económica y la presión extraordinaria que están sufriendo los países de la eurozona; sobre lo que era y es posible hacer contra esa crisis en un contexto globalizado, en el que toda medida no coordinada y coincidente con el resto de los países de la UE aumenta los perjuicios nacionales y comunitarios. Tal vez cuando mediten acerca de quién debe gestionar lo que queda de crisis -que es mucho, se diga lo que se diga- sin destruir lo que queda de la sociedad del bienestar ni alentar la conmoción social tengan más claro que quienes siempre han dado prioridad a lo privado sobre lo público son justamente los que deben seguir al margen.

08 junio, 2009

Europeas: ni extrapolables ni minimizables

La verdad es que me apetecería más comentar los resultados de las elecciones europeas en Francia, donde el crecimiento de los verdes es teóricamente muy significativo, que las de España, pero otra vez será. Hoy toca España.

Lo cierto es que los resultados españoles no han aportado ninguna sorpresa notable ni comportan -de no mediar extrapolaciones interesadas- ningún vuelco esencial en la situación política. El PP ha ganado, como se esperaba, pero no ha alcanzado los 25 eurodiputados que Rajoy pretendía. El PSOE ha perdido, pero no tanto como se suponía. El magro guarismo de la participación (46 por 100) hace que la diferencia de 600.000 votos a favor de la derecha sea bastante relativizable, que no minimizable.

Nada indica que el voto del PSOE se haya desplazado al PP y sin embargo es evidente que, mientras la participación de los votantes de la derecha ha aumentado en varias regiones, la del PSOE ha descendido notablemente. Si la causa es la desafección o simplemente la apatía y el hastío euroescéptico queda a la libre interpretación de cada cual.

Los socialistas han recibido unos 700.000 votos menos que en 2004, lo cual no es grano de anís, y -abstención aparte- cabe preguntarse el peso que ha tenido en ese resultado lo que yo llamo "la alternativa rosa" (de Rosa Díez). En la Comunidad de Madrid el efecto parece incuestionable. En relación con 2004 los socialista han perdido allí 137.000 votos. Si tenemos en cuenta que UPyD, que no existía entonces, ha logrado algo más de 155.000 (la tercera parte del total cosechado), parece claro en qué río está pescando el partido de la ex candidata a secretaria general 'sociayoísta'.

El PSOE tiene problemas de creciente gravedad en dos importantes comunidades en las que otrora tuvo el poder: Madrid y Valencia. Año tras año pierden posiciones en ambas, en las que el PP es ya hegemónico, lo cual evidencia un déficit de eficacia como oposición ante el que no debería seguir inactivo ni aceptar juegos narcisistas como el de Bono, que en 2007 rechazó la candidatura a la Alcaldía de Madrid porque no se resignaba a ser el jefe de la oposición municipal. Sus altas aspiraciones le exigían ya reclamar la Presidencia del Congreso, ejecutivamente irrelevante pero que institucionalmente le sitúa en el tercer lugar en la precedencia del protocolo, tras el Rey y el presidente del Gobierno.

Los votos perdidos en las elecciones autonómicas y locales lo son también, generalmente, en las generales y es evidente que, más allá de la incidencia electoral de la crisis económica, el PSOE no está haciendo bien las cosas a ese nivel. Las transigencias y componendas originadas por intereses extrapolíticos, amiguismos y otras lacras acaban pagándose caras. Y a este propósito habrá que ver qué sucede a medio plazo en el PP, donde Rajoy viene resignándose a la connivencia 'entusiasta' con 'sospechosos habituales' cuyas actuaciones están en estos momentos 'sub iudice'.

El 'berlusconismo' impune funciona alegramente en Italia. En España es muy dudoso que la ciudadanía tenga tamañas tragaderas, aunque 'cosas veredes...'


22 enero, 2009

Algo huele a podrido en... Madrid

A la vista de la evolución que viene teniendo el asunto del espionaje presuntamente ordenado por “algún responsable” de la Comunidad de Madrid sobre otros cargos del Partido Popular en el gobierno regional y en el ayuntamiento de la capital de España es de temer que, una vez más, no se llegará a esclarecer nada.

Ya ocurrió con los motivos reales de la defección de dos miembros del PSOE en la Asamblea madrileña, que entregaron el gobierno de la comunidad a Esperanza Aguirre. Nunca más se supo de los motivos reales que empujaron a dos oscuros personajes a traicionar a su partido bajo argumentos 'políticos' que nadie creyó.

Aquello fue uno de los mayores escándalos políticos de España y no es gratuito evocarlo aquí y ahora porque de los polvos de aquella aparente impunidad podrían venir los lodos de los usos y costumbres que parecen ser de curso corriente en este 'taifa' mesetario dominado por las ambiciones personales de Esperanza Aguirre, crecientemente ansiosa porque se le está pasando el arroz para hacerse con el partido y llegar a la presidencia del Gobierno de la nación, que es su sueño apenas inconfeso.

Tiene razón González Pons en pedir responsabilidades al Ministerio del Interior, en la medida que ciertas tareas de los presuntos 'fontaneros' de Granados, como la identificación de los propietarios de ciertos vehículos, requieren la colaboración de funcionarios del ministerio. Hasta ahí llega su razón, que pierde cuando intenta implicar a los altos responsables del ministerio en un asunto para el que basta la amistad del ex policía y los ex guardias civiles implicados con ex compañeros que siguen en activo.

En la 'república independiente y bananera' de Madrid el Kraken ya está proyectando toneladas de tinta por el fondo del proceloso océano. La 'omertá' se impone. Va a ser otra tempestad en un vaso de agua, otro caso nunca aclarado. Al tiempo.

Foto: Tamayo y Sáez, los 'judas' del PSOE madrileño.


19 mayo, 2008

Mira quién habla: ¡Aznar!

Al fin habló la esfinge, la sombra, el augur. Y lo hizo desde su 'bunker' predilecto, ese 'think tank' ultraconservador desde el que su propuso en su día -e insiste en ello- iluminar ideológicamente al Partido Popular: la FAES. No ha dicho Aznar (ni se esperaba) nada especialmente lúcido o imprevisible. Se trataba fundamentalmente de defenderse y defender a los suyos desde un discurso falsamente abstracto.

Decir, por ejemplo, "la confianza y la defensa de los principios es esencial" en política podría parecer, en otras circunstancias, una obviedad. Cuando lo que denuncian los disidentes del PP es que Rajoy trata de alterar los principios del partido y que, justamente por ello, no les merece confianza, no cabe duda de hacia dónde se dirige el tiro del ex presidente, que es precisamente el 'autor intelectual' de dichos principios supuestamente inamovibles.

¿Puede Aznar hablar de principios sin ruborizarse? ¿Qué principios insiste ahora en defender quien nunca contempló otra cosa que fines? Uno evoca inevitablemente el ingenio de Groucho Marx cuando escucha a Aznar: "Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros". Los principios de Aznar no le impidieron en su día hacer arrumacos a Arzalluz ni asegurar que hablaba catalán "en la intimidad". Si algún principio ha mantenido en toda su trayectoria hasta hoy es el de mentir de la manera más descarada cuando lo considera beneficioso para sus intereses. ¿Merece confianza quien miente con tanto desparpajo?

El caso del diálogo con ETA fue paradigmático. Si él dialoga e incluso hace a la banda terrorista concesiones tales como el acercamiento de presos es porque está "explorando" la disposición de la banda a rendirse. Si lo hace otro lo que evidencia es su propia disposición a rendirse. ¿Y qué decir sobre sus insinuaciones intolerables acerca de los atentados del 11-M? En otro lugar que no fuera esta España de nuestros pecados alguien como Aznar no tendría crédito alguno a estas alturas. Aquí, sin embargo, se le escucha como si fuera el oráculo de Delfos.

José María Aznar tuvo la suerte de llegar con facilidad al poder. Sus méritos para lograrlo nadie es capaz de enumerarlos. Simplemente, no existen. Fue el demérito ajeno, el harakiri del PSOE, engolfado en el poder y la autocomplacencia, lo que llevo a Aznar a La Moncloa, Gal mediante. ¿De qué puede presumir el primer presidente capaz de hacer pasar directamente a su partido de la mayoría absoluta a la oposición? ¿De haber metido al país en la guerra injusta y depredadora de Irak? ¿De intentar desorientar sobre la autoría de los atentados del 11-M?

Que critique el tacticismo, como ha hecho hoy, quien no praticó en su vida otra cosa que táctica torpe y barata requiere una cara de cemento armado. Que se considere a sí mismo, implicitamente, como administrador "inteligente de un proyecto político" clama al cielo. E incluso invita al sarcasmo cuando dice algo tan razonable -aunque lo hace en obvia defensa de San Gil y quienes la apoyan, incluido él mismo- como que "siempre hay que procurar jugar con los mejores y además tener la voluntad y la decisión de llamarles y de agruparlos en torno a un gran proyecto".

Lo mejor no es una dimensión objetiva, definir quienes son "los mejores" es algo incuestionablemente subjetivo y también circunstancial, como lo es la elaboración de "un gran proyecto" (o de uno pequeño). Él eligió en su día, subjetivamente, a 'sus mejores' y Rajoy era el primero entre ellos. Ahora, para él y otros muchos admiradores suyos, Rajoy ha pasado a ser 'lo peor' sólo porque quiere cambiar el rumbo al fracaso que el propio Aznar diseñó precisamente cuando se despedía -es un decir- de la política. A este paso éste va a acabar siendo el cuento de 'entre todos la mataron y ella sola se murió'.

Parafraseando su latiguillo, creo que ha llegado el momento de decirle a José María Aznar lo que él le espetaba día sí y día también a Felipe González: váyase, señor Aznar. Váyase a asesorar al poderoso Murdoch. Váyase a poner los pies sobre la mesa con su amigo Bush y a evocar los alegres tiempos de las Azores. Váyase en cruzada contra el pérfido Islam. Váyase a proponer la entrada de Israel en la OTAN. Váyase a... Bueno, guardemos las formas.

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06 abril, 2008

La credibilidad de Rajoy, el problema clave

La perspectiva de futuro que ha decidido afrontar Rajoy al anunciar que presentará su candidatura a la presidencia del PP en el congreso que se celebrará en junio en Valencia no es precisamente envidiable. Por un lado tiene por delante el complicado desafío de hacerse con un partido que nunca -en la medida en que fue 'digitado' por Aznar- le ha concedido expresamente su confianza. Por otro, su propósito de reconducir la linea de oposición del Partido Popular desde el 'gamberrismo' obstruccionista e irresponsable de la pasada legilatura a la lealtad institucional y la actitud constructiva deberá enfrentarse a un camino minado de insidias, con protagonismo singular del ruido mediático que pueden desencadenar medios como 'El Mundo' o la COPE, que siempre le han cuestionado como sospechoso de centrismo.

Dentro del partido, durante las primeras horas tras la derrota electoral, se le vio como un cadáver político. La apuesta mayoritaria era que se iba a ir y su silencio inicial dió pábulo a esa especulación. Su anuncio de que continuaba sorprendió a muchos y cogió con el paso cambiado a quienes ya habían iniciado movimientos de recolocación bajo un 'nuevo sol' que más calienta (Esperanza Aguirre). Pero cuando decidió dinamitar el grupo parlamentario prácticamente todos se quedaron boquiabiertos. Increíble: iba en serio.

En realidad, no tan increíble. Sucede que Rajoy no sólo tiene a su favor el mayor éxito electoral (en número de votos) alcanzado por el PP, sino que también cuenta con el apoyo de la mayor parte de los líderes regionales, entre ellos los de Andalucía (Arenas) y la Comunidad Valenciana (Camps), decisivos para ganar el congreso de junio. Tanto Camps como Arenas, entre otros, quieren para el partido un talante más moderado y constructivo y temen más que al pedrisco un hipotético liderazgo de Esperanza Aguirre, que implicaría una prolongación del talante bronquista de la legislatura pasada y, con toda probabilidad, otro fracaso electoral.

En estos días vuelve a sonar -para bien y para mal, dado que no le faltan enemigos- el nombre de Pedro Arriola, marido de Celia Villalobos y asesor del Partido Popular que en la era Aznar llegó a participar en las conversaciones con ETA que exploraron -según el entonces presidente- la disposición de la banda a rendirse (sic). A principios de la pasada legislatura este hombre -de profesión sociólogo- preconizaba una linea de oposición tranquila y contaba en ese planteamiento con la aprobación de Rajoy. Ahora no son pocos los que, ante la moviola de la historia, le dan la razón.

Resulta ilustrativo por su elocuencia el artículo que sobre el polémico personaje escribió Isabel San Sebastián en 'El Mundo' en enero de 2005 bajo el título de 'El valido' (principio de página). La 'popular' periodista comulgaba -como el periódico que acogía su opinión, la radio de los obispos y Telemadrid- con la estrategia de colisión permanente con el Gobierno diseñada por Aznar y que tuvo su arranque en la comparecencia de éste ante la comisión de investigación del 11-M. La 'política' de oposición del PP se diseñaba a partir de ahí en la FAES y hacía acto de presencia, imponiéndose con frecuencia, en los 'maitines' del partido, principalmente de la mano de Acebes y Zaplana.

Nada más alejado de la propuesta de moderación de Arriola y de la convicción de Rajoy que la política sucia que acabó imponiéndose con el apoyo mediático consabido. El presidente del PP desayunaba sapo un día sí y otro también y, especialmente en los primeros tiempos, no fue infrecuente que tuviera que decir "Diego" donde había dicho "digo" apenas unas horas antes. El hilo directo entre la calle Juan Bravo (sede de la FAES) y la calle Génova funcionaba implacablemente y los medios afines a la bronca permanente contra el Gobierno le pasaban la pelota a beneficio de su mayor audiencia e influencia.

Hasta el más bobo de los analistas (y Arriola no parece serlo) podía prever que la estrategia de la crispación, generada por la frustración y la no aceptación de la derrota y basada en la permanente intoxicación de la ciudadanía, no podía conducir a la victoria electoral. Tal postura implica el desconocimiento o el desprecio de lo que se denomina 'izquierda sociológica', que fue precisamente la que dio la victoria al PSOE en 2004.

Pensar que la masa de votantes que echó al PP del poder fundamentalmente por sus mentiras y su desfachatez iba a aceptar que volviera a él sin la más leve rectificación, con los mismos protagonistas y el mismo estilo desgarrado y perdonavidas más acentuado aun, era -y los hechos lo han confirmado más allá de toda duda- totalmente ilusorio. Una cosa es que el partido de la oposición explote los errores y faltas del Gobierno y otra muy diferente que se los invente (romper España, rendirse a ETA, destruir la política exterior, regalar el Sahara a Marruecos..., por no hablar de las insidias indecentes y surrealistas sobre el 11-M).

Que Rajoy quiera rectificar el rumbo del partido es encomiable, que pretenda tomarse la revancha contra quienes le impusieron una política que no compartía es comprensible, pero... (y este pero es como una montaña) ¿debe ser precisamente Rajoy quien protagonice las consecuencias de esa reconducción, suponiendo que sea posible? ¿Acaso está Rajoy limpio de toda responsabilidad en los errores y culpas de su partido?

Ese es en realidad el mayor de los problemas. El peor rival de Mariano Rajoy es él mismo. Voluntaria o forzosa, su complicidad con la trayectoria de colisión y crispación del Partido Popular está fuera de toda duda. Entre otras cosas, tiene el dudoso honor de ser el primer jefe de la oposición que insulta (reiteradamente) al presidente del Gobierno y existe una legión de vídeos que testimonian sus excesos verbales dentro y fuera de sede parlamentaria. En el mejor de los casos se puede decir de él que es incoherente con sus supuestas ideas propias y en el peor, que es débil por dejarse imponer convicciones ajenas.

¿Puede alguien así gobernar España? Esa es la cuestión clave. Que Rajoy contribuya a reconducir el Partido Popular, que democratice su estructura de una vez (si ello fuera posible) será muy positivo. Este país necesita una derecha civilizada y tal vez Rajoy pueda ayudar a edificarla pero ni él puede ignorar que tiene un pasado no muy favorecedor ni milagro alguno va a lograr que los demás lo olviden. La credibilidad no se improvisa ni se falsifica.

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10 marzo, 2008

Dos españas y media democracia

De las varias lecturas que pueden hacerse sobre los resultados de la elecciones generales no seré yo quien opte por cualquiera que tenga visos de optimismo. Como a la mayoría de los españoles (11.064.524 de votos) me congratula la victoria del PSOE no tanto en sí misma como por la derrota del PP que conlleva. En definitiva, lo que el electorado español ha dicho, por segunda vez consecutiva y con elocuencia irrefutable, es que no quiere a "ese PP" de nuevo en el poder. Ese PP, que no es el de Rajoy, sino el de Aznar; que no es el sedicente centro reformista sino una derecha irresponsable y rabiosa, anacronismo que parece salido de los trágicos años 30 es -lo quieran admitir o no- el autor genuino de la nueva victoria del PSOE.

Ese PP, con una inédita y antideontológica complicidad mediática, le ha 'regalado' a la democracia española la legislatura más crispada de su historia. Su actuación a lo largo de cuatro años en la oposición ha sido desleal, destructiva y repugnante. Repugnante -subrayo- porque se ha basado fundamentalmente en mentiras y en gratuitos alarmismos orquestados con toda una parafernalia de rayos y truenos y porque ha apelado sin rubor a un patriotismo excluyente, reaccionario y de cartón piedra. Suyo es el mérito de haber mantenido en estado de tensión e indignación permanente a la llamada 'izquierda sociológica', que ha sido, es y será mayoritaria en este país, les guste o no.

Pero también es suya la responsabilidad de la extrema bipolarización de la política española y sus efectos perversos, que estas elecciones han puesto de manifiesto más allá de cualquier duda. A mi personalmente me parece desolador el panorama tras la batalla que evidencia la 'tarta' estadística (vía El País) de las votaciones de ayer. He ahí retratadas (en rojo y azul, cómo no) las dos españas de toda la vida, como si el tiempo no hubiera pasado, como si no existiera una rica pluralidad de matices secuestrada y oculta tras esa radical simplificación del espectro político.

Es cierto que la normativa electoral tiene la culpa de ese cuadro patético más que cualquier otro factor, pero la radicalización del Partido Popular es responsable, en última instancia, de esa ruina del pluralismo que han puesto de manifiesto estas elecciones.

Hace cuatro años, tras la primera derrota del PP, proponía yo ingenuamente que 'ventilasen la casa'. "Si el partido del Gobierno saliente no acepta interpretar de modo objetivo las causas de su "sorprendente" derrota -escribí entonces- no sólo se estará haciendo un flaco favor a sí mismo sino también al país que tanto dice amar". Hoy, tras una legislatura en la que el PP ha ejemplificado todo lo que no debe ser la política si se entiende -y así debería entenderse- como servicio a la ciudadanía, cabe repetir lo mismo aún con mayor énfasis.

Deberían, por razones estrictamente higiénicas, ventilar la casa, permitir que el aire circule con libertad por sus estancias estancas y que el centro político sea algo más que una expresión vacía. Personalmente no albergo ninguna esperanza al respecto. La interpretación de los resultados electorales que hoy, atropellado y balbuciente, ha hecho el secretario general del PP, Ángel Acebes, deja claro que siguen empecinados en contar la realidad a su manera.

Pretender, como Acebes ha hecho, que se han beneficiado de los votos disidentes del PSOE y que ocupan "la centralidad política" es un puro cuento infantil. En cuanto a su razonable llamamiento a "recuperar los consensos", son ellos y no el Gobierno quien debe cambiar de política. Los consensos -especialmente el relativo a la política antiterrorista- los rompió deliberadamente el Partido Popular para deteriorar en mayor medida al Ejecutivo. Y ha fracasado.

Se habla ahora -y su diario "de cabecera, 'El Mundo', lo hace con especial nitidez- de un recambio en el liderazgo. Nada más cierto que Rajoy está 'quemado', no sólo políticamente sino también personalmente. El esfuerzo realizado en adoptar un discurso radical, demagógico y melodramático, con el que muy probablemente no se identifica, implica un desgaste extraordinario para cualquiera, especialmente si resulta derrotado. Lo mismo ocurre con Acebes y Zaplana, coprotagonistas y actores aparentemente más convencidos que el propio Rajoy de la estrategia destructiva del partido. Pero sería un error limitar los cambios a lo cosmético. No basta cambiar de rostros ni de formas. Deberían saberlo. Y tal vez lo saben, ¿pero van a actuar en consecuencia?

La respuesta seguramente es no. No mientras Aznar siga gobernando desde las sombras, envuelto en sus particulares rencores y fantasmas, el Partido Popular.

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02 febrero, 2008

El desafío integrista

TESIS: "La vida religiosa de los ciudadanos no es competencia de los gobiernos. Las autoridades civiles no pueden ser intervencionistas ni beligerantes en materia religiosa. En esto precisamente consiste la aconfesionalidad sancionada por la Constitución de 1978 y la laicidad de las instituciones civiles".
(Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal, punto 62, 23 de noviembre de 2006)

ANTÍTESIS: La vida política, social y privada de los ciudadanos no es competencia de las confesiones religiosas. Sus representantes no pueden ser intervencionistas ni beligerantes en materia política, social y privada. En esto precisamente consiste la aconfesionalidad sancionada por la Constitución de 1978 y la laicidad de las instituciones civiles.

SÍNTESIS: Imposible mientras haya confesiones que, de facto, niegan la autonomía de los ciudadanos y de sus representantes democráticos a través de una sistemática y beligerante intromisión en asuntos públicos que exceden su función espiritual y tratan de favorecer a opciones políticas concretas.

Cuando la síntesis es imposible parece prudente admitir que hay un conflicto abierto. Al igual que el islamismo radical, la jerarquía eclesial católica está anclada en un integrismo (ahora llamado fundamentalismo sólo en lo relativo al islam) que, a fin de cuentas, pretende que las sociedades se rijan de acuerdo con las reglas de una tradición y unos principios religiosos y morales anclados en el siglo XVII, cuando la autoridad política lo era "por la gracia de Dios".

Se equivocan Zapatero y el PSOE intentando quitar hierro y poner paños calientes a una confrontación que ni siquiera en los tiempos de la República fue tan abierta, descarada, visceral e hipócrita como ahora mismo. Si anunciasen para la próxima legislatura el fin de los privilegios de la Iglesia -desproporcionados en relación a otras confesiones- los crecidos jerarcas volverían al cínico posibilismo que siempre les ha caracterizado y los votos cantarían lo que los españoles piensan en realidad del prepotente chantaje que ejerce una religión sin vocaciones y con una legión de adheridos no practicantes, salvo cuando se trata de los fastos de lo que las orquestas denominan la BBC (bodas, bautizos y comuniones).

Vanidad de vanidades,
como la capa de Cañizares.

Véase una vez más el modelito con el que el purpurado Cañizares, uno de los más
caracterizados del 'bunker' eclesial presidió no hace mucho la ordenación
de dos sacerdotes de la congregación ultraconservadora italiana
‘Instituto de Cristo Sumo Sacerdote’. Todo un príncipe de la
Iglesia por la gracia de Dios, pero equivocado de siglo.



Nota de la Permanente episcopal ante las elecciones (texto íntegro)

La Iglesia, en 'La Espiral': 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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10 diciembre, 2007

Otra falsa rectificación de Zapatero

El Partido Popular sigue empeñado en interpretar y pintar la realidad a mayor beneficio de sus intereses electorales con desprecio manifiesto de la verdad. Su objetivo único desde el principio de la legislatura es deteriorar la imagen de José Luis Rodríguez Zapatero. Y ahí siguen, inasequibles al desaliento, dibujando un panorama -que sólo ellos y sus leales ven-, en el que el presidente del Gobierno es un bobo solemne, un ingenuo incurable, un alegre improvisador o, lo que es peor, un maquiavélico personaje secretamente comprometido en la destrucción de España.

Todo les sirve. Lo mismo les da un cuento de risa que uno de intriga o miedo. La última fabulación es obra de Jorge Moragas, secretario de Relaciones Internacionales del PP y 'campeón de las libertades', especialmente en lo que respecta a Cuba, que parece ser su obsesión, tal vez porque es la obsesión de Estados Unidos y el Partido Popular está, como se ha puesto de manifiesto en muchas ocasiones, incondicionalmente al servicio de la política de ese país. El 16 de Octubre de 2004 Moragas tuvo el 'honor' de ser expulsado desde el aeropuerto de La Habana, donde apareció con una inocua visa de turista y la secreta pretensión de entrevistarse con la oposición anticastrista. ¿Ingenuo o provocador? ¿Bobo o maquiavélico?

El caso es que, tras el acuerdo de reforzar aún más la cooperación contra ETA alcanzado ayer por Zapatero y Sarkozy, Moragas y su partido han decidido 'celebrar' que el presidente del Gobierno "rectifique una vez más" su política "errática" en la lucha contra ETA, apostando por la colaboración con Francia para derrotar a los terroristas y acercándose así, una vez más, a las lúcidas tesis de su partido. La frase textual de Moragas no tiene desperdicio como mentira impenitente: "Después de tres años de confundir a la opinión pública y a las propias fuerzas de seguridad del Estado, Zapatero se suma ahora a las posiciones del Partido Popular y habla de la derrota de ETA mientras exalta la figura de Sarkozy".

Pero aún hay más. La rectificación más flagrante del 'errático' Zapatero sería -según Moragas- que éste hizo campaña a favor de Ségoléne Royal en las elecciones presidenciales francesas, lo que -se supone- le identificaría como enemigo irrconciliable del presidente galo. Lo cierto, sin embargo, es que la 'campaña' de Zapatero se limitó a un mitin celebrado en Toulouse junto a la candidata del PSF en vísperas de la primera vuelta. Es falso de toda falsedad -contra lo que Moragas afirma- que el presidente del Gobierno español cuestionase en aquella ocasión el papel de Sarkozy, como ministro del Interior, en los disturbios de los grandes suburbios franceses.

Moragas es fiel, al igual que todo su partido, a la divisa "miente, que algo queda". La desmemoria popular ayuda a que algunas de esas mentiras lleguen a consolidarse, sobre todo en el ánimo de sus partidarios, como verdades incontestables. De cara al resto de la población, sin embargo, les ponen en evidencia como una opción absolutamente indeseable. El hecho de que un partido que perdió las elecciones en 2004 por mentir se haya empecinado en esa práctica indecente durante toda una legislatura es, para el conjunto de los ciudadanos, cualquier cosa menos una garantía de respeto a la democracia y a los demócratas.

Por supuesto, huelga decir que el PP nunca admitirá que Zapatero tuvo y tiene un considerable peso político en la política europea y más específicamente en la francesa; que Ségoléne fue apodada 'la Zapatera' (así, en español, claro), en la medida en que promovía un cambio de estilo y de política en su anquilosado partido; que Sarkozy llegó a reconocerle como "una de mis referencias"; que, dentro de la confrontación electoral, éste espetó a Royal que el presidente español estaba más de acuerdo con su política económica que con la suya... Y que mientras el ahora presidente galo fue ministro del Interior la cooperación antiterrorista y la cordialidad por ambas partes fue irreprochable.

Por cierto, ¿se imaginan a Sarkozy invitando a un mitin de campaña a Rajoy o a su predecesor?. No, ¿verdad? Con eso está todo dicho.
Foto de Jorge Moragas. EFE

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31 octubre, 2007

11-M: El PP, a vueltas con la autoría intelectual

Pese a que, supuestamente, Rajoy habría dado ayer instrucciones al partido que preside para que destierre del debate electoral el ataque terrorista del 11-M y sus circunstancias, hoy es él mismo quien vuelve a cuestionar el proceso, tras hacerse pública la sentencia.

"Ya que los acusados como inductores o autores intelectuales, en los términos que utiliza la sentencia, no han sido condenados como tales", el líder del PP se considera legitimado para apoyar "cualquier otra investigación" que esclarezca este extremo y permita "avanzar sin límites en la acción de la justicia" (sic).

El hecho de que Rabei Osman El Sayed Ahmed, alias 'Mohamed el Egipcio', supuesto autor intelectual de la masacre, haya sido absuelto le parece a Rajoy y a su partido razón bastante para seguir cuestionando el proceso y para sostener, al menos subliminalmente, la insidia extendida por Aznar en su comparecencia ante la comisión parlamentaria de investigación "quienes lo planificaron no se esconden en desiertos lejanos, ni en montañas remotas".

Zapatero respondió puntualmente a la indecencia con la única respuesta posible y razonable. Efectivamente, vino a decir, no estaban lejos, estaban en Leganés, en alusión a los siete suicidas que se inmolaron en un último intento de causar muertes y se cobraron la vida de un miembro de los GEO.

Pero eso no les basta a quienes se han empeñado durante más de tres años en extender la sombra de la duda, incluyendo entre los sospechosos al propio PSOE en connivencia con policías y guardias civiles.

Tampoco les basta que el juez Del Olmo señalase en su momento, con total claridad, a Serhane Abdelmajid, 'El Tunecino', fallecido en Leganés, como líder espiritual y operativo del grupo terrorista autor de los atentados e instigador de los mismos. El magistrado que, laboriosamente y bajo una presión casi intolerable nunca antes soportada por un juez en España, instruyó el sumario poniendo el cuidado preciso para eliminar todas las dudas (y fueron tan numerosas como surrealistas) lo estableció sin duda alguna.

Sucede que el tribunal del 11-M no juzgaba a los muertos. Ningún tribunal lo hace. El proceso incluyó como hipotético autor intelectual a 'El Egipcio' porque, según la policía italiana, él mismo había reivindicado dicho papel en una grabación. Luego resultó que la grabación era técnicamente una chapuza y la transcripción muy imprecisa. No había causa para condenar a Rabei Osman. Eso era todo.

El autor intelectual, que no se hallaba en ningún lugar exótico, por supuesto, fue Serhane Abdelmajid.

Cualquier otra investigación que el PP se proponga apoyar tendrá que contar con espiritistas que convoquen a los suicidas o someter a torturas a los condenados como autores, que insisten en negar su participación y cuyos abogados han puesto más énfasis en apuntar a ETA que en defender su inocencia.

Ya está bien de la broma indecente sobre la autoría intelectual. Seguir dando pábulo a la fabulación conspiranoica es una irresponsabilidad tan gigantesca que sería digna de consideración la posibilidad de exigir responsabilidades legales al partido (o al menos a los miembros del partido) que la sostenga.

La lluvia de mentiras, insidias e intoxicaciones de la opinión pública debe terminar ya.

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20 octubre, 2007

Maragall anuncia que sufre de Alzheimer

Hay ocasiones -muchas- en las que uno lamenta no hablar o escribir sobre algo en el momento oportuno. También hay veces en las que el lamento procede de lo contrario: de hacerlo sin tener todos los datos o sin reflexionar lo suficiente. Hoy me alegro infinitamente de no haber cedido ayer a la tentación de comentar, seguramente de modo sarcástico y cruel, el anuncio de abandono del PSOE realizado por Pasqual Maragall. Hoy acabo de saber -lo ha anunciado él- que padece el mal de Alzheimer.

Tal vez ese mal, cuya existencia, según sus propias palabras, conoció “hace unos meses” sea la explicación más razonable de algunas de sus actitudes más recientes, singularmente de su inhibición ante el rumbo que tomaba el proyecto de Estatut durante su elaboración y debate en el Parlament de Cataluña. Fue, tal vez, excesivamente ligero por mi parte atribuir su postura a la voluntad de permanecer en la presidencia de la Generalitat, al propósito de evitar unas elecciones anticipadas que podrían perjudicarle.

El Alzheimer es una enfermedad que cursa de modo progresivo y es prácticamente imperceptible en su fase inicial. Su acción larvada e insidiosa no sólo afecta a la memoria, sino también a la percepción de la realidad y al carácter de la persona afectada. Si es demoledoramente triste su incidencia en cualquier persona lo es mucho más cuando, como en este caso, afecta a alguien que siempre fue paradigma de honestidad y coherencia.

"En ningún sitio está escrito que la enfermedad sea invencible", ha dicho hoy Maragall, quien tras hacer una breve referencia a sus logros añadió “…Y ahora iremos a por el Alzheimer”. Siempre optimista y vital.

Que así sea.

Breve y esencial biografía extraída de Publispain:

Pasqual Maragall, nació en Barcelona el 13 de enero de 1941. En su familia siempre hubo tradición política y literaria, ya que su padre -Jordi Maragall-, fue senador y escritor, y su abuelo -Joan Maragall- fue un conocido poeta de la literatura española. En 1965 contrajo matrimonio con Diana Garrigosa, mujer con la que aún continúa casado y con la que tiene tres hijos.

También en ese año, se licenció en Derecho y Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona e ingresó como economista en el departamento de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona. En 1973 se licenció en Economía Internacional y Economía Urbana por la New School for Social Research de Nueva York y en 1978 se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Comenzó su actividad pública en 1965 en el gabinete técnico del ayuntamiento de Barcelona, y su vida política en el Frente Obrero de Cataluña.

En 1982 fue elegido alcalde de Barcelona, cargo en el cual fue reelegido en 1983, 1987, 1991 y 1995. En esos años alcanzó un enorme prestigio como político de izquierda en Cataluña y, por tanto, en España. Su tarea más importante en la alcaldía fue la preparación y ejecución de los Juegos Olímpicos de 1992, en Barcelona.

Otros hechos destacados de ese periodo fueron su cargo en la Presidencia del Consejo de Municipio y Regiones de Europa y su vicepresidencia y presidencia del Comité de Regiones de la Unión Europea. Fue también fundador de Eurociudades -grupo de seis grandes ciudades del área del Mediterráneo Occidental- y vicepresidente para Europa de la Unión Internacional de Autoridades Locales y de la Federación Mundial de Ciudades Unidas.

En 1997 cedió la alcaldía de Barcelona y se trasladó a Roma, donde fue profesor durante un año. En 1998 aceptó encabezar las listas de la candidatura socialista a la Presidencia de la Generalitat de los comicios de 1999, pero perdió. Luego en las elecciones de 2003, con el apoyo de ERC y de la coalicición rojiverde ICV-EUiA se invistió presidente de la Generalidad de Cataluña en diciembre.

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17 octubre, 2007

Despropósitos, aspavientos, mentiras y delirios


Hay que admitir que a la hora de escenificar aspavientos y despropósitos el Partido Popular es imbatible. Y últimamente están sembrados. Tras el númerito 'institucional' de Rajoy vía vídeo en plan "le roi c'est moi" sólo nos faltaba Mayor Oreja resucitando y rehabilitando al muerto.

"¿Cómo voy a condenar lo que, sin duda, representaba a un sector muy amplio de españoles?", se pregunta en una entrevista publicada en 'La Voz de Galicia' este demócrata de toda la vida. Naturalmente ni se le ocurre plantearse la ilegalidad de origen de la dictadura o el hecho de que el golpe de estado del 18 de julio no fue contra ningún régimen despótico sino contra una república legítima, regida por un Gobierno que tenía su origen en unas elecciones democráticas.

Para Mayor Oreja, la larga y brutal dictadura fue una Arcadia feliz, caracterizada por una "extraordinaria placidez" para aquel sector supuéstamente "muy amplio" de españoles. La paz de los grandes cementerios bajo la luna; la del exilio forzado; la de las prisiones atestadas; la de los juicios injustos, sumarísimos o no; la del silencio por decreto; la de la ley de vagos y maleantes; la del tribunal de orden público. La España 'plácida' del silencio y la conformidad por decreto, la de la propaganda ilegal y el miedo omnipresente, casi supersticioso. ¿Quién si no él y los suyos siente nostalgia de tan selectiva y falsa placidez?

En el caso de Aznar, del que constan artículos publicados en los últimos años 70 en la prensa de La Rioja añorantes de la dictadura e inquietos ante la Constitución y el Estado de las autonomías, ya nada puede sorprender. Su manera de contar la reciente historia de España -la que todos hemos vivido- es un desafío a la memoria colectiva y a la inteligencia de los españoles. Su última intervención, en Salamanca, trasudó el inextinguible rencor que le posee desde el aciago 14-M.

Decir que el PSOE, cuando él gobernaba, negoció simultáneamente con el PP y con ETA es mentir cínicamente y por partida múltiple. Tratándose de Aznar, lo habitual. Fue el PSOE quien propuso el pacto antiterrorista, que Aznar contempló en principio con reticencias y resistencia. Con bastante posterioridad (no simultáneamente), un miembro del PSE, Jesús Eguiguren, concluye de sus encuentros personales con miembros de Batasuna no sólo que el entorno radical abertzale está abierto al diálogo, sino que ETA podría declarar un alto el fuego e incluso abandonar las armas tras una presumiblemente larga negociación. Lo que se inicia entonces es un proceso de exploración mutua entre Batasuna (no ETA) y PSE (25 reuniones, se dice) que sólo cuando el PSOE llevaba dos años en el Gobierno (22 de marzo de 2006) conducen a la declaración de alto el fuego por parte de ETA. Si eso es simultaneidad, que baje dios y lo vea.

En cualquier caso, el diálogo con ETA, que al contrario del que mantuvo el Gobierno de Aznar no supuso ninguna contrapartida para la banda (el Gobierno del PP acercó presos a la península y, dentro de la península, al País Vasco), sigue siendo uno de los caballos de batalla en los que el PP funda su política de oposición.

Ayer, sin ir más lejos, el portavoz parlamentario del PP, Eduardo Zaplana, aseguraba con su habitual rostro, aceitunado y pétreo, que Zapatero no está capacitado ni tiene legitimidad (¿legitimidad?) para afrontar el "desafío" que plantea Ibarretxe con su referéndum. "Después de todo lo que ha ocurrido esta legislatura, que ha sido una fábrica de independentistas, y de que se haya negociado con ETA, Zapatero no está en condiciones de hacer frente a este desafío", dijo el inefable.

Mientras Rajoy aseguraba que el presidente del Gobierno había hecho lo que él le había pedido, lo único que se puede hacer, Zaplana insistía en que “si hubiera voluntad inequívoca para frenar este desafío, el comportamiento sería radicalmente distinto". ¿Cuántos partidos hay en el PP para que sea posible que mientras su presidente se atribuye parte del mérito en la firmeza con que Zapatero le dice a Ibarretxe que no hay camino el portavoz constate tibieza e insuficiencia en la actuación presidencial?

También ayer, Zaplana consideró necesario salir en defensa de Mayor Oreja y, aunque aseguró que no había leído sus declaraciones (¡ !) aludió, cual si de perros se tratase, a su “pedigrí”, a su carácter de "demócrata de la cabeza a los pies" desde siempre, y cuya biografía es más "contundente" que cualquier declaración.

Dada su fe de intoxicador profesional en que no hay mejor defensa que un buen ataque ni arma más eficaz que una insidia, el hombre que está en política para “forrarse” dejó caer que “muchos de los que hoy se meten con nosotros no estaban en las filas de los que peleaban por la libertad (...) y tenían cargos públicos en la administración franquista".

¿Quiénes? Es inútil preguntar. Lo dice Zaplana y ya está. Es como cuando afirmó que Aznar nunca había asegurado la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. En media hora las ‘históricas’ grabaciones le estaban desmintiendo con contundencia más que suficiente como para desautorizar a un político y más al portavoz de un partido de por vida.

Para completar el cuadro, Ana Botella, esposa de Aznar y concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, insistió –sin nombrar a nadie, claro- en que era un hecho el pasado franquista tanto de miembros del PP como del PSOE (ella no fue franquista, por supuesto). Cualquiera, sin embargo, podría nombrar, a título meramente indicativo, a dos luminarias del franquismo que están en el PP y cuya relevancia es incomparable con la de cualquiera de los innombrables franquistas que supuestamente hay en el PSOE: el padre fundador, Manuel Fraga Iribarne, y el escurridizo y siempre sonriente Rodolfo Martín Villa. ¿Quién da más?

En cualquiera caso, ya puesta en modo disparate sobre la memoria histórica, la ex presidenta consorte comparó el 18 de julio de 1936 con la huelga minera asturiana de 1934 (bañada, por cierto, en sangre por Francisco Franco, entonces al servicio de la república). ¿Condenaría el PSOE aquella huelga?, concluía.

Esto es el delirio.

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03 octubre, 2007

Desventuras de un burro de noria llamado España

Admito que hay cosas en este país que me ponen de muy mala leche (¿y a quién no?, dirá usted por sus personales motivos) y cuando me hallo en ese estado de cabreo me abstengo de escribir por razones obvias. Intento evitar incurrir en lo mismo que pretendo criticar, que en definitiva es la irracionalidad a la que se está apelando en estos tristes momentos. De ahí mi más reciente silencio.

A medida que se aproxima la fecha electoral asistimos a un delirio progresivo, en el que, además del cansino juego de las ofertas y contraofertas programáticas, regresan los viejos fantasmas en torno a los cuales giramos permanentemente (nos hacen girar, para ser más preciso), cual burro de noria: la unidad de España y la forma de estado.

Paradójicamente, ni la unidad supuestamente amenazada ni el dilema monarquía/república les quitan el sueño a los españoles. Al menos, no todavía. De modo acaso intuitivo, o por simple sentido común, los ciudadanos, en su día a día, ignoran estas 'dramáticas' cuestiones y las sitúan en el terreno de las especulaciones políticas a las que tan dados son los profesionales de la representatividad y sus corifeos mediáticos, sin por ello representarnos de modo verosímil; ni a nosotros ni a nuestros problemas más reales y urgentes.

Si la ínfima minoría de acémilas que quema retratos de los reyes me causa una enorme repugnancia instintiva (me recuerdan a la incendiaria Inquisición, que a falta de reo lo quemaba en efigie), la untuosa beatería de algunos fiscales y de ciertos medios informativos en relación con esos gestos iconoclastas y simbólicos me provoca perplejidad y desasosiego. Son ellos los que dan a hechos irrelevantes e inscribibles en el marco de la libertad de expresión la dimensión transcendental que ansían quienes los patrocinan. ¿Se puede ser más estúpido?

El problema, sin embargo, es que en esa actitud, generalmente, no hay tanta estupidez (que la hay) como cinismo. Cuando personas con más de dos dedos de frente sobredimensionan hasta la caricatura realidades casi insignificantes están alentando deliberadamente el voto del miedo, el voto al PP, que es quien a lo largo de toda esta legislatura está empeñado en dibujar un cuadro tan caótico como irreal. Se trata de crear alarma de modo artificial, de afirmar que todo va muy mal, que España se rompe, que volvemos a las andadas (Aznar dixit) y que la causa es el Gobierno complaciente y errático de Zapatero.

Cuando Rajoy atribuye a la ‘frivolidad’ de Zapatero la insistencia de Ibarretxe en convocar referendos; cuando insiste en que se imponga a como dé lugar que la bandera de España ondee en todas las instituciones; cuando anuncia que propondrá una letra para el himno nacional que hable de la Monarquía queda claro en qué terreno se pretende deteriorar y derrotar al PSOE. Aparentemente, los anecdóticos ataques a la Corona también tendrían su origen en la nunca probada ‘debilidad’ del Gobierno. ¿El nacimiento del ‘plan Ibarretxe’ bajo un gobierno del PP se debía a la debilidad de estos incuestionables patriotas? La cosa sería de risa si no fuera tan penosa.

Ese es el juego diseñado. Miente que algo queda. Ya sólo faltaba el hierático bufón llamado Zaplana afirmando que la situación es tan grave como el 23-F para que el cuadro de patrioterismo delirante e indecente adquiera caracteres surrealistas. No cabe concebir un electoralismo de más baja estofa.

El paisaje nacional, sin embargo, no estaría completo si en él faltasen el risible Ibarretxe con su nuevo plan electorero y la falsa convicción de que la consulta que proyecta es legítima o la rampante demagogia que habitualmente exhibe ERC. Son gentes como ellos, con sus calculados delirios de economía electoral, los que contribuyen a alimentar las estrategias de tres al cuarto de quienes añoran aquella poética entelequia de la “unidad de destino en lo universal”, construida sobre el forzado silencio y el lavado de cerebro (el miedo, siempre el miedo) de la inmensa mayoría. Flaco favor le hacen a su propia causa, ¿pero quién se lo demandará?

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