Irlanda ha dado el sí en referéndum -
deslegitimado en gran medida por la alta abstención - a la introducción
de la llamada "regla de oro" o pacto fiscal impulsado por Alemania,
principio contrario a su Constitución y a cualquier otra, en la medida
en que implica una importante cesión en su soberanía. Los españoles ni siquiera
hemos tenido la oportunidad de pronunciarnos.
El acuerdo
entre PP y PSOE dio por buena una norma que excede a lo que se puede
decidir por la vía exclusivamente parlamentaria. Otro tanto ocurrió cuando Zapatero
decidió aceptar la implantación del 'escudo antimisiles', a la que se
había opuesto cuando Aznar la propugnaba. Como consecuencia, Rota se
'reamericaniza' con 1.300 soldados y cuatro barcos con la enseña de las
barras y las estrellas y nuestro país se hace cómplice, a su propio riesgo y sin beneficio perceptible, de la interesada
hostilidad contra Irán y Siria.
Tales decisiones - por no hablar de la
más que dudosa constitucionalidad de la reforma laboral - nos llevan a
preguntarnos qué clase de democracia es ésta, que ignora
sistemáticamente la opinión de sus ciudadanos. Tambíen, por supuesto,
cabe preguntarse qué clase de ciudadanía es la nuestra, que tolera tales
cosas y ha llevado al poder a un partido que ni siquiera hizo público
el núcleo esencial de su programa de gobierno ante la crisis económica, que sufrimos ahora en
carne propia.
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