31 mayo, 2015

Tras el 24-M: La pelota, en el tejado

La radiografía obtenida tras la jornada electoral del 24-M muestra que el paciente (la paciente España) ha aumentado muy positivamente en el recuento de anticuerpos democráticos. El pluralismo existe y es necesario que subsista y se fortalezca, pues sin él la democracia se convierte en una caricatura grosera de lo que debería ser. Ese garabato bipartidista que hemos vivido y sufrido hasta ahora, servil a los intereses de la 'selecta' minoría de los más ricos y a las metas del capitalismo global de la 'troika', así como indulgente con la corrupción, ha recibido un elocuente y merecido varapalo.

Hasta ahí, lo bueno: alentador, pero insuficiente. El hecho de que, pese a su enorme pérdida de poder, el PP haya sido el partido más votado, en un contexto en el que la abstención apenas se ha reducido, no puede ser infravalorado desde un optimismo gratuito. Constatar la existencia de un 'núcleo duro' inmovilista, deliberadamente ajeno a las evidencias de descomposición democrática del partido en el poder (corrupción rampante, indiferencia ante el dolor social, ausencia de democracia interna...) no invita precisamente a la alegría. La misma sensación se produce cuando se considera que algo más de doce millones (más de la tercera parte del censo electoral) de españoles llamados a votar no lo hicieron.

Lo cierto, en última instancia, es que ninguno de los contendientes, pese a lo que digan públicamente, tiene motivos para sentirse satisfecho con los resultados electorales. El PP, a pesar de su recordatorio insistente de que es el partido más votado, se ha dado un batacazo brutal al perder dos millones y medio de votos y una gran parte de su cuota de poder local y autonómico. El PSOE, que gana presencia institucional como consecuencia de la debacle de su principal rival, sigue su descenso a los infiernos con 700.000 apoyos menos. 'Podemos', auténtico motor del cambio relativo que estas elecciones han constatado, no cumple sus propias expectativas y se 'consuela' con los resultados contundentes de las plataformas populares que ha apoyado en Madrid y Barcelona. Finalmente, 'Ciudadanos', producto oportunista y ambiguo donde los haya, no ha logrado beneficiarse tanto como esperaba del castigo al PP, aunque conquista la posición de 'bisagra' en diversos ayuntamientos y autonomías, lo que podría favorecer la continuidad de su crecimiento.

Nunca tanto como ahora la pelota del juego partidista había quedado de modo tan claro e inquietante en el tejado. La gobernabilidad en muchos lugares dependerá de pactos que podrían ser muy laboriosos y frágiles (especialmente entre PSOE y 'Podemos') si se tiene en cuenta que las elecciones generales están muy cerca y que no es fácil conjugar la responsabilidad necesaria con la coherencia inexcusable. El PSOE debe demostrar que su cambio de discurso, escenificado en los últimos meses, en el sentido de que es "un partido de izquierda" supone algo más que un intento de sobrevivir al descrédito. 'Podemos', por su parte, no podría salir indemne de cualquier compromiso que rebase sus líneas rojas. Hay razones muy obvias para una aproximación entre ambos, pero tendrán que soslayar el riesgo de sucumbir al 'abrazo del oso', que, lógicamente, les inquieta por igual.

Quedan apenas seis meses para que se decida el futuro Gobierno de España en el cuatrienio 2016-2020, periodo en el que se supone que se debe salir de la crisis económica (según índices socioeconómicos, no macroeconómicos). Hay que crear empleo, pero también sostener a los damnificados por la crisis. Hay que hacer una fiscalidad más justa, menos basada en la indiscriminanción del IVA, que lastra el consumo y en consecuencia la producción y el empleo; una fiscalidad que exija más a quien más tiene y sancione enérgicamente a quienes eluden su deber. Hay que hacer leyes inflexibles contra la corrupción, el lavado de dinero, la explotación laboral, la discriminación de la mujer... Hay que rescatar del exilio económico a los cientos de miles de jóvenes a los que se ha dejado sin salida... Está todo por hacer en la tarea urgente y esencial de reconstruir España y este no debe ser tiempo de división ni de obstrucción, sino de diálogo, colaboración y solidaridad.

¿Estarán nuestros políticos a la altura de su deber? Dados los precedentes y los indicios actuales, yo lo dudo mucho.

Pie de foto: La voluntad de cambio, que empieza a materializarse, nació hace cuatro años en la Puerta del Sol.