02 febrero, 2008

El desafío integrista

TESIS: "La vida religiosa de los ciudadanos no es competencia de los gobiernos. Las autoridades civiles no pueden ser intervencionistas ni beligerantes en materia religiosa. En esto precisamente consiste la aconfesionalidad sancionada por la Constitución de 1978 y la laicidad de las instituciones civiles".
(Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal, punto 62, 23 de noviembre de 2006)

ANTÍTESIS: La vida política, social y privada de los ciudadanos no es competencia de las confesiones religiosas. Sus representantes no pueden ser intervencionistas ni beligerantes en materia política, social y privada. En esto precisamente consiste la aconfesionalidad sancionada por la Constitución de 1978 y la laicidad de las instituciones civiles.

SÍNTESIS: Imposible mientras haya confesiones que, de facto, niegan la autonomía de los ciudadanos y de sus representantes democráticos a través de una sistemática y beligerante intromisión en asuntos públicos que exceden su función espiritual y tratan de favorecer a opciones políticas concretas.

Cuando la síntesis es imposible parece prudente admitir que hay un conflicto abierto. Al igual que el islamismo radical, la jerarquía eclesial católica está anclada en un integrismo (ahora llamado fundamentalismo sólo en lo relativo al islam) que, a fin de cuentas, pretende que las sociedades se rijan de acuerdo con las reglas de una tradición y unos principios religiosos y morales anclados en el siglo XVII, cuando la autoridad política lo era "por la gracia de Dios".

Se equivocan Zapatero y el PSOE intentando quitar hierro y poner paños calientes a una confrontación que ni siquiera en los tiempos de la República fue tan abierta, descarada, visceral e hipócrita como ahora mismo. Si anunciasen para la próxima legislatura el fin de los privilegios de la Iglesia -desproporcionados en relación a otras confesiones- los crecidos jerarcas volverían al cínico posibilismo que siempre les ha caracterizado y los votos cantarían lo que los españoles piensan en realidad del prepotente chantaje que ejerce una religión sin vocaciones y con una legión de adheridos no practicantes, salvo cuando se trata de los fastos de lo que las orquestas denominan la BBC (bodas, bautizos y comuniones).

Vanidad de vanidades,
como la capa de Cañizares.

Véase una vez más el modelito con el que el purpurado Cañizares, uno de los más
caracterizados del 'bunker' eclesial presidió no hace mucho la ordenación
de dos sacerdotes de la congregación ultraconservadora italiana
‘Instituto de Cristo Sumo Sacerdote’. Todo un príncipe de la
Iglesia por la gracia de Dios, pero equivocado de siglo.



Nota de la Permanente episcopal ante las elecciones (texto íntegro)

La Iglesia, en 'La Espiral': 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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