Decía John Kenneth Galbraith que "la única función de la predicción económica es hacer que la astrología parezca respetable". La demoledora ironía de este prestigioso economista, asesor de J. F. Kennedy que hoy es considerado poco menos que socialista por los defensores del providencialismo del libre mercado, iba dirigida a la legión de augures que entonces, ahora y siempre formulan previsiones sobre el rumbo de la economía.
Es cierto que la ciencia económica se rige por unas leyes cuya existencia está suficientemente probada. El problema, sin embargo, es que los actores económicos no son objetos ni meras magnitudes contabilizables, sino sujetos (subjetivos) que se mueven por una multitud variable de motivaciones de muy dificultosa computación.
Hay previsiones relativamente fáciles de hacer, sin embargo. Una de ellas es la proximidad del inicio o fin de un ciclo económico. La existencia fatal de dichos ciclos, que alternan expansión con estancamiento o retroceso (recesión), está fuera de toda discusión a estas alturas de la historia. Los ciclos existen. Punto. No hay manera de evitarlos, por lo mismo que no es abolible la ley de la gravedad. También en la economía todo lo que sube acaba bajando y esas oscilaciones son tanto más frecuentes y azarosas cuanto menor es el control que ejercen los estados, como sucede ahora mismo en todo el mundo.
¿Puede alguien asegurar que estamos en estos momentos en el inicio de una recesión (o de una depresión, como llegan a decir algunos) o si es una mera ralentización del crecimiento, o acaso un estancamiento? ¿Se atreve alguien a asegurar que se trata de un ciclo prolongado y no de algo transitorio? ¿Puede predecir su duración y extensión geográfica?
La respuesta a todas esas preguntas es negativa. Es cierto que la economía estadounidense está dando señales alarmantes y que cuando Estados Unidos se constipa el mundo entero estornuda, pero el fenómeno nefasto de las hipotecas 'subprime' no es una práctica universal y ahora mismo sólo Estados Unidos está enfangado en una nueva aventura bélica (en Irak) sin victoria posible, en una empresa que se anunciaba preñada de beneficios y que ha resultado ruinosa salvo para excepciones muy particulares. (*) Extrapolar al resto del mundo la crisis americana, que lo es en gran medida de descrédito y desconfianza hacia el peor gobierno de su historia no resulta razonable.
Cabe recordar, por ejemplo, que la recesión que se extendió por buena parte del mundo a finales de los 80 y los primeros 90 dejó prácticamente indemnes a Alemania y a Japón. Tampoco es ocioso señalar que tuvo corta duración allí donde golpeó, aunque bastó para frustrar la reelección de Bush padre, a pesar de su éxito en la liberación de Kuwait y en la primera guerra de Irak. ¿Podríamos estar ahora en una situación similar?
"Es la economía, estúpido", espetaban entonces los demócratas al viejo Bush. Ahora nuevamente es la economía, ¿pero cuanto, dónde y hasta cuando?.
(*) Exxon Mobil obtuvo en 2007 los mayores beneficios de su historia: 40.600 millones de dólares.
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