El cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, ha considerado oportuno echar su cuarto a espadas en el tema de la concesión de la prisión atenuada a De Juana Chaos. Lo ha hecho a título personal -matiza-, como si fuera admisible tal recurso retórico en quien es vicepresidente de la Conferencia Episcopal.
Prueba de que no hay extraoficialidad ninguna es que la información sobre sus declaraciones figura en la portada de la edición digital de la revista oficial de la Iglesia española, Ecclesia. Dejo al lúcido juicio de los lectores interpretar por qué razón el texto que ahí se reproduce sobre las declaraciones de monseñor Cañizares procede -y se atribuye expresamente- de Libertad Digital, ógano informativo y de expresión de los 'liberales' afines a Jiménez Losantos y de él mismo.
"Hay que tener en cuenta que se cumpla esa humanidad, también las leyes que se refieren a casos de enfermedad, y el que haya esa autolesión por ese ayuno, o como queramos llamarle, no significa que haya ahí una enfermedad grave, a mi entender", dice el cardenal. Traduciendo: los principios humanitarios no serían de aplicación al preso etarra, al entender de un hombre de Cristo.
Cabría preguntarle al monseñor, pasando de lo humanitario a lo religioso -que al menos teóricamente es lo suyo-, si los poderes públicos pueden convertirse en inductores, e incluso cómplices, de un suicidio, considerado por la doctrina católica como el peor pecado entre los concebibles, cualquiera que sea la razón de éste. Si hay suicidios buenos y malos. Si los hay incluso deseables.
“Ninguno puede servir a dos señores”, dijo Jesucristo. Y sus palabras, como las semillas en la parábola del sembrador, cayeron al borde del camino. Al borde del camino de la iglesia católica, apostólica y española.
“Por sus frutos los conoceréis”. Eso también lo dijo el gran traicionado.
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