Miro el instante que ha fijado la fotografía,
ríes con la timidez de quien le avergüenza la risa.
Quince años que sujeto entre mis brazos
al compás del último disco robado.
Nada queda en ese trozo de papel, todo es alquimia;
veo que es la prueba más veraz de que todo es mentira.
Esos rostros ya no llevan nuestros nombres,
son dos máscaras perdidas en la noche,
pero, queda la música...
Siento que ese tiempo que se fue no ha sido nunca nuestro,
como cuando te miro y no logro recordar tu cuerpo.
No eras tú aquella insolencia de latido
que encendía mis deseos más prohibidos.
Creo que tú y yo no somos más que dos desconocidos,
otros, dos extraños que en el tiempo se han hecho asesinos
de esos dos niños de la fotografía
que, abrazados, van bailando por la vida,
pero, queda la música...
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