07 marzo, 2007

En legítima defensa

Que Rajoy acuse a Zapatero de actuar “como un hooligan” en su comparecencia en el Senado es una depurada y superlativa muestra de cinismo desvergonzado.

Hacer esa acusación precisamente el día en que las señorías 'populares' han dado un vergonzoso e incivil espectáculo en la Cámara Alta, impidiendo hablar al presidente e insultándole, constituye una nueva muesca bajo cero en el nivel al que viene cayendo el PP en el baremo de la decencia, en su desesperado intento de desacreditar al Gobierno, y más específicamente al jefe del mismo, por cualquier medio a su alcance.

Todo evidencia que no contaban con que el 'buenismo' y el 'talante' de Zapatero -tan vituperados y ridiculizados ambos- le permitiesen hacer, a cara de perro, las cuentas de la política penitenciaria del PP y de sus consecuencias. Política penitenciaria legal, sí, pero no más legal que la prisión atenuada concedida a De Juana Chaos, que le debe al Gobierno 'popular' la reducción de un año de condena por escribir un libro-panfleto y hacer nosequé estudios.

No resulta grato que a uno le recuerden eso, ni que el etarra Iñaki Bilbao -el energúmeno que amenaza de muerte a los jueces y patea el cristal blindado de las salas judiciales- fue acercado al País Vasco con ocasión de la tregua de 1998; que fue puesto en libertad tras cumplir 17 de los 58 años de condena y que, dos años después de su excarcelación, asesinó a un concejal socialista.

El problema es que la ley penitenciaria permitía, hasta su reforma, que se produjeran tales situaciones. Dicha ley es la misma que afectó a De Juana Chaos, nos guste o no. Con tales precedentes, montar el escándalo que el PP ha organizado por la supuesta 'cesión al chantaje' de ETA por parte del Gobierno une al cinismo la deslealtad.

Hacer partidismo y electoralismo con la política antiterrorista es una grave irresponsabilidad y la más clara evidencia del juego sucio político, como cuando se aseguraba -durante el proceso de diálogo previo al atentado de la T4- que el Ejecutivo estaba haciendo concesiones inaceptables. En la medida en que las negociaciones son secretas (no cabe otra posibilidad) resulta fácil asegurar -contra toda evidencia- cualquier despropósito. Que luego se demuestre que eran inventos insidiosos no parece desautorizar a los mendaces para seguir faltando a la verdad.

Es lamentable que el Gobierno haya tenido que cantar las verdades del barquero en un tema que siempre se ha mantenido ajeno a la confrontación partidista, pero no es él quien lo ha querido. El Ejecutivo y el PSOE están actuando en legítima defensa.

El problema, no obstante, es que la política se envilece por momentos. Eso no beneficia a nadie (salvo acaso a ETA) y nos perjudica a todos.

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