15 diciembre, 2008

Economía virtual (II): Madoff, por ejemplo


Bernard Madoff tiene una biografía de éxito típicamente americana, una historia de progreso personal construido desde la nada en la 'tierra de las oportunidades'. Según su propio relato, en 1960, con 22 años, inició su empresa, 'Bernard L. Madoff Investment Securities', con un capital de 5.000 dólares obtenido trabajando como socorrista e instalador de sistemas de riego. A los 50 años no sólo era multimillonario, sino que además era reconocido como uno de los pilares de Wall Street. Nunca terminó la carrera de Derecho, pero ¿qué falta le hacía cuando contaba con la confianza de una legión de gente que le entregaba lo que más quería: su dinero?

Ex presidente de NASDAQ, el mayor mercado bursátil de Estados Unidos, se le identifica con la revolucionaria informatización de las transacciones, que democratizó y abarató la participación en la Bolsa. De ahí al estatus de gurú de las finanzas no hay distancias. Madoff era un mito incontestable, un tótem intocable. Tal vez él haya sido la primera víctima de su credibilidad generalizada.

No es verosímil que durante casi medio siglo haya mantenido un fraude en el que pagaba a los que reclamaban sus beneficios con los ingresos que le proporcionaban los nuevos clientes. Lo más probable es que en algún momento su negocio familiar, basado en ofrecer altos rendimientos, se hundió y él emprendió una trágica huída hacia delante, con la esperanza de que la situación mejorase. Nadie lo sabe. Nadie puede afirmar con certeza casi nada en relación con un fraude estimado por él mismo en 50.000 millones de dólares, un importe superior al agujero generado por Lehman Brothers, otro paradigma de la solidez y la confianza que había funcionado sin problemas desde 1850.

"Era todo una gran mentira, un gigantesco esquema Ponzi". Eso es lo que habría declarado el propio Madoff a algunos colaboradores. El hombre que empezó con 5.000 dólares su negocio había recibido en las últimas semanas peticiones de reintegro de sus clientes por un importe de 7.000 millones de dólares. Todo lo que tenía disponible era un capital entre 200 y 300 millones con el que -dijo- pensaba resarcir a "algunos empleados seleccionados. familia y amigos". Su castillo de naipes se derrumbó.

Durante muchos años el funcionamiento de 'Bernard L. Madoff Investment Securities' había despertado suspicacias en medios financieros. Su resistencia frente a las alternativas de un mercado volátil e inestable, que hacía tambalearse a otros ocasionalmente, era algo "demasiado bonito para ser cierto, y por tanto tiempo". El hecho de que su gestión no fuese auditada por ninguna empresa importante, sino por una oscura y pequeña firma, aumentaba las dudas.

Una inspección realizada en 1992 no encontró nada sospechoso (al menos esa es la 'verdad oficial') y aquello frenó posibles iniciativas de control posteriores. Madoff no sólo contaba con su carisma, comunmente aceptado en Wall Street. Además tenía el apoyo de la poderosa e influyente comunidad judía, a la que Madoff pertenece, algunos de cuyos intereses y filantropías estaban vinculadas a las inversiones que -supuestamente- gestionaba. Ahora esa comunidad se halla entre los más afectados por el fraude.

El fiasco ha dejado boquiabierto y petrificado a un país que carece de la sana costumbre de preguntarse quién es quién, por qué pasa lo que pasa o cómo es posible que su sueño dorado evolucione hacia la pesadilla y los grandes hombres de ayer aparezcan como los grandes bellacos de hoy. Su reacción es emocional y la conclusión a la que llegan es que todo apesta. Un corolario muy peligroso en un país con innumerables conflictos aplazados y poseído por una creciente desesperanza.

El tinglado de Madoff ha colapsado como consecuencia de la desconfianza generada por una crisis económica que no acaba de tocar fondo y cuyas heridas se están restañando en gran medida con el dinero que debería ser destinado a iniciativas públicas. Todo indica que, fundamentalmente, han sido las dudas más que razonables que generan los 'hedge funds' las que han provocado que el feo trasero de Bernard Madoff quede al descubierto, cosa que seguramente no habría sucedido en ausencia de crisis.

En cualquier caso deberíamos preguntarnos cuántas corporaciones financieras, bancos y fondos del mundo están en condiciones de soportar sin tambalearse la retirada por parte de sus clientes de 7.000 millones de dólares (no digamos los 50.000 que forman el 'agujero' de Madoff) en unas pocas semanas.

Hablaremos del esquema Ponzi a nivel global en la próxima entrega. En la economía virtual no hay nada más virtual que el dinero.

Continuará.

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