24 septiembre, 2006

Eusko Gudariak 2006


“Reafirmamos nuestro compromiso de seguir empuñando las armas firmemente hasta conseguir la independencia y el socialismo de Euskal Herria. ¡Tenemos dispuesta la sangre para darla por ello! ¡Lo conseguiremos!”

Este es el corolario del mensaje lanzado ayer por ETA en la víspera del ‘Gudari Eguna’ (día del soldado).

¿Demagogia? ¿Retórica? ¿Estupidez? ¿Posicionamiento definitivo ante el proceso de paz? Sea lo que sea no se entiende este panegírico de la muerte salvo si ocurren una de estas dos cosas: que ETA está a punto de volver a matar, o que los tres encapuchados que hicieron acto de presencia en la celebración con este discurso pertenecen a una facción disidente de la banda. Ninguna de estas opciones es en absoluto tranquilizadora. Y tampoco parece verosímil.

Ni siquiera el hecho de que el mensaje fuera difundido en el marco emocional de una acto celebrado en Oyarzun en homenaje a los 218 militantes de ETA muertos “en la lucha” puede justificar el tono de un breve discurso que sólo escucharon en directo 1.500 personas. Ciertamente a los familiares de los ‘gudaris’ etarras no se les puede decir tranquilamente que sus hijos o hermanos perdieron miserablemente el tiempo y la vida en la lucha por un sueño imposible. Tampoco se les puede hablar de un horizonte de paz que sólo será posible tras su rendición, pero había otras alternativas más razonables antes que soltar una vez más el viejo discurso patriotero y violento.

Precisamente la madrugada pasada entretuve mi insomnio viendo en ETB un documental, en castellano, sobre los 'gudaris' en la guerra civil. Una parte nada despreciable de su contenido estaba destinado a sostener el heroísmo y el honor de los ‘gudaris’ (término que en este caso hay que entender como soldados de fe y obediencia esclusiva y excluyentemente nacionalista) frente a las acusaciones de cobardía y de traición del resto del bando republicano.

La vergüenza de Santoña, desleída en el documental entre nebulosas explicaciones, surge de nuevo para cuestionar el lamentable papel de los nacionalistas vascos intentado pactar con el Duce, urgiendo la mediación del Vaticano (interceptada por el Gobierno de la república), sugiriendo -a su propia conveniencia- dónde debían atacar primero las tropas fascistas, si en Torrelavega o en Solares (en Cantabria ambas, como Santoña), tratando de que su traidora rendición apareciera como una derrota (significativamente ante los italianos, no ante los españoles).

El propio lehendakari Agirre evita con sus palabras que haya que poner énfasis especial en los detalles de aquella vergüenza:

“Principalmente, los elementos nacionalistas, desde la caída de Bilbao, sufrieron en todo su ser la sensación de que ya para ellos todo estaba perdido. Los demás partidos tenían una continuidad política en los demás territorios. Ellos, no. Se atravesaban las fronteras de nuestro pueblo donde la gente hablaba otro idioma. Trágica realidad que hay que saber vivirla para comprenderla.”

Esa es la cuestión: estaban -teóricamente- con la república, pero no estaban con la España republicana. No estaban con España en absoluto y de hecho tenían más en común (el derechismo y el integrismo católico) con el enemigo que con el “amigo”. Ellos fueron los primeros en perder la guerra, los primeros en rendirse una vez ocupada su ‘patria’. Y su actitud pesó fuertemente en el ánimo de los republicanos.

Tal vez ETA y Batasuna tratan de evitar ahora su particular Santoña: que la admisión de la derrota de la lucha armada como instrumento político aparezca como una rendición vergonzante. Si es así todo indica -a partir del mensaje de ETA en el Gudari Eguna- que están errando el camino. Con baladronadas numantinas no van a ninguna parte.

Leer online: www.tierradenadie.org

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