13 septiembre, 2007

El adiós de Imaz, el triunfo de los fariseos

Deliberadamente ignoré en su momento el desembarco de Ibarretxe en el inicio del nuevo curso político otra vez al grito de ¡los vascos decidimos!. Tras haberme referido en diversas ocasiones precedentes al llamado 'plan Ibarretxe', que el lehendakari defendió incluso en el Congreso (inútilmente, claro), comentar la reproducción del absceso autodeterminista me provocaba una visceral alergia.

Siempre he creído que el famoso 'plan' no era otra cosa que un cebo electoralista, tendido oportunistamente en busca del voto del electorado radical en circunstancias en las que éste no podía (como ahora mismo) votar a los suyos por razones legales. La insistencia no prueba otra cosa que el empecinamiento en el error por parte de Ibarretxe y sus secuaces. Un error que es triple: primero porque no alcanza sus objetivos en las urnas; segundo, porque da aliento a ETA y a quienes la apoyan y tercero porque insistir en el derecho de autodeterminación es dar coces contra el aguijón constitucional y beneficia el discurso de los más intransigentes, de los menos dispuestos al diálogo, es decir, al PP.

El anuncio de despedida que ahora hace el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, evidencia no sólo la derrota del sentido común sino también la de la sinceridad, la de la honradez. Es la demagogia autodeterminista la que se impuso el lunes pasado en la aprobación de la ponencia polìtica del partido, que insiste en el derecho de los vascos a decidir en referéndum sean cuales fueren las circunstancias, contra el criterio del sucesor de Arzalluz.

Tan contundente desautorización no podía ser ignorada por Imaz ni por nadie decente y coherente. De ahí que no sólo haya anunciado que no se presentará a la reelección a la presidencia del PNV, sino también que abandona la política, tras trece años de dedicación, para regresar a su actividad profesional (es doctorado en Ciencias Químicas). Pone así término a cuatro años de acoso por parte del búnker peneuvista, todavía férreamente encarnado en las sombras por Arzalluz y sostenido por su 'hijo' ideológico Egíbar, pero no menos por Ibarretxe, cuya cooptación a la candidatura de lehendakari fue obra personal del ex jesuita.

El abandono de Imaz, presentado por él mismo como necesario para superar la división del partido, supone el éxito de la línea demagógica y bifronte del PNV, especialista en decir una cosa y hacer otra diferente y dispuesto a pactar con el propio diablo para mantener lo que siempre han tenido: el poder. No hay un discurso político sincero, abierto y posibilista en el PNV. Quien podía y quería desarrolarlo ha decidido irse. Los fariseos han vencido.

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1 comentario:

MAX Y LULA dijo...

doctorado en química...¿el político alquimista ha dejado de buscar la piedra filosofal? :-)