Instalados, como estamos en los últimos tiempos, en el delirio y el esperpento, ya casi nada nos sorprende, pero hay que reconocer que la lametada idólatra de Rajoy a Aznar ha hecho subir el termómetro del 'más ridículo todavía'. El malogrado sucesor y esforzado discípulo de 'La Sombra' ha dado el do de pecho en sus ya habituales excesos verbales al afirmar que "viendo lo que está pasando en España", la figura de Aznar "se multiplica por 150 millones, o casi por infinito". Lo que está ocurriendo en España -por si alguien no se ha enterado de la grave emergencia nacional a la que alude- es la admisión a trámite en el Congreso del proyecto de Estatuto catalán, eso que, según 'La Sombra', ha situado a España "al borde del abismo" y resucitado el riesgo de "volver a las andadas".
Los intentos que el Gobierno y el PSOE vienen haciendo para tranquilizar a aquellos a los que el PP pretende quitar el sueño agitando el fantasma de una España rota son neutralizados sistemáticamente por el partido de 'La Sombra', que se halla en campaña permanente para sacar el mayor rédito posible de la inquietud que fomenta con su discurso catastrofista. Saben muy bien los 'populares' que si un nuevo 'Estatut' ha de salir de las Cortes será uno podado y limado de tal modo que quepa en la Constitución. Saben igualmente que las circunstancias demandan de su parte gestos de responsabilidad y coherencia en el debate por venir. La ausencia de tales gestos querría decir que no es su 'querida' España lo que les preocupa sino su 'querido' poder. Que el objetivo es forzar una crisis de Gobierno, o al menos un desgaste considerable, y que no desdeñan ningún recurso para ello, desde la mentira y la intoxicación hasta la irresponsabilidad política.
En este contexto exigir a Zapatero “un gesto de grandeza” para “dar marcha atrás” en su propósito de que sea aprobado un nuevo Estatuto que todos sabemos que no podrá ser el planteado por el Parlamento catalán resulta un exceso notable de cinismo y de cara dura. El término “grandeza” es impropio en boca de quien no ha mostrado ninguna hasta la fecha, aunque -eso sí- hay que admitir que en lo concerniente a dar marcha atrás Rajoy puede dar lecciones a cualquiera que se le ponga por delante. Son ya varias y memorables las ocasiones en que, de un día para otro, se ha comido sus propias propuestas de moderación de la línea y las maneras de su partido. Es un cero a la izquierda, controlado por aquellos que a su vez controla ‘La Sombra’. Pero en su esfuerzo por seguir bajo el foco exhibe una incontinencia verbal lastimosa, a lo que hay que unir una capacidad de reiteración y exageración que ni siquiera es superada por la que tiene para autorrectificarse.
Frente a la inconsistencia, la estupidez y la frivolidad que atribuye a Zapatero, Rajoy, sorprendentemente, no se propone a sí mismo como alternativa. ¡Propone a Aznar! Es paradójico, cierto, pero no sorprendente. Parece lógico que promocione a su amo quien es la voz del que le mueve a él, patético Polichinela, desde las sombras. Rajoy no tiene nada que matizar y mucho menos que oponer al discurso más reciente de su jefe (ver La Espiral, 8 de Octubre). Por el contrario, lo considera “muy razonable”. Para el jefe de la oposición, ‘La Sombra’ “tenía una idea de España, sabía cuáles eran los objetivos de España, tenía una política económica, una idea de España definida y una política exterior que situó a España en un lugar muy distinto del que estuvo en la historia reciente".
Esta frase (literal) no tiene desperdicio como muestra de la hiperglosia reiterativa y vacua del actual líder del PP. Un análisis deconstructivo revela, en lo cuantitativo, que en 41 palabras introduce cuatro veces la misma: “España” y dos veces idéntica expresión: “una idea de España”. Puede que sea un récord.
En lo cualitativo, la cosa es aún peor: Veamos:
- “Tenía una idea (definida) de España”. Gratuito: todos tenemos una idea de España y el hecho de que no sea la misma que la de Aznar, cuya definición no nos consta, no le resta valor ni vigencia. Tal vez al contrario.
- “Sabía cuáles eran los objetivos de España”. Misterioso e inquietante. ¿Los sabía o definía de su mano mayor los objetivos de España (que somos todos)? Dado que nunca se ha realizado una consulta pública para definir tales objetivos, ¿tenía Aznar poderes psíquicos para leer en las conciencias de sus compatriotas? ¿O acaso tenía línea directa con quienes definen los objetivos de España? ¿Son españoles esos definidores?
- “Tenía una política económica”. Nueva gratuidad. ¿Era buena o mala? ¿Adecuada o no? No hay gobierno que no tenga una política económica. Tenerla no constituye un mérito especial.
- “Una política exterior que situó a España en un lugar muy distinto del que estuvo en la historia reciente”. Más de lo mismo. Distinto no significa necesariamente mejor. ¿Era ese ‘lugar’ el más adecuado y conveniente? ¿Respondía a los intereses y las convicciones de los españoles? ¿Reportó algún beneficio significativo?
Como se puede ver, el concepto de discurso vacío cobra nueva dimensión cuando Rajoy abre la boca.
Pero el jefe de la oposición, pese al cuadro trágico que se empeña en describir, también intenta ser ‘graciosillo’ (*) ocasionalmente, como cuando sugiere que el viejo y reiterativo “váyase usted, señor González”, marca de fábrica de su nunca bien ponderado jefe, está siendo sustituido por el “vuelva usted, señor González”. ¿No es más cierto que en el seno del PP y entre sus votantes más coriáceos existe un implícito y aún silencioso clamor que dice “vuelva usted, señor Aznar”?
Me temo que así es. Y eso (la vuelta de Aznar) sería lo justo: que quien diseña la estrategia la protagonice con todas sus consecuencias. Una cosa es recitar la lección aprendida de carrerilla y con vehemente sobreactuación, como hace Rajoy, y otra muy diferente es creérsela. El candidato más adecuado para el PP es el que cree lo que dice, o cuando menos cree que lo que dice es lo más conveniente para que el partido recupere el poder perdido por su mala cabeza. Ese hombre no puede ser otro que ‘La Sombra’.
Así pues, vuelva usted, señor Aznar. Regrese usted, que multiplica por infinito su propia personalidad y transcendencia histórica frente al alfeñique político que actualmente gobierna esta España de sus amores, situada “al borde del abismo”. Vuelva y plebiscítese. Recoja los frutos de su idea de España, de su política exterior ‘distinta’. Proponga usted “los objetivos de España”, que tan bien conoce. Constate en cifras las consecuencias de su estrategia catastrofista, de su oposición desleal y destructiva. ‘Su’ España le necesita a usted y rechaza las imitaciones.
Por cierto, tengo una duda matemática. Y es que soy de letras, para lo cual no hay cura, aunque en este caso tengo una vaga intuición: ¿Cero por infinito es igual a...?
Leer online: www.tierradenadie.cc
(*) Escuchen la 'gracia'
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