De nuevo nos llegan noticias de las actividades exteriores del ex presidente Aznar (alias ‘La Sombra’, para ‘La Espiral’) y de ellas sólo cabe concluir que lo que ha podido ser considerado hasta ahora como una crítica tan simplista e insidiosa como demoledora al Gobierno español, nacida de un rencor incontinente, empieza a tener visos de un rampante antiespañolismo ‘de facto’.
¿Paradoja? Así podría pensarse si tenemos en cuenta la autodefinición de ‘La Sombra’ y de su partido como guardianes de la patria, pero no lo es tanto si se considera que la derecha española ha sucumbido siempre a la inaceptable tentación de confundir sus propias convicciones e intereses con los de la nación. Desde esa ‘filosofía’ política se puede perder no sólo el sentido de la medida -cosa habitual en los últimos tiempos- sino también el norte.
Para juzgar este extremo basta considerar el esperpéntico retrato al minuto de España que ‘La Sombra’ ha puesto ante los ojos, probablemente desorbitados, de varios cientos de empresarios reunidos en México en el Foro Mundial de la Negociación, candidatos potenciales a invertir en nuestro país o a formar alianzas con empresas españolas beneficiosas para nuestra economía.
Según el ex presidente, “España corre riesgos serios de desintegración y de balcanización”, se encuentra en la perspectiva de “una grave crisis nacional”, situada “al borde del abismo”, y podría “volver históricamente a las andadas”. En resumen, el cuadro que nuestro patriótico ex presidente ha pintado ante personas susceptibles de tomar posiciones positivas o negativas para los intereses nacionales, y por ende para la sociedad española, llega a insinuar la posibilidad de una guerra civil. ¿De qué otro modo cabe interpretar las expresiones “balcanización” o “volver a las andadas”?
El pasado mes de febrero el PP llegó a pedir el cese inmediato del embajador en Londres, Carlos Miranda, y la comparecencia parlamentaria del ministro de Asuntos Exteriores por el supuesto ‘espionaje’ a Aznar durante una viaje de éste a la capital británica. La demanda tenía su origen en una información difundida por el diario “La Razón”, según la cual el jefe de la legación habría enviado al titular de la cartera una nota “secreta” detallando las actividades de ‘La Sombra’ en Londres.
Naturalmente, el ministro Moratinos desmintió que existiera dicho ‘espionaje’ y encuadró dentro de la normal actividad de una legación diplomática que informe del paso o la estancia de un ex presidente por un país determinado. E incluso que actúe para facilitarle cualquier gestión o solventarle cualquier problema si fuera preciso. A mi, a la vista de los acontecimientos, empieza a no parecerme tan descartable ni tan improcedente ‘controlar’ las actividades exteriores de este ex presidente en particular.
Se me objetará que ‘La Sombra’ no dice en el exterior nada que no diga en territorio español. Tal vez sea así, pero en política es el contexto en que se hacen y dicen ciertas cosas lo que marca la diferencia que media entre un exagerado catastrofismo o una estrategia destructiva y la deslealtad e incluso la traición.
Lo que se dice dentro de los límites nacionales tiene, en principio, un objetivo y una transcendencia exclusivamente nacional y los ciudadanos lo percibimos como parte del juego político, compartamos o no la visión que se nos transmite. Ciertamente, los corresponsales de medios extranjeros pueden recogerlo con todo detalle y sus directores destacarlo como les parezca conveniente. Eso forma parte de una lógica que nadie objeta por muy irreal o destructivo que sea el discurso que se difunde.
Sin embargo, cuando se viaja al extranjero para dirigirse a una asamblea cualificada o para entrevistarse con personas de alto nivel, con capacidad para adoptar decisiones importantes en relación con los intereses de España, y se les transmite sin matices ese mismo panorama en negro, que describe falsariamente una situación de pre-guerra civil, se puede llegar a incurrir en algo muy diferente de la mera oposición desleal al Gobierno. Algo que puede ser evaluado como muy grave y ante lo cual el Estado -que somos todos- no puede ni debe permanecer indiferente.
Para oir las palabras de Aznar.
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