18 junio, 2007

La amarga victoria de Sarkozy

Los politólogos y analistas acostumbran a tentarse prudentemente la ropa cuando se trata de abordar las perspectivas políticas francesas. Una larga tradición de sorpresas avala el acierto de tal actitud. El electorado francés parece gozar de ciertas dosis de sabiduría que le llevan a establecer contrapesos y generar reequilibrios en los momentos más inesperados. Y ahora estamos ante una de esas sorpresas, con la diferencia de que la mayor parte de los analistas -en Francia y fuera de ella- habían abandonado en esta ocasión toda prudencia para avanzar una victoria arrolladora de la UMP de Sarkozy.

Ciertamente, la UMP ha logrado la mayoría absoluta, pero ha obtenido menos diputados que en 2002, mientras el PSF, cuya debacle todos anticipaban, amplía su presencia en la Cámara. Sarkozy ha triunfado, pero es el suyo un éxito con sabor amargo. Su ‘ola azul’, que tantos pintaban como un maremoto, ha sido neutralizada por el rompeolas de la izquierda, inesperadamente fortalecido.

Estamos, pues, como al principio, como antes de la elección clamorosa de Sarkozy para la presidencia, con la diferencia de que la izquierda ha ganado posiciones y la UMP ha de afrontar, además, el trauma suplementario que supone la derrota de uno de sus hombres clave, Alain Juppé, en su feudo de Gironde y su ineludible renuncia a formar parte del Gobierno. La victoria es, en cierto modo, una derrota relativa que ha de forzar a Sarkozy a replantearse la verosimilitud del consenso que, teóricamente, había generado en torno a su persona y su vago y ambiguo programa.

Los anuncios de que se aumentará el IVA y de que no se revisará el salario mínimo son noticias que los franceses no han recibido precisamente con entusiasmo. Hollande, secretario general del PSF, ha parafraseado el eslogan de Sarkozy, ‘trabajar más para vivir mejor’ con un demoledor ‘trabajar más para pagar más’ que en gran medida expresa la opinión de millones de franceses.

Si tales anuncios eran un globo sonda exploratorio por parte de Sarkozy para evaluar la acogida que pueden tener otras medidas que forman parte de su ‘revolución conservadora’ ya tiene elementos de juicio indicativos de que su ‘cambio tranquilo’ puede no serlo en absoluto. Los ciudadanos galos han demostrado en el pasado que no están dispuestos a renunciar a ninguno de los avances socioeconómicos alcanzados a lo largo del tiempo.

Para ello ni siquiera han precisado del apoyo de la izquierda o los sindicatos. En Francia, a diferencia de otras democracias, existe una sociedad civil madura y luchadora que, llegado el momento, sale a las calles a protestar por encima y más allá de planteamientos ideológicos o fidelidades partidistas, con o sin apoyo sindical o mediático'. Sarkozy tiene crédito, como se vio en las lecciones presidenciales, pero éste es limitado. Las urnas no engañan.

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