12 junio, 2007

¿Amnistía de reproches?

"No es momento de reproches", dijo ayer Rajoy tras su encuentro con Zapatero. Se refería, sin duda, a las críticas retrospectivas que todavía podría hacer al Gobierno por su diálogo con ETA, pero también puede entenderse como una forma de reclamar que no se le reproche ni a él ni a su partido la estrategia indecente, falsaria y alarmista tejida en torno a ese diálogo que nunca llegó a ser negociación.

Hoy Rajoy dice haber hecho ayer “un esfuerzo”. El de no reprochar, se supone. “Yo le apoyé -dice- si va a derrotar a ETA. Vamos a ver qué esfuerzos hace él en el futuro para que haya un consenso y aspiremos a la derrota de ETA”.

El papel de perdonavidas se le da muy bien al jefe de la oposición. Pretende hacer aparecer al presidente del Gobierno como el ‘bobo solemne’ , el ingenuo que se equivocó y necesita la ayuda paternal del PP, que se la prestará sólo si hace lo que ‘papá’ le diga.

De entrada, insistir en la ilegalización de las listas de ANV legitimadas por el Tribunal Supremo, que anuló la mitad de ellas, no es precisamente juego limpio. No sólo el Gobierno no está en condiciones de decretar esa ilegalización -al menos mientras no haya pruebas que presentar ante la Justicia, que es quien debe decidir- sino que insistir irrazonablemente en esa demanda constituye un deliberado reproche implícito.

Pocas horas después del encuentro entre Rajoy y Zapatero el PSN anunció su renuncia a pactar con Nafarroa Bai en el Ayuntamiento de Pamplona. Fue, sin duda, un gesto de buena voluntad, pero lo cierto es que no se esperaba otra cosa. NaBai contaba también con el apoyo de ANV para gobernar el municipio y ese tripartito no hubiera sido bien visto.

El asunto no está tan claro en el parlamento foral, donde no hay presencia de ANV. El PSN aspira a gobernar la comunidad junto al partido de Barkos y Zabaleta y por más que el PP insista en el planteamiento de que gobierne la lista más votada (en este caso UPN, alias regional de los ‘populares’) seguramente no será así.

Si dos o más partidos suman más electos que la lista más votada es perfectamente legítimo y democrático que se unan para gobernar, puesto que forman la mayoría más representativa. Por otra parte, para el PSN es muy difícil hacer de tripas corazón para apoyar, aunque sea pasivamente, con un partido que ha practicado una demagogia electoralista impresentable a costa del supuesto propósito del Gobierno central de anexionar Navarra al País Vasco como concesión a ETA.

No es precisamente la buena voluntad ni el espíritu constructivo lo que ha caracterizado la oposición del PP a lo largo de toda esta legislatura. Rota la tregua de ETA y en fase de conclusión el juicio del 11-M con aporte de evidencias más que sobrado sobre las mentiras e insidias del PP, Rajoy pretende moderar y ‘centrar’ el discurso de cara a las elecciones generales, pero, ¿no es demasiado tarde? Lo es, en efecto. El mal está hecho y no es fácil que los ciudadanos y los partidos olviden la trayectoria de oposición precedente.

Contra lo que pretende Rajoy sí es momento de reproches, precisamente porque es momento de conclusiones. Conclusiones acerca del frustrado inicio del proceso de paz y del papel jugado por la oposición, basado en infundios; conclusiones sobre el 11-M y su autoría, cuyo normal desarrollo legal ha sido interferido y desautorizado por el PP y su entorno mediático, y conclusiones incluso sobre el Estatuto Catalán, cuya constitucionalidad está ‘sub iudice’ gracias al PP, que fingió pretender un referéndum a sabiendas de que no era legalmente viable y recusó con éxito a un magistrado del TC.

Se puede y se debe reconstruir el pacto antiterrorista con el PP (y mejor aún, con el resto de los partidos), pero no se puede ni se debe confiar en quienes, en su papel de ‘leal’ oposición, han demostrado una falta de escrúpulos inédita en la historia de la democracia española.

El Partido Popular no está legitimado para dictar una ‘amnistía’ de reproches en su propio beneficio. Por el contrario, debe recoger lo que sembró.

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