10 febrero, 2010

De la 'ruina' española y sus causantes (III)

Hoy, tras la insólita visita de la vicepresidenta Salgado a las instalaciones del  'Financial Times' y su entrevista con sus responsables, el implacable diario recoge velas en un editorial. Acepta que la situación de Grecia y la de España no tienen nada que ver; que España tiene "un plan serio" para mejorar su posición, la cual llega FT a comparar con la de Reino Unido, con ventaja para España. Eso no le impide dudar de la determinación real del Gobierno para llevar a término las medidas necesarias, que, en su opinión, no deben tener tanto en cuenta el déficit -que juzgan aceptable, dadas las circunstancias- como "el desempleo crónico y la rigidez del mercado laboral".

Algo era ello: la famosa "rigidez" que impide que los empresarios puedan reducir los costes laborales e invertir (supuestamente) más. He ahí la piedra en el zapato zapatero. No hay que preguntarse cuál es la filosofía económica de FT ni a qué intereses responde su línea editorial. Lo que no le gusta a este diario ultraliberal (ni al Wall Street Journal, dicho sea de paso) ni a los 'hedge funds' que han protagonizado el ataque al euro es la permanencia de signos del estado de bienestar. Quieren que todo el monte sea orégano, pero ese parece ser sólo uno de sus propósitos.

Quienes han atacado al euro parecen pretender también, mediante ese hostigamiento, amedrentar a los países que pretenden introducir controles y limitaciones -nacionales e internacionales- a su actividad para evitar que suceda otra catástrofe económica como la que está teniendo todavía hoy (¿y hasta cuando?) gravísimas consecuencias en la mayor parte de los países del mundo.

'Le Monde', diario francés ajeno a las manipulaciones del capitalismo indecente e impune,  glosa hoy la crisis griega en un editorial bajo el título "Especulacion", en unos términos desgraciadamente infrecuentes en la 'mainstream' mediática mundial. Señala en primer lugar la amarga paradoja que supone que, un año después de que los estados de ambas orillas del Atántico salvasen a la banca mediante inyecciones de dinero estimadas en el 25 por 100 del PIB, los mismo bancos beneficiarios ataquen a los países endeudados por su causa.

El ataque es considerado, en primera instancia, como una acción meramente especulativa, pero ¿cabe descartar segundas intenciones? Centrémonos por ahora únicamente en el aspecto especulativo. Sólo con eso ya hay materia suficiente para el escándalo y la inquietud. Una parte importante de la deuda europea (y por ende de la griega) está en manos de los tres grandes bancos que a su vez prestan dinero a los 'hedge funds' que han atacado al euro: JP Morgan, Goldman Sachs y Deutsche Bank.

La especulación se ejerce fundamentalmente sobre los CDS (credit default swaps), que actúan como seguro ante la posibilidad de impago de la deuda. La especulación sobre esos peculiares y delicados instrumentos financieros, el 75 por 100 de los cuales están en manos de los bancos referidos, puede, llegado el caso, hundir a un país. Los rumores infundados sobre la dudosa fiabilidad de la deuda de España son los que han generado una gran inquietud en los mercados y consecuentemente en el Gobierno, que parece haber actuado eficazmente para atajar sus efectos devastadores.

El problema con los 'hedge funds' es que -al igual que el resto del mercado financiero, pero en mayor grado y con mayor virulencia- "pueden actuar de manera concentrada y con un máximo de publicidad para arrastrar al mercado en el sentido que les convenga". Son poderes fácticos guiados en principio por la codicia y que pueden conducir a crisis gravísimas si generan un efecto dominó alarmista o, como en el origen de la crisis sistémica, si promocionan productos virulentamente tóxicos como una oportunidad interesante de inversión.

Volvamos al principio de esta serie de artículos para subrayar la urgencia imperiosa de que los estados, de común acuerdo, procedan a implantar medidas de control de los mercados financieros que eviten no sólo la reproducción de una crisis general como la que sufrimos ahora sino también maniobras indecentes como la que ha tenido como destinatario el euro. Esas medidas deben ser globales e inflexibles. Sin ellas estamos a merced de un contrapoder financiero que aparece cada vez más con tintes de cospirador contra los poderes políticos.

(Continuará)

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