Cuando Almunia equiparó las economías de España, Portugal y Grecia cometió una torpeza, pero no dijo nada que no fuera cierto. Los tres países comparten problemas, en efecto, pero el nivel de gravedad de éstos no es equiparable. Afirmar que la competitividad de los tres se ha reducido desde su entrada en la zona euro es registrar un hecho objetivo, aunque el mismo síndrome afecta a Italia, que ha llegado a acariciar la idea de abandonar el euro, y en menor grado a todos los países de la UE. Alemania parece el único miembro beneficiado por la escalada emprendida por la divisa comunitaria. El problema con la declaración de Almunia surge especialmente cuando, sin ninguna matización complementaria, aludió indiscriminadamente a los "déficits públicos elevados", pues en el caso de España era preciso señalar que la deuda pública -objeto de sospecha por su causa- goza de una salud relativamente envidiable dentro de la UE. No matizar este hecho en vísperas del lanzamiento de una nueva emisión de deuda pública es imperdonable.
No tiene sentido equiparar la situación de Grecia, cuya deuda pública está ya en el 100 por 100 del PIB, con la de España, donde, pese a haber aumentado notablemente en un año, se situará en 2010 en un moderado 55 por 100 (Francia, por ejemplo, está en el 83,2 y prepara el lanzamiento de una gran operación de empréstito). Tampoco se puede comparar el tamaño ni la fortaleza de la economía española con el de los otros dos países cuestionados. Sin embargo el ataque de los mercados se ha dirigido contra la fiabilidad de España, supuestamente por las dudas sobre su capacidad para hacer frente a esa deuda a medio y largo plazo.
Para entender mejor lo que está pasando basta visitar hoy la web del ‘Financial Times’, que se abre, con caracteres muy destacados, con el título “Los especuladores apuestan 8.000 millones contra el euro”. La operación, que FT atribuye sin mayores precisiones a inversores y a los nunca bien ponderados 'hedge funds', respondería a una supuesta preocupación de esos especuladores ante el posible contagio de la crisis de deuda griega a España, a la que el estúpido y ofensivo humor británico incluye entre los ‘cerdos’ (PIGS, por las iniciales de Portugal, Italy -e Ireland-, Greece y Spain) de la UE.
El Gobierno español se ha puesto nervioso, tal vez demasiado nervioso, pese a la calma que aparenta Zapatero. Las declaraciones del ministro José Blanco a la SER, en las que afirmaba que "nada de lo que está ocurriendo en el mundo, incluidos los editoriales de periódicos, es casual o inocente", suenan a paranoia, aunque las circunstancias se prestan a ese tipo de interpretacione. Por otra parte, el viaje de la vicepresidenta Salgado a Londres, con visita incluida al Financial Times, es un hecho insólito y probablemente inapropiado. Un remitido de pago a toda página seguramente habría sido más útil que someterse a los chistecitos cagados de los 'brits' por entrar por la puerta de atrás y eludir a la televisión.
Lo cierto es que no hay razón ninguna para pensar que España no podrá hacer frente a la razonable deuda que tiene ni para creer que no podrá superar la recesión en un plazo próximo. Todo ello, por supuesto, si los mercados no se empeñan en lo contrario. No hay nada que haga más daño en el terreno de la economía que las maniobras alarmistas de los especuladores.
O sí lo hay: por ejemplo, las torpes declaraciones de Almunia o la difusión de previsiones apocalípticas por parte de fuentes comunitarias, que han llegado a afirmar que, si no se aplican medidas adecuadas, la deuda pública de España será del 115 por 100 en 2020, en todo caso inferior a la media comunitaria, que, con idéntica gratuidad, se situaría en torno al 120 por 100. Para Irlanda, con un 200 por 100, y Gran Bretaña, con un 180 por 100, sería aún peor. ¿A qué juegan los ‘cerebros’ de Bruselas? ¿A cargarse la UE? ¿No es contradictorio combinar tales afirmaciones caóticas con la recomendación de que se mantengan los estímulos económicos, basados en el gasto público? Va ser cierto que cada país manda a la UE a los más inútiles.
De cualquier modo, si algo está poniendo de manifiesto esta crisis es que nadie -ni los más prestigiosos economistas- tiene una idea exacta no ya de cómo actuar sino de qué es lo próximo que va a pasar. Algunos han hablado, incluso, de la posibilidad de una segunda recesión. Los parámetros en juego forman una madeja muy complicada, en la que no sólo unos parámetros condicionan a otros de un modo imprevisto, sino también -dada la interrelación económica que genera la globalización- la política económica de un país condiciona, positiva o negativamente la de otros.
Aquí no hay gurú que valga. Estamos ante una situación totalmente nueva y los economistas improvisan, vacilan y rectifican tanto o más que Zapatero. Recientemente el primer ministro portugués, José Sócrates, recordaba al Nobel de Economía Paul Krugman, muy crítico con España en particular y con los PIGS en general, que él era el autor de la lapidaria frase “los déficits salvaron al mundo”.
(Continuará)
Foto: Paul Krugman.
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