13 septiembre, 2005

No sólo hiede en Nueva Orleans

Jamás podrían adivinar cuál fue una de las primeras medidas de emergencia adoptadas por George W. Bush tras el desastre del ‘Katrina’. ¿Por qué? Porque es inimaginable. El nada diligente (para cosas más importantes, como se ha visto) jefe del Estado ordenó suspender la vigencia del Acta Davis-Bacon en los estados afectados por el huracán. Dicho acta garantiza a los trabajadores en diverso tipo de obras o iniciativas financiadas por el Estado unos salarios nunca inferiores a los vigentes en el área geográfica en la que se desarrolla la tarea. La suspensión de la Davis-Bacon significa, en definitiva, que quienes trabajen en las labores de reconstrucción de las zonas devastadas van a cobrar lo que decida el contratista de turno, siempre -seguro- bajo el mínimo vigente en cada estado o ciudad.

Obviamente, la mano de obra estará integrada en la mayor parte de los casos por las propias víctimas del desastre. Es decir, que si esa legión de negros desheredados tiene la fortuna de conseguir un trabajo éste estará infrapagado por decisión del Gobierno estadounidense, el mismo que les ha abandonado a su suerte antes y durante la emergencia creada por el ‘Katrina’. Difícilmente puede concebirse un sarcasmo más cruel ni elocuente acerca de la naturaleza real del poder actualmente asentado en la Casa Blanca.

En teoría esa suspensión de derechos laborales (regulados desde 1931) estaría justificada como una generosa cesión al Estado por parte de personas supuestamente movilizadas por la solidaridad ante una grave situación. Su sacrificio beneficiaría a todos en la medida en que ahorraría dinero al erario público. En la práctica los motivos no son en absoluto solidarios y mucho menos filantrópicos. Y, por supuesto, a nadie se le va a preguntar si cede voluntariamente una parte de su sueldo. A quienes realmente va a beneficiar la suspensión del Acta Davis-Bacon es a las empresas contratistas. De eso es de lo que se trata.

Entre las primeras empresas adjudicatarias de contratos relacionados con la corrección de los daños causados por el ‘Katrina’ están algunas cuya vinculación con la Casa Blanca es conocida e incluso muy polémica, como Halliburton, de la que fue presidente Dick Cheney hasta que ocupó un cargo mucho más importante y sin duda más rentable: la vicepresidencia de una gigantesca corporación conocida por las siglas USA. Por supuesto, en este caso, como en el de Irak, el contrato ha sido adjudicado sin licitación alguna, lo cual se justifica ahora por la urgencia, lo que no pudo aducirse en el precendente iraquí.

Desde el pasado febrero, Halliburton tiene en nómina como ´lobbista’ (conseguidor, por decirlo finamente) de su filial Kellogg Brown and Root (KBR), que es la beneficiaria nominal de la contrata, a Joe Allbaugh (a los lectores de la anterior “Espiral” seguro que les suena familiar), director de campaña de Bush en 2.000 y ex presidente de la FEMA (digamos que protección civil), hasta que cedió la plaza a su amigo Michael Brown, que primero fue retirado de las responsabilidades relacionadas con la gestión de la crisis causada por el huracán y finalmente ha dimitido. Favor que se ha hecho a si mismo y a la nación.

Pero antes de irse, Brown ha favorecido cuanto ha podido a los amigos. Shaw Group, que también contrató a Allbaugh como lobbista (casualidades de la vida que todo estado democrático debería investigar), ya ha recibido un contrato de 100 millones de dólares por parte de la FEMA y otro más por la misma cantidad del cuerpo de ingenieros del ejército.

Bechtel, que también consiguió contratos sin concurso previo para la ‘reconstrucción’ de Irak, ha sido seleccionada por la FEMA para dar acogida temporal a los refugiados de las zonas afectadas. Su consejero delegado, Riley Bechtel, fue elegido por Bush en su día para formar parte de un consejo consultor en materias de exportación. Un amiguete, vamos.

Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara de Representantes, pidió el pasado domingo la creación de una comisión antifraude que supervise los contratos y garantice que el dinero de los contribuyentes “se gasta de forma efectiva”. Dadas las circunstancias es lo menos que se puede pedir, pero no parece que el Partido Demócrata quiera ir muy lejos en sus ataques a Bush. Hasta qué punto la moderación demócrata puede deberse a cierto grado de complicidad o al deseo de actuar de modo constructivo ante la grave crisis que se ha creado es difícil de determinar.

Lo cierto es que Estados Unidos parece ahora mismo a punto de sumergirse en una de las mayores debacles de su historia. A la radical división creada por la guerra de Irak, que se manifestó en las últimas elecciones, en las que significativamente participó un número inédito de electores, se une ahora la indignación racial. A la mayor parte de los afroamericanos nadie puede convencerles ya de que fue la casualidad lo que hizo que los suyos hayan sido las principales víctimas del ‘Katrina’ y que se tardase tanto en reaccionar frente el desastre.

Probablemente en un intento de silenciar las críticas, Bush ha admitido hoy, por primera vez, alguna culpa en la deplorable gestión de la crisis del ‘Katrina’. Ha reconocido que no cumplió ‘plenamente’ con su trabajo. Es mucho más de lo que se pudo obtener de él tras la confirmación oficial de que Irak no tenía armas de destrucción masiva, pero no es gran cosa si se tiene en cuenta la dimensión del fracaso estrictamente personal cuya imagen han ofrecido dentro y fuera de Estados Unidos el huracán y sus secuelas.

Al paso que van las cosas, con la nación crecientemente dividida, Irak convertido en un callejón sin salida y con una democracia inviable, las crecientes evidencias de que la corrupción forma parte inalienable del bushismo y el debilitamiento económico en perspectiva, yo no daría un duro por que Bush llegue a terminar su mandato. Quien no se ha cansado de pedir una “América fuerte” está poniendo de manifiesto hasta lo inefable un nivel de incompetencia, debilidad y fragilidad que le hacen candidato a ser derribado por un pequeño soplo de verdad.

¿Pero quién, entre tanta mentira, manipulación, prejuicio, ignorancia y miedo, se atreverá a decir que el rey está desnudo?
Lectura online: www.tierradenadie.cc

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