28 julio, 2003

La Pérfida Albión nos ningunea

Para muestra, un botón. Si precisábamos algún indicio fehaciente acerca de los réditos reales de la redefinición de la política exterior española que, de la sabia mano de Aznar, nos ha convertido, entre otras cosas, en valedores de una guerra injustificable e indecente, nada mejor que considerar cómo nos premian nuestros "compañeros" de viaje.

Cabía esperar -o eso creía el "redefinidor"- que tanta palmadita y tanta sonrisita cómplice entre el inefable Tony Blair y nuestro "carismático líder" condujera finalmente (con el padrinazgo de Bush o sin él) a una aproximación de posturas que pusiera fin al eterno contencioso hispano-británico. Craso error.

En política, como en la vida misma (o más), tal pareces tal te tratan. Y si pareces un chisgarabís... En fin, yendo al grano: Tras muchas idas y venidas, dimes y diretes, cabildeos y malentendidos, Gran Bretaña se ha dejado caer con una propuesta sobre el futuro de Gibraltar que es, de hecho, un insulto.

Pretende la Pérfida Albión integrar al Peñón en la UE a todos los efectos -algunos, los menos de ellos, positivos para España- pero esa especie de barco pirata empotrado en la costa gaditana seguiría disfrutando de su peculiar régimen fiscal, el Gobierno español tendría que reconocer al gibraltareño y la famosa verja, que tanto incordia a los "llanitos", tendría que caer.

¿Y lo de la cosoberanía que habíamos hablado? Más tarde. Primero ésto. Por supuesto, el capitán del bajel pirata, Peter Caruana, no ha tenido ninguna objeción que hacer. Está feliz ante la perspectiva de que España se trague este marrón.

Lo dicho. Nos toman por idiotas (no a nosotros, usted me entiende) y nos tratan como a tales. Claro que si tenemos en cuenta que nuestro primer ministro se pasea por el mundo dándose aires excesivos, como cualquier nuevo rico arribista, y riendo demasiado y a destiempo, que es un signo mortal de necesidad, ¿qué nos puede sorprender?

Añádase al cuadro una ministra de Asuntos Exteriores que parece elegida por nuestro peor enemigo, con ese aspecto desamparado de pulpo en un garaje, con esa especie de afasia que le sobreviene cuando tiene que explicar "su" política, y sabremos por qué nuestro eterno enemigo y ahora falso amigo nos ningunea hasta lo insultante. Se lo hemos puesto "a huevo".

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