Durante unos minutos (mi estómago es cada vez más delicado) he contemplado a través de Telemadrid, sumido en la perplejidad, el desarrollo de la primera sesión de la comisión de investigación creada en la Asamblea de la Comunidad madrileña para tratar de dilucidar qué hay detrás de la defección de Tamayo y Sáez, elementos que, so pretexto de divergencias partidistas centradas en el "trato de injustificable privilegio" que su partido iba a dar a IU en el reparto de las consejerías del Gobierno regional, dejaron al PSOE con el culo al aire durante la sesión constitutiva de la Cámara, propiciando la elección de la candidata del PP como presidenta de la misma y frustrando, en última instancia, el previsto gobierno de izquierdas.
Mi perplejidad iba en aumento a medida que consideraba la singular situación. Tamayo, el acusado, se erigía en acusador; se indignaba ante la más mínima alusión a su cuestionada honorabilidad; ignoraba las preguntas concretas para lanzar su "soflama" contra Simancas y contra IU y mostraba más arrogancia que la que cuentan que exhibía el inquisidor Torquemada ante la hoguera criminal de los autos de fe. Infumable.
Frente a él, el portavoz de IU parecía desconcertado, desbordado e impotente ("mire usted, señor Reneses...", era el invariable latiguillo de Tamayo). Obviamente, el referido Reneses no estaba a la altura del cuajo de su oponente y probablemente carece de "talla política" suficiente para lidiar con el resabiado morlaco que le había tocado en suerte.
Junto a él (junto a Tamayo), al menos desde el punto de vista de la ubicación (curiosa distribución la de la comisión), el presidente de la sesión adoptaba la ausente actitud propia de un zombi y, lejos de llamar al orden al investigado, pidió al sufrido Reneses que le facilitase su labor.
Hasta ahí llegó mi paciente curiosidad.
Mañana más. Como conclusión provisional del vergonzante fragmento de sesión que he contemplado sólo una: el "señor" Tamayo tiene el rostro de hormigón armado, un sólido material de construcción, duro y resistente. ¿Será que todo se pega?
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