El primer ministro israelí, Ariel Sharon, considerado universalmente como un impune criminal de guerra y al que se responsabiliza, entre otras, de la matanza indiscriminada en los campamentos de palestinos de Sabra y Chatila en el sur de Líbano, le ha dicho a George W. Bush -y éste lo ha acogido con impertérrita sonrisa- que no tiene el más mínimo propósito de detener la construcción del muro que, por supuestas razones de seguridad, encerrará a la nación palestina en gigantescos campos de concentración.
La declaración de Sharon se produce en el contexto de un supuesto proceso de paz que tendría por objeto conceder a la nación palestina los derechos que le reconocen innumerables resoluciones de la ONU, que Israel ha ignorado sistemáticamente, y terminar con los ataques demoledores del terrorismo que practican las facciones palestinas más radicales. Se trata del enésimo proceso de paz. Todos los precedentes fueron dinamitados sin tardar mucho por las fuerzas israelíes más intransigentes, actualmente mayoritarias. Tan mayoritarias que son las que hoy gobiernan y han encontrado en el general Sharon al héroe incontestable, al indiscutible campeón de su causa.
No quiero reiterar argumentos (ver en Archivos de Junio los artículos correspondientes a los días 26 y 30). Hoy quisiera, simplemente, reproducir un mapa en el que se reflejan las actuales y futuras dimensiones del Muro de la Vergüenza. Especialmente en este caso una imagen ahorra miles de palabras.
A la vista de ese mapa respóndase cada cual, tan honestamente como pueda, a las siguientes preguntas:
- ¿Puede desarrollarse un proceso de paz creible sobre la base de este plan?
- ¿Tiene viabilidad un estado palestino dividido en ghettos amurallados?
- ¿Pueden los palestinos y la opinión pública internacional (la poca que quede independiente y honesta) asumir el expolio de tierras palestinas implícito en la construcción del muro?
Más información sobre el Muro de la Vergüenza.
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