"Los pobres de América Latina no necesitan ideologías, sino acceso a la propiedad privada, oportunidades y posibilidades de prosperidad". Esta joya de la lógica cartesiana es obra del sutil orfebre de la teoría política llamado José María Aznar, que anda de nuevo por las Américas predicando las excelencias de la globalización y recitando el catecismo desideologizador de la rancia doctrina que se ha dado en llamar "neoconservadurismo".
La mostrenca frasecita la soltó ayer el presidente (del Gobierno español) en las barbas trémulas del presidente (de la república) de Brasil, "Lula" da Silva. Imagino que fue en algún momento en que, llevado por el entusiasmo "neocons" (tradúzcase la abreviatura al francés para que adquiera todo su sentido) se salió del discurso para perder proféticamente la mirada en el infinito.
En cualquier caso, pese al trance, resulta imperdonable la emisión de tal sofisma por parte del presidente de un "think tank" (depósito de pensamiento) tan prometedor como la FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), a la que Aznar piensa dedicarse en cuerpo y alma cuando salga de La Moncloa, en un esfuerzo por pasar a la historia como el hombre que demostró que no hay vida más allá de la derecha (alias "centro político").
Lo cierto es que no habría ideologías si no hubiera intolerables e inhumanas carencias e imperfecciones sociales. Nadie habría dicho "la propiedad privada es un robo" o "la tierra para quien la trabaja" si el acceso a la propiedad y sus consecuencias vitales (la alimentación, por ejemplo) estuviesen garantizadas.
Los pobres de América Latina -y los que no lo son- se habrán quedado boquiabiertos ante la gratuidad de la afirmación aznariana, pero a los más despiertos les habrá quedado claro desde qué ideología se predica contra las ideologías y se largan falacias demagógicas como la que glosamos.
Y es que la cabra siempre tira al monte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario