04 noviembre, 2003

Papanatismo

Ni por un momento me voy a parar a hacer consideraciones mínimamente serias sobre la presunta transcendencia del anuncio del noviazgo de Felipe de Borbón con una periodista asturiana llamada Letizia (con zeta, como si fuese italiana, que se puso ella misma). Lo que más me ha llamado la atención -y no para bien- de este asunto, situado a caballo entre el llamado "periodismo del corazón" (si se le puede llamar periodismo, que no) y la política de Estado, es la abrumadora explosión de papanatismo que lo ha saludado.

No es que se pueda esperar gran cosa de una sociedad que se pasa horas "espiando" a un grupo de jóvenes autosecuestrados en una casa con el propósito de hacerse famosos y poder hablar luego de lo divino y de lo humano en cualquier putiferio televisivo. Y además cobrar. No.

Pero el problema no reside tanto en la sociedad española, que, como toda comunidad humana, tiene humanísimos defectos, como en el festival mediático orquestado de inmediato y que tiene como consecuencia entontecer al personal aún más de lo que pueda estarlo, desviando su atención de contingencias mucho más importantes, cosa que ni siquiera se hace con ese nefasto propósito, sino con el de barrer en los índices de audiencia y recaudar fortunas en concepto de publicidad.

El noviazgo principesco, en este contexto, supone una mina de oro. Anoche mismo Tele 5 ponía el grito en el cielo por el retraso deliberado de TVE en pasarle las imágenes de la autopresentación de la pareja, que debería haberle servido con la mayor diligencia, como estaba pactado. En lugar de hacerlo, TelePP se adjudicó la exclusiva y sólo después de haber difundido las imágenes se las transfirió a Telechicho, transformando de este modo un medio público en un competidor desleal.

El hecho es revelador de la ansiedad que ha creado en los "media" españoles la novedad palaciega, que una ínclita comunicadora televisiva calificó alegremente como la "noticia del siglo".

Pero no es ésto lo peor ni lo más revelador. Lo peor es la ingente producción de espesa baba extasiada que destilan las informaciones y comentarios sobre el celebrado noviazgo. Con el morbo añadido de que la futura princesa y acaso reina es divorciada e hija de divorciados. ¿Por qué Letizia sí y la Sartorius no?, se preguntan las comadres de todos los sexos.

Así nos luce el pelo.

P. S.: "Inteligente, agnóstica y ambiciosa", dice alguien hoy en un periódico que es la futura reina de España. Interesante.

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