Quien haya pensado que los paralelismos que vengo estableciendo entre la evolución de la aventura iraquí de Estados Unidos y el precedente-fiasco de Vietnam son meras gratuidades o ingenuo "wishful thinking" tal vez tenga a bien considerar las últimas novedades.
De entrada, EE UU anuncia la retirada de una de las cuatro divisiones que ahora tiene en Irak (30.000 soldados). Se dice que tal decisión está motivada por la próxima incorporación de efectivos internacionales, pero la causa real (de la retirada y de la llegada de tropas internacionales) está localizada más bien en la opinión pública norteamericana, cada vez más convencida de que la guerra y ocupación de Irak ha sido un error y de que no se debe persistir en él. Bush no quiere perder las próximas elecciones y actúa en consecuencia.
A ello hay que añadir que el virrey estadounidense de Irak, un tal Bremer, apoya con creciente entusiasmo la creación de una fuerza paramilitar de unos 170.000 iraquíes (número de efectivos casi igual al de las fuerzas de ocupación) para combatir a la resistencia. Y si Bremer lo apoya -supuestamente a instancias del Consejo de Gobierno/Títere iraquí- es que Bush lo ha aprobado ya.
Y no es la madurez del pueblo iraquí y mucho menos la ausencia de violencia lo que avala la aceleración que Estados Unidos quiere imprimir al proceso de "normalización" de Irak. Es la evidencia de que, tras ganar fácilmente la guerra, están perdiendo día a día la paz. O sea, en realidad están perdiendo la guerra, su segunda fase, que empezó justamente el día en que la toma de Bagdad, donde supuestamente Sadam iba a resistir hasta la muerte, se transformó en un desconcertante paseo triunfal.
Quienes conozcan un poco la historia del conflicto que durante más de quince años se desarrolló en Vietnam tras la derrota y abandono de los franceses quizás recuerden el término "vietnamización", eufemismo con el que se designó la progresiva retirada estadounidense (es decir, la admisión de la derrota). Completada la "vietnamización", o sea la puesta en las manos exclusivas de Vietnam del Sur de su propia defensa, el régimen de Saigón se derrumbó como un castillo de naipes y los pocos norteamericanos que quedaban en misiones de asesoramiento e inteligencia salieron de naja con el rabo entre las piernas, humillados, contritos y con justificadísima mala conciencia.
Bien, pues parece que las bravas tropas del Tío Sam van a seguir el mismo camino que en Vietnam, pero de un modo mucho más rápido y vergonzoso. Ha llegado la hora de la "iraquización". Se pretende que efectivos nativos hagan el trabajo sucio. Conscientemente o no, se quiere convertir una ocupación militar ilegal, enfrentada a una guerrilla cada vez más virulenta y omnipresente, en una guerra civil o, por lo menos, transformar Irak en una especie de Colombia del Oriente Próximo.
Es el principio del fin, independientemente de lo próximo o lejano que el fin esté.
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