27 agosto, 2003

La espuma (tóxica) del verano

Concluye el verano -al menos ese verano político/laboral que es el mes de agosto- y todos los augurios fatales se han cumplido:

1) La tregua entre israelíes y palestinos se ha roto, conforme a las conveniencias y previsiones de Ariel Sharon y los intereses del más rancio integrismo judío. Dentro de la dinámica de la Ley del Talión, a la que parecen atenerse ambos contendientes, no podía concebirse otra posibilidad, como en su día comentamos. Si Israel asesina a líderes de Hamás y la Yihad, como ha hecho durante le presunta tregua, está claro que lo que espera y desea es la contundente y brutal respuesta que acaba recibiendo. Con ello Sharon ya le puede decir a la comunidad internacional, con su acostumbrado descaro, "¿veis cómo son?"

2) Marbella, tras la moción de censura, ya tiene nuevo gobierno municipal, integrado y apoyado por gente sin partido y seguramente sin escrúpulos. Y no es que haya que lamentar el derribo de un gobierno que fuera espejo de virtudes. Más bien al contrario, pero ello no impide que las evidencias de que la "política" marbellí hiede por todos los costados sean tan incontestables que exigirían medidas mayores, como la disolución de la corporación y la convocatoria de elecciones. Eso sería, en términos estrictamente democráticos, lo lógico. Pero el PP y la lógica democrática no tienen nada que ver. Probablemente por eso, con el peso de su mayoría absoluta a nivel nacional, se niega a tal solución.

3) La comisión de investigación de la Asamblea de Madrid no sólo ha terminado como se esperaba y temía (sin aclarar nada) sino peor. Tampoco se ha podido aprobar un dictamen por inane que fuera, que lo era. Los dos tránsfugas lo impidieron con sus votos. A eso se le llama democracia sarcástica. Una especialidad muy española.

4) La investigación del "caso Kelly" se acerca cada vez más, inevitablemente, a Tony Blair, cuyo protagonismo aparece al final de cada hilo de la siniestra historia. De todos modos no parece probable que el socialdemócrata más derechista de la historia corra peligro alguno, como siempre que hay secretos de Estado en cuestión. Todo secreto de Estado es la tapa de una cloaca y, según los usos habituales, no resulta de buen gusto destapar las pestilencias que resultan cuando el Estado de Derecho pasa del Derecho y de la Verdad.

Este anómalo verano nos ha traido una ola de calor con record de temperaturas y de muertes. Según el gobierno de Españavabién, sin embargo, aquí no ha pasado prácticamente nada: poco más de un centenar de muertos se han contabilizado. Debe ser mérito de la poderosa industria española del abanico. Poco importa que las estadísticas de otros países europeos cuenten los muertos por miles y que el registro de defunciones español contabilice una cifra insólita. Aquí -sostenella y no enmendalla, ya se sabe- la ola de calor apenas ha sido un charquito.

También era un charquito, o, mejor dicho, unos hilillos, -según el gobierno- el carburante vertido por el "Prestige" y luego resulta que se estima en 63.000 toneladas. Las costas y playas del nor-noroeste pueden testimoniarlo. En el caso del "Prestige" llueve sobre mojado porque, como se recordará, el Gobierno del nunca-pasa-nada le quitó toda importancia desde el primer día al más grave accidente ecológico sufrido por este país.

Y pese a todo, el presidente del Gobierno vuelve a la palestra con un discurso propio de la oposición, atribuyendo al PSOE (como si éste gobernase) todos los males presentes y futuros. ¿Será el calor la causa del excedente de surrealismo que nos golpea?

Por supuesto, que nadie espere que el magnífico presidente del Gobierno descienda a la arena del Parlamento para dar explicaciones sobre la participación militar española en la ocupación de Irak, decidida exclusivamente por él. Todo lo que obtendrán de él será alguna insidiosa declaración del tipo paranóico-indecente como que la oposición se alegrará cuando caiga el primer soldado español.

Mientras tanto la machadiana España "de espíritu burlón y de alma quieta" se abanica acompasadamente a la par que, con un interés digno de mejor causa, sigue por televisión las andanzas de la no menos machadiana "España de charanga y pandereta", con sus Pantojas, sus Pajares, sus Jesulines, sus Chiquetetes, sus concursantes de "Gran Hermano" metidos a comunicadores, su procesión de furcias relatando cómo se lo hicieron con...

Ésto no es un país. Es una pesadilla. Apaga y vámonos.

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