05 diciembre, 2006

Perdiendo la guerra


Robert Gates, designado por Bush para relevar a Rumsfeld en la secretaría de Defensa, admite que Estados Unidos no está ganando la guerra en Irak y advierte que si ese país no se 'estabiliza' en el próximo año o bienio podría producirse una “conflagración regional”.

Cuánta lucidez. Que Estados Unidos está perdiendo, o -mejor dicho- que ha perdido la guerra es algo evidente. Por otra parte, los mimbres para esa previsible conflagración ya se están tejiendo desde hace mucho tiempo, no sólo en Irak, sino también en Palestina, Líbano y Afganistán. Ahora sólo hace falta que las cosas empeoren lo suficiente para invitar a la danza macabra a Siria e Irán, lo cual, teniendo en cuenta los precedentes, no es imposible.

Gates, que afronta ahora las audiencias en el Senado para su confirmación en el cargo, uno de los usos democráticos estadounidenses más envidiables (acaso el único), dijo estar abierto a nuevas ideas sobre la cuestión. Lo mismo había dicho su presidente tras la victoria demócrata en las últimas elecciones, pero casi nadie confía. No hay más que oirle reiterar que las tropas abandonarán Irak sólo “cuando el trabajo esté hecho”. ¿Qué trabajo?

Un asesor de la Casa Blanca, el mismo que previno acerca de la figura del primer ministro iraquí Nuri Al-Maliki en un informe que trancendió a la opinión pública justo cuando Bush se iba a entrevistar con éste en Amman, dijo recientemente que una decisión sobre Irak será anunciada por el presidente en el plazo de semanas, no de meses.

Pues mañana es tarde. Incluso ayer lo era.

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