El pasado fin de semana los grupos y grupúsculos que integran la denominada izquierda antiliberal francesa (“la gauche de la gauche”, como la califica Libération, delatando su propia redefinición) se reunieron en L’Ile-Saint.Denis (periferia de París) con el único objetivo de decidir su candidato a las elecciones presidenciales francesas. Los prolegómenos de la reunión anunciaban tormenta e incluso ruptura y tal expectativa no fue defraudada en absoluto, aunque en última instancia se evitó, o al menos se postergó, el fracaso.
El intento de elegir un único candidato a la presidencia, que contaría con el nada despreciable apoyo en campaña y en las urnas del abigarrado microcosmos político-social que se situa a la izquierda del PSF pretende rentabilizar el ‘éxito’ de lo único que tuvieron en común en un determinado momento: el no a
La amalgama integrada por diversas opciones socialistas y comunistas, así como verdes, alternativos, extrema izquierda y altermundialistas había explicado hasta la sociedad que alguien tan caracterizado políticamente no podía representar tanta diversidad. El problema es que tal rechazo se enfrentaba a la evidencia de que Buffet había sido apoyada por la mayoría de los 800 (¡) colectivos implicados frente a los otros dos candidatos: Clémentine Autain, próxima al PCF, e Yves Salesse, de
Inevitablemente la reunión se transformó en una confrontación implacable: todos contra el Partido Comunista, que no cedió ni un ápice en su postura. Y la razón de tal intransigencia no es baladí: el PCF, reducido casi a la irrelevancia en los últimos tiempos, es consciente de que se está jugando su futuro. Las encuestas dan a Marie-George Buffet, en solitario, entre un tres y un cuatro por ciento de los votos. De ahí que los comunistas vean casi como una cuestión de vida o muerte capitalizar el unitarismo que la izquierda antiliberal alienta tras la audiencia lograda en la campaña por el no a
Al extrapolar la expectativa de voto de
Tras la reunión de L’Ile-Saint-Denis la pelota sigue en el tejado. El PCF, entre acusaciones de “stalinismo”, no quiso romper la frágil baraja. Buffet propuso una nueva votación en los colectivos -donde sus opositores acusan al PCF de practicar la infiltración o “entrismo”- mientras Autain y Salesse insistieron en que a esa “legitimidad” debe sumarse la del apoyo de la asamblea.
Todo indica que los comunistas no están dispuestos a ceder, pese a que muchos de sus militantes y cuadros no comparten su postura de intransigencia.
Y ahí nos encontramos con la definitiva fragilidad de un conglomerado de minorías y microminorías que no coinciden más que en sus noes a un sistema al que se enfrentan divididos hasta el ridículo pese a las evidencias de que éste tiende por inclinación natural a destruirles.
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